Kerlow, suyo es el dibujo de arriba, nacido y criado en Manhattan, es un estupendo dibujante que ya ha realizado trabajos para The New Yorker, The New York Times, IFC Films, Criterion Collection, The Believer o antologías de cómic como Syncopated, Mome o The Best American Comics 2012. Ahora mismo también hace un dibujo semanal para The New York Times Metro Diary. En el siguiente enlace podéis ver su blog, Chopped in Two, repleto de cosas divertidas, tanto como es Victor en persona. Ayer consiguió que nos partiéramos de risa durante la presentación de sus dibujos e historietas, y no lo digo por decir como ditirambo. Es un tipo graciosísimo, de esa clase de personas muy inteligentes dotadas de gracia natural y verbo ágil que no pueden parar de hacer reír al personal. Victor tiene publicados también libros como Everything Takes Forever (Koyama Press), que espero pillarme aquí cuanto antes. No dejéis de echar un vistazo también a su Tumblr, Thank You, Victor. Antes de seguir leyendo, pinchad en el enlace anterior. Es importante.
Tras la presentación de la obra de Victor, vimos Los muertos (2004), una película de Lisandro Alonso que nos gustó a la mayoría de los presentes. Situada la historia en Corrientes, Argentina, a mí me hizo gracia poder entenderla sin esforzarme (está rodada obviamente en español), aunque a veces tenía que leer los subtítulos en inglés para enterarme debido a los modismos o a la peculiar entonación, cosa que también les hizo gracia a los estudiantes de la SVA cuando se lo conté. La historia de la película es brutalmente simple, y ahí radica gran parte de su fuerza. Escenas largas y descriptivas, diálogos breves sobre cosas sencillas y materiales, nunca sobre lo que sienten o piensan los personajes (presos, campesinos, guaraníes, gente muy humilde siempre), lo que por supuesto obliga al espectador a poner mucho de cuenta para adivinar qué piensan, qué hacen, adónde van, qué han hecho en el pasado o qué van a hacer en el futuro. Obra abierta a múltiples lecturas según el observador; lo que normalmente asociamos al arte adulto, vamos. Rodada con estética de documental, la escena en la que el protagonista (interpretado por Argentino Vargas) captura y degolla a un chivo fue bastante comentada en la sala porque es evidente que lo mata de verdad y luego lo destripa. "No animals were injured in making this film", bromeé, y luego "actually, it's a digital effect". Fue significativo, desde luego, constatar el contraste con el cine comercial norteamericano, donde sabemos que todo lo que vemos es hiperreal, mentira digital. Esto es otra cosa. En general es muy saludable ver películas así –y yo hace tiempo que no tenía tiempo ni oportunidad para hacerlo– para comparar la enorme diferencia de códigos culturales respecto a las fórmulas narrativas del tipo de cine que más acostumbrados estamos a ver, que todos sabemos cuál es. Al acabar la proyección, de hecho, un estudiante, Stephen, hizo una broma al respeto. "Y así termina otro blockbuster de Hollywood". El chiste no pudo ser más oportuno.