Para entender mejor el asunto del post anterior, la demanda por el copyright de los personajes que Jack Kirby co-creó o creó en la Marvel de los sesenta, rescato algunos posts de Es muy de cómic donde hicimos el seguimiento a este asunto.
En episodios anteriores...
Sobre la demanda de los herederos de Kirby contra Marvel/Disney planteada en 2009, aquí y, hace apenas un mes, también aquí
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Es evidente lo que Marvel/Disney se juega en demandas como la que ahora ha ganado contra los herederos de Jack Kirby. Demandas por el copyright sobre personajes que hoy día explota una compañía que está en manos de dueños distintos, Marvel/Disney, compañía que nada tiene que ver con aquella Marvel de los 60 para la que trabajó Kirby, una compañía que explota a esos personajes co-creados por Kirby y otros autores en múltiples franquicias: muñecos, camisetas, pijamas, libros, juguetes y sobre todo series televisivas y películas (X-MEN, HULK, IRON MAN, THOR, CAPITÁN AMÉRICA, la futura LOS VENGADORES, etc.). Marvel/Disney no sólo se está jugando unos millones de dólares a compartir con otras personas (que ahora no comparte), se juega la posibilidad de que una posible demanda ganada abra la vía a nuevas reclamaciones de otros creadores, ya de sus herederos, ya de los propios autores -que siguen vivos en algunos casos- que crearon a los personajes que Marvel/Disney explota a diario. Y por eso la compañía va a luchar hasta el final para retener sus "propiedades". Que no sus creaciones.
Sobre la compra de Marvel por Disney en 2009, ya escribí aquí. Disculpad de antemano la autocita, pero quiero recuperar el comienzo del post que publiqué entonces. Creo que viene a cuento, sobre todo para quien no lo leyó en su momento.
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ENTE VIRTUAL DEPREDA A PERSONAS REALES
Una gran compañía compra a otra y paga por ella 4.000 millones de dólares, una cifra de dinero que gente como nosotros ni siquiera podemos imaginar. Gracias a su catálogo de personajes y al éxito de las películas recientes basadas en ellos, la compañía comprada "ocupaba el cuarto puesto en la lista de marcas mundiales con un valor estimado de 5.700 millones de dólares" (cita del enlace, informe de Comicopia). En otras palabras, un ente ficticio, virtual (una compañía es una sociedad, una persona jurídica, una ficción que no existe físicamente, algo que a menudo olvidamos) compra a otro ente virtual. Compra en este caso una "casa de ideas". Me pregunto cuántos de esos 4.000.000.000 $ han ido a parar a las personas físicas (que sí existen en el mundo real) de cuyas ideas y dibujos salió ese catálogo de personajes, el principal activo de la compañía ahora comprada. Por ejemplo, a Joe Simon (Capitán América; Simon por cierto aún vive). Por ejemplo, a los herederos de Jack Kirby (Capitán América, 4 Fantásticos, X-Men, Vengadores, Hulk, Thor, Iron Man, Silver Surfer, Dr. Doom, Galactus, etc.). Por ejemplo, a Len Wein (Lobezno; "No he visto ni un centavo por parte de Marvel, ni siquiera tengo un crédito en la película de Lobezno"). Ya sé que no soléis pulsar los enlaces, pero os recomiendo hacerlo esta vez, son muy instructivos.
sigue leyendo
Joe Simon (1913), Jack Kirby (1917-1994), Len Wein (1948)
viernes, 29 de julio de 2011
DISNEY(MARVEL), EL AMIGO DE LOS NIÑOS
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MARVEL Vs. KIRBY
El tribunal que llevaba el caso ha fallado a favor de Marvel/Disney en la demanda presentada por los herederos de Jack Kirby. El argumento básico es que Kirby creó a los personajes ahora en litigio bajo una situación de work-for-hire, habitual entonces (el autor trabajaba "por encargo" y bajo la dirección del editor, etc.), y eso no le daba derecho a la propiedad sobre dichos personajes. Heidi MacDonald recopila en The Beat las primeras reacciones.
(gracias por la noticia y el enlace, Álvaro)
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SUPERGODS
"[...] en fechas tan tempranas como septiembre de 1938, [Jerry] Siegel ya estaba pidiendo un aumento en sus tarifas para asumir una tira de prensa adicional de Superman y le estaban dando gato por liebre. El editor de DC Jack Liebowitz respondió de forma intimidante a Siegel el 23 de septiembre de 1938, insistiendo: "Nuestra empresa tiene muy poco que ganar en sentido económico de la distribución de este material... Ten en cuenta también que somos dueños de 'Superman' y que en cualquier momento podemos sustituirte en el dibujo de ese personaje".----
Que es exactamente lo que hizo DC cuando Siegel y Shuster presentaron una demanda contra ellos en 1946 y sus contratos no fueron renovados. Los derechos de los creadores fueron algo mejor en el caso de Batman. [Thomas] Andrae señala nuevamente que el padre del joven Bob Kane era un sindicalista que trabajaba en el departamento de impresión del New York Daily News. Él y su hijo lucharon duro para asegurar los derechos del personaje. El problema era que el guionista y co-creador Bill Finger fue dejado fuera del acuerdo, mantenido invisible por Kane, que se aseguró todo el crédito para él solo. Pudo haber hecho mucho más por los demás, pero nunca lo hizo. Kane finalmente consiguió que DC se lo comprara en 1967 por un millón de dólares y un porcentaje constante de los ingresos subsidiarios de Batman. Uno puede imaginar la cantidad de pasta que eso significaba. Por el contrario, Siegel y Shuster se vieron reducidos a la pobreza, y sólo después de una campaña de difusión de esa injusticia se les concedió en 1975 el crédito por el personaje y una pensión de 20.000 dólares al año. [Grant] Morrison lo menciona pero, curiosamente, en la comparación del borrador con el libro terminado, ha puesto todo el asunto de las disculpas dentro de los paréntesis, como una nota al pie. También menciona: "Hoy en día un escritor de cómics prolífico y popular podría hacer la misma cantidad en una semana." No hay duda de DC hace que la misma cantidad en ¿un día, una hora, tal vez menos?
¿Hasta qué punto es fácil para los aficionados y profesionales hoy en día, tan hipnotizados desde la infancia por estas propiedades ubicuas, constantemente vueltas a promocionar, hacer caso omiso de su historia manchada? He hablado recientemente con algunos fans que tienen problemas cuando hablo de este retrato horrible y desfigurado que acecha debajo de los contornos pulidos, las máscaras y capas, oculto en el ático, pero parece que no pueden evitar seguir queriendo continuar con esa imagen perfecta, esos Dorian Grays superpoderosos, no importa cómo. Morrison prefiere elevar el superhéroe indestructible como un concepto, casi independiente, una entidad que se autoactualiza, reconociendo sólo un poco su lado comercial más oscuro pero pasando por alto la explotación habitual en este negocio, entonces y ahora. A diferencia de anteriores dioses de "dominio público" y de las diosas de la antigüedad y las creencias religiosas, los superhéroes son tanto como supermarcas, propiedades que deben obtener beneficios para DC, que forma parte de Time-Warner-AOL, y Marvel, comprada por Disney. Mientras Morrison y los suyos ganan bonitas sumas en espirales sin fin de cambios de imagen con estas franquicias, las dos editoriales están luchando agresivamente contra demandas sobre la propiedad de los bienes de Siegel y de Jack Kirby, el arquitecto compartido del Universo Marvel.
Así que insto a todos a leer esta última carta enviada por la viuda de Jerry Siegel, Joanne, poco antes de su muerte, al consejero delegado de Time Warner, Jeffrey Bewkes. Hazlo ahora. En este momento. Por favor. Y luego decides si quieres dar más dinero tuyo a DC. Tanto por "La Verdad, la Justicia y el Estilo del Comic Book Americano".
Paul Gravett nos recuerda una vez más la "historia de violencia" oculta –más o menos– de la industria del comic book norteamericano, y lo hace a propósito del libro que acaba de publicar Grant Morrison sobre los superhéroes, SUPERGODS, sigue en el enlace
(gracias por el link, Óscar)
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Para más información sobre el rosario de la autora de los creadores de Superman, Jerry Siegel y Joe Shuster (arriba del todo en la foto) con la compañía DC, os recomiendo este articulazo de Alberto "tio berni" García, o bien la serie que dediqué a Superman con motivo del 70 aniversario del personaje en Con C de arte
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Posdata:
Antes de que alguien pueda pensar que este blog se ha convertido en monográfico sobre el comic book de superhéroes, tranquilidad, que no cunda el pánico, no se apelotonen, etc. En breve volveré a la carga con algunas novelas gráficas que he leído últimamente. En cuanto tenga un momento para escribir.
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miércoles, 27 de julio de 2011
YES WE CAMP!
Un libro colectivo sobre el movimiento del 15-M que incluye historietas y artículos proporcionados desinteresadamente por más de 30 autores: periodistas, escritores y dibujantes. YES WE CAMP! BOCETOS DE UNA (R)EVOLUCIÓN ha sido una iniciativa coordinada por Tomeu Pinya y Pere Mejan (Santiago y yo hemos participado con las historietas sobre la SPANISH REVOLUTION). Publicará Dibbuks a finales de agosto. Copio de la nota de prensa:
"Este libro no ha sido decidido en asamblea. No se ha refrendado su contenido, ni la elección de autores ha sido participativa. No es un libro horizontal, ni todos los que en él escriben han estado quizá acampados en ninguna plaza.
Pero nace de nuestras mejores ideas para contribuir a lo que ha conseguido y está por conseguir el movimiento de concienciación ciudadana que es el 15-M. Es un libro plural, y esa pluralidad y naturalidad organizativa sí son espejo de lo que queremos difundir. Como dibujantes y escritores, sentimos que teníamos una responsabilidad y una oportunidad únicas para participar más allá de levantar las manos en una asamblea (que en sí es todo un gesto).
Todos los que hablamos en estas páginas lo hemos hecho sin ánimo de lucro, por el afán de contagio de las ideas del 15-M. Esperamos que lleguen muy lejos, y que todos disfrutemos de la transformación social que suponen. Al fin y al cabo se trata de hacer un mundo mejor, y en eso estamos todos de acuerdo".
Créditos:
Coordinadores: Tomeu Pinya y Pere Mejan. Editor: Ricardo Esteban. Maquetadora: Azahara Carreras. Escritores y dibujantes:
Alex Fuentes
Alberto Muriel
Alex Orbe
Alfons López
Àngels Martínez Castells
Azahara Carreras
Bernardo Marcos
Carla Berrocal
Carlos Azagra
Carlos Giménez
Eduard Punset
Egoitz Moreno
Enrique Flores
Fabián Plaza
Federico Mayor Zaragoza
Guillermo Zapata
Íñigo Sáenz de Ugarte
Isaac Rosa
Jaime Posadas
Jan
Javier López Facal
Javier Pérez de Albéniz
Jordi Cabrerizo
Josep Busquet
Juan García González
Laura
Lourdes Lucía
Mel
Mercedes Rodrigo López
Miguel Gallardo
Miguel Porto
Oriol Hernández
Paco Roca
Pepo Pérez
Pere Joan
Pere Mejan
Sagar Forniés
Samuel Rodríguez
Santiago García
Sergio Bleda
Susanna Martín
Tomeu Pinya
Vanesa
Vicenç Navarro
Víctor Escandell
Ximo Abadía
Zoel Forniés
Actualización José A. Serrano entrevista a Pere Mejan y Tomeu Pinya acerca del proyecto
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DE GARDNER FOX HASTA HOY
¿Algún pensamiento sobre el estado de los superhéroes en este nuevo siglo?
Todavía hay una necesidad evidente de estos personajes como franquicias de películas y de juegos, donde son más populares que nunca. Pero en términos de cómics, parecen estar en las últimas, desde mi punto de vista. Los superhéroes son algo sobre lo que he estado pensando mucho. Cuando se inventaron en los años 30, eran maravillosamente ingenuos y optimistas. Fueron la creación de hombres jóvenes y, en algunos casos, adolescentes que estaban en la periferia de la ciencia ficción y que querían crear ideas maravillosamente frescas y extravagantes. Esta era la versión de la que me enamoré cuando tenía 6 o 7 años de edad. Me encantaban porque eran tesoros increíbles de la imaginación. Abrieron mi propia imaginación a zonas donde no había ido nunca.
Pero aquello en lo que los superhéroes se han convertido desde entonces es algo que me parece muy diferente. Antes de mediados de los 60, por lo menos en DC National Comics, su columna vertebral era proporcionada por un conjunto de autores de ciencia-ficción de mucho talento, que incluían a John Broome y Gardner Fox. Todos ellos eran adultos, hombres que escribían, sobre todo en el caso de Fox, decenas de libros pulps de bolsillo en una variedad de géneros y con una variedad de seudónimos. Steve Moore tenía una colección casi completa de Gardner Fox, que incluía novelas históricas, pornografía, relatos de ciencia ficción, ficción detectivesca, westerns, en todos los géneros era capaz de conseguir ventas.
Estos eran escritores de verdad. Tengo el mayor respeto para los hombres de la tradición pulp que no dejaron de arrojar ideas, a centavo por palabra, en unos plazos ridículamente estrechos. Lo que ocurrió a mediados de los años 60 es que estos escritores que habían creado la gran mayoría de los superhéroes de DC tuvieron que redefinirlos después de que los creadores originales se hubieran ido. Por aquel entonces, entiendo que un grupo de estos creadores se dieron cuenta de que no tenían seguro médico ni pensiones, a pesar de que estaban haciendo la mayor parte del trabajo. Así que se fueron a los jefes de DC para abordar el tema, y sugirieron que tal vez deberían formar una especie de sindicato para negociar con los editores de una manera equitativa. En ese momento, los editores les dijo que estaban despedidos.
¿Qué pasó después de que la industria despidiera a los que usted considera que eran los escritores más ambiciosos del cómic?
A continuación importaron inmediatamente una serie de guionistas que eran fans de los cómics, que estaban encantados de trabajar en los personajes que amaron desde su infancia y a quienes nunca se les ocurriría hacer algo tan anárquico o potencialmente malo como formar de un sindicato. Ellos estaban muy contentos de estar trabajando en Batman y la Liga de la Justicia. Y esto ha contribuido al estado actual de los cómics.
¿Qué quiere decir?
Cuando empecé a leer las historias de superhéroes en 1959 y 1960, yo tenía siete años. Para cuando empecé a trabajar a principios de los años 80 el público de los cómics era percibido en su mayoría entre los 9 y los 13, con algunos valores atípicos importantes en el espectro entre el final de la adolescencia y los 20 años. Que es un público difícil y exigente, son muy perspicaces. En el mercado actual de los superhéroes, entiendo que la edad media de los lectores está entre los 30 y los 50 años. Ahora sólo puedo suponer que, dado que el contenido y la calidad de los cómics no ha cambiado notablemente desde las últimas décadas, aunque ha habido algunos florecimientos estilísticos, eso es un público cada vez menor.
En los años 50, incluso un editor de tercera categoría como Lev Gleason podría esperar que uno de sus títulos de tercera categoría, como el Daredevil original, vendiera algo así como, ¿6 millones de copias en un mes? Compara eso con los cómics de hoy, que en este momento si no han muerto por lo menos están tosiendo sangre, con cifras de ventas lamentables, y que están mayoritariamente dirigidos a un público de 30 a 50 años de edad que en su mayoría están ahí por motivos nostálgicos. Quieren la conexión a su infancia desaparecida.
Hay mucho de eso en este momento, y yo lo entiendo. No creo que ninguno de nosotros hayamos crecido en el mundo que deseábamos o esperábamos. Así que entiendo perfectamente la necesidad de la gente de conectarse a estos iconos, pero ya no significan lo mismo que solían significar.
Y una de las cosas que más me impresiona de los superhéroes en su forma actual, es que éstos son los héroes, como su nombre indica. Se trata de personas que se enfrentan resueltamente a los tiranos y los opresores, que protegen y apoyan a los desvalidos, que son audaces y nobles en todo lo que hacen. Estoy empezando a sentir que la parte más significativa de la caracterización de los superhéroes es la parte de la que no se habla, el hecho de que estos dechados de virtudes triunfantes son creados por una industria de personas que tienen miedo a pedir un aumento, a los derechos sobre su trabajo y, especialmente, después de ver lo que sucedió a Gardner Fox y los otros, a formar un sindicato.
Ésa es la razón por la que me separé de la industria del cómic. La forma en que habían manejado The Black Dossier sin duda me impulsó en otras direcciones fuera de los cómics, hasta el punto en la Liga es mi única expresión en el campo de los cómics y es probable que siga siendo así en el futuro previsible. Cuando eso sucedió, lo más cercano que tuvimos dentro de los comentarios de apoyo del resto de la industria iba en la línea de consejos útiles, como "No muerdas la mano que te alimenta." No espero que los escritores y dibujantes de la industria salgan y luchen con Galactus, en caso de que vuelva de repente y amenace con comerse el mundo. Por supuesto que no. Sólo estoy pidiéndoles que muestren un poco del coraje de la gente corriente. Creo que si hubieran hecho eso entonces, la industria probablemente no estaría en el estado en que está.
DC está reiniciando sus principales series. Marvel es ahora propiedad de Disney. Es una industria totalmente diferente, y parece que centran fundamentalmente en la producción fuera de la imprenta o incluso en cómics digitales.
Tengo la sensación, sobre todo en esta última década, de que parte del atractivo de los superhéroes que se originó en Estados Unidos -que son los que mejor lo han hecho, con algunas excepciones, respecto al resto del mundo- se ha convertido en un símbolo de la impunidad de América. Tienes que empezar a preguntarte qué valiente puede ser en realidad alguien que viene de Krypton y es invulnerable a cualquier daño, o alguien que tiene un esqueleto de adamantium. Conozco a gente corriente que pone mucho más de eso en el asador todos los días, y no esperan que les llamen héroes. [Risas]
Por lo tanto, ¿de qué héroes estamos hablando realmente? ¿O son matones invulnerables de una cultura de la impunidad, que también muestra signos de estar en decadencia? Ésta fue una parte muy importante de la primera década del siglo XXI, de la que creo que estamos empezando a salir y a obtener una perspectiva de lo que significaba para nosotros.
En cuanto a la situación actual de los superhéroes, no tengo ningún interés en ellos. Los guionistas fans han contribuido a una especie de incesto literario. ¡Y Dios bendiga a los fans! Esto no es una condena para los fans del cómic. Pero son fans del cómics que se han colocado en la exaltada posición de controlar el destino de sus personajes favoritos, y todo lo que quieren hacer es referirse a una historia de su infancia, que a su vez probablemente se refiere a una historia de 10 o 20 años antes de eso. O, dados los, cuántos, 80 o 90 años de continuidad de algunos de esos personajes, ya existen todos esos sucesos increíblemente extensos a los que los guionistas fans van a hacer referencia.
Y esto va dar como resultado, igual que en cualquier otro caso de incesto, un fondo genético empobrecido. Vas a tener historias que son cada vez menos relevantes para un número de lectores que disminuye, que se refieren a una historia que hace referencia a una historia que estaba vinculada a un trocito de la continuidad que apareció en algún episodio de Action Comics publicado antes de que naciéramos todos.
Creo que el estado actual de los cómics de superhéroes puede ser establecido directamente desde la puerta de la industria del cómic. Creo que no son muy conscientes de lo que tenían, y trataron de explotar la mina a cielo abierto del concepto de muy diversas formas, y no añadieron nada. Sacaron a la gente realmente creativa de la mezcla, que había proporcionado todas las ideas con las que ambas empresas han seguido negociando en todos estos años. Y le dieron la custodia de la industria a las personas que eran fans de los que acababan de ser despedidos. Por aquí podríamos llamarles esquiroles, dependiendo de cómo nos sintamos. Estos son mis pensamientos básicos sobre los superhéroes.
Sí, supongo que se podría decir que hay una conexión con nuestros primeros relatos junto al fuego en los que inventamos la idea de los dioses y los campeones, pero si éstos son nuestros nuevos dioses, entonces que Dios nos ayude. Porque por lo general pienso que estos son criaturas pálidas inventadas para entretener a los niños de hace 60 o 70 años, y eran perfectos para eso. Creo que sería raro que los jóvenes de hoy siguieran enamorados de los personajes creados en los primeros años del siglo pasado. Eso sería un poco extraño. Es decir, la poesía romántica tuvo su apogeo cuando gente como Lord Byron pegaron a lo grande. Pero si intentas ganarte la vida hoy como un poeta, ¡vas a descubrir que es muy diferente! [Risas]
Todo tiene su momento, y creo que el tiempo de los superhéroes probablemente ha durado mucho más, al menos en su forma actual, de lo que debería. Sí, si los superhéroes de algún modo pudieran volver a aquel ímpetu de invención increíble que existió alguna vez, cuando fueron creados originalmente, entonces sí, estoy seguro de que al mundo le encantaría el concepto. Pero en su forma actual, creo que es una vergüenza a todos los niveles.
Y algunas de las personas que están produciendo aventuras de superhéroes probablemente deberían preguntarse si ellos tienen algún tipo de responsabilidad en ser tan virtuosos moralmente como los personajes de los que están hablando. Yo no soy quién, creo que es algo que deben preguntarse a sí mismos. Pero podría ser una pregunta que la industria del cómic debería hacerse. Espero no ser demasiado pesimista en la respuesta, Scott.
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Alan Moore, en otra entrevista publicada estos días. Le entrevista ahora Scott Thill para Wired, sigue en el enlace (gracias por el soplo al colega Jordi Bravo)
Foto: Gavin Wallace/Hoax
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LA FRACASADA HUELGA DE GUIONISTAS DE DC EN LOS 60
Aquí al lado, Gardner Fox visto por Gil Kane. El neoyorquino Gardner Fox (1911-1986) fue uno de los guionistas más prolíficos de la Edad de Oro y de Plata del comic book americano; se le atribuyen más de 4.000 historias sólo en el cómic. Y, efectivamente, tal como dice Alan Moore, Fox fue también un prolífico escritor en los pulps de ciencia ficción y las novelitas de quiosco de muy diversos géneros. Dentro de la industria del comic book Fox creó a varios superhéroes importantes para National (DC) y otros editores durante los cuarenta, y contribuyó al desarrollo de Batman en sus inicios (creado por Bob Kane y Bill Finger). Ya en el inicio de la llamada Edad de Plata, se encargó de reinventar a comienzos de los sesenta a algunos de los viejos personajes de la Edad de Oro, entre ellos la Justice League of America (dibujada por Mike Sekowsky), con la que DC obtuvo un rotundo éxito, o The Atom, junto al dibujante Gil Kane.
Moore se refiere también en la entrevista al intento de crear un sindicato por parte de algunos guionistas habituales de DC. En concreto, eso sucedió tras el éxito que había tenido DC a remolque de la batmanía desatada por la serie de televisión BATMAN (1966-67), que se reflejó ostensiblemente en las cifras de ventas de sus tebeos, y no sólo en los de Batman. Algunos de los guionistas que habían comenzado a finales de los años 30 o en los 40 y desde entonces habían trabajado para DC –nombres como el citado Gardner Fox, Bill Finger, Otto Binder, John Broome, Bob Haney, Arnold Drake y otros–, rondaban por entonces los 55 años. Llevaban más de tres décadas trabajando en régimen de freelance, estaban preocupados por su futura jubilación y comenzaron a hablar sobre la creación de un sindicato. Las reivindicaciones que plantearon a sus jefes en DC –la propiedad de algunas de sus creaciones, o al menos el pago de royalties y algún tipo de plan de jubilación o seguro médico– fueron rechazadas. Fue entonces cuando algunos empezaron a hablar de huelga. Sólo un dibujante se comprometió a seguirles en sus reivindicaciones. Poco después, alguno de los implicados fue despedido por DC, y hacia 1968 otros guionistas participantes en la protesta comenzaron a recibir menos encargos. Entre ellos Gardner Fox, que tuvo que dedicarse a escribir novelas a tiempo completo. Pronto serían sustituidos por nuevos guionistas más jóvenes. La mayoría de ellos procedía del fandom del comic book que se había desarrollado en los sesenta.
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Dibujazo. No es mío, más quisiera yo. Los más cafeteros ya habréis identificado al autor, un maestro del dibujo y el diseño. Lo de arriba procede de un libro de recetas ilustrado que a mí personalmente me flipa aunque no lo tengo (siempre le pido a Javirroyo que me lo enseñe cuando voy a su casa). Éste en concreto
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Una reseña muy reciente de un cómic suyo, en Mandorla
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STORYTELLER
Y ya que estamos con Moore, enlazo algunas muestras del libro de Gary Spencer Millidge ALAN MOORE. STORYTELLER (Ilex Press). La portada, arriba, es de Chip Kidd y José Villarrubia.
Más
He llegado al enlace a través del blog de Eddie Campbell, quien por cierto también ha subido un par de muestras de los pequeños bocetos que dibujaba Moore para uso propio en el guión de FROM HELL, pero que Campbell nunca llegó a ver hasta ahora. Aquí y aquí
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martes, 26 de julio de 2011
ESTOY MUY ORGULLOSO.
Vi imágenes suyas en la campaña reciente contra el cierre de su biblioteca local. ¿Qué piensa de los recortes y la situación en que estamos?---
Pienso que es completamente indefendible. Creo entender lo que está ocurriendo económicamente, más o menos desde la caída del Muro de Berlín. Son los banqueros y las instituciones financieras que tienen conocimiento de que nos metieron en este lío. O bien lo hicieron a sabiendas o fueron increíblemente estúpidos e incompetentes. Esto no es ni siquiera el capitalismo. El capitalismo utiliza una supervivencia darwiniana, ruda y preparada, de los más aptos. Los bancos se han vuelto como las monarquías. Son demasiado grandes para quebrar, demasiado grandes para ser castigados. Están por encima del Parlamento. Los bancos son tratados como si se tratara de una nueva clase de realeza fiscal. El tipo de realeza al que más se parecen es la de Charles I. Él estaba por encima del Parlamento y no era responsable de su prodigalidad. Apretó el país hasta el punto en que la gente pobre simplemente se moría de hambre.
No, esto no puede ser tolerado. No se pueden quitar las bibliotecas, las escuelas y las cosas que la gente necesita para un nivel de vida básico mientras George Osborne llega a acuerdos con las compañías para permitirles hacer un mejor uso de los paraísos fiscales porque están amenazando con irse a otra parte. Hay alternativas. No todos estamos juntos en eso.
Yo estoy a favor de las manifestaciones contra los recortes. Y siempre es muy agradable ver tantas máscaras de V de Vendetta entre la multitud. Estoy muy orgulloso de esos chicos y chicas.
Alan Moore, entrevistado ayer por Subhajit Banerjee en The Guardian, sigue en el enlace
LAS IDEAS
Sobre los atentados de Oslo, Jason menciona (ver post anterior) el asunto clave de que el manifiesto del terrorista no es original, para nada: está copiado. Pero, ¿de dónde?
Manel Fontdevila clava el tema en su viñeta de hoy en Público. El periodista Iñigo Sáenz de Ugarte lo abordó también ayer en su blog, en Guerra Eterna
Manel Fontdevila clava el tema en su viñeta de hoy en Público. El periodista Iñigo Sáenz de Ugarte lo abordó también ayer en su blog, en Guerra Eterna
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JASON HABLA
El historietista noruego Jason (que vive hoy en Montpellier, Francia) escribe sobre la tragedia de Oslo en su blog
(a ver si luego puedo traducir algo)
vía twitter de Astiberri
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Actualización El texto de Jason:
(a ver si luego puedo traducir algo)
vía twitter de Astiberri
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Actualización El texto de Jason:
A VECES
...se siente como si el mundo se ha vuelto loco. ¿Qué está pasando? ¿Qué se supone que se consigue con esto? Al mismo tiempo, ¿por qué debería sorprenderme? Estas cosas siempre parecen ocurrir en lugares donde "Nunca esperábamos algo como esto." "Éste es el lugar más pacífico de la Tierra". ¿El hombre detrás del ataque? "Era un chico tímido y educado." "Siempre decía hola cuando me lo cruzaba." "Nunca lo hubiera imaginado." Ellos nunca tienen cuernos. En este caso se trata de un hombre patético, delirante, ningún monstruo, cuyo manifiesto del odio ha sido birlado de otras fuentes. Su maldad ni siquiera es original.
He estado pensando en el último par de días si debo escribir algo en este blog, pero ¿qué palabras debo utilizar? ¿Horrible? ¿Catastrófico? Las palabras casi parecen rebajar lo que pasó. Yo estaba pensando en escribir simplemente: "Mis pensamientos están con las víctimas y sus familias". Bueno, Noruega es un país tan pequeño que resulta que uno de los chavales desaparecidos en Utoya, presumiblemente ahogado, es un pariente mío. Es alguien a quien nunca conocí, pero que me trae el suceso aún más cerca de casa. Y las fotos que muestran el resultado de la bomba, ésas son las calles por las que he caminado cientos de veces cuando vivía en Oslo. ¿Cómo me sentiré la próxima vez que esté allí? Hay un antes y un después. Nada será lo mismo.
¿Hay algo que pueda hacer, como dibujante? Me gustaría que hubiera un dibujo que hiciera a la gente pensar "¡¿El odio no funciona?! Mierda, ¿qué hago ahora? Diez años por el retrete ..." Que convirtiera a los terroristas en contables mansos. No hay ningún dibujo así. Los superhéroes llorando, la Estatua de la Libertad con una lágrima en los ojos, dibujada después del 11-S, no creo que se logre mucho. Así que esto sólo son palabras. No son nada, ni siquiera están en papel. Pero yo sentía la necesidad de escribir algo... no me hace sentir mejor, pero ahí está.
BJÖRK & GONDRY
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MICHEL GONDRY,
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lunes, 25 de julio de 2011
ME ENCANTAN LOS CÓMICS, PERO NO TENGO TIEMPO PARA LA INDUSTRIA DE LOS CÓMICS
¿Le resulta liberador trabajar con editores independientes?
Esta es la manera en la que siempre quise trabajar como creador. El libro estará listo cuando esté listo. Cuando Kevin estaba terminando Black Dossier, [DC Comics] impuso un plazo arbitrario ridículo y le dijo a Kevin que tenía que hacer una página al día, aunque no fuera buena. Kevin y yo dijimos que no íbamos a hacer eso porque no hay absolutamente ninguna razón para que yo cumpla sus plazos y que es como el libro se verá dentro de 10 años, cuando la gente no se preocupe si estábamos trabajando cumpliendo las fechas. Eso es lo importante. Así que el libro saldrá cuando queramos hacer el libro. Eso es un placer... dar a la obra el tiempo y la atención que merece.
Lo mismo ocurre con mi novela Jerusalem. Para la cual no tengo editor, no tengo un editor para ella. A excepción de Steve Moore, que es uno de los mejores editores en el negocio y lo va a repasar para hacer las correcciones.
¿Echa de menos algo por no trabajar con una DC o una Marvel?
Créeme, no hay nada que eche de menos, en absoluto. Sólo desearía haber sido capaz de dar este salto al principio de mi carrera. Ojalá no hubiera perdido tanto tiempo trabajando para esas personas. Estoy muy alejado de la industria del cómic. Me encanta el medio de los cómics, pero no tengo tiempo para la industria.
La industria ha abusado de gente creativa, los ha maltratado durante décadas. Nunca han tratado a la gente justamente. Y hay algo un poco raro en las personas que pasan cada una de sus horas de trabajo representando las hazañas de los superhéroes -de gente que siempre defienden a los oprimidos y luchan contra el opresor, el tirano, el supervillano- y que nunca lo han hecho ni una vez cuando los artistas y guionistas por los que profesaban admiración han sido sacados y puestos contra la pared. Esta es una industria en la que si tú mencionas la idea de, por ejemplo, formar un sindicato, acabas de conseguir una nerviosa risa chillona como respuesta.
No es usted un gran fan de los superhéroes, pero ¿tiene planes para hacerlos a su propia manera?
El superhéroe no está muy alto en mi lista de prioridades de momento, pero hay posibilidades. Tendría que conseguir el tiempo, y entonces quizá los explore. Pero para mí lo principal en este momento es Jerusalem. Luego está el proyecto de la película, que toca tipo de áreas de interés.
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Alan Moore, entrevistado hoy por Subhajit Banerjee en The Guardian, sigue en el enlace
(vía twitter de The Comics Grid)
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Lo nuevo de Moore con Kevin O'Neill, THE LEAGUE OF EXTRAORDINARY GENTLEMEN (VOL. III): CENTURY #2: 1969, sale a la venta estos días. Lo publican conjuntamente Top Shelf (en Estados Unidos) y Knockabout (en Inglaterra). Knockabout es un editor alternativo de Londres que empezó en 1980 publicando a autores como Gilbert Shelton y Crumb.
Preview de 1969
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LA BATI-NOCHE, CADA LUNES UN NUEVO EPISODIO
Santiago García empieza a rescatar por entregas en su blog el libro que escribió sobre Batman, LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO, editado originalmente en 1998 por Camaleón. Todos los lunes publicará un nuevo capítulo del libro.
Santiago es mi amigo, efectivamente, pero yo lo digo: es uno de los mejores libros que he podido leer sobre Batman, de aquí o del extranjero. Y he leído unos cuantos. Ahora, en su blog y gratis total.
Santiago es mi amigo, efectivamente, pero yo lo digo: es uno de los mejores libros que he podido leer sobre Batman, de aquí o del extranjero. Y he leído unos cuantos. Ahora, en su blog y gratis total.
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SUPERHÉROES
domingo, 24 de julio de 2011
CURSO DE COLISIÓN
En este tipo de asuntos siempre se trata de una cuestión de elección.
Acabo de terminar de leer el libro de Nando Cruz UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS. LA HISTORIA DEL DISCO QUE CASI ACABA CON LOS PLANETAS (Lengua de Trapo). El libro, lo digo ya, es extraordinario y posee una entidad literaria propia. Quiero decir que lo puede disfrutar cualquiera, con independencia de que te gusten Los Planetas o no te interesen lo más mínimo, porque es un gran libro. Nando es, yo lo tengo clarísimo, uno de los mejores periodistas que han pasado por la revista Rockdelux y El Periódico de Catalunya. También es alguien al que, él lo sabe bien, tengo mucho afecto desde la primera vez que le conocí. Que fue, casualmente, el mismo verano en que UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS sonaba en las radios, el verano de LA PLAYA, una canción a la que también tengo asociados mis propios recuerdos dolorosos; el mismo verano del Festival de Benicàssim del 98, que fue justo donde conocí en persona a Nando y compartí charlas, cañas, pitas de falafel y, sobre todo, dolor de piernas por estar tantas horas de estar de pie para ver a grupos como Spiritualized, Jesus & Mary Chain, Tindersticks o, sí, Los Planetas.
Tras un trabajo de documentación y entrevistas de campo que se adivina titánico, Nando ha escrito una crónica novelada de los días en que fue parido aquel disco de Los Planetas, en mi opinión el mejor grupo español de los últimos 15 años. UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS (1998) es probablemente lo más gordo que han grabado los granadinos junto a LA LEYENDA DEL ESPACIO (2007), dos discos a mi juicio históricos en el pop español. Después de terminar su investigación, Nando ha ocultado al lector todo el trabajo de documentación y se ha escrito un libro soberbio que, en su vocación de brevedad, despojamiento y "pequeñez", resulta grande. Grande porque, como los grandes libros, revela asuntos humanos, consigue tocar profundidades del alma y las relaciones humanas y, también en este caso, de los conflictos que encierra la creación artística.
Pero hay algo concreto que quería contar ahora de lo que el propio Nando cuenta en su libro.
(puede leerse un capítulo del libro en la web de Rockdelux)
En LA HISTORIA DEL DISCO QUE CASI ACABA CON LOS PLANETAS, una "subtrama" fundamental (recordemos que esto es una, digamos, novela de no ficción, y los protagonistas son personas reales de carne y hueso que vivieron de un modo u otro los hechos que Nando ha intentado reconstruir en su relato) es la adicción de Florent, el segundo de a bordo del grupo. El guitarra con el "toque psicodélico" intransferible de Los Planetas.
Florent estaba ya bastante mal para 1997, según cuenta Nando en el libro. Pasaba del grupo por su adicción, y el grupo estaba harto de que él pasara de ellos, de que desapareciera sin avisar o de que no viniera a ensayar porque tenía que ir al polígono a pillar. De esa tensión con J y el resto del grupo surgieron la mayoría de las canciones del disco. La tensión había ido creciendo conforme llegaba la hora de trabajar en serio en las canciones del disco, y Florent empezó a sospechar que el grupo estaba dispuesto a prescindir de él, de que podía quedarse sin grupo y sin amigos.
Talento desperdiciado, recuerdo ahora que decían en una película de Robert De Niro.
Llegó un momento en que Florent tuvo que elegir si seguir por ese camino o dar un volantazo a su vida. Y, como siempre sucede con este tipo de dilemas (no necesariamente debido a las drogas), es una simple cuestión de elección. De una elección que nadie puede tomar por ti. Florent se lo estuvo pensando un tiempo, y J lo sabía. El dilema de su amigo le inspiró la letra de la canción LÍNEA 1, la línea de autobús de Granada que hay que tomar para llegar al polígono.
(letra: J. Música: J / Kieran Stephen. Arreglos de cuerda: Kurt Ralske)
Nando Cruz lo cuenta en un capítulo extraordinariamente escrito, un capítulo que posee la cualidad de un viejo recuerdo que vuelve repentinamente, casi de un sueño. A Florent le ayudó a desintoxicarse el mánager del grupo entonces, Paco López, que vivía en Madrid. Se lo llevó a su casa el verano de 1997, para quitarle de los ambientes de Granada y de su rutina "toxicósmica".
Florent, finalmente, parecía haber tomado su decisión. Paco López y Cristina, su mujer, cuenta Nando, le trataron en su casa de Madrid como un invitado de honor, como alguien de la familia. Por las tardes le llevaban a la clínica de desintoxicación para el tema de la medicación y los análisis, y también para ver a la psicóloga del centro. Tras más de dos meses allí, Florent volvió a Granada limpio. Durante esos más de dos meses, nadie del grupo fue a verle, cuenta Nando. Como diría luego la letra de la canción LA PLAYA, ni siquiera le llamaron una sola vez.
Florent llegó a tiempo para participar activamente en la grabación del que sería uno de los mejores discos de Los Planetas. Hoy, más de 13 años después, Florent sigue en el grupo. Sigue tocando la guitarra, haciendo música, creando.
------------------
Un recuerdo desde aquí para alguien, también con talento, que tomó una decisión diferente.
Acabo de terminar de leer el libro de Nando Cruz UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS. LA HISTORIA DEL DISCO QUE CASI ACABA CON LOS PLANETAS (Lengua de Trapo). El libro, lo digo ya, es extraordinario y posee una entidad literaria propia. Quiero decir que lo puede disfrutar cualquiera, con independencia de que te gusten Los Planetas o no te interesen lo más mínimo, porque es un gran libro. Nando es, yo lo tengo clarísimo, uno de los mejores periodistas que han pasado por la revista Rockdelux y El Periódico de Catalunya. También es alguien al que, él lo sabe bien, tengo mucho afecto desde la primera vez que le conocí. Que fue, casualmente, el mismo verano en que UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS sonaba en las radios, el verano de LA PLAYA, una canción a la que también tengo asociados mis propios recuerdos dolorosos; el mismo verano del Festival de Benicàssim del 98, que fue justo donde conocí en persona a Nando y compartí charlas, cañas, pitas de falafel y, sobre todo, dolor de piernas por estar tantas horas de estar de pie para ver a grupos como Spiritualized, Jesus & Mary Chain, Tindersticks o, sí, Los Planetas.
Tras un trabajo de documentación y entrevistas de campo que se adivina titánico, Nando ha escrito una crónica novelada de los días en que fue parido aquel disco de Los Planetas, en mi opinión el mejor grupo español de los últimos 15 años. UNA SEMANA EN EL MOTOR DE UN AUTOBÚS (1998) es probablemente lo más gordo que han grabado los granadinos junto a LA LEYENDA DEL ESPACIO (2007), dos discos a mi juicio históricos en el pop español. Después de terminar su investigación, Nando ha ocultado al lector todo el trabajo de documentación y se ha escrito un libro soberbio que, en su vocación de brevedad, despojamiento y "pequeñez", resulta grande. Grande porque, como los grandes libros, revela asuntos humanos, consigue tocar profundidades del alma y las relaciones humanas y, también en este caso, de los conflictos que encierra la creación artística.
Pero hay algo concreto que quería contar ahora de lo que el propio Nando cuenta en su libro.
(puede leerse un capítulo del libro en la web de Rockdelux)
En LA HISTORIA DEL DISCO QUE CASI ACABA CON LOS PLANETAS, una "subtrama" fundamental (recordemos que esto es una, digamos, novela de no ficción, y los protagonistas son personas reales de carne y hueso que vivieron de un modo u otro los hechos que Nando ha intentado reconstruir en su relato) es la adicción de Florent, el segundo de a bordo del grupo. El guitarra con el "toque psicodélico" intransferible de Los Planetas.
Florent estaba ya bastante mal para 1997, según cuenta Nando en el libro. Pasaba del grupo por su adicción, y el grupo estaba harto de que él pasara de ellos, de que desapareciera sin avisar o de que no viniera a ensayar porque tenía que ir al polígono a pillar. De esa tensión con J y el resto del grupo surgieron la mayoría de las canciones del disco. La tensión había ido creciendo conforme llegaba la hora de trabajar en serio en las canciones del disco, y Florent empezó a sospechar que el grupo estaba dispuesto a prescindir de él, de que podía quedarse sin grupo y sin amigos.
Talento desperdiciado, recuerdo ahora que decían en una película de Robert De Niro.
Llegó un momento en que Florent tuvo que elegir si seguir por ese camino o dar un volantazo a su vida. Y, como siempre sucede con este tipo de dilemas (no necesariamente debido a las drogas), es una simple cuestión de elección. De una elección que nadie puede tomar por ti. Florent se lo estuvo pensando un tiempo, y J lo sabía. El dilema de su amigo le inspiró la letra de la canción LÍNEA 1, la línea de autobús de Granada que hay que tomar para llegar al polígono.
(letra: J. Música: J / Kieran Stephen. Arreglos de cuerda: Kurt Ralske)
Iba a hacerlo esta mañana. Levantarme de la cama. Comprar algo de comida. Empezar con otra vida. Pensé que sería lo mejor, toda esta mierda se acabó. Voy a dejarlo de verdad, ya no me gusta nada.
Y a ordenar por fin la casa, y lavar estas dos mantas,
y recuperar mis discos,
y unas cosas que he perdido.
Y después pensé: mejor que no,
y puse la televisión.
Subí a pillar un poco más, después de todo esto no está mal.
Nando Cruz lo cuenta en un capítulo extraordinariamente escrito, un capítulo que posee la cualidad de un viejo recuerdo que vuelve repentinamente, casi de un sueño. A Florent le ayudó a desintoxicarse el mánager del grupo entonces, Paco López, que vivía en Madrid. Se lo llevó a su casa el verano de 1997, para quitarle de los ambientes de Granada y de su rutina "toxicósmica".
«Una tarde de junio» –escribe Nando Cruz en el libro–, «Florent apareció con el petate en casa de Paco. Ya le tenían preparada la habitación de invitados. Lo primero era ir a la clínica de desintoxicación. Allí le hicieron las pruebas y le suministraron la medicación necesaria para superar el síndrome. Cada cual le llamará como más le apetezca (probar sustancias, experimentar nuevas sensaciones, entrar en una dimensión tóxica, ir por el lado salvaje de la vida, entrar en la espiral...), pero el diagnóstico médico era sólo uno: Florent se había enganchado a la heroína. Había entrado muy rápidamente, pero llevaba poco tiempo consumiendo, así que le resultaría más fácil salir. No era imprescindible ingresarlo, pero tendría que hacerse análisis rutinarios para comprobar que no consumía absolutamente nada durante el tratamiento. Ni siquiera alcohol. [...] Es lo que habían hablado tantas veces con J... Él había llevado la máxima del rock'n'roll al extremo. Y eso, aunque era muy valiente, chocaba con la idea de dedicarse a la música de forma más o menos profesional. Era imposible compatibilizar esas dos carreras».
Florent, finalmente, parecía haber tomado su decisión. Paco López y Cristina, su mujer, cuenta Nando, le trataron en su casa de Madrid como un invitado de honor, como alguien de la familia. Por las tardes le llevaban a la clínica de desintoxicación para el tema de la medicación y los análisis, y también para ver a la psicóloga del centro. Tras más de dos meses allí, Florent volvió a Granada limpio. Durante esos más de dos meses, nadie del grupo fue a verle, cuenta Nando. Como diría luego la letra de la canción LA PLAYA, ni siquiera le llamaron una sola vez.
Florent llegó a tiempo para participar activamente en la grabación del que sería uno de los mejores discos de Los Planetas. Hoy, más de 13 años después, Florent sigue en el grupo. Sigue tocando la guitarra, haciendo música, creando.
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Un recuerdo desde aquí para alguien, también con talento, que tomó una decisión diferente.
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sábado, 23 de julio de 2011
THE AUTHORITY/X-FORCE
THE AUTHORITY
Varios autores
World Comics
X-FORCE
Peter Milligan y Mike Allred
Marvel Comics
No dejo de asombrarme ante la velocidad cada vez mayor a la que la industria, ésta o cualquier otra, fagocita las modas y tendencias más nuevas. Cual Saturno con sus hijos, la maquinaria perfectamente engrasada del mainstream devora sin miramientos a sus vástagos más atrevidos, los más llamativos y originales, para nutrirse de ellos mediante la explotación comercial de sus descubrimientos. Hallazgos que son genuinamente innovadores, verdadero arte, son rápidamente estandarizados y fabricados en serie, previa trivialización para venderlos “mejor” al gran público. Del trabajo de esos visionarios, los mamporreros de la industria copian rápidamente lo que es fácil copiar, es decir, lo formal, el envoltorio, el celofán; pero nunca el fondo, la sustancia, la esencia. Claro, la esencia es mucho más difícil de capturar y de reproducir, porque para eso hay que tener talento, que es lo que tienen los auténticos artistas pero no sus imitadores. Así, lo que en origen es vanguardista pronto (cada vez más pronto) deja de serlo para ser deglutido, desnaturalizado y reducido a papilla por el implacable aparato digestivo de la industria. El ciclo es siempre el mismo. En el cine, en la música o en los cómics, da igual.
Los pioneros, generalmente, sólo pueden crear con libertad en los márgenes del mercado, en sus periferias y arcenes más olvidados. Ahí se les deja hacer lo que quieran porque nadie da un duro por ellos. Si tienen la suerte (más bien el talento) de dar con la tecla -y la gente se entera de ello, claro-, les llega el éxito. Y una vez captada la atención del comprador, ya no hay vuelta atrás. La industria también se va a fijar en ellos para sacar tajada de sus logros. Sucedió a principios de los sesenta, con Atlas (luego Marvel) a punto de chapar por falta de ventas justo antes de que Lee, Kirby y Ditko dieran con EL filón. Sucedió en los setenta con Claremont y Byrne en un título maldito como X-Men, que ni siquiera un Neal Adams en plenitud de sus facultades había podido salvar años antes. Sucedió en los ochenta con Miller y Moore, que entraron de puntillas en la industria y recibieron personajes deshauciados que ya no importaban a nadie: Daredevil, La Cosa del Pantano. Tras su paso por ellos vendrían los Prestigios, la “revolución del 86”, Vertigo y toda la pesca, casi nada. Una rica herencia que durante los noventa pareció irse por el desagüe gracias a vulgares sucedáneos de aquello, a impostores y plastas del calibre de Gaiman o a guionistas retro que miraban hacia los sesenta. Y hace ahora tres años, sucedió de nuevo. Por aquel entonces, muchos de nosotros dábamos por finiquitado el género superhéroes, viendo cómo de aburrido y rancio estaba el patio: mucho revival y mucha nostalgia, pero de darle al magín para inventar algo nuevo, nada de nada. Sin embargo, cuando menos lo esperábamos, justo como en la vida misma, aparece (mayo de 1999) algo como The Authority, de Warren Ellis y Bryan Hitch. Y de nuevo unos autores desconocidos para el gran público, gente con talento y voluntad de innovar a los que se les había dado libertal total, conseguían sorprendernos, interesarnos, incluso entusiasmarnos. Aun cuando en The Authority había elementos reconocibles, había también cosas nunca vistas, o mejor dicho, nunca vistas de aquel modo.
No hay que olvidar que cualquier creador parte siempre de cosas ya inventadas por sus mayores; nadie nace sabiendo. Lo que realmente da originalidad a sus creaciones es tener una visión propia y saberla aplicar a todo ese bagaje que han mamado. Incluso inteligencias superiores como Kirby, Ditko, Miller o Moore partieron de materiales que no eran suyos; la cuestión es que supieron hacerlos suyos porque se esforzaron en pensar de manera distinta a sus coetáneos. Eso y no otra cosa es el progreso, cultural en este caso. Y en The Authority había sucedido algo parecido. En ella se llevaban los superpoderes al terreno de la política y el poder reales (Moore ya lo había hecho primero en Miracleman, Miller en Dark Knight) y también se jugaba la baza de lo impredecible en los argumentos (ya lo habían hecho antes Claremont y Byrne en La Patrulla). Se asimilaban lecciones aprendidas del manga (destrucciones masivas, hiperviolencia, narrativa cinética, acelerada y muy visual; diálogos mínimos pero exactos) y se inyectaba esa adrenalina, esa visceralidad y exceso que Miller había aportado a los superhéroes. También estaban presentes el humor negro, los personajes cínicos y malhablados, el fondo político-subversivo, todos del palo Vertigo (John Constantine y Predicador sobre todo, pero también Invisibles). Había también ciencia-ficción (como en todos los superhéroes clásicos, desde Superman hasta la Marvel de Kirby) y la herencia conceptual más lejana de la Edad de Plata (Liga de la Justicia de America), junto al sentido de la grandiosidad de Los Vengadores o de la mucho más reciente JLA de Grant Morrison. Cuatro décadas, en fin, del comic book USA, actualizadas por la influencia "europea" vía Vertigo y la japonesa del manga y del anime, claves en los noventa. En lo gráfico, la planificación de The Authority era más innovadora de lo que parecía a primera vista, por sus tremendas elipsis y su formato “cinematográfico”, y el color de Laura Depuy -inédito, espectacular, utilizando el Photoshop de un modo inteligente al fin- conseguía aportar algo así como la dirección de fotografía a toda la película. La conjunción exacta de todos esos materiales conseguía ser fresca y original; las sensaciones eran razonablemente nuevas. Como la fórmula secreta de la Coca-Cola, lo que confería la originalidad al producto era la peculiar mezcla de todos sus ingredientes, no los ingredientes en sí mismos. Y queríamos más de aquello. Por supuesto, la industria se iba a encargar de proporcionárnoslo mucho más rápido de lo que podíamos imaginar.
Casi coetáneamente a The Authority (en realidad un mes antes) aparecía Planetary, donde el mismo Ellis trabajaría con conceptos parecidos aunque de forma más sutil y cerebral, con más subtramas y subtextos y un trabajo de guión más serio. No me detengo más en esta magnífica serie, que ya reseñó Enrique Vela aquí mismo (U # 21). Lo que ahora importa es que la mente pensante que estaba tras este núcleo germinal fue la misma, Ellis, un tipo oscuro que no por casualidad venía de Vertigo, otro de esos “guionistas británicos raritos”. Fue Ellis quien descubrió la piedra filosofal para los superhéroes del nuevo milenio, el que consiguió capturar algo que llevaba tiempo en el aire, esa combinación de, resumiendo, Marvel+Vertigo (en el sello Marvel Knights se intentaba algo parecido desde un año antes, con resultados mucho más irrelevantes y olvidables).
Tras abandonar Ellis y Hitch The Authority, fueron sustituidos por Mark Millar y Frank Quitely, quienes, para sorpresa de todos, consiguieron elevar el listón creativo, sublimando los conceptos y añadiendo más leña a aquel fuego. Millar hizo que todo en la serie fuese MÁS. Más político, más sarcástico, más extremo, más irreverente, más imprevisible. También jugó con los clichés superheroicos para destrozarlos de modos que el lector nunca era capaz de anticipar. Y planteó de manera más bruta y directa que Miller (Frank) cuestiones políticas peliagudas: ¿por qué los superhéroes siempre van a por criminales de poca monta, pero nunca a por “los cabrones de verdad”, el enemigo real, dictadores sanguinarios, gobiernos corruptos, servicios secretos que practican terrorismo de Estado, grandes corporaciones sin escrúpulos? Es decir, ¿por qué no van nunca contra El Poder? Por su lado, Quitely, con su impactante estilo (¿Corben+Hermann+Talbot?) y una planificación inaudita, a años luz de cualquier otra cosa, demostraba que se había convertido en el dibujante más completo y original que había en el mercado de superhéroes USA; de hecho, lo sigue siendo a día de hoy.
La voz se corrió, el público respondió, la maquinaria se puso en marcha. Hoy, apenas tres años después, a The Authority le han crecido los enanos. Lo que hasta hace muy poco nos parecía nuevo, ya es viejo y ha sido incorporado a la cadena de montaje. No es sólo que la propia Authority hace tiempo que derivó hacia una pálida imitación de sí misma, una vez que Millar y Quitely fueron sustituidos por manos menos capaces (cuando escribo esto, la serie parece cancelada definitivamente en USA por efecto de la autocensura post 11-S), sino que también han aparecido un montón de colecciones nuevas que son puro Authority, o mejor dicho, que pretenden serlo. Promovidas desde Marvel, ansiosa por exprimir el filón, tenemos series como Ultimate X-Men, que visualmente es lo mismo. Para escribirla captaron a Millar, claro, y le pusieron un dibujante mediocre pero muy comercial (Adam Kubert) y un color que emulara apropiadamente al de Laura Depuy. Uno mira las páginas de aquello y no sale de su asombro: no, no es Authority aunque lo parezca. Luego tenemos New X-Men, ahora publicada por estos lares. En ella, a falta de Ellis o Millar, se consigue a Grant Morrison como guionista, que para ciertos editores estadounidenses debe venir a ser más o menos lo mismo; de dibujante escogen, cómo no, a Quitely. Sin embargo, y a pesar de que esto es lo mejor que se ha hecho con La Patrulla en años, la magia de Authority tampoco consigue repetirse aquí: en los primeros números de New X-Men no hay demasiadas sorpresas y hallamos lo mismo de siempre; por mucho que se intente disimular, esto es La Patrulla de toda la vida, sólo que narrativa y visualmente todo es mucho más moderno y descaradamente authorityano , y no ya porque lo dibuje Quitely (que continúa impresionante, por cierto), sino también por el color, enésima imitación del estilo de Depuy. Sin embargo, Morrison sigue siendo mucho Morrison, y aún sometido a los cánones patrulleros, continúa escribiendo diálogos implacables y colando algunas de sus perversas e inquietantes ideas. Además, en los últimos episodios parece haber conseguido distintos y prometedores derroteros para la colección; veremos. Más recientemente tenemos The Ultimates, con Millar escribiendo de nuevo y (hombre, qué casualidad) Hitch dibujando; la idea aquí es repetir con Los Vengadores la misma fórmula de The Authority. Hasta el momento he leído los cuatro primeros números y, la verdad, me han parecido muy irregulares: a ratos realmente espectaculares, a ratos espectacularmente aburridos; la cosa parece un desconcertante cruce entre Authority primera etapa y... el Marvels de Busiek y Ross. La pregunta, en fin, que uno puede hacerse con todo este asunto es: si Authority ya existe, ¿por qué ese empeño en repetir algo ya hecho? Pero así no funciona la lógica de la industria.
Afortunadamente, no todo el mundo piensa de esa manera. Porque, además de todos estos títulos, más o menos derivativos de Authority, tenemos... X-Force de Peter Milligan y Mike Allred. Y esta colección sí que ha vuelto a demostrar que en el género hay más gente con talento y ganas de jugársela aparte de los ahora omnipresentes Millar, Ellis, Hitch y Quitely (curiosamente todos ellos, incluyendo a Milligan, son británicos, o sea, europeos trabajando para Estados Unidos, tal como pasa a menudo en su industria del cine, pero ésa es otra historia). En X-Force, no por casualidad otra colección segundona y de capa caída, Milligan (o sea, Vertigo de nuevo) y Allred (un indie más o menos inclasificable) han sabido aprovechar la brecha abierta por el éxito inesperado de The Authority; me refiero a esa prisa repentina de Marvel por contratar para todas las colecciones comentadas a autores que hayan pasado por Authority o por Vertigo, incluyendo a un antiguo editor del sello, Axel Alonso, y darles a todos libertad total. Siguiendo la estela de Authority, Milligan y Allred han reinventado nuevamente el género pero en una dirección distinta a aquélla, sin intentar imitarla, explorando caminos poco o nada transitados. Veamos cómo y por qué (un aviso antes para quienes no hayan leído X-Force, aún inédita en castellano: dado que Forum no la saca aquí hasta finales de año, no reventaré los detalles más impactantes de la serie. No obstante, sí voy a analizarla en profundidad, porque la serie lo merece. Fin del aviso).
Esencialmente, esta X-Force consiste en actualizar de modo radical el concepto X-Men de Lee y Kirby, pero sobre todo el de Adams, Claremont y Byrne. Es decir, cojamos a un grupo de inadaptados, que en el mundo Marvel quiere decir mutantes, y volvámoslos dosmiles. Como no estamos en los ingenuos sesenta ni en los alegres setenta, sino en en mayo de 2001 (fecha de aparición de estos X-Force en USA), la Academia Para Jóvenes Talentos significa hoy Spice Girls, Backstreet Boys, o más exactamente y por lo que nos toca, Operación Triunfo (o como demonios se llame su equivalente en la televisión anglosajona). Es decir, los X-Force del 2001 son un grupo prefabricado por mentes empresariales sin escrúpulos con el solo objetivo de explotarlo comercialmente: derechos de imagen, merchandising, exclusivas para prensa y televisión. La humanidad ya no teme a estos mutantes, al contrario, son adorados como auténticos ídolos del pop; tienen groupies y stalkers que les acosan. La única diferencia con el mundo real es que los miembros de este grupo, en lugar de cantar y bailar, tienen superpoderes. Si incluso hay uno -la “mascota” de X-Force, Doop- que se encarga de filmar constantemente, a lo Gran Hermano, las vidas de los miembros del grupo, sus sangrientas misiones, las bajas que causan, y que sufren en sus propias filas. Por supuesto, el trabajo de “héroes” es lo que menos les importa a estos mutantes; en realidad eso es la excusa para conseguir fama, poder, prebendas, dinero. U-Go Girl, la chica del grupo, lo deja bien clarito en este diálogo procedente del #116 USA: “La mejor mesa del restaurante. Dinero. Sexo. Fama. Poder. Todo eso... ¿Acaso no es de eso de lo que va todo esto? Las misiones a las que vamos... son sólo el espectáculo que debemos dar para poder tener esta vida”. El planteamiento, más brutal, actual y realista -quitando el elemento fantástico, claro-, no puede ser. En nuestras sociedades post-todo, donde el materialismo parece haber alcanzando su paroxismo, ningún lector podría tragarse que, de existir mutantes en la vida real (gente que en origen son marginados, desclasados, es decir, resentidos), iban a dedicarse a defender altruistamente a la sociedad.
Consecuentemente con esta idea de “hacer el bien sólo si reporta beneficios”, las misiones de X-Force son turbias y nunca desinteresadas: intervenciones al estilo Delta Force en el Norte de África; rescate “gratis” de los rehenes de un secuestro con la secreta intención de mejorar la imagen pública de X-Force; rescate de un niño de las garras de un régimen comunista caribeño, teóricamente para evitar que experimenten con él (la sátira del affaire del niño balsero Elián González no puede ser más clara), aunque el motivo real de la misión sea que el chaval, también mutante, es pura medicina andante y tiene a las farmaceúticas detrás ansiosas por ponerle las manos encima.
Por supuesto, no basta con que el concepto sea bueno, hay que plasmarlo en las páginas de un modo atractivo, moderno, que funcione. Milligan y Allred también han conseguido esto. Primero, llevando el factor de lo imprevisible hasta extremos verdaderamente arriesgados. Como es cuestión de destripar aquí la serie por completo, diremos únicamente que la tasa de mortalidad de este supergrupo es, bueno, bastante alta, algo justificado si tenemos en cuenta que estamos hablando de misiones de cierto realismo en plan SWAT o comandos de élite. Segundo, para elevar al cubo ese factor sorpresa, la serie cuenta además con unos personajes realmente potentes, de lo más atrevido que puede encontrarse hoy en el mercado USA -y no me refiero sólo al mainstream–, con comportamientos inestables e impredecibles. Frente a The Authority (menos en Planetary) donde los personajes no importaban tanto como el espectáculo , en X-Force los personajes lo son todo. Se trata con ellos de actualizar otro concepto Marvel revolucionario en su día, el de “superhéroes con debilidades humanas y problemas cotidianos”, así que eso también hay que llevarlo al límite si se desea que a los lectores de ahora no les parezcan ñoños estos nuevos héroes. La idea aquí es huir como de la peste de la corrección política y construir a unos “héroes” que sean realmente imperfectos. De este modo, la mayoría de los protagonistas de X-Force no son buena gente, porque en los círculos del famoseo real la buena gente no abunda precisamente, y si alguien lo era al principio, deja pronto de serlo. Casi todos los personajes de la serie están envilecidos por el dinero y la fama; son cínicos, trepas, codiciosos, corruptos, manipuladores, amorales. Para decirlo de modo simplista, esto sería algo así como si Bret Easton Ellis se pusiera a escribir X-Men.
Pero fijémonos en algunos de tales personajes. El dirigente en la sombra de X-Force, Coach, es un tipo realmente despreciable, preocupado sólo por amasar dinero y poder a costa de la imagen pública del grupo y los índices de audiencia, verdadero trasunto de ciertos tiburones empresariales que operan en el escenario actual de la globalización económica y más concretamente del negocio mediático. A Coach no le importa hacer lo que sea para explotar el morbo del público en torno a X-Force, incluyendo enfrentarlos entre sí o planear la muerte de algún miembro excesivamente inútil o contestatario. En cuanto al primer líder del grupo, llamado significativamente Zeitgeist (para quien no lo sepa, la expresión procede del alemán y significa algo así como “el espíritu de la época”), se trata de un guaperas egomaníaco, frío, calculador, despiadado, que en el mundo real vendría a ser como ciertos ejecutivos de gran empresa o ciertas estrellas del cine/rock obscenamente ricas y poderosas. Luego está The Anarchist, un negro malencarado, macarra, chulazo e indisciplinado al que el nombre le viene que ni al pelo. Con semejante material humano, los conflictos internos en el grupo (típicos de La Patrulla) no van a faltar, con el añadido de ese puntito extreme tan propio de las relaciones humanas de nuestros días.
Ahora bien, que los personajes de X-Force sean así de contemporáneos no quiere decir que estén hechos de una pieza, algo que siempre ha preocupado a Milligan a lo largo de su obra. Hay un lado muy duro, muy feo en la mayoría de estos X-Force, eso salta a la vista, pero también un lado tierno, débil, neurótico. Y, conforme los vamos conociendo, nos sorprenden, tal como sucede con la gente de la vida real. A medida que la serie avanza y los personajes interactúan entre sí, vamos descubriendo matices insospechados de su personalidad, giros de su comportamiento que no esperábamos y que desbaratan los prejuicios que nos habíamos creado sobre ellos. Unas veces para mal y otras para bien. The Orphan, actual líder del grupo, es un mutante hipersensitivo pero también extremadamente sensible y atormentado, al que vemos llorar durante un par de misiones y que, además, tiene serias tendencias suicidas (juega a la ruleta rusa todas las noches antes de acostarse). Sin embargo, tras varios episodios, descubrimos que no es para nada el blandengue que parecía, sino alguien con verdadera madera de líder además del único miembro del grupo con una moral digna de ser llamada así. Sensibilidad no quiere decir debilidad, y no es el mundo quien nos obliga a renunciar a nuestra ética sino nosotros mismos, es el mensaje que Milligan nos deja caer de modo sutil al insertar a este personaje, íntegro y ético, en el contexto materialista crudo y duro de la serie (de nuestra sociedad actual). Tenemos también a la pelirroja U-Go Girl, enganchada a los estimulantes, obsesionada por ser la líder del grupo, insultantemente cínica y ambiciosa, lianta y embaucadora como sólo una mujer bonita puede serlo. Pero ella también ha evolucionado de modo sorprendente, sobre todo desde que ha conocido a Orphan. Porque aquí también hay soap opera; por supuesto, soap opera igualmente extrema. Es como si Cíclope y Jean Grey se hubieran encontrado en el mundo actual, o sea, dos jóvenes prematuramente envejecidos por los problemas emocionales y psicológicos propios de nuestra época (hastío vital, tendencias depresivas, falta de autoestima o exceso de ella, sensibilidad como serio obstáculo para integrarse en una sociedad despiadada y embrutecida, incomunicación, individualismo, materialismo, culto al éxito, falta de valores éticos a los que agarrarse). Está claro que unos personajes así enganchan al lector actual. Milligan ha realizado un trabajo muy fino, y tan sólo unos pocos episodios le han bastado para construirlos: tienen un pasado, una personalidad, te importan, quieres saber más de ellos. Así solía pasar en los mejores tiempos de la Marvel. Tebeos de género fantástico planteando conflictos morales y emocionales, hablando de nosotros aquí y ahora.
Además de personajes, la serie cuenta con una riqueza argumental rara de encontrar hoy día. En un mercado donde la mayoría de colecciones alargan durante números y números argumentos que a Kirby o Ditko le habrían durado un solo episodio, incluso menos, en X-Force las tramas se suceden vertiginosamente, discurren de modo desbordante pero a la vez entrelazado y fluido, como sucedía en las buenas épocas de La Patrulla. De hecho, en los últimos episodios, el rollito Ricos y famosos ha dejado paso a otra cosa que aún no sabemos bien qué es. Cuando escribo esto, se están tocando temas como las relaciones sentimentales (hetero y homo), el racismo o la homofobia, siempre, por supuesto, dentro del marco argumental de aventuras (espaciales ahora mismo) y del sarcasmo políticamente incorrecto predominante en la serie, que no deja títere con cabeza: Milligan no sólo se ríe de los racistas o de los homofóbicos, sino también de ciertos tópicos victimistas y autocompasivos que la propia comunidad gay o negra maneja a veces en su beneficio. En la misma línea de avance frenético de la serie, incluso encontramos personajes que, tal como pasaba con el kamikaze Kirby, aparecen y desaparecen en un sólo número. Todo comienza a velocidad de crucero en el # 116 USA, el primer episodio que firman Milligan y Allred, un número extraordinario como hacía tiempo que no se veía, que arranca en medio de una historia ya empezada, como si hubiésemos llegado tarde al cine y la película fuese por la mitad. Milligan, más punk que nadie, se pasa por el forro la continuidad, hace tabula rasa e ignora por completo los ciento quince episodios anteriores, que se dice pronto. Los personajes son nuevos, las situaciones son nuevas, todo es nuevo aquí. Nada de eso nos es presentado, no tenemos referencias a la que agarrarnos, y, sin embargo, la historia funciona y se entiende, todo está en su sitio, bien construido. Tras pasar la última página, asombrados, intentamos asimilar todo lo que ha sucedido en esas 22 alucinantes páginas: el apabullante desfile de personajes, definidos con unas pocas frases y acciones, los diálogos mordaces e hirientes, el humor seco y negro, la brutalidad extrema, física pero sobre todo emocional; el tono nihilista y a la vez poético que lo impregna todo. Y el desenlace, una auténtica pasada, nos deja la sensación de que después de eso puede suceder literalmente cualquier cosa. Para cuando cerramos el tebeo, ya no cabe duda: reconocemos esa emoción especial que producen las experiencias nuevas.
En los episodios siguientes, quitando algún número de relleno, la cosa no decae sino todo lo contrario. Los personajes, ya se ha dicho, crecen y evolucionan a ritmo impensable para la mayoría de atrofiadas colecciones de hoy día; la progresión argumental es cada vez más imaginativa, entretenida y apasionante; los diálogos son más brillantes y certeros, las réplicas más afiladas. Todo tiene un trasfondo inteligente, sutilmente político, a veces filosófico y casi siempre humorístico (preferentemente sarcástico, claro, muy Vertigo, muy Milligan). Aquí hay verdadera cultura, y procede de algo tan supuestamente basura como un cómic de superhéroes. Y es que el talento no conoce fronteras, ni de géneros ni de mercados. Con talento, imaginación, voluntad y trabajo (mucho trabajo) es posible transmitir desde cualquier género ideas inteligentes, emociones hondas y verdaderas, crítica social, filosofía, lo que sea. Y además, es posible hacerlo de modo entretenido, sin dar el tostón, deleitando.
El dibujo de Allred es otra de las piezas esenciales para sustentar el delicado mecano de X-Force. En cuestiones exclusivamente técnicas (perspectivas, escorzos, fondos), Allred comienza tan torpe como de costumbre, pero hay que reconocer que en números posteriores el hombre se esfuerza y mejora una barbaridad, realizando su mejor trabajo hasta la fecha. Sin embargo, es en el plano estrictamente del grafismo donde el estilo de Allred encaja mejor con las ideas de Milligan. Ese aspecto tan intencionadamente pop de su dibujo, reforzado por los colores planos de Laura Allred, viene como anillo al dedo para lo que aquí se está contando, al fin y al cabo, la historia de unos iconos populares adorados por las masas. Y la actualización con un punto modernete indie que Allred ha hecho de los viejos uniformes de la Marvel (estilo La Patrulla original: botas remangadas, calzones) no sólo es vistosa y tiene su gracia, sino que también funciona en la historia. Asimismo, el contraste de este dibujo amable con la crudeza de lo que se cuenta queda fuerte, chocante, y añade visualmente más subtexto y textura a la narración. Por otro lado, en los rostros que dibuja ahora Allred hay un toque deprimente, melancólico, que recuerda en más de un personaje (U-Go Girl sobre todo) a los freaks extrañamente atractivos que dibuja Daniel Clowes. Y no creo que sea casual, porque también en estos guiones de Milligan pueden sondearse ciertas resonancias de Clowes (la mezquindad, la frialdad, la autoconsciencia de los personajes; lo triste, lo vacío, lo sórdido que es todo). No en vano la década de los noventa ha dejado tras de sí un buen puñado de obras maestras paridas no en los superhéroes sino en el underground (Clowes y su quinta: Tomine, Ware, Brown, etc., ya sabemos quiénes), y cosas como X-Force demuestran que durante todo este tiempo mucha más gente de lo que parecía ha permanecido atenta a lo que editaban Fantagraphics o Drawn and Quarterly. Milligan y Allred han leído esos tebeos, eso está claro, y da la sensación de que estaban ansiosos por incorporar algunos de los hallazgos indies a la industria de los superhéroes en cuanto ésta se lo permitiese.
Sí, Milligan y Allred lo han hecho bien. Los editores les han dado la oportunidad y ellos la han aprovechado, ensamblando piezas de diferentes procedencias y géneros para obtener un producto fresco e innovador, que no se parece a nada que se haya hecho antes, sencillamente (es un decir) porque no se le ha ocurrido a nadie antes que a ellos. ¿Cuánto tiempo tardará en ser deglutido y clonado? Seguro que poco. De momento, lo único que podemos hacer es seguir disfrutando mientras dure. La bola que echó a rodar con The Authority/Planetary ha crecido y está arrastrando a más creadores de primera fila, provocando una nueva revolución en los superhéroes como no habíamos visto desde hace quince años. Ahora tenemos a Peter Bagge haciendo Spider-Man. ¿Qué vendrá después? Tampoco podemos saberlo, pero ahí está la gracia. Lo único que sabemos es que, definitivamente, esto mola, y no queremos perdernos un solo detalle.
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X-FORCE, como muchos sabéis, se convirtió poco después en X-STATIX. El texto anterior procede de una reseña doble que publiqué en la revista U nº 24, junio de 2002. No he retocado nada del texto original. Evidentemente, quien la escribió fue otra persona, porque yo he cambiado y soy alguien distinto. Hace casi diez años de aquello, y hoy no emplearía determinadas expresiones ni hubiera escrito algunas de esas ideas, o las diría de otra forma. Pero me ha parecido interesante rescatar la reseña porque refleja cómo eran las cosas en las series más renovadoras que se hacían en el comic book de superhéroes a comienzos de los 2000, o mejor dicho, cómo veía yo las cosas entonces. Creo que la situación actual se merece un comentario por comparación con aquellas "promesas" de 2002, o mejor dicho de nuevo, con las promesas que yo creía ver entonces. Pero será mejor hacerlo en un futuro post. Coming soon.
Varios autores
World Comics
X-FORCE
Peter Milligan y Mike Allred
Marvel Comics
No dejo de asombrarme ante la velocidad cada vez mayor a la que la industria, ésta o cualquier otra, fagocita las modas y tendencias más nuevas. Cual Saturno con sus hijos, la maquinaria perfectamente engrasada del mainstream devora sin miramientos a sus vástagos más atrevidos, los más llamativos y originales, para nutrirse de ellos mediante la explotación comercial de sus descubrimientos. Hallazgos que son genuinamente innovadores, verdadero arte, son rápidamente estandarizados y fabricados en serie, previa trivialización para venderlos “mejor” al gran público. Del trabajo de esos visionarios, los mamporreros de la industria copian rápidamente lo que es fácil copiar, es decir, lo formal, el envoltorio, el celofán; pero nunca el fondo, la sustancia, la esencia. Claro, la esencia es mucho más difícil de capturar y de reproducir, porque para eso hay que tener talento, que es lo que tienen los auténticos artistas pero no sus imitadores. Así, lo que en origen es vanguardista pronto (cada vez más pronto) deja de serlo para ser deglutido, desnaturalizado y reducido a papilla por el implacable aparato digestivo de la industria. El ciclo es siempre el mismo. En el cine, en la música o en los cómics, da igual.
Los pioneros, generalmente, sólo pueden crear con libertad en los márgenes del mercado, en sus periferias y arcenes más olvidados. Ahí se les deja hacer lo que quieran porque nadie da un duro por ellos. Si tienen la suerte (más bien el talento) de dar con la tecla -y la gente se entera de ello, claro-, les llega el éxito. Y una vez captada la atención del comprador, ya no hay vuelta atrás. La industria también se va a fijar en ellos para sacar tajada de sus logros. Sucedió a principios de los sesenta, con Atlas (luego Marvel) a punto de chapar por falta de ventas justo antes de que Lee, Kirby y Ditko dieran con EL filón. Sucedió en los setenta con Claremont y Byrne en un título maldito como X-Men, que ni siquiera un Neal Adams en plenitud de sus facultades había podido salvar años antes. Sucedió en los ochenta con Miller y Moore, que entraron de puntillas en la industria y recibieron personajes deshauciados que ya no importaban a nadie: Daredevil, La Cosa del Pantano. Tras su paso por ellos vendrían los Prestigios, la “revolución del 86”, Vertigo y toda la pesca, casi nada. Una rica herencia que durante los noventa pareció irse por el desagüe gracias a vulgares sucedáneos de aquello, a impostores y plastas del calibre de Gaiman o a guionistas retro que miraban hacia los sesenta. Y hace ahora tres años, sucedió de nuevo. Por aquel entonces, muchos de nosotros dábamos por finiquitado el género superhéroes, viendo cómo de aburrido y rancio estaba el patio: mucho revival y mucha nostalgia, pero de darle al magín para inventar algo nuevo, nada de nada. Sin embargo, cuando menos lo esperábamos, justo como en la vida misma, aparece (mayo de 1999) algo como The Authority, de Warren Ellis y Bryan Hitch. Y de nuevo unos autores desconocidos para el gran público, gente con talento y voluntad de innovar a los que se les había dado libertal total, conseguían sorprendernos, interesarnos, incluso entusiasmarnos. Aun cuando en The Authority había elementos reconocibles, había también cosas nunca vistas, o mejor dicho, nunca vistas de aquel modo.
No hay que olvidar que cualquier creador parte siempre de cosas ya inventadas por sus mayores; nadie nace sabiendo. Lo que realmente da originalidad a sus creaciones es tener una visión propia y saberla aplicar a todo ese bagaje que han mamado. Incluso inteligencias superiores como Kirby, Ditko, Miller o Moore partieron de materiales que no eran suyos; la cuestión es que supieron hacerlos suyos porque se esforzaron en pensar de manera distinta a sus coetáneos. Eso y no otra cosa es el progreso, cultural en este caso. Y en The Authority había sucedido algo parecido. En ella se llevaban los superpoderes al terreno de la política y el poder reales (Moore ya lo había hecho primero en Miracleman, Miller en Dark Knight) y también se jugaba la baza de lo impredecible en los argumentos (ya lo habían hecho antes Claremont y Byrne en La Patrulla). Se asimilaban lecciones aprendidas del manga (destrucciones masivas, hiperviolencia, narrativa cinética, acelerada y muy visual; diálogos mínimos pero exactos) y se inyectaba esa adrenalina, esa visceralidad y exceso que Miller había aportado a los superhéroes. También estaban presentes el humor negro, los personajes cínicos y malhablados, el fondo político-subversivo, todos del palo Vertigo (John Constantine y Predicador sobre todo, pero también Invisibles). Había también ciencia-ficción (como en todos los superhéroes clásicos, desde Superman hasta la Marvel de Kirby) y la herencia conceptual más lejana de la Edad de Plata (Liga de la Justicia de America), junto al sentido de la grandiosidad de Los Vengadores o de la mucho más reciente JLA de Grant Morrison. Cuatro décadas, en fin, del comic book USA, actualizadas por la influencia "europea" vía Vertigo y la japonesa del manga y del anime, claves en los noventa. En lo gráfico, la planificación de The Authority era más innovadora de lo que parecía a primera vista, por sus tremendas elipsis y su formato “cinematográfico”, y el color de Laura Depuy -inédito, espectacular, utilizando el Photoshop de un modo inteligente al fin- conseguía aportar algo así como la dirección de fotografía a toda la película. La conjunción exacta de todos esos materiales conseguía ser fresca y original; las sensaciones eran razonablemente nuevas. Como la fórmula secreta de la Coca-Cola, lo que confería la originalidad al producto era la peculiar mezcla de todos sus ingredientes, no los ingredientes en sí mismos. Y queríamos más de aquello. Por supuesto, la industria se iba a encargar de proporcionárnoslo mucho más rápido de lo que podíamos imaginar.
Casi coetáneamente a The Authority (en realidad un mes antes) aparecía Planetary, donde el mismo Ellis trabajaría con conceptos parecidos aunque de forma más sutil y cerebral, con más subtramas y subtextos y un trabajo de guión más serio. No me detengo más en esta magnífica serie, que ya reseñó Enrique Vela aquí mismo (U # 21). Lo que ahora importa es que la mente pensante que estaba tras este núcleo germinal fue la misma, Ellis, un tipo oscuro que no por casualidad venía de Vertigo, otro de esos “guionistas británicos raritos”. Fue Ellis quien descubrió la piedra filosofal para los superhéroes del nuevo milenio, el que consiguió capturar algo que llevaba tiempo en el aire, esa combinación de, resumiendo, Marvel+Vertigo (en el sello Marvel Knights se intentaba algo parecido desde un año antes, con resultados mucho más irrelevantes y olvidables).
Tras abandonar Ellis y Hitch The Authority, fueron sustituidos por Mark Millar y Frank Quitely, quienes, para sorpresa de todos, consiguieron elevar el listón creativo, sublimando los conceptos y añadiendo más leña a aquel fuego. Millar hizo que todo en la serie fuese MÁS. Más político, más sarcástico, más extremo, más irreverente, más imprevisible. También jugó con los clichés superheroicos para destrozarlos de modos que el lector nunca era capaz de anticipar. Y planteó de manera más bruta y directa que Miller (Frank) cuestiones políticas peliagudas: ¿por qué los superhéroes siempre van a por criminales de poca monta, pero nunca a por “los cabrones de verdad”, el enemigo real, dictadores sanguinarios, gobiernos corruptos, servicios secretos que practican terrorismo de Estado, grandes corporaciones sin escrúpulos? Es decir, ¿por qué no van nunca contra El Poder? Por su lado, Quitely, con su impactante estilo (¿Corben+Hermann+Talbot?) y una planificación inaudita, a años luz de cualquier otra cosa, demostraba que se había convertido en el dibujante más completo y original que había en el mercado de superhéroes USA; de hecho, lo sigue siendo a día de hoy.
La voz se corrió, el público respondió, la maquinaria se puso en marcha. Hoy, apenas tres años después, a The Authority le han crecido los enanos. Lo que hasta hace muy poco nos parecía nuevo, ya es viejo y ha sido incorporado a la cadena de montaje. No es sólo que la propia Authority hace tiempo que derivó hacia una pálida imitación de sí misma, una vez que Millar y Quitely fueron sustituidos por manos menos capaces (cuando escribo esto, la serie parece cancelada definitivamente en USA por efecto de la autocensura post 11-S), sino que también han aparecido un montón de colecciones nuevas que son puro Authority, o mejor dicho, que pretenden serlo. Promovidas desde Marvel, ansiosa por exprimir el filón, tenemos series como Ultimate X-Men, que visualmente es lo mismo. Para escribirla captaron a Millar, claro, y le pusieron un dibujante mediocre pero muy comercial (Adam Kubert) y un color que emulara apropiadamente al de Laura Depuy. Uno mira las páginas de aquello y no sale de su asombro: no, no es Authority aunque lo parezca. Luego tenemos New X-Men, ahora publicada por estos lares. En ella, a falta de Ellis o Millar, se consigue a Grant Morrison como guionista, que para ciertos editores estadounidenses debe venir a ser más o menos lo mismo; de dibujante escogen, cómo no, a Quitely. Sin embargo, y a pesar de que esto es lo mejor que se ha hecho con La Patrulla en años, la magia de Authority tampoco consigue repetirse aquí: en los primeros números de New X-Men no hay demasiadas sorpresas y hallamos lo mismo de siempre; por mucho que se intente disimular, esto es La Patrulla de toda la vida, sólo que narrativa y visualmente todo es mucho más moderno y descaradamente authorityano , y no ya porque lo dibuje Quitely (que continúa impresionante, por cierto), sino también por el color, enésima imitación del estilo de Depuy. Sin embargo, Morrison sigue siendo mucho Morrison, y aún sometido a los cánones patrulleros, continúa escribiendo diálogos implacables y colando algunas de sus perversas e inquietantes ideas. Además, en los últimos episodios parece haber conseguido distintos y prometedores derroteros para la colección; veremos. Más recientemente tenemos The Ultimates, con Millar escribiendo de nuevo y (hombre, qué casualidad) Hitch dibujando; la idea aquí es repetir con Los Vengadores la misma fórmula de The Authority. Hasta el momento he leído los cuatro primeros números y, la verdad, me han parecido muy irregulares: a ratos realmente espectaculares, a ratos espectacularmente aburridos; la cosa parece un desconcertante cruce entre Authority primera etapa y... el Marvels de Busiek y Ross. La pregunta, en fin, que uno puede hacerse con todo este asunto es: si Authority ya existe, ¿por qué ese empeño en repetir algo ya hecho? Pero así no funciona la lógica de la industria.
Afortunadamente, no todo el mundo piensa de esa manera. Porque, además de todos estos títulos, más o menos derivativos de Authority, tenemos... X-Force de Peter Milligan y Mike Allred. Y esta colección sí que ha vuelto a demostrar que en el género hay más gente con talento y ganas de jugársela aparte de los ahora omnipresentes Millar, Ellis, Hitch y Quitely (curiosamente todos ellos, incluyendo a Milligan, son británicos, o sea, europeos trabajando para Estados Unidos, tal como pasa a menudo en su industria del cine, pero ésa es otra historia). En X-Force, no por casualidad otra colección segundona y de capa caída, Milligan (o sea, Vertigo de nuevo) y Allred (un indie más o menos inclasificable) han sabido aprovechar la brecha abierta por el éxito inesperado de The Authority; me refiero a esa prisa repentina de Marvel por contratar para todas las colecciones comentadas a autores que hayan pasado por Authority o por Vertigo, incluyendo a un antiguo editor del sello, Axel Alonso, y darles a todos libertad total. Siguiendo la estela de Authority, Milligan y Allred han reinventado nuevamente el género pero en una dirección distinta a aquélla, sin intentar imitarla, explorando caminos poco o nada transitados. Veamos cómo y por qué (un aviso antes para quienes no hayan leído X-Force, aún inédita en castellano: dado que Forum no la saca aquí hasta finales de año, no reventaré los detalles más impactantes de la serie. No obstante, sí voy a analizarla en profundidad, porque la serie lo merece. Fin del aviso).
Esencialmente, esta X-Force consiste en actualizar de modo radical el concepto X-Men de Lee y Kirby, pero sobre todo el de Adams, Claremont y Byrne. Es decir, cojamos a un grupo de inadaptados, que en el mundo Marvel quiere decir mutantes, y volvámoslos dosmiles. Como no estamos en los ingenuos sesenta ni en los alegres setenta, sino en en mayo de 2001 (fecha de aparición de estos X-Force en USA), la Academia Para Jóvenes Talentos significa hoy Spice Girls, Backstreet Boys, o más exactamente y por lo que nos toca, Operación Triunfo (o como demonios se llame su equivalente en la televisión anglosajona). Es decir, los X-Force del 2001 son un grupo prefabricado por mentes empresariales sin escrúpulos con el solo objetivo de explotarlo comercialmente: derechos de imagen, merchandising, exclusivas para prensa y televisión. La humanidad ya no teme a estos mutantes, al contrario, son adorados como auténticos ídolos del pop; tienen groupies y stalkers que les acosan. La única diferencia con el mundo real es que los miembros de este grupo, en lugar de cantar y bailar, tienen superpoderes. Si incluso hay uno -la “mascota” de X-Force, Doop- que se encarga de filmar constantemente, a lo Gran Hermano, las vidas de los miembros del grupo, sus sangrientas misiones, las bajas que causan, y que sufren en sus propias filas. Por supuesto, el trabajo de “héroes” es lo que menos les importa a estos mutantes; en realidad eso es la excusa para conseguir fama, poder, prebendas, dinero. U-Go Girl, la chica del grupo, lo deja bien clarito en este diálogo procedente del #116 USA: “La mejor mesa del restaurante. Dinero. Sexo. Fama. Poder. Todo eso... ¿Acaso no es de eso de lo que va todo esto? Las misiones a las que vamos... son sólo el espectáculo que debemos dar para poder tener esta vida”. El planteamiento, más brutal, actual y realista -quitando el elemento fantástico, claro-, no puede ser. En nuestras sociedades post-todo, donde el materialismo parece haber alcanzando su paroxismo, ningún lector podría tragarse que, de existir mutantes en la vida real (gente que en origen son marginados, desclasados, es decir, resentidos), iban a dedicarse a defender altruistamente a la sociedad.
Consecuentemente con esta idea de “hacer el bien sólo si reporta beneficios”, las misiones de X-Force son turbias y nunca desinteresadas: intervenciones al estilo Delta Force en el Norte de África; rescate “gratis” de los rehenes de un secuestro con la secreta intención de mejorar la imagen pública de X-Force; rescate de un niño de las garras de un régimen comunista caribeño, teóricamente para evitar que experimenten con él (la sátira del affaire del niño balsero Elián González no puede ser más clara), aunque el motivo real de la misión sea que el chaval, también mutante, es pura medicina andante y tiene a las farmaceúticas detrás ansiosas por ponerle las manos encima.
Por supuesto, no basta con que el concepto sea bueno, hay que plasmarlo en las páginas de un modo atractivo, moderno, que funcione. Milligan y Allred también han conseguido esto. Primero, llevando el factor de lo imprevisible hasta extremos verdaderamente arriesgados. Como es cuestión de destripar aquí la serie por completo, diremos únicamente que la tasa de mortalidad de este supergrupo es, bueno, bastante alta, algo justificado si tenemos en cuenta que estamos hablando de misiones de cierto realismo en plan SWAT o comandos de élite. Segundo, para elevar al cubo ese factor sorpresa, la serie cuenta además con unos personajes realmente potentes, de lo más atrevido que puede encontrarse hoy en el mercado USA -y no me refiero sólo al mainstream–, con comportamientos inestables e impredecibles. Frente a The Authority (menos en Planetary) donde los personajes no importaban tanto como el espectáculo , en X-Force los personajes lo son todo. Se trata con ellos de actualizar otro concepto Marvel revolucionario en su día, el de “superhéroes con debilidades humanas y problemas cotidianos”, así que eso también hay que llevarlo al límite si se desea que a los lectores de ahora no les parezcan ñoños estos nuevos héroes. La idea aquí es huir como de la peste de la corrección política y construir a unos “héroes” que sean realmente imperfectos. De este modo, la mayoría de los protagonistas de X-Force no son buena gente, porque en los círculos del famoseo real la buena gente no abunda precisamente, y si alguien lo era al principio, deja pronto de serlo. Casi todos los personajes de la serie están envilecidos por el dinero y la fama; son cínicos, trepas, codiciosos, corruptos, manipuladores, amorales. Para decirlo de modo simplista, esto sería algo así como si Bret Easton Ellis se pusiera a escribir X-Men.
Pero fijémonos en algunos de tales personajes. El dirigente en la sombra de X-Force, Coach, es un tipo realmente despreciable, preocupado sólo por amasar dinero y poder a costa de la imagen pública del grupo y los índices de audiencia, verdadero trasunto de ciertos tiburones empresariales que operan en el escenario actual de la globalización económica y más concretamente del negocio mediático. A Coach no le importa hacer lo que sea para explotar el morbo del público en torno a X-Force, incluyendo enfrentarlos entre sí o planear la muerte de algún miembro excesivamente inútil o contestatario. En cuanto al primer líder del grupo, llamado significativamente Zeitgeist (para quien no lo sepa, la expresión procede del alemán y significa algo así como “el espíritu de la época”), se trata de un guaperas egomaníaco, frío, calculador, despiadado, que en el mundo real vendría a ser como ciertos ejecutivos de gran empresa o ciertas estrellas del cine/rock obscenamente ricas y poderosas. Luego está The Anarchist, un negro malencarado, macarra, chulazo e indisciplinado al que el nombre le viene que ni al pelo. Con semejante material humano, los conflictos internos en el grupo (típicos de La Patrulla) no van a faltar, con el añadido de ese puntito extreme tan propio de las relaciones humanas de nuestros días.
Ahora bien, que los personajes de X-Force sean así de contemporáneos no quiere decir que estén hechos de una pieza, algo que siempre ha preocupado a Milligan a lo largo de su obra. Hay un lado muy duro, muy feo en la mayoría de estos X-Force, eso salta a la vista, pero también un lado tierno, débil, neurótico. Y, conforme los vamos conociendo, nos sorprenden, tal como sucede con la gente de la vida real. A medida que la serie avanza y los personajes interactúan entre sí, vamos descubriendo matices insospechados de su personalidad, giros de su comportamiento que no esperábamos y que desbaratan los prejuicios que nos habíamos creado sobre ellos. Unas veces para mal y otras para bien. The Orphan, actual líder del grupo, es un mutante hipersensitivo pero también extremadamente sensible y atormentado, al que vemos llorar durante un par de misiones y que, además, tiene serias tendencias suicidas (juega a la ruleta rusa todas las noches antes de acostarse). Sin embargo, tras varios episodios, descubrimos que no es para nada el blandengue que parecía, sino alguien con verdadera madera de líder además del único miembro del grupo con una moral digna de ser llamada así. Sensibilidad no quiere decir debilidad, y no es el mundo quien nos obliga a renunciar a nuestra ética sino nosotros mismos, es el mensaje que Milligan nos deja caer de modo sutil al insertar a este personaje, íntegro y ético, en el contexto materialista crudo y duro de la serie (de nuestra sociedad actual). Tenemos también a la pelirroja U-Go Girl, enganchada a los estimulantes, obsesionada por ser la líder del grupo, insultantemente cínica y ambiciosa, lianta y embaucadora como sólo una mujer bonita puede serlo. Pero ella también ha evolucionado de modo sorprendente, sobre todo desde que ha conocido a Orphan. Porque aquí también hay soap opera; por supuesto, soap opera igualmente extrema. Es como si Cíclope y Jean Grey se hubieran encontrado en el mundo actual, o sea, dos jóvenes prematuramente envejecidos por los problemas emocionales y psicológicos propios de nuestra época (hastío vital, tendencias depresivas, falta de autoestima o exceso de ella, sensibilidad como serio obstáculo para integrarse en una sociedad despiadada y embrutecida, incomunicación, individualismo, materialismo, culto al éxito, falta de valores éticos a los que agarrarse). Está claro que unos personajes así enganchan al lector actual. Milligan ha realizado un trabajo muy fino, y tan sólo unos pocos episodios le han bastado para construirlos: tienen un pasado, una personalidad, te importan, quieres saber más de ellos. Así solía pasar en los mejores tiempos de la Marvel. Tebeos de género fantástico planteando conflictos morales y emocionales, hablando de nosotros aquí y ahora.
Además de personajes, la serie cuenta con una riqueza argumental rara de encontrar hoy día. En un mercado donde la mayoría de colecciones alargan durante números y números argumentos que a Kirby o Ditko le habrían durado un solo episodio, incluso menos, en X-Force las tramas se suceden vertiginosamente, discurren de modo desbordante pero a la vez entrelazado y fluido, como sucedía en las buenas épocas de La Patrulla. De hecho, en los últimos episodios, el rollito Ricos y famosos ha dejado paso a otra cosa que aún no sabemos bien qué es. Cuando escribo esto, se están tocando temas como las relaciones sentimentales (hetero y homo), el racismo o la homofobia, siempre, por supuesto, dentro del marco argumental de aventuras (espaciales ahora mismo) y del sarcasmo políticamente incorrecto predominante en la serie, que no deja títere con cabeza: Milligan no sólo se ríe de los racistas o de los homofóbicos, sino también de ciertos tópicos victimistas y autocompasivos que la propia comunidad gay o negra maneja a veces en su beneficio. En la misma línea de avance frenético de la serie, incluso encontramos personajes que, tal como pasaba con el kamikaze Kirby, aparecen y desaparecen en un sólo número. Todo comienza a velocidad de crucero en el # 116 USA, el primer episodio que firman Milligan y Allred, un número extraordinario como hacía tiempo que no se veía, que arranca en medio de una historia ya empezada, como si hubiésemos llegado tarde al cine y la película fuese por la mitad. Milligan, más punk que nadie, se pasa por el forro la continuidad, hace tabula rasa e ignora por completo los ciento quince episodios anteriores, que se dice pronto. Los personajes son nuevos, las situaciones son nuevas, todo es nuevo aquí. Nada de eso nos es presentado, no tenemos referencias a la que agarrarnos, y, sin embargo, la historia funciona y se entiende, todo está en su sitio, bien construido. Tras pasar la última página, asombrados, intentamos asimilar todo lo que ha sucedido en esas 22 alucinantes páginas: el apabullante desfile de personajes, definidos con unas pocas frases y acciones, los diálogos mordaces e hirientes, el humor seco y negro, la brutalidad extrema, física pero sobre todo emocional; el tono nihilista y a la vez poético que lo impregna todo. Y el desenlace, una auténtica pasada, nos deja la sensación de que después de eso puede suceder literalmente cualquier cosa. Para cuando cerramos el tebeo, ya no cabe duda: reconocemos esa emoción especial que producen las experiencias nuevas.
En los episodios siguientes, quitando algún número de relleno, la cosa no decae sino todo lo contrario. Los personajes, ya se ha dicho, crecen y evolucionan a ritmo impensable para la mayoría de atrofiadas colecciones de hoy día; la progresión argumental es cada vez más imaginativa, entretenida y apasionante; los diálogos son más brillantes y certeros, las réplicas más afiladas. Todo tiene un trasfondo inteligente, sutilmente político, a veces filosófico y casi siempre humorístico (preferentemente sarcástico, claro, muy Vertigo, muy Milligan). Aquí hay verdadera cultura, y procede de algo tan supuestamente basura como un cómic de superhéroes. Y es que el talento no conoce fronteras, ni de géneros ni de mercados. Con talento, imaginación, voluntad y trabajo (mucho trabajo) es posible transmitir desde cualquier género ideas inteligentes, emociones hondas y verdaderas, crítica social, filosofía, lo que sea. Y además, es posible hacerlo de modo entretenido, sin dar el tostón, deleitando.
El dibujo de Allred es otra de las piezas esenciales para sustentar el delicado mecano de X-Force. En cuestiones exclusivamente técnicas (perspectivas, escorzos, fondos), Allred comienza tan torpe como de costumbre, pero hay que reconocer que en números posteriores el hombre se esfuerza y mejora una barbaridad, realizando su mejor trabajo hasta la fecha. Sin embargo, es en el plano estrictamente del grafismo donde el estilo de Allred encaja mejor con las ideas de Milligan. Ese aspecto tan intencionadamente pop de su dibujo, reforzado por los colores planos de Laura Allred, viene como anillo al dedo para lo que aquí se está contando, al fin y al cabo, la historia de unos iconos populares adorados por las masas. Y la actualización con un punto modernete indie que Allred ha hecho de los viejos uniformes de la Marvel (estilo La Patrulla original: botas remangadas, calzones) no sólo es vistosa y tiene su gracia, sino que también funciona en la historia. Asimismo, el contraste de este dibujo amable con la crudeza de lo que se cuenta queda fuerte, chocante, y añade visualmente más subtexto y textura a la narración. Por otro lado, en los rostros que dibuja ahora Allred hay un toque deprimente, melancólico, que recuerda en más de un personaje (U-Go Girl sobre todo) a los freaks extrañamente atractivos que dibuja Daniel Clowes. Y no creo que sea casual, porque también en estos guiones de Milligan pueden sondearse ciertas resonancias de Clowes (la mezquindad, la frialdad, la autoconsciencia de los personajes; lo triste, lo vacío, lo sórdido que es todo). No en vano la década de los noventa ha dejado tras de sí un buen puñado de obras maestras paridas no en los superhéroes sino en el underground (Clowes y su quinta: Tomine, Ware, Brown, etc., ya sabemos quiénes), y cosas como X-Force demuestran que durante todo este tiempo mucha más gente de lo que parecía ha permanecido atenta a lo que editaban Fantagraphics o Drawn and Quarterly. Milligan y Allred han leído esos tebeos, eso está claro, y da la sensación de que estaban ansiosos por incorporar algunos de los hallazgos indies a la industria de los superhéroes en cuanto ésta se lo permitiese.
Sí, Milligan y Allred lo han hecho bien. Los editores les han dado la oportunidad y ellos la han aprovechado, ensamblando piezas de diferentes procedencias y géneros para obtener un producto fresco e innovador, que no se parece a nada que se haya hecho antes, sencillamente (es un decir) porque no se le ha ocurrido a nadie antes que a ellos. ¿Cuánto tiempo tardará en ser deglutido y clonado? Seguro que poco. De momento, lo único que podemos hacer es seguir disfrutando mientras dure. La bola que echó a rodar con The Authority/Planetary ha crecido y está arrastrando a más creadores de primera fila, provocando una nueva revolución en los superhéroes como no habíamos visto desde hace quince años. Ahora tenemos a Peter Bagge haciendo Spider-Man. ¿Qué vendrá después? Tampoco podemos saberlo, pero ahí está la gracia. Lo único que sabemos es que, definitivamente, esto mola, y no queremos perdernos un solo detalle.
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X-FORCE, como muchos sabéis, se convirtió poco después en X-STATIX. El texto anterior procede de una reseña doble que publiqué en la revista U nº 24, junio de 2002. No he retocado nada del texto original. Evidentemente, quien la escribió fue otra persona, porque yo he cambiado y soy alguien distinto. Hace casi diez años de aquello, y hoy no emplearía determinadas expresiones ni hubiera escrito algunas de esas ideas, o las diría de otra forma. Pero me ha parecido interesante rescatar la reseña porque refleja cómo eran las cosas en las series más renovadoras que se hacían en el comic book de superhéroes a comienzos de los 2000, o mejor dicho, cómo veía yo las cosas entonces. Creo que la situación actual se merece un comentario por comparación con aquellas "promesas" de 2002, o mejor dicho de nuevo, con las promesas que yo creía ver entonces. Pero será mejor hacerlo en un futuro post. Coming soon.
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