jueves, 15 de abril de 2021

Daños colaterales


DAÑOS COLATERALES

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

METRALLA

Autora: Rutu Modan
Traducción: Eulália Sariola y Bárbara Virgil
Editorial: Sins Entido
Páginas: 168
Precio: 18 €    
Sinopsis: dos jóvenes israelíes buscan al padre desaparecido de uno de ellos, que podría ser la víctima no identificada en un atentado.

Metralla se gana al lector por varias razones. Principalmente, por ofrecer una panorámica razonablemente realista, cercana en ocasiones a la textura documental, de la vida cotidiana en Israel. No pretende evitar el ruido de fondo que todos sabemos, el conflicto con los palestinos, pero tampoco convertirlo en el centro de la obra precisamente porque se quiere mostrar el punto de vista de la gente 
corriente que, a fuerza de convivir con la violencia, se ha acostumbrado a ella e incluso –algún momento hay de eso- se la toma ya con humor negro. Sí, es un atentado suicida lo que pone en marcha la historia, pero se trata sólo de la excusa argumental, no el tema del
libro. Una chica avisará a un joven taxista de que su padre, al que no ve el pelo hace años, podría haber muerto en la explosión, y sobre la búsqueda que ambos emprenden se construye la trama. Pero ni las consecuencias de esa búsqueda ni los daños colaterales del atentado serán los que podrían imaginarse.
   En realidad, la israelí Rutu Modan (Tel Aviv, 1966), ilustradora, editora y profesora de Bellas Artes en su país, ha querido construir algo que, para entendernos, tiene más el tono de una road movie independiente que de un docudrama político. A la autora le interesa mostrar conflictos familiares larvados, escenificar relaciones amorosas de manera desmitificada y, en suma, captar la ambivalencia y complejidad de los sentimientos humanos. Es indudable que Modan tiene talento y sensibilidad para escribir escenas convincentes –los personajes hablan y actúan sin explicarse jamás directamente-, y también para resolverlas con soluciones sofisticadas que escapan al cliché. Su tratamiento narrativo es oblicuo y neutro; su ritmo, pausado. El acertado dibujo también aporta distanciamiento, un grafismo de línea clara muy sintética que recuerda al de los manuales de instrucciones, aunque sin renunciar al naturalismo en los gestos y escenarios. No deja de ser significativo que el libro esté siendo un éxito en Italia y España, pero permanezca inédito en su país de origen.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en febrero de 2007.

Fiel a la cita


FIEL A LA CITA

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

MORTADELO Y FILEMÓN. MUNDIAL 2006
Autor: Francisco Ibáñez
Editorial: Ediciones B
Páginas: 48
Precio:  €      
Sinopsis: Los agentes de la T.I.A. Mortadelo y Filemón buscan a unos extraterrestes disfrazados entre los futbolistas del Mundial de 2006.

No deja de resultar gracioso que al autor de las historietas sobre Mundiales de fútbol más leídas de este país no le guste el fútbol. ¡Yo he odiado toda mi vida el fútbol! ¡Lo he odiado toda mi vida y no sé cuántos Mundiales he hecho!”, decía Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) con divertida franqueza en una entrevista de 1998. Él ya había perdido la cuenta, pero nosotros no. Mundial 78, Mundial 82, Mundial 82 Bis, Mundial 94, Mundial 98, Mundial 2002, y ahora Mundial 2006 (todos en Ediciones B) son los campeonatos en donde la han liado Mortadelo y Filemón, indiscutiblemente los personajes más famosos que ha dado el cómic español.    
 
Creados en 1958 y con 110 álbumes a sus espaldas, Mortadelo y Filemón siguen fieles a su tradicional cita con el Mundial. Ahora deben viajar al de Alemania -país donde la serie es muy exitosa, bautizada allí como Clever & Smart- camuflados como inoperantes sanitarios para descubrir a extraterrestes infiltrados entre los futbolistas y, de paso, protagonizar sus astracanadas habituales, que es lo que interesa aquí. A Ibáñez nunca le ha preocupado demasiado el argumento de sus historias, lo dice él mismo, sino ofrecer el máximo de gags por página en una ensalada de tortas y equívocos de probada eficacia. Y a pesar de repetir ciertos mecanismos cómicos de otros álbumes –como el prólogo sobre los lugares comunes del fútbol o la caracterización de los equipos según los tópicos de cada país-, ese crack llamado Ibáñez continúa en forma y sacando provecho de una fórmula perfeccionada hace mucho tiempo. El tebeo funciona como funcionan todos los de Mortadelo, y tampoco faltan sus disfraces, ni las broncas con el Súper, ni los cameos de políticos (el chiste que protagoniza Aznar es realmente memorable). Como suele decirse en estos casos, el álbum no defraudará a los seguidores de la
serie. Que son muchísimos.

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en mayo de 2006.

Recuerdos del padre


RECUERDOS DEL PADRE

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

S.
Autor: Gipi
Traducción: Julio Reija
Editorial: Sins Entido
Páginas:  112
Precio: 16 €    
Sinopsis: álbum autobiográfico a base de recuerdos del autor, todos
con la figura de su padre como eje central.

 “S. me dice que, del humo que en ese momento está envolviendo el puente, empiezan a salir hombres y mujeres con la cabeza toda hinchada y negra. Llevan la ropa medio quemada por el fuego y hecha jirones por la onda expansiva”. Así arranca, en medio de manchas grises y figuras borrosas, el último trabajo de Gipi (Gianni Pacinotti, Pisa, 1963), una elegía al padre muerto dibujada con escuetas líneas de lápiz y leves acuarelas. Con tono no lastimero sino vitalista, el historietista se abandona a la disposición fragmentaria y repetitiva de la memoria, saltando del pasado cercano –la vejez de su padre Sergio– a la infancia del autor, y más lejos aún, a la juventud remota del progenitor en plena II Guerra Mundial, con escenas estremecedoras como la del bombardeo de Pisa en 1943 que inicia el libro. “En cinco minutos, son aniquiladas cinco mil personas”, escribirá luego dos veces distintas Gipi, quien confiesa la inspiración que le produjo Matadero cinco de Kurt Vonnegut. Los continuos saltos temporales se articulan sobre asociaciones de ideas, verbales o visuales, sugiriendo significados inefables además de los literales y permitiendo afortunados cambios de tono, de lo trágico a lo cómico, de lo importante a lo trivial, seguramente el único modo de registrar la vida con fidelidad. También hay escenas repetidas con versiones divergentes: ¿un padre mentiroso o la eterna traición de la memoria? Precisamente, lo que más le interesa a Gipi es fijar la esencia como persona del que fue su progenitor, aunque para ello sólo le queden los recuerdos. “Borrar la noción de muerte con la memoria”, ha dicho expresamente. 

Ilustrador habitual en La Reppublica, este magnífico dibujante de trazo despojado, amable y afilado a la vez, tiene otras tres obras editadas en España por Sinsentido: Interior noche, Los inocentes Apuntes para una historia de guerra. Sin embargo, es en S. donde, guiado por una improvisación no ocultada y, sobre todo, por sus sentimientos, ha logrado su mejor trabajo.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en junio de 2007.

Por el camino de Brown


POR EL CAMINO DE BROWN 

PEPO PÉREZ 

PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM  

Nunca me has gustado 

Chester Brown 

Astiberri  

La trayectoria del canadiense Chester Brown (Montreal, 1960), uno de los más destacados autores del cómic alternativo norteamericano de las dos últimas décadas, es cualquier cosa menos predecible o encasillable. Ha firmado trabajos tan dispares como una novela gráfica de humor absurdo realizada con escritura automática (Ed el payaso feliz, 1988), una serie experimental donde contaba el crecimiento y aprendizaje de un bebé desde el punto de vista de éste (Underwater, 1994-1998, inédita en castellano) o una singular biografía histórica de un líder independentista canadiense del siglo XIX (Louis Riel, 2002). En todas ha demostrado una palpable capacidad para aceptar retos narrativos cada vez más complejos, además de una constante inquietud por abordar temáticas poco frecuentes en el cómic y cambiar de registro narrativo de un trabajo a otro. Si la magnífica Louis Riel está contada en una tercera persona omnisciente y distante, sus dos y brillantes obras autobiográficas, El Playboy (1992) y Nunca me has gustado (1994), están resueltas con una peculiar voz en primera persona casi igual de desapegada y objetiva. 

Nunca me has gustado, recientemente publicada en España y considerada por el propio autor su mejor trabajo, es una novela gráfica donde Brown expone recuerdos de su adolescencia, en su mayoría tan vulgares como los de cualquiera. Es la forma de exponerlos lo que hace de ella una obra maestra y abre nuevos caminos para el cómic autobiográfico, actualizando de paso la noble tradición abierta décadas atrás por maestros del underground como Robert Crumb. Con el desapasionamiento y distancia crítica del adulto, Brown va desgranando su memoria adolescente en dibujos caricaturescos de aire inconfundiblemente indie y viñetas de forma desigual que se desparraman literalmente por las páginas. En ellas se reconstruye en una desconcertante sucesión y con la misma jerarquía narrativa –apenas hay énfasis dramático en todo el libro- recuerdos banales y hechos verdaderamente trascendentales: la incapacidad del adolescente Brown para expresar sentimientos o corresponder a los de la chica enamorada de él, el sabor proustiano de las galletas, el cachondeo de sus compañeros de clase porque nunca dice tacos, la franqueza cruel con que le dice a su madre lo horrible que es su nueva peluca, la hospitalización de esa misma madre esquizofrénica. “Chester… no sé si habré vuelto a tiempo para tu cumpleaños así que… aquí tienes tu regalo”, dice la madre antes de salir para el hospital a su impávido hijo, que en cuanto se marcha abre un regalo cuyo contenido conoce exactamente de antemano. La experiencia de lectura, tanto por la impresión fragmentaria y acumulativa de las escenas, como por el apreciable espacio narrativo que se deja al lector para que complete el significado de lo que está leyendo, resulta tan perturbadora y fascinante como la vida misma. Porque en la vida también lo trivial y lo grave, lo grosero y lo sublime, suelen desfilar ante nosotros cogidos de la mano. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en octubre de 2007.

Todo el tiempo del mundo


TODO EL TIEMPO DEL MUNDO 

PEPO PÉREZ 

PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM  

Cancer Vixen 

Marisa Acocella Marchetto 

Ediciones B  

 Como ya avanza desde su título, Cancer Vixen es un relato autobiográfico donde la autora, una dibujante que ha publicado en The New Yorker o The New York Times,  narra su experiencia tras serle diagnosticado un cáncer de mama a temprana edad: cuarenta y pocos años, "fanática de la moda” y "loca por los zapatos". La historietista no se limita sólo a los hechos sobre la enfermedad, en los cuales por cierto no se ahorra detalles dolorosos -la pérdida del seguro médico meses antes del diagnóstico, la cirugía, la quimioterapia, etc.-, sino que además los contextualiza respecto a la gente que le rodea, y lo hace tanto antes como después del indeseable diagnóstico: precisamente, acababa de conocer al amor de su vida y estaba a punto de casarse. La posibilidad incluso de que el cáncer fuera provocado por el polvo de las Torres Gemelas –la autora cubrió todo el atentado del 11-S como reportera para la revista Talk- es uno de los múltiples fantasmas que sobrevuelan este viaje a través del miedo y la esperanza. 

Sin embargo, esto no es ningún dramón tremendista o sensiblero. El sorprendente tono humorístico viene dado por la constante caricatura de personajes y situaciones, el dibujo de línea clara, los colores chillones pero rabiosamente efectivos y, sobre todo, el abrumador despliegue de recursos formales. Diseños de página cambiantes y atrevidos, enormes onomatopeyas que atraviesan las viñetas, imaginativas splash pages que rompen el ritmo… Es justamente la frivolidad que proporcionan esos recursos estridentes e intransferibles del cómic (la autora hace tebeos, y no le da vergüenza de que se note) la que hace original su voz narrativa. Cancer Vixen no es ni siquiera el típico relato de “triunfo sobre la enfermedad” porque, a pesar de que ganes la batalla, siempre hay un precio que pagar, aunque éste no sea el esperado. “Pensé que tenía todo el tiempo del mundo, cuando todo lo que tenía era un parpadeo”, dice la autora en una viñeta, ya casi al final del libro. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en septiembre de 2007.

Las imágenes del deseo


LAS IMÁGENES DEL DESEO  

Pepo Pérez

pepoperez@elperiodico.com

LA VOLUPTUOSIDAD  

Autor: Blutch 

Traducción: Ana Millán 

Rotulación: Eduardo Di Costa y Amiram Reuveni 

Editorial: Ponent Mon 

Páginas:  112 Precio: 20 €     

Sinopsis: en algún lugar de la campiña francesa se organiza una batida con cazadores de la región para atrapar a un "individuo", un animal feroz...  

Hace sólo veinte años, un cómic para adultos que se titulase La voluptuosidad hubiese sido casi con toda seguridad un relato de historias ejemplares construido a base de anécdotas costumbristas picantes, que permitieran con mayor o menor disimulo colar desnudos femeninos y alguna moraleja tan explícita como perogrullesca. Pero el cómic adulto de hoy no es el de entonces, y desde luego no lo es la nouvelle bande desinée que nos llega desde Francia, donde ya se ha producido el salto cuántico de madurez. Blutch (Christian Hincker, Estrasburgo, 1967) es uno de sus representantes más brillantes –junto a Joann Sfar, Christophe Blain, Marjane Satrapi o David B., entre otros- que, aunque tiene a sus espaldas una amplia carrera, sólo ahora comienza a ser traducido en nuestro país.    

La voluptuosidad (2006) refleja el estado actual de la evolución de Blutch, un camino experimental emprendido en Vitesse moderne (2002; de próxima edición en España) que pretende despegarse del relato literario convencional y, desde luego, de la influencia del cine. La realidad del mundo exterior y la del mundo interior de la mente se integran en una narración que posee la textura -y la lógica- de los sueños, y donde se habla de las cosas sin hablar directamente de ellas. El tema es el deseo sexual en diversas variantes, pero el discurso de Blutch, muy apoyado en el poder de sus imágenes, ha alcanzado un nivel de abstracción que obliga al lector a concretarlo con sus propias sensaciones y emociones. El tono es inquietante pero también de farsa, no en vano Blutch se gana el pan en la revista humorística Fluide Glacial,  y sus excepcionales lápices se muestran aquí inacabados pero precisos, graves y a la vez blandos, tan voluptuosos como el título del libro. En manos de Blutch, momentos como el del político abandonado en el campo sin cobertura en el móvil, o el del viejo cazador declarándose a la joven niñera, devienen poderosas alegorías que, sin explicar nada expresamente, lo explican todo. Lo contienen todo. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en mayo de 2007. 

El irreductible galo

ALBERT UDERZO 

El irreductible galo  

PEPO PÉREZ  

pepoperez@elperiodico.com

Posiblemente el peor trago de la carrera del dibujante Albert Uderzo tuvo lugar en 1977 cuando murió René Goscinny, que fue mucho más que el guionista junto al que creó Astérix, la serie que les hizo famosos en todo el mundo. Goscinny era un amigo íntimo para Uderzo, un cómplice, “un hermano”, como ha confesado. A pesar de todo, se sobrepuso a la conmoción, prosiguió Astérix en solitario y cumplirá 80 años este 25 de abril. 

Nacido en 1927 en Fismes, en el Marne francés, Uderzo era hijo de unos humildes emigrantes italianos procedentes de un pueblo del Véneto, Oderzo, del que Albert tomó el apellido trocando la primera letra. Vino al mundo daltónico y con dos dedos extra que le fueron extirpados quirúrgicamente. Pero, como Obélix, con quien se le ha comparado por su complexión alta y corpulenta –Goscinny sería entonces un trasunto del bajito pero intelectual Astérix-, Uderzo parece haberse caído de pequeño en la marmita de la pócima secreta, en su caso la del talento para dibujar. Ha tenido esa capacidad desde pequeño, y, a pesar de que su vocación infantil era la de mecánico de aviación, su padre le animó a seguir dibujando. Su primera publicación, en 1944, fue una parodia ilustrada de una fábula de Jean de La Fontaine; un año después ganaba un concurso editorial para dibujar una tira de cómic. También trabajó como intercalador de animación, pero pronto descubrió que no era lo suyo. En 1945 se muda a París y no da abasto ilustrando libros y creando series de historieta para la revista O.K., donde firma como Al Uderzo porque sonaba más americano. También publica una tira diaria en France Soir titulada El crimen no paga y en 1950 dibuja al superhéroe Capitán Marvel Jr. para la revista Bravo! Es entonces cuando se compra su primer coche, un Simca 5. Todavía le quedaba un largo camino por recorrer hasta poder empezar su colección de Ferraris, una cara afición que aún mantiene.

    En aquellos trabajos de juventud Uderzo mostró su destreza tanto para el dibujo realista como la caricatura, aunque el estilo humorístico era su preferencia natural y terminaría imponiéndose, una mezcla de influencias de la Disney y del cómic francobelga. En 1950 conoce al guionista Jean-Michel Charlier, quien más tarde alcanzaría el éxito escribiendo Teniente Blueberry para el dibujante Jean “Moebius” Giraud. Poco después, Uderzo conoce también al que sería su mejor amigo y su socio artístico predilecto, René Goscinny, llamado a convertirse en uno de los guionistas más creativos de la historieta francesa; juntos realizan series como Jehan Pistolet y Luc Junior. En esa época se trabaja a destajo y de manera mal pagada , pero todos los autores tragan con las imposiciones de los editores. ¿Todos? ¡No! Goscinny, Uderzo, Charlier y otras firmas célebres deciden plantarse con una serie de reivindicaciones, que terminan con los tres líderes problemáticos sin trabajo y en la lista negra. Es una época difícil que les lleva a crear juntos su propia agencia, para la cual dibujará Uderzo diversas series con guiones tanto de Charlier como Goscinny; una de ellas con este último, Oumpah-pah, fue producida para la revista Tintín y estaba protagonizada por un indio fortachón que hacía la vida imposible a los colonos franceses. Sí, el concepto recuerda a Astérix, que sería creado en 1959 para el lanzamiento de la mítica Pilote, revista juvenil cuya dirección artística recae en Goscinny, Uderzo y Charlier. Desde su primer número, Astérix y su aldea de irreductibles galos frente a la ocupación de los locos romanos se convierte en un éxito inmediato. ¿Reacción inconsciente frente a la culpa nacional por el colaboracionismo con los nazis? Puede. El encuentro de Goscinny con un conocido que trabaja como profesor de Historia sugiere la ambientación durante las campañas de Julio César, y Uderzo elige la ubicación de la aldea gala, la Bretaña francesa. No en vano había pasado allí una temporada durante la II Guerra Mundial, trabajando en una granja y ayudando en el negocio de muebles de su padre. 

Durante esos años, Uderzo dibujaba al imposible ritmo de cinco páginas semanales para tres series, Astérix y Oumpah-pah junto a Goscinny, y Michel Tanguy junto a Charlier. Sin embargo, la fama creciente de Astérix le hizo centrarse en ella y abandonar las otras. Lo demás es historia. 33 álbumes y 320 millones de ejemplares vendidos hasta la fecha, la serie más vendida del cómic europeo sólo por detrás de Tintín; un símbolo nacional francés. Se cuenta que Charles De Gaulle, durante un Consejo de ministros, dio a todo su gabinete nombres de personajes de Astérix, y,  aunque siempre se ha dicho que tras la serie había una reafirmación de la identidad nacional, Uderzo niega cualquier intención política. En cualquier caso, la prematura muerte de Goscinny a los 51 años hizo dudar de su continuidad. Pasado el duelo, Uderzo decidió animado por su mujer a crear su propia editorial, Albert-René, y continuar Astérix él solo. También es cierto que en manos de este excelente dibujante pero mediocre guionista la serie se ha deslizado por la cuesta de la decadencia, lo cual no ha impedido que se haya creado un parque temático de Astérix que rivaliza con Disneyland París ni que se sigan produciendo películas y todo tipo de merchandising basado en los irreductibles galos.

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Un perfil biográfico de Uderzo que publiqué en El Periódico de Catalunya en abril de 2007.

Goscinny (1926-1977) y Uderzo (1927-2020) en 1970 


La historia y el mito


LA HISTORIA Y EL MITO

LOUIS RIEL

Pepo Pérez
pepoperez@elperiodico.com

Autor: Chester Brown
Traducción: Montserrat Terrones
Editorial: La Cúpula
Páginas: 280
Precio: 16 €    
Sinopsis: biografía en viñetas del líder histórico canadiense Louis Riel.

Polémico líder canadiense del siglo XIX, Louis Riel dirigió la rebelión de métis, mestizos de habla francesa, durante la anexión por Canadá del territorio de dicha comunidad, la actual provincia de Manitoba. Ésa es la parte de la biografía de Riel que ha querido contar Chester Brown (Montreal, 1960) de manera sumamente documentada, extrapolando en cierto sentido al  cómic el formato de la non-fiction novel. Autor de singular sensibilidad (otros tebeos suyos son el autobiográfico El Playboy o el surrealista Ed el payaso feliz, ambos en La Cúpula), Brown se aproxima al género histórico con un planteamiento personal y en algunos aspectos experimental. Recurre sobre todo a técnicas de extrañamiento que obligan al lector a contemplar los hechos narrados bajo una nueva y rara luz: por un lado, el tipo de grafismo, una línea clara bastante caricaturesca inspirada por el olvidado creador de Little orphan Annie, el historietista
Harold Gray, que tiende a lo simbólico especialmente en los fondos y paisajes; por otra parte, la planificación, distante y fría, que rehuye en todo momento el primer plano. Brown busca deliberadamente, como ha declarado, ser “emocionalmente plano, esperando que los mismos
hechos sean interesantes”. Desde luego que lo son, pero la mirada del autor los dota de un interés añadido. Con un ritmo de metrónomo que alterna diálogos cortos con pausas largas, las que proporcionan las abundantes viñetas mudas, sus personajes de cómicas narices gordas y poses repetitivas escenifican los principales conflictos de una historia que nada tiene de cómico: la codicia de las grandes empresas, el cinismo pragmático de los políticos, el desprecio a las minorías, el peso de la religión. Ésta última fue la que marcaría con tintes mesiánicos el (discutido) trastorno mental hacia el que Riel derivó finalmente, después de intentar ocupar en vano su escaño en el Parlamento canadiense, ser perseguido y verse exiliado. Estas hipnóticas doscientas ochenta páginas dan fe de todo ello.

Humor y algo más


HUMOR Y ALGO MÁS

Pepo Pérez
pepoperez@elperiodicom.com

CARLITOS FAX
Autor: Guión y dibujos de Albert Monteys. Color de Carmen Recreo
Editorial: Ediciones El Jueves
Páginas: 64
Precio:  9, 90 €        
Sinopsis: en el año 3037, Carlitos, un robot-fax que trabaja en un
diario, sueña con convertirse en periodista estrella.

Albert Monteys (Barcelona, 1971) se ha convertido en uno de los principales renovadores de nuestra historieta de humor. Desde las páginas que lleva una década realizando para El Jueves, en series como Tato, con moto y sin contrato o Para ti, que eres joven -ésta última a dúo con Manel Fontdevila-, Monteys ha perfeccionado su estilo gráfico y narrativo hasta alcanzar la que hasta ahora es su cima como autor. 
Serializado en la revista infantil Mister K y recopilado luego en un primer álbum -galardonado con el premio al mejor guión en el Salón del Cómic de Barcelona de 2006-, Carlitos Fax destila las mejores esencias de Monteys: sus principales influencias –ciertos autores de la escuela Bruguera, entre otras referencias eclécticas- han sido integradas para producir algo nuevo y distinto, mientras su grafismo caricaturesco se ha depurado hacia terrenos cada vez más expresivos y originales.

   El álbum está compuesto por historietas cortas, ambientadas en un futuro delirante poblado por robots pintureros, extraterrestes de aspecto desternillante y humanos tan ridículos como siempre. La cuestión es que este tebeo hace reír realmente, eso tan difícil de lograr, porque los gags son muchos y sorprendentes –el humor sin sorpresa no es tal-, y porque se basan en inteligentes vueltas de tuerca que aportan matices a los temas: existe un doble sentido satírico sobre problemas actuales que no tiene nada que envidiar a series televisivas como Futurama, desde la globalización económica hasta la explotación laboral, pasando por el consumismo. “Un tebeo para chavales que fuera un paso más allá”, explicaba Monteys sobre su intención en Carlitos Fax. No es de extrañar, pues, que los mayores fans de este tebeo sean treintañeros, ni que entre esos fans se encuentre uno de los principales maestros de Monteys, nada menos que
Jan, el creador de Superlópez.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en febrero de 2007.

Aventuras de autor


AVENTURAS DE AUTOR

PEPO PÉREZ

ISAAC EL PIRATA: 1. LAS AMÉRICAS, 2. LOS HIELOS, 3. OLGA y 4. LA CAPITAL

Autor: guión y dibujos de Christophe Blain (color de Walter & Yuka).
Traducción: Lidia Fernández (Tomo 1), Enrique S. Abulí (Tomos 2, 3 y 4).
Editorial: Norma
Páginas: 48
Precio:  € c/u
Sinopsis: Un joven pintor del siglo XVIII se embarca en busca de
aventuras y deja atrás a su novia, que le seguirá esperando… por un
tiempo.

Mucho se está moviendo en el cómic francés desde que hace diez años una generación de “jóvenes airados” llegara para sacudir el polvo de un mercado anquilosado. La crítica francesa habla de una nouvelle vague de su historieta, y el símil parece acertado para agrupar a autores como Marjane Satrapi (Persépolis y Pollo con ciruelas, Norma) Joann Sfar (El gato del rabino, Norma), David B. (Los buscadores de tesoros, Sins Entido) o el que ahora nos ocupa, Christophe Blain. Todos ellos comparten la intención de actualizar con una nueva mirada géneros tradicionales y de romper con ciertos clichés narrativos que habían empobrecido el cómic comercial de su país.

   Blain (Argenteuil, Francia, 1970) es un dibujante sobresaliente cuya sólida base académica no le ha impedido forjarse un grafismo moderno y expresivo, que asimila bien la influencia de los ilustradores del XIX y combina con originalidad realismo y caricatura. Si en Hiram Lowatt y Placido (Planeta DeAgostini, dos álbumes con guiones de David B.) Blain ya había dibujado un western ciertamente sui géneris, y en Sócrates el semi-perro (próximamente en Sins Entido, serie con guiones de Joann Sfar) practicado un revisionismo irónico de la mitología griega, en Isaac el pirata está realizando como autor completo la obra de su vida. Aún inacabada, la serie cuenta la peripecia de un joven pintor judío del siglo XVIII que, en parte engañado, en parte por deseos aventureros, se embarca en un velero pirata. Como todo viaje iniciático, su aventura será física pero también interior, alternándose las escenas marítimas con pasajes urbanos que muestran lo que entretanto le sucede a la novia que ha dejado en París… y que no parece dispuesta a esperarle toda la vida. 
Blain, que hizo su servicio militar en una fragata de la Marina francesa, demuestra conocer bien los clásicos de aventuras marinas, encabezados por Robert Louis Stevenson y Herman Melville, pero también se ha propuesto aportar su propia visión del género. Es una visión desmitificadora y sucia, más íntima y costumbrista que épica, no exenta de humor ni tampoco de sexo y violencia –cuyo tratamiento es especialmente afortunado- y, ante todo, narrada con una voz muy contemporánea. El autor adopta un estilo narrativo indirecto, muy visual, con diálogos concisos, abundantes elipsis y viñetas mudas, escasa o nula presentación de personajes, abruptos cambios de escena y giros argumentales arriesgados. Gracias a todo lo que Blain sugiere sin mostrarlo explícitamente, sus personajes resultan ambiguos, poseen misterio y calado psicológico, tienen vida. Sí, Isaac el pirata es una nueva y personal versión del viaje del héroe, donde la quimera perseguida es metáfora y motor de la búsqueda de uno mismo y de su lugar en el mundo. Tan universal como eso.

Yo quiero verte danzar


YO QUIERO VERTE DANZAR

KLEZMER. 1: LA CONQUISTA DEL ESTE

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

Autor: Joann Sfar
Traducción: Manel Domínguez
Editorial: Norma
Páginas: 144
Precio: 16 €    
Sinopsis: aventuras y desventuras de cuatro judíos y un gitano que
recorren Europa del Este tocando música tradicional hebrea.

Desde que en 1990 la pequeña editorial L’ Association entró en la escena francesa, una nueva generación de autores ha hecho valer sus propuestas renovadoras hasta tal punto que la crítica se refiere a ellos como la nouvelle vague del cómic francés: entre otros, David B. (La ascensión del Gran Mal, Sins Entido), Lewis Trondheim (Mis circunstancias, Astiberri), o la célebre Marjane Satrapi (PersépolisNorma). Precisamente Joann Sfar (Niza, 1971) es el autor más prolífico de esta nueva ola y, a poco que mantenga su ritmo de producción, de toda la historia del cómic galo. Porque desde su debut en 1994 ha firmado, como guionista o como autor completo, más de cien álbumes, que se dice pronto. Una obra orgánica y desprejuiciada que toca muy diversos palos: desde la actualización irónica de géneros clásicos –el folletín de aventuras decimonónico en Profesor Bell (Sins Entido) o la fantasía heroica en La Mazmorra (Norma), serie que codirige con Lewis Trondheim- a productos infantiles de éxito como Vampir (Alfaguara), pasando por trabajos de una inclasificable originalidad en los que muestra sus raíces judías y sus preocupaciones religiosas, filosóficas y artísticas. Es el caso de Pascin (Ponent Mon), una biografía imaginaria del pintor Julius Pinkas, de la serie El gato del rabino (Norma), ambientada en la Argelia colonial y protagonizada por un gato hablador que cuestiona las creencias humanas, o de Klezmer, el último trabajo de Sfar publicado en España.
   Klezmer abunda en las constantes estilísticas de este discípulo confeso de Hugo Pratt: formato de fábula adulta situada en un pasado sublimado –la Europa oriental de principios del siglo XX en este caso-, narrativa ligera y fluida, diálogos tan inteligentes como naturales, acabado sucio y libérrimo que oculta a un dibujante muy virtuoso, discurso abierto e implícito que jamás pasa al primer plano. Los tebeos de Sfar son básicamente aventuras vitalistas y sensuales, y Klezmer no es una excepción, a pesar de mostrar con crudeza el conflicto entre los dogmas religiosos y la razón laica, entre las mayorías integradas y las minorías discriminadas: la historia de estos parias que animan fiestas tocando klezmer, música del folclore judío, discurre como una canción de ritmo hipnótico cuyo dibujo roto de violentos colores nos transporta a ese mundo precivilizado y atávico presente en otras obras de Sfar. “Perdí a mi madre a la edad en la que
uno encuentra satisfacciones en el dibujo. Tenía tres años y medio y, 
desde entonces, de manera muy obsesiva, dibujo”, explicaba el autor recientemente. “No se trata de desarrollar la parte estética, sino de contar historias, dar vida a personajes, tal y como lo hicieron nuestros antepasados prehistóricos con tótems. Inventé una especie de religión previa a la religión, por la imperiosa necesidad de tener una presencia”. Quizás ahí resida la clave de la hondura simbólica, como de viejo cuento tradicional, que desprenden muchos tebeos de Sfar, entre ellos este magnífico Klezmer.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en febrero de 2007.

Tintín al volante


Tintín al volante

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

TINTÍN, HERGÉ, LOS COCHES

Autores: Charles Henri de Choiseul Praslin y Andy Jacobs
Traducción: Teresa Artigas
Editorial: Zendrera Zariquey
Páginas: 64
Precio: €
Sinopsis: guía ilustrada sobre los automóviles que aparecieron en la
serie Tintín, de Hergé.

La vida de Tintín (Editorial Juventud) no acabó tras las veintitrés aventuras publicadas entre 1929 y 1976, las que van de Tintín en el país de los soviets a Tintín y los Pícaros. El inmenso éxito del cómic de George Remi “Hergé” (Bruselas, 1907-Lovaina, 1983) provocó que, con los años, alrededor de ella apareciera un ingente merchandising y un buen número de textos que glosan la obra desde los más variados puntos de vista.

   A ellos se suma este Tintín, Hergé y los coches, una curiosa monografía sobre el papel de los automóviles en la serie, que incluye la pertinente comparación entre los dibujados en sus viñetas y las fotos de los coches reales en los que Hergé, gran aficionado a ellos, se basó con obsesiva fidelidad. Sin embargo, a pesar de la bonita edición, y del fascinante apéndice con todas las maquetas oficiales de los coches de Tintín, llama la atención la confusa sistemática de los
capítulos y el análisis, a veces inextricable, del papel que cumplieron los coches en las historias de Hergé. Asimismo, la tesis que atribuye un significado moral a cómo se mueven los vehículos en las viñetas de Tintín resulta peregrina y denota un escaso conocimiento del lenguaje de la historieta: según los autores, los coches de personajes buenos siempre se moverían en el sentido de lectura, de izquierda a derecha, mientras que los coches de los malos, supuestamente, se moverían siempre de derecha a izquierda, algo fácilmente refutable si uno se relee los álbumes (tiene que ver con el diseño y composición de la página concreta). Hay otro reproche más importante: que a menudo el texto comente con sumo detalle viñetas que el libro no reproduce, lo que obliga a acudir al tebeo original para saber de qué se está hablando. La conclusión es inevitable: el principal destinatario de este libro es el tintinófilo, y si se es aficionado al mundo del motor, mejor.

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en noviembre de 2005.