jueves, 30 de diciembre de 2021

pause and refresh


 
Anoche volví a ver Dr. Strangelove, de Kubrick. Intenté ponerme en la mente de quien la vio en su estreno de 1964. Tiene la cosa de la audacia, de abordar un tema tan candente en clave satírica: la crisis de los misiles cubanos tuvo lugar menos de dos años antes, así que verla entonces tuvo que ser aterrador. Más miedo que risa, porque entonces el futuro de la humanidad se veía muy corto por la amenaza de guerra nuclear. Yo la vi por primera vez bastante niño, en La Clave (TVE2, 1977), y recuerdo cagarme por la pata abajo. Supongo que el efecto ahora es parecido con el futuro que representa Don’t Look Up, sobre todo en clave alegórica.

Vista hoy, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú resulta más sobria, o esa impresión me ha dado por comparación. Además del blanco y negro, arranca como una película seria, dramática quiero decir, hasta que empieza la sátira. Con lo cual están jugando al despiste con el tono, durante un rato no sabes bien si te lo están contando en serio o en broma. Es un recurso muy inteligente que en Don’t Look Up han copiado, porque hasta que los científicos (DiCaprio & Lawrence) no llegan al Despacho oval no empieza el “verdadero” show. Bien hecho. También es verdad que el efecto no puede ser el mismo: todo el mundo sabe de qué va el director, Adam McKay, y había muchos avisos previos en internet sobre No mires arriba. Hasta Dr. Strangelove, en cambio, Kubrick solo había hecho cine dramático e internet no existía.

Dr. Strangelove es bastante menos barroca, de hecho hay solo tres escenarios, aunque en mi recuerdo parecía mucho más compleja, con más estamentos políticos y personajes: escenario 1, la base del general majara que da la orden (Jack D. Ripper, o sea, “Jack el Destripador”, Sterling Hayden); en esta base militar Peter Sellers hace uno de sus papeles, el mejor, el del capitán Mandrake; escenario 2, la war room con el presidente USA, Merkin Muffley, sus asesores, el general jefe (George C. Scott, un oportunista belicista) y el embajador ruso, donde Sellers hace de presidente (magnífico también) y también de Dr. Strangelove; escenario 3) el bombardero, cuyas escenas son todas extraordinarias. El papel de Sellers como Capt. Mandrake es quizá el mejor porque está controladísimo, parece dramático, solo funciona irónicamente por el contexto del resto de la película; qué gran actor fue. Y luego tiene la escena de la llamada de teléfono al presidente Muffley, ya casi al final de la película, pero le faltan monedas para la cabina, etc. Memorable. El papel histriónico de Dr Strangelove me parece cargante y repite además el gag del brazo que “se le va” para hacer el saludo nazi; al repetirlo pierde la gracia. Su actuación como Dr. Strangelove parece la cita más evidente a la comedia del cine clásico: Chaplin, Lubitsch.

Dr. Strangelove apenas pasa de la hora y media, eran otros tiempos. Dato: retrasaron el estreno porque mataron a JFK en noviembre de 1963. Aparte de eso, los responsables de Columbia Pictures estaban muy preocupados al final de la producción y se preguntaban si la peli era antiamericana o solo antimilitarista. La película es ciertamente atrevida para una época como la Guerra Fría, donde la guerra también se libraba en el terreno propagandístico. Pero Kubrick era británico y se rodó cerca de Londres: hace mofa del presidente USA, del Pentágono, del militar warmonger, del rollo macho texano con el piloto del bombardero (Slim Pickens). En realidad hay más sátira del asunto macho, porque la película puede verse como una alegoría fálica que empieza con el “coitus interruptus” del General Buck Turgidson, George C. Scott, y termina como termina. Si os parece que Scott está sobreactuado, es porque Kubrick le engañó, pidiéndole tomas over-the-top solo como “calentamiento”. Tomas que Kubrick luego usó, para cabreo de Scott.

George C. Scott had some really difficult experiences with the director. George was headstrong by nature. It is what fueled his particular talent. Stanley was very much the same kind of man. The irresistible force met the immovable object when Stanley asked George to do over-the-top performances of his lines. He said it would help George to warm up for his satiric takes. George hated this idea. He said it was unprofessional and made him feel silly. George eventually agreed to do his scenes over-the-top when Stanley promised that his performance would never be seen by anyone but himself and the cast and crew. But Kubrick ultimately used many of these "warm-ups" in the final cut. George felt used and manipulated by Stanley and swore he would never work with him again. —James Earl Jones, 2004

El piloto del bombardero me recuerda al cine de Berlanga porque Slim Pickens, que no solo era actor sino performer de rodeo en la vida real, toma ya, tiene un aire aquí a Pepe Isbert. El verdugo de Berlanga de hecho es del mismo año, 1963, y hay una cierta mirada de época común, aunque Dr Strangelove se estrenó al año siguiente por el asesinato de JFK, como he dicho. No había manera de que el público fuera a ver algo así durante el duelo por el presidente muerto, así que la estrenaron a finales de enero de 1964. Aún más: en la postproducción un diálogo de Slim Pickens, "a fella could have a pretty good weekend in Dallas with all that stuff", fue doblado para cambiar "Dallas" a "Vegas" por razones obvias.


Dr Strangelove también tubo problemas legales con Fail Safe (1964), de Sidney Lumet, algo que no sabía. Aunque esta era un thriller realista y serio, el argumento se parecía demasiado a la novela de Peter George, Red Alert, sobre la que estaba basada Dr. Strangelove. Kubrick y George interpusieron una demanda, pero llegaron a un acuerdo antes del juicio: Columbia Pictures, que había financiado y distribuía Dr. Strangelove, también compraría Fail Safe, y la distribuiría después de la película de Kubrick a petición de este último. Así fue. Fail Safe se estrenó ocho meses después.

Me dice Manolo Arias que lo de “los snacks eran gratis” en No mires arriba es muy Veep (2012-2019). Tiene razón. Como lo mejor de esta última película, la cual por cierto tampoco comparaba literalmente con Dr. Strangelove, solo en cuanto a tradición artística (a veces parece que hay que explicitarlo todo). Acabo de hacer una búsqueda ahora mismo, y encuentro lo siguiente: “Part disaster movie, part political satire, Don't Look Up is Armageddon meets Veep without capturing the greatness of either”. 



martes, 28 de diciembre de 2021

“the snacks are free”

¿Qué les pasa a muchos con Don’t Look Up (2021)? La gente de pasta (money *) de mi TL en redes sociales está en su mayoría como enfadada con la película. Es solo una película. ¿O no?  

* No soy tan infantil como para no entender que el capitalismo funciona así, el pack completo, ni para creerme mejor por haber nacido en una familia humilde, algo que no se elige. Eso sí, yo mejoré mi estatus social gracias al reparto de la riqueza que permitía el Estado social en las democracias liberales, con becas públicas para estudiar, investigar, etc. O sea, libertad, en efecto, pero con correcciones del sector público porque quien nace en una familia bien, algo que tampoco se elige, tiene mucha más libertad de entrada que quien nace en una familia no bien. Hola, espíritu navideño… 

La socialdemocracia del siglo XX fue una respuesta del capitalismo al “desafío comunista”. No solamente, porque también aportaba eficiencia desde la óptica utilitarista capitalista: las ayudas, becas y servicios públicos gratuitos permitían ascender a los mejores y ser útiles para la sociedad como ingenieros, profesores, artistas, lo que sea, aunque hubieran nacido en las clases más bajas. El neoliberalismo se cargó la socialdemocracia en buena parte, sobre todo en los países de tradición más liberal. Reagan en USA, Thatcher en UK. La caída del Muro impulsó la globalización, y esta a la deslocalización industrial, etc. El descontento de la gente empobrecida por la globalización + la crisis especulativa de 2008 condujo al auge en Occidente de los populismos, etc. Había que echarle la culpa a quienes no la tenían. En USA, el resultado actual del neoliberalismo / capitalismo tardío, esa salsa populista de “hechos opinables”, conspiracionismo negacionista vs. ciencia (cambio climático, pandemia, etc.) y políticas identitarias a derecha e izquierda que polarizan a la población, es lo que satiriza No mires arriba. No el capitalismo, como algunos afirman. Lo siento, sé que simplifico mucho pero no voy a escribir una tesis en un post de un blog.

No mires arriba es una sátira sobre la USA reciente, pero nos “afecta” aquí en España porque, como provincia del imperio, nos proyectamos en la sociedad estadounidense. También hemos importado con unos años de retraso bastantes “hallazgos” de la democracia sentimental populista estadounidense, basta ver las tácticas actuales de demasiados políticos españoles. Me apunta alguien (Kano) que qué pensará entonces la gente de pasta al ver representadas las cosas “inimaginables” que hacen los ricos en Sucession, la mejor serie que he podido ver en 2021.

Una película, en fin, que polariza al público con una sátira sobre la polarización, lo cual vendría a demostrar su “tesis”. Los artículos en internet que he visto “explicando el final”, también.

A mí Don’t Look Up, con sus peros y chistes buenos que dejan de serlo porque no cortaron la escena en montaje (el show “woke” de la cantante de R&B y su novio rapero, demasiado largo, etc.), me ha gustado. O “gustado”, porque deja muy mal cuerpo. No es una comedia, es una sátira de humor negro. No es lo mismo. Y me recordó algo de Kubrick.

Stanley Kubrick contó en su día una paradoja muy elocuente que se dio en la concepción de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb1964). Su decisión de convertirla en una sátira de humor negro, frente al thriller serio que iba a ser la película en un principio, había logrado que fuese más realista que otros filmes de la época que tocaban el tema de la guerra nuclear con un tratamiento estrictamente dramático, La hora final (On the Beach, 1959) y Punto Límite (Fail-Safe, 1964). Películas que «en su intento de ser serias, excluyeron detalles triviales y comportamientos que habrían parecido incongruentes en una situación en la que el fin del mundo fuera inminente». Bill Krohn define certeramente ¿Teléfono rojo? como la película donde Kubrick «fusionó el realismo del documental y la comedia grotesca para retratar a los miembros del poder político y militar norteamericano como imbéciles y locos, llevando por primera vez a la pantalla el género satírico que la revista MAD había popularizado» (Bill Krohn, Stanley Kubrick, París: Cahiers du cinéma, 2007, p. 43).

Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964), dirigida por Stanley Kubrick, guion de Kubrick, Peter George y Terry Southern
Don’t Look Up (2021), guion y dirección de Adam McKay
Portada de la revista de cómic satírico MAD nº 23 (mayo 1955), en su etapa fundacional dirigida por Harvey Kurtzman

Misma operación en los cómics más satíricos de Frank Miller, desde la parodia de Reagan en The Dark Knight Returns (1986) a las corporaciones "hamburgueseras" de Give Me Liberty (1990-1991), pasando por el Batman anarcoterrorista de DK2 (2001-2002) en lucha contra un presidente virtual, un simulacro de la era digital manejado por el gran poder corporativo (Lex Luthor, convertido aquí en un Kingpin de DC), mientras la ciudadanía está distraída con ídolos de internet. El guionista Ed Neumeier copió el recurso, combinar épica y sátira, en las películas más millerianas de Paul Verhoeven, RoboCop (1987) y Starship Troopers (1997).

A lo que voy, y no soy el primero en decirlo. Aquellas sátiras anticipatorias sobre el mundo capitalista futuro, con corporaciones que han conseguido privatizar servicios públicos para gestionarlos, grandes empresas armamentísticas que ídem, propaganda disfrazada de noticias, infotainment y presidentes que solo trabajan para las élites (como ellos) mientras cuentan milongas a sus votantes para polarizarlos entre sí, se han hecho realidad. Por eso parece que hoy habitamos en un tebeo de Miller de hace veinte o treinta años. 

Me dice Kano también que Don't Look Up es un "documental". Tiene razón.


El Reagan de Batman: The Dark Knight Returns (1986), Frank Miller, con Klaus Janson (tintas) y Lynn Varley (colores)
Viñeta de Give Me Liberty (1990-1991), Frank Miller y Dave Gibbons, colores de Robin Smith
Batman: The Dark Knight Strikes Again (DK2) (2001-2002), Frank Miller y Lynn Varley
RoboCop (1987), dirigida por Paul Verhoeven, guion de Ed Neumeier & Michael Miner
Starship Troopers (1997), dirigida por Paul Verhoeven, guion de Ed Neumeier  
Don’t Look Up (2021), guion y dirección de Adam McKay





sábado, 25 de diciembre de 2021

la mente es solo un disco duro.

 

Esta maravillosa canción que compartía esta mañana en mis redes sociales tiene una historia que merece la pena ser contada. Por un lado, la encasillo mentalmente en la etiqueta de canciones ”documentales”, porque la letra está construida a partir de vivencias cotidianas, encuentros con personas, amigas o extrañas. La técnica compositiva es admirable, y no me refiero solo a la música, sino también a la letra: Cassandra Jenkins descontextualiza los diálogos con esas personas y los enlaza uno con otro hasta el punto de que no queda claro del todo a qué se refieren; a nada y al mismo tiempo a todo. El oyente completa el significado a su gusto, de eso va la poesía. Pero el caso, a lo que voy, es que el disco al que pertenece esa canción (sexto mejor disco internacional de 2021 según Rockdelux, siempre pendiente de lo mejor para recomendárnoslo) lo compone Cassandra Jenkins tras el shock que le supuso una noticia de 2019. 

Cassandra estaba ensayando con otros músicos porque el estadounidense David Berman (ex-Silver Jews) necesitaba una banda para girar como Purple Mountains. Pocos días antes del primer concierto, Berman murió de repente a los 52 años. La entrevista a Cassandra que leía esta mañana le dedica bastantes palabras, evocando el impacto de su muerte. Pero, ¿cómo muere David Berman? Berman se ahorcó tras un largo historial de depresiones y uso de drogas para paliarla (heroína, marihuana y crack; sí, drogas ilegales, pero recordemos que para la depresión crónica también te recetan drogas legales). Por supuesto, no era ese solo elproblema. Seguramente no había superado su separación en 2018 de Cassie Berman, bajista en Silver Jews mientras la banda existió, un divorcio quizá debido en buena parte a la depresión crónica de David. En 2018 Berman, ya separado, estaba viviendo en una habitación encima de la oficina de su discográfica en Chicago, arruinado. Volvió con el seudónimo de Purple Mountains (el disco homónimo de 2019 es buenísimo, lo sé porque me lo he vuelto a poner ahora mismo), animado por el presidente de su discográfica, pero también para afrontar la deuda de $ 100k que arrastraba. 

Mark Fischer, crítico cultural británico que se ahorcó también en 2017 tras una depresión crónica, insistió en más de una ocasión en que deberíamos considerar el aumento de las depresiones y suicidios no como casos individuales (“locos” o gente “problemática”, ya sabéis) sino como una consecuencia estructural del mundo neoliberal y su sálvese quien pueda que ha roto viejos nudos de clase, sindicatos, protección social (dicho sea de paso, David Berman también rompió en 2006 con su padre, el abogado Richard Berman, un conocido lobbista corporativo de empresas de armas y alcohol, y desde entonces no se hablaban). Lo cual me ha llevado a pensar en otros músicos de EE UU, el salvaje oeste en lo que a verdadero liberalismo se refiere, que se suicidaron en años recientes. Mark Linkous (Sparklehorse) se suicidó en 2010 de un tiro en el pecho no mucho después de que lo hiciera Vic Chesnutt con 45 años. Linkous, 47, hijo de mineros, llevaba años tomando antidepresivos, se estaba separando de su mujer, vivía en una habitación del apartamento de un compañero de banda y se encontraba muy afectado por el final de su amigo Chesnutt. Este último se mató con una sobredosis de calmantes musculares; arrastraba un penoso año de operaciones quirúrgicas y una deuda sanitaria notable porque ninguna compañía le aseguraba ya (Chesnutt llevaba décadas en una silla de ruedas tras un accidente juvenil automovilístico). 

En una película noir reciente de cuyo título ahora no me acuerdo, seguro que vosotros sí, el personaje de Brad Pitt tiene un diálogo memorable: “I'm living in America, and in America, you're on your own. America's not a country. It's just a business. Now fucking pay me”. Y esto me lleva a pensar que en países como España, donde aún existe un sistema de protección social que no se ha demolido por completo, y un sistema universal de sanidad pública, en demasiadas ocasiones no somos conscientes el tesoro que tenemos, con todos sus defectos. Y de lo intolerable que debería ser que los políticos más sinvergüenzas sigan intentado robarnos ese tesoro, ese bien común, bajo nuestras propias narices. A veces incluso echando la culpa del robo a los propios funcionarios que nos prestan el servicio.