jueves, 15 de abril de 2021

Por el camino de Brown


POR EL CAMINO DE BROWN 

PEPO PÉREZ 

PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM  

Nunca me has gustado 

Chester Brown 

Astiberri  

La trayectoria del canadiense Chester Brown (Montreal, 1960), uno de los más destacados autores del cómic alternativo norteamericano de las dos últimas décadas, es cualquier cosa menos predecible o encasillable. Ha firmado trabajos tan dispares como una novela gráfica de humor absurdo realizada con escritura automática (Ed el payaso feliz, 1988), una serie experimental donde contaba el crecimiento y aprendizaje de un bebé desde el punto de vista de éste (Underwater, 1994-1998, inédita en castellano) o una singular biografía histórica de un líder independentista canadiense del siglo XIX (Louis Riel, 2002). En todas ha demostrado una palpable capacidad para aceptar retos narrativos cada vez más complejos, además de una constante inquietud por abordar temáticas poco frecuentes en el cómic y cambiar de registro narrativo de un trabajo a otro. Si la magnífica Louis Riel está contada en una tercera persona omnisciente y distante, sus dos y brillantes obras autobiográficas, El Playboy (1992) y Nunca me has gustado (1994), están resueltas con una peculiar voz en primera persona casi igual de desapegada y objetiva. 

Nunca me has gustado, recientemente publicada en España y considerada por el propio autor su mejor trabajo, es una novela gráfica donde Brown expone recuerdos de su adolescencia, en su mayoría tan vulgares como los de cualquiera. Es la forma de exponerlos lo que hace de ella una obra maestra y abre nuevos caminos para el cómic autobiográfico, actualizando de paso la noble tradición abierta décadas atrás por maestros del underground como Robert Crumb. Con el desapasionamiento y distancia crítica del adulto, Brown va desgranando su memoria adolescente en dibujos caricaturescos de aire inconfundiblemente indie y viñetas de forma desigual que se desparraman literalmente por las páginas. En ellas se reconstruye en una desconcertante sucesión y con la misma jerarquía narrativa –apenas hay énfasis dramático en todo el libro- recuerdos banales y hechos verdaderamente trascendentales: la incapacidad del adolescente Brown para expresar sentimientos o corresponder a los de la chica enamorada de él, el sabor proustiano de las galletas, el cachondeo de sus compañeros de clase porque nunca dice tacos, la franqueza cruel con que le dice a su madre lo horrible que es su nueva peluca, la hospitalización de esa misma madre esquizofrénica. “Chester… no sé si habré vuelto a tiempo para tu cumpleaños así que… aquí tienes tu regalo”, dice la madre antes de salir para el hospital a su impávido hijo, que en cuanto se marcha abre un regalo cuyo contenido conoce exactamente de antemano. La experiencia de lectura, tanto por la impresión fragmentaria y acumulativa de las escenas, como por el apreciable espacio narrativo que se deja al lector para que complete el significado de lo que está leyendo, resulta tan perturbadora y fascinante como la vida misma. Porque en la vida también lo trivial y lo grave, lo grosero y lo sublime, suelen desfilar ante nosotros cogidos de la mano. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en octubre de 2007.

1 comentario:

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