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domingo, 9 de septiembre de 2018

cómics en Rockdelux septiembre 2018

Foto de Alfredo Arias, diseño de Gemma Alberich
Termina el long hot summer y ya hay un nuevo Rockdelux en kioscos, el de la vuelta al cole. Y en él puede encontrarse la habitual sección de cómic, que este mes incluye los siguientes contenidos: 

—Gerardo Vilches reseña el nuevo juego de metaficción del valenciano Daniel Torres, Picasso en la Guerra Civil (Norma), o cómo la veteranía es un grado
—Elizabeth Casillas escribe la reseña destacada del mes, The Black Holes (Reservoir Books), romanticismo oscuro y sofisticado a cargo del extremeño Borja González; 
—Daniel Ausente dedica la columna titulada “Ayer y hoy de la demolición pop del sueño americano” a comentar las historietas del estadounidense D.J. Bryant recogidas en su más que interesante Unreal City (La Cúpula), especialmente el remake de Steve Ditko que hace en una de ellas, y las relaciona con la reciente antología de historietas norteamericanas de "horror romántico" previas al Comics Code, Haunted Love (Diábolo); 
—El mismo Ausente reseña los comentarios al margen sobre el género western del francés Christophe Blain en Gus. Happy Clem (Norma), cuarto álbum de una serie que retoma con nuevos bríos (¿acaso el mejor hasta la fecha?) y la acerca en tono y dibujo a su gran obra inacabada (Isaac el pirata, por supuesto);
—Isabel Guerrero se encarga por su parte de reseñar Kampung Boy. Las aventuras de un niño en Malasia (Dibbuks-Amok), primer libro en España si no me equivoco del gran historietista malayo Lat; 
—Miguel Ángel Oeste da cuenta del hard-boiled "post-internet" The Private Eye, de Brian K. Vaughan, Marcos Martín y Muntsa Vicente, ahora editado en España en libro impreso por Gigamesh tras su lanzamiento digital hace ya cinco años; 
The End of the Fucking World, el cómic (Sapristi), lo reseña un servidor: una “road movie” del estadounidense Charles Forsman con recursos muy comiqueros y tono más poético que el de la reciente serie televisiva que, con asteriscos en el título para la palabra que jamás puede pronunciar un anglosajón bien educado, lo ha adaptado.  

Cierro por cierto con las “palabras mágicas” de Nacho Vegas, portada del Rockdelux de este mes.



martes, 31 de marzo de 2015

¿libertad? no, «privacidad»


CitizenFour era el seudónimo que usaba Edward Snowden en sus comunicaciones digitales, y así se titula el documental (2014) de Laura Poitras que ha llegado a nuestras grandes pantallas estos días. Creo que, verdaderamente, hay que verlo para tomar conciencia de la magnitud del espionaje llevado a cabo por la NSA estadounidense y su capacidad tecnológica para rastrear datos de particulares de todo el mundo a través de compañías de telefonía, buscadores de internet, webs más usadas y redes sociales. El documental no solo muestra el alcance de este espionaje digital a través de cifras y testimonios, que ha ido mucho más allá de la «guerra contra el terrorismo» para conseguir información sobre competidores comerciales y políticos de diversos países, incluida Angela Merkel, también incluye el metraje original en el que Poitras grabó a Snowden en un hotel de Hong Kong los días previos a que revelara los documentos que demostraban la existencia del programa de la NSA. El filme alude asimismo a la huida posterior de Snowden para conseguir asilo político, contada desde el punto de vista de la cineasta a través de las noticias que le llegan; lástima que esto no se muestre en detalle, ni tampoco veamos cómo transcurrió su estancia obligada de 40 días en el Aeropuerto Sheremetyevo de Moscú, una vez que Estados Unidos le canceló el pasaporte, hasta que Rusia le otorgó asilo. Finalmente, somos testigos del acoso/espionaje a los periodistas y medios implicados en su revelación de secretos. 

Tres ideas que se me han quedado grabadas después de ver el documental: 1) el cuidado paranoico que muestran Snowden y periodistas aliados para evitar el espionaje informático a través del email, del móvil e incluso de los teléfonos digitales del hotel, hasta el punto de que Snowden y el periodista Glenn Greenwald (The Guardian) terminan comunicándose solamente en persona, a través de notas escritas, como lo hizo Garganta Profunda en la investigación del Watergate, al que citan expresamente. Esa vuelta a lo «analógico» para huir del espionaje en la nube me ha recordado inmediatamente a la premisa argumental del cómic digital The Private Eye (Brian K. Vaughan, Marcos Martín & Muntsa Vicente), sobre el que he escrito recientemente (véase también el artículo que acaba de publicar Raúl Minchinela en el Rockdelux de este mes), un tebeo que por cierto empezó a publicarse (marzo 2013) varios meses antes de que el caso Snowden saliera a la luz (junio 2013), anticipándose en cierta manera a lo que estaba por venir. El guionista Vaughan, de hecho, aludió a Snowden en uno de los correos de lectores de The Private Eye, que como muchos sabréis es básicamente un hard-boiled de detectives ambientado en una Norteamérica futurista donde ya no existe Internet después de que un fallo en la red dejara al descubierto la «vida digital» de todo el mundo, una premisa que rápidamente sugirió al dibujante Marcos Martín que debían lanzar el cómic exclusivamente en formato digital y a través de Internet. 
A mí el caso Snowden me pilló en Estados Unidos y doy fe de que causó un cataclismo en la opinión pública, impulsando un intenso debate y manifestaciones ciudadanas contra el programa de la NSA (véanse las fotos que tomé el 4 de julio de 2013 en Union Square, NYC); en las pancartas se criticaba especialmente la traición de Obama respecto a sus promesas preelectorales sobre el respeto a la legalidad y la «necesidad de dar ejemplo al mundo en el cumplimiento de la ley», porque la ley «no solo está para cuando nos conviene», como dijo antes de ganar sus primeras elecciones. Nótese el hecho de que los ciudadanos estadounidenses sí creen en los principios del país, pero también de que fue precisamente un ciudadano estadounidense («citizen four») el que reveló al mundo este espionaje masivo.
Who Watches the Watchmen?, sí. 

2) Los dos principales responsables de divulgar secretos estadounidenses de los últimos años comparten el mismo destino actual, recluidos en lugares de los que no pueden salir a riesgo de ser detenidos y extraditados: Julian Assange, que aparece de hecho en el documental desde su refugio en la embajada de Ecuador en Londres; Snowden en Rusia, en una dacha de emplazamiento desconocido en la que finalmente se pudo reunir con su novia de diez años. Y me pregunto, ¿acaso no estamos hablando de un nuevo tipo de presos políticos, de un nuevo «telón de acero» para el siglo XXI?


3) Las implicaciones para la libertad de expresión que el caso Snowden ha supuesto para los ciudadanos. Para todos nosotros. Frente a aquellos primeros años de Internet, un territorio inexplorado y auténticamente libre, no vigilado, en el documental de Poitras se alude a las bromas que, desde las revelaciones de Snowden, los usuarios de internet hacen acerca de que decir públicamente según qué cosas supone el riesgo de ser incluido en «la lista». Antes de eso, el documental nos ha mostrado una charla de Occupy donde la mayoría de participantes fueron detenidos en algún momento, sus móviles incautados, sus retinas escaneadas, y a partir de entonces se han sentido espiados. Desde que, gracias a Snowden, sabemos a ciencia cierta que nos pueden espiar a través del email, de cualquier dispositivo conectado a Internet, del uso del móvil, de nuestra tarjeta de crédito o de metro, de nuestras búsquedas en Google y, por supuesto, de cualquier cosa que publicamos en las redes sociales, la gente se está coartando más y más a la hora de opinar o criticar... en aras de salvaguardar su «privacidad». Como afirma hacia el final el informático Jacob Appelbaum, uno de los responsables del programa Tor para garantizar el anonimato en Internet y representante de Wikileaks, «lo que antes solíamos llamar libertad lo llamamos hoy privacidad. Y ahora la gente dice que la privacidad se ha terminado».
Más: «‘Citizenfour’ y el legado de Snowden», en Guerra Eterna
Crítica de Citizenfour, por Jordi Costa

lunes, 30 de marzo de 2015

cómic en rockdelux abril 2015

Ya está en kioscos el número de abril de Rockdelux, con la habitual sección de cómic, en esta ocasión con dos páginas que incluyen:
—entrevista de Daniel Ausente a Simon Hanselmann,
—reseña amplia de  Barcelona. Los vagabundos de la chatarra, de Jorge Carrión y Sagar (Norma), por Eloy Fernández Porta,
—y artículo de Raúl Minchinela sobre los cómics digitales de Panel Syndicate.com: 
The Private Eye, de Brian K. Vaughan, Marcos Martín y Muntsa Vicente, y ¡Universo!, de Albert Monteys.

También hay reseñas de
Lo mejor de Unas lesbianas de cuidado, de Alison Bechdel (Reservoir Books), por Gerardo Vilches,
André el gigante. Vida y leyenda, de Box Brown (Astiberri), por Daniel Ausente,
—el debut editorial de Sapristi con Matar a mi madre, de Jules Feiffer (reseña de Gerardo Vilches),
—el nuevo Miguel Brieva, Lo que (me) está pasando (Reservoir Books), por JuanP Holguera,
—y el último Riad Sattouf, El árabe del futuro (Salamandra).

(La revista impresa acaba de llegar a kioscos, por eso subo las páginas en pequeño; diseño de Rockdelux: Nacho Antolín)

lunes, 10 de junio de 2013

UNA PEQUEÑA INDUSTRIA DE AUTORES DESECHABLES

«Cuando el negocio va bien (y seamos sinceros, Los Vengadores acaban de recaudar 1.400 millones de dólares), entonces los autores son desechables. Francamente, ¿por qué narices le iba a Disney importar una pequeña industria como los cómics cuando su producto principal es el cine y el merchandising? Naturalmente, lo que más les preocupa  es el mantenimiento de sus personajes. [...] La mayoría de los fans no tienen idea de la cantidad de ideas que son rechazadas simplemente porque el personaje está ocupado en otra serie. Yo solía contradecir la continuidad con frecuencia en mi etapa en Peter Parker: Spider-Man con Bucky, [Mark Buckingham] y a la serie se le tiene mucho cariño. Si ahora intentara contar alguna de esas historias, jamás se publicarían. Así que… ¿hacemos malas historias ahora o es que han cambiado los objetivos editoriales?  
El ejemplo más notable que puedo dar es el de un editor que me dijo (con una cara seria) que si Alan Moore llegara con Watchmen ahora – sin ser un factor la relación rota que hay ahora entre ambos – DC probablemente no lo publicaría. [...]  DC se ha ido por el retrete. Me recuerda a como era Marvel justo antes de Marvel Knights. [...] Y lo peor de todo es que intimidan a sus autores. A mí trataron de intimidarme, y les dije que se fueran al infierno. Las historias de horror son muchas y variadas. Yo tengo unas cuantas, y he escuchado demasiadas de diferentes autores que están siendo machacados para que obedezcan, siempre con la amenaza de que perderán sus puestos de trabajo si no siguen la corriente. DC parece haber desarrollado una cultura en la que piensan que la “profesionalidad” es joder a un autor de alguna manera, y luego pretender ser amigos en una convención. La profesionalidad trata de entregar un trabajo de calidad a tiempo, o de ser amable con los fans en las convenciones, o de trabajar hacia un objetivo de mutuo beneficio.[...] Esto es lo que me molesta de esta situación: no hace falta ser un genio para ver que hay una gran cantidad de autores muy descontentos en DC últimamente. Bueno, ¿Te imaginas cuántos más habrá así a los que no conocemos porque sienten que si hablan serán incluidos en la lista negra? [...] El tema es que DC ha comenzado a actuar como un matón, para obligar a las personas a aceptar unas condiciones de trabajo de mierda como si se les estuviera haciendo un favor. [...] Yo tengo muchos otros intereses, como el cine, los videojuegos y mi primera novela».

La «libertad creativa» de la que gozan los autores actualmente en DC y –en parte– en Marvel,  según Paul Jenkins. Traducción de Iván Rivas y Marcos Martín, sigue en el enlace

Actualización: otra cita de Paul Jenkins que destaca Olga Ayuso en comentarios:

«En los últimos años, he visto impotente como los editores hacían cambios inútiles y destructivos en guiones y dibujos que en los que antes no intervenían. Me molesta que los creadores fueron el foco principal cuando las principales editoriales los necesitaban, y ahora que las grandes corporaciones llevan las riendas las decisiones creativas las están tomando de nuevo los accionistas». -Paul Jenkins

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(Hablando de Watchmen, Santiago García ha rescatado esta reseña que publicó en 2000 en la revista U)