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domingo, 8 de diciembre de 2013

ABRIENDO EL GARAJE HERMÉTICO


En el Festival de Angoulême de este año corría un rumor incesante: Jean “Moebius” Giraud no había acudido a la cita anual porque estaba muy enfermo. Desde hacía años arrastraba discretamente un linfoma del que apenas se había hablado en los medios. Tal vez por eso, su muerte el pasado 10 de marzo ha causado una conmoción difícil de encajar entre sus seguidores. Al fin y al cabo, se marchaba una leyenda viva, uno de los grandes dibujantes de la historia. No solo del cómic sino, si atendemos a su influencia mundial, de la cultura de la segunda mitad del siglo XX.


Abriendo el garaje hermético
GIRAUD/MOEBIUS


A mediados de los sesenta, una nueva generación de autores llegaba al cómic francés. A diferencia de la anterior, eran jóvenes con estudios artísticos que habían elegido el cómic como medio de expresión, no simplemente como modo de vida dentro de lo que era entonces un medio industrial de masas eminentemente infantil. Entre ellos estaba Jean Giraud. “Queríamos conectar la ambición del arte y de los cómics”, recordaba el dibujante en 2011 en una entrevista de Geoff Boucher para ‘Los Angeles Times’. “Combinar el sueño de ser artistas con la cultura y la tradición de hacer cómics. Queríamos poner arte en el cómic y al cómic dentro del arte, y luego enviárselo al público”.

Nacido en 1938 en un suburbio parisino, Jean-Henri Gaston Giraud creció en una familia modesta de padres separados, con una infancia alimentada por las fantasías de los tebeos accesibles a los niños franceses de la época: el Tintín de Hergé, la revista ‘Spirou’, tiras de prensa americanas como “El hombre enmascarado”, “Mandrake el mago” o Flash Gordon”. Un nuevo mundo cultural se abrió para el adolescente Giraud en la Escuela de Artes Aplicadas de París, con el descubrimiento de nuevos referentes del arte, el cine y la literatura, y con compañeros de clase como Jean-Claude Mézières, destinado más tarde a crear junto a Pierre Christin un cómic de ciencia ficción de gran éxito (“Valérian”, una de las referencias estéticas no declaradas de “La guerra de las galaxias” de George Lucas). Pero Giraud no llegó a concluir su formación artística. En 1955 se marchó a México a visitar a su madre, instalada allí con su nuevo marido; nueve meses de viaje iniciático durante los que descubre el sexo, la marihuana, la revista satírica ‘MAD’ y el desierto, un motivo recurrente en toda su obra posterior.

Nariz rota

Tras volver a Francia para cumplir el servicio militar –su trabajo en una revista militar le entrena como dibujante y a la vez le libra de ir al frente de batalla en Argelia–, comienza a trabajar regularmente en el cómic. A estas alturas ya ha realizado numerosos trabajos de ilustración y publicado sus primeras historietas, básicamente westerns para revistas juveniles como "Frank et Jerémie" (1956), pero el auténtico aprendizaje de la profesión lo realizará como ayudante de su admirado Joseph “Jijé” Gillain, uno de los grandes nombres del cómic francobelga clásico. A diferencia de sus compañeros de generación, Jijé no se avergonzaba de dedicarse al cómic, que veía como una forma legítima, y tenía un amplio conocimiento de la historieta americana, con una especial querencia por Milton Caniff que transmitirá a su pupilo. Bajo sus órdenes, Giraud entinta un álbum entero de la serie más popular de Jijé, el western "Jerry Spring", y sus rápidos avancets gráficos le permiten ser elegido para dibujar una nueva serie del Oeste escrita por Jean-Michel Charlier para la popular ‘Pilote’, revista juvenil que este último había fundado junto a René Goscinny y otros autores, la misma en la que se publicaba Astérix. La nueva serie se titulaba “Fort Navajo”, rebautizada luego como el protagonista que se destacó del reparto coral primigenio, “Blueberry” (1963-2007). Las aventuras del teniente de caballería Mike Donovan alias Blueberry lanzarán a la fama al joven Giraud –o Gir, como las firmaba– gracias a un estilo realista de pinceladas virtuosas y detallistas, que pronto se desprendería de la influencia mimética inicial de Jijé y se prolongará hasta 2007 con más de treinta álbumes –tras la muerte de Charlier en 1989, Giraud continuó en solitario "Blueberry"– y varias series derivadas, en su mayor parte realizadas ya por otros autores.





Blueberry es un (anti)héroe moldeado a partir de los rasgos y actitud de Jean-Paul Belmondo, pero también de la tensión ideológica entre la mentalidad progresista de Giraud y la conservadora de Charlier. Y si Charlier tendía a seguir estruturas narrativas más clásicas, Giraud tenía una imaginación más viva, más volátil. "Por eso una serie como 'Blueberry' es rica: porque Jean-Michel Charlier tenía un mundo, un universo muy específico en sus actitudes –bordeando lo reaccionario, en realidad– y en aquel entonces yo era un progresista, incluso radical", explicaba Giraud en 1987 al crítico Kim Thompson en una jugosa entrevista para ‘The Comics Journal’. "El resultado es que a veces había secuencias donde Blueberry estaba diciendo algo que podía estar contradicho directamente por el modo en que estaba dibujado, por la actitud que Blueberry tomaba al decirlo. Esto creó ese tipo de vibración extraña en 'Blueberry'. Es posible que haya perdido algo de su sabor desde entonces, pero en la época en que salía era muy evidente. Sigue habiendo cierto subtexto, cierta riqueza". Para el dibujante, “Blueberry” también fue un intento de trasponer a las viñetas el lenguaje de los westerns del cine. "Son las películas vistas de niño. El cine del Oeste era muy importante para quienes fuimos niños o adolescentes en los cuarenta y cincuenta", explicaba Giraud a Kim Thompson. "Lo que yo quería era que el lector encontrase en la historieta las sensaciones que le proporcionaba el cine. Es una transposición de lenguaje". Experto en el western cinematográfico, Giraud tenía en su panteón de directores a John Ford, Anthony Mann, Sergio Leone y Sam Peckinpah.



Gir vs. Moebius

Por la misma época, primeros sesenta, Giraud había adoptado el seudónimo Moebius para un puñado de historietas que publicó en la revista satírica ‘Hara-Kiri’, notablemente influidas por sus ídolos de la revista ‘MAD’, Will Elder y Harvey Kurtzman. Este primer Moebius, en sus propias palabras, era una “regurgitación de mi entusiasmo por el trabajo que apareció en MAD. Era un fan total del trabajo de Elder… y de Kurtzman, por supuesto”. Pero, absorbido rápidamente por el trabajo al frente de la exitosa “Blueberry”, su personalidad artística Moebius no volverá a surgir hasta comienzos de los setenta, como una necesidad de liberación del oficio tradicional y las convenciones que implicaban realizar ese western comercial. Desde finales de los sesenta y bajo los ecos culturales de mayo del 68 se había ido gestando la rebelión de los jóvenes autores de ‘Pilote’, ansiosos por experimentar con la forma del cómic y dirigirse a un público no infantil, un público de jóvenes adultos con inquietudes parecidas a las que tenían los propios historietistas. El impacto del comix underground estadounidense de los sesenta, con Crumb a la cabeza, ya había llegado a Francia, y en 1972 varios desertores de ‘Pilote’ (Gotlib, Claire Bretécher y Mandryka) fundan su propia revista, ‘L'Écho des Savanes’. Giraud no es uno de ellos, pero “La desviación” (1973) será la primera respuesta a sus inquietudes artísticas; una historieta que, aunque firmada como Gir en la revista ‘Pilote’, puede considerarse el primer Moebius genuino. Dibujada con la plumilla alienígena de tramas manuales puntillistas que le haría célebre, supuso el “desvío” o desdoblamiento artístico de Giraud/Moebius, la puerta abierta a sus experimentos posteriores en el terreno de la fantasía macarrónica, metafísica o erótico-festiva.



Aunque sigue dibujando “Blueberry” para el gigante editorial Dargaud, el camino hacia la libertad creativa ya es irreversible. A finales de 1974 Giraud funda junto a Druillet y Dionnet Les Humanoïdes Associés, inspirándose en el modelo editorial del underground americano, y publican la revista ‘Métal Hurlant’ (1975), cuya versión americana, ‘Heavy Metal’ (1977), constituirá en esos años el principal canal de entrada del cómic europeo en Estados Unidos, un escaparate a través del cual también llegará a los jóvenes cineastas anglosajones del momento. 

En la gestación de ‘Métal Hurlant’ tuvo mucho que ver el hecho de que, según explicó Giraud, en 'Pilote' ya no había armonía entre las series más tradicionales y las historietas más experimentales o satíricas que estaban haciendo algunos de los jóvenes autores. Había, pues, tres opciones,: seguir igual; rebelarse (algo imposible según Giraud con Goscinny dirigiendo la revista, quien seguía escribiendo dos de las series más exitosas, "Astérix" y "Lucky Luke"), y la tercera, que fue la que escogieron: emprender una aventura editorial propia, con el modelo de la prensa underground en mente. En el número 1 de ‘Métal Hurlant’ (enero 1975) Moebius firma la portada y la primera historieta de su serie “Arzach” (1975-76), un sueño lúcido sin palabras y sin continuidad narrativa ortodoxa que dejó pasmado al público de la época. 


Pronto le seguirían otras cimas de Moebius como “Escala en Pharagonescia” (1977), una farsa futurista de humor negro, o “El garaje hermético” (1976-79), un folletín de ciencia ficción paródica con alusiones esotéricas que llamaba la atención sobre su propia construcción narrativa, dibujado con cambios arbitrarios de grafismo e improvisado como en la escritura automática de los surrealistas. La ciencia ficción literaria, a la que Giraud era aficionado desde la adolescencia por influencia paterna, nutría sus visiones fantásticas, extrañamente familiares y a la vez completamente alienígenas. Sus escritores favoritos en ese género eran Philip Jose Farmer y Jack Vance. "Hay otros tal vez mejores, Clarke, Dick, Asimov, Heinlein, pero esos dos son los mejores para mi gusto", explicaba el artista recientemente. "También Scott Card, Dean Koontz, que bordea la ciencia ficción, y es uno de los mejores de nuestro tiempo"

Pero el Moebius de los setenta también estaba inspirado por los planteamientos creativos de Robert Crumb y otras figuras del underground americano, con su apropiación de las tradiciones narrativas del cómic industrial para subvertirlas como medio de expresión personal y comentario social. Historietas como "Pesadilla blanca" (1974, publicada en ‘L'Écho des Savanes’), una crítica sobre el racismo, dan cuenta de su incursión en el terreno social pasado por un peculiar tamiz fantástico, lo que Matthew Screech denomina nouveau réalisme: una corriente de la que participan otros autores de la época que se pregunta dónde termina lo real y dónde empieza el terreno del sueño y lo imaginario, en una ciudad inundada de fantasías irracionales y decadencia moral.


De Moebius se ha dicho alguna vez que es el Crumb europeo. En parte es cierto, y en parte no. Es cierto en cuanto que los dos suponen una liberación para los historietistas de su momento, descubriéndoles nuevos horizontes creativos más allá de los cerrados códigos del cómic comercial. Ambos compartieron maestros –Kurtzman, Elder y la revista ‘MAD’– y tuvieron sus “experiencias definitivas” con drogas a mediados de los sesenta –Crumb con LSD, Moebius con hongos durante su segundo viaje a México– que les proporcionaron imágenes inspiradoras de por vida y les abrieron nuevas formas de entender el dibujo (el mundo). “Tomé los hongos en 1964, lo hice una sola vez. Fue muy violento para mi estómago. No fue agradable", recordaba el dibujante francés el año pasado en ‘Los Angeles Times’. Pero, a diferencia de Giraud/Moebius, Crumb jamás tuvo una doble cara como autor y nunca se integró en la industria del cómic ni generó un mainstream alrededor de su estilo, demasiado directo y neurótico. Giraud/Moebius en cambio, como dibujante formado en la industria, acudió a metáforas personales que podía incorporar a los códigos del cómic de género y fantasía, y su estilo fue rápidamente integrado en el mercado europeo dominante de los ochenta.

El espacio, la última frontera

Antes de eso, a mediados de los setenta, su camino se cruzó con el chileno Alejandro Jodorowsky, que le reclamó para participar en el diseño artístico y dibujar los storyboards de una adaptación al cine del “Dune” de Frank Herbert, un proyecto faraónico que pretendía reunir nada menos que a Dalí, Orson Welles y Pink Floyd. El proyecto fracasó finalmente, pero parte del equipo artístico visionario reunido por Jodorowsky –entre ellos el pintor H. R. Giger, el guionista Dan O’Bannon y el propio Moebius– será reclutado por Ridley Scott para “Alien” (1979). Se iniciaba así la influencia crucial de Moebius y la escuela ‘Métal Hurlant’ en la estética del cine de ciencia ficción moderno, y por extensión en el cyberpunk literario, si atendemos a la confesión del novelista William Gibson. Precisamente una historieta de Moebius y Dan O’Bannon que fascinaba a Ridley Scott, “The Long Tomorrow” (1976), será referente clave para los paisajes urbanos futuristas de “Blade Runner” (1982). 



De forma directa, Moebius volvió a aportar sus diseños en películas como “Tron” (1982), “Abyss” (1988) o “El quinto elemento” (1997), pero él quitaba importancia a esos trabajos. “Sólo empleé diez días en ‘Alien’ y dos meses para ‘Tron’”, declaraba en 2011 a ImagineFX, “no soy un especialista en cine, soy ante todo un dibujante de cómic y un ilustrador”. En cualquier caso, la llamada de Hollywood le hizo instalarse unos años en Los Ángeles, desde donde también colaboró con Stan Lee en “Silver Surfer: Parábola” (1988), dibujando un personaje Marvel surgido del lápiz de Jack Kirby, otro visionario de lo sublime cósmico-tecnológico a quien Moebius admiraba. Giraud veía su propio estilo como "muy americano", aunque tal vez nosotros podamos pensar otra cosa, y en "Parábola" trabajó bajo el método Marvel, con un argumento ligero de Stan Lee, textos finales de éste escritos a partir de las páginas ya dibujadas, y colores indicados al impresor por el propio Giraud. "Me gusta el modo en que trabajan los dibujantes en Estados Unidos. Es una tradición artística muy fuerte. Quería ser parte de ella, y en cierto modo lo conseguí". El cómic, por cierto, sirvió de excusa para un diálogo de la película “Marea roja” (1995) escrito por Quentin Tarantino, para deleite de Giraud, que según contó se quedó pegado al asiento cuando lo escuchó en el cine. Cuando le preguntaron en 2011 si había alguna película en que le hubiera gustado colaborar, contestó: “‘Mulholland Drive’. No ya para colaborar, sólo para estar cerca de David Lynch, para poder tocarle... Es un gigante. Podría llevarme en su bolsillo”.
Con su amigo Jodorowsky volverá a colaborar en cómics como “Los ojos del gato” (1978), una fábula fantástica de inspiración chamánica que en su planteamiento narrativo recuerda a las woodcut novels o novelas en grabados, la trilogía “El corazón coronado” (1992-1998), una farsa grotesca e iniciática sobre un profesor universitario que parece un sosias del propio Jodorowsky, y sobre todo “El Incal” (1981-1989), serializada en 'Métal Hurlant'. Esta última, una de sus series más conocidas en la que Jodorowsky le llevó a explorar nuevos territorios creativos a los que Giraud no habría llegado por sí mismo, según ha confesado el propio dibujante, era un delirio que partía del planteamiento de de serie negra futurista de “The Long Tomorrow” para irse por los cerros esotéricos pavimentados previamente por el chamanismo de Castaneda y el animismo.

Convertido en los ochenta en un autor consagrado que ya ha sido asimilado por la industria e imitado por otros dibujantes, Giraud mantuvo desde entonces una amplia actividad, alternando los nuevos trabajos como Moebius con los álbumes de “Blueberry”. “Es la serie que representa la mayor parte de mis ingresos, con tiradas de un cuarto de millón por cada nuevo álbum o así”, contaba el dibujante en 1987 al crítico Kim Thompson. “Uno podría decir que Blueberry financió los experimentos de Moebius durante cierto número de años. Ahora Moebius ha conseguido autonomía financiera, pero en los primeros tiempos eso no era posible”. Un conflicto con la editorial de Blueberry, el gigante Dargaud, llevó a una interrupción del exitoso western a finales de los setenta, paralizando concretamente "Nariz rota", una historia que saldría como álbum finalmente en 1980. La influencia gráfica de Moebius también permeará progresivamente su trabajo en "Blueberry". Giraud, de hecho, veía una relación especular entre el western y la ciencia ficción en cuanto géneros narrativos. Si el western significaba la última época en que el hombre moderno estuvo en un entorno incontrolado, el espacio de la ciencia ficción implicaba una nueva frontera, otro entorno que escapaba al control de la civilización humana. “El western es la imagen en el espejo de la ciencia ficción, donde no hay espacio ni tiempo: todo es espacio y todo es tiempo. Ese marco de referencia expandido es la característica principal de la ciencia ficción”, le explicaba a Kim Thompson en 'The Comics Journal'.

El mencionado paréntesis en la serie "Blueberry" fue aprovechado por Giraud para experimentar más intensamente como Moebius. “No hay duda de que eso supuso un cambio. Tan pronto como empecé a trabajar más consistentemente como Moebius, hubo una repentina transferencia de energía. Antes de eso, el 80% de mi energía artística la dedicaba a ‘Blueberry’, y todas mis innovaciones gráficas, mi investigación, mi vitalidad, la empleaba en ‘Blueberry’. De repente, a través de Moebius, tenía un campo mucho más amplio para experimentar, y ‘Blueberry’, al lado de eso, parecía congelado, incluso un poco aburrido. A pesar de todas las cualidades de ‘Blueberry’, también estaba la presencia del guionista, que era muy profesional, mientras que yo quería juguetear, explorar territorios desconocidos. Como resultado, 'Blueberry' perdió parte de su sustancia en ese punto. A pesar de todo, siempre he trabajado cuidadosamente en la serie, en parte por afecto al personaje, pero especialmente por respeto al público de ‘Blueberry’, que es joven, entusiasta, y ama la serie. Y a mí eso me gusta también…”


Las energías creativas fueron de este modo trasvasadas a su vertiente Moebius, un campo donde produjo nuevas series en solitario como "El mundo de Edena" (1983-2001) y retomó a viejos personajes, entre ellos al Mayor Grubert de “El garaje hermético” y, más recientemente, a Arzach. En todas ellas juega con variaciones de sus motivos visuales predilectos: las arquitecturas fantásticas de ribetes modernistas y precolombinos, el dominio de los grandes espacios –cielos, desiertos– y, por encima de todo, la imaginación biomórfica. En el universo Moebius, las formas son permeables y abundan las metamorfosis de hombre a mujer o a alienígena, de animal a planta o viceversa. En sus últimos años de carrera, inspirado por los carnets de autores de la nouvelle BD como Joann Sfar, volvió a improvisar en los tomos de la serie “Inside Moebius” (2004-2010), una metanarración humorística donde se dibujaba a sí mismo junto a sus personajes más célebres. “Creo que la ficción es una secreción de la vida humana para descifrar la realidad”, declaraba en 2011 a la web Fascineshion.com. “No es un caos sin sentido, sino más bien una fuente de comprensión y verdad, de belleza y de amor. Por eso es un nutriente esencial para entender y construir el mundo. Los artistas, escritores, mentirosos, crean el mundo”.

En otoño de 2010 la Fundación Cartier de París sancionaba el reconocimiento del arte contemporáneo dedicándole una retrospectiva. Su muerte ha generado ahora una avalancha internacional de homenajes. Neil Gaiman y el director artístico del film “Avatar” (2009) fueron de los primeros en rendirle tributo. Si el estilo Moebius fue una influencia directa para una larga lista de nombres europeos –citemos como mínimo a Enki Bilal, Arno, Manara, Frank Quitely, Josep Maria Beà o el primer Miguelanxo Prado–, las ondas de su impacto también se extendieron por Estados Unidos con Geof Darrow, Mike Mignola o Frank Miller, que tuvo su propia “etapa Moebius” en “Ronin” (1983-84). En Japón contó con admiradores declarados de la talla de Katsuhiro Otomo, Jiro Taniguchi –con quien Giraud llegó a colaborar– o el mismísimo Hayao Miyazaki, cuya “Nausicäa” (1984) fue realizada bajo el influjo de las historietas de Arzach. “Nos quedamos realmente asombrados cuando vimos los dibujos de Moebius”, declaraba Miyakazi hablando por sus compañeros de generación del manga y el anime. “Habíamos descubierto un nueva forma de mirar el mundo”. 

Dibujante fecundo de vasta obra, su curiosidad le llevó también a realizar incursiones en la animación digital o los videojuegos. Jean Giraud/Moebius, pues, no sólo es venerado en Francia como EL gran dibujante del último tercio del siglo XX; su influencia estética directa, e indirecta a través del cine, ha sido mundial. En el cómic europeo jugó un papel clave de bisagra, desde dentro de la industria, en la transición entre el cómic de consumo infantil y el cómic para adultos. Como la cinta de Moebius, donde las dos caras son la misma, fue el último de los historietistas clásicos y el primero de los modernos.

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PON ESA CINTA OTRA VEZ
Durante años la música fue una fuente de inspiración fundamental para Jean Giraud, particularmente el jazz, que empezó a oír en su adolescencia. “No me interesaba por las varietés o la chanson de la misma manera que también me sentía ajeno a la llamada música clásica, que no correspondía a mi nivel de formación ni a mi mundo”, declaraba en 2008 a Octavi Martí para ‘El País’. “El jazz me pareció una síntesis perfecta de libertad y tema, de improvisación respetando una melodía. Durante 30 o 40 años el jazz se me antojó una síntesis sonora ideal para mí. Y ese equilibrio se rompió con la muerte de John Coltrane. Lo que ha venido después lo he vivido como algo ajeno”. Más tarde Giraud descubrió estupefacto la música electrónica. “Era prometedora, aún me gusta, pero no llegó a cuajar realmente”, explicaba en otra entrevista. “Es difícil alcanzar un nivel muy alto. Es el problema con la música pop, hay limitaciones con el formato… es un poco como los cómics”.

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Arriba, el texto íntegro que preparé para el artículo sobre Jean 'Moebius' Giraud (1938-2012) que me pidieron desde la revista Rockdelux con ocasión de la muerte del dibujante en marzo de 2012. El artículo se publicó en el número de abril de ese año, en una versión bastante más recortada por razones de espacio, a pesar de que me dieron dos páginas enteras de la revista. Aprovecho la alusión a Moebius en el post anterior para publicar el texto completo aquí.

lunes, 2 de diciembre de 2013

GRAF (ADENDA)

Otras tres cosas de interés (creo) a propósito del GRAF MADRID 2013:

1) AUTOR, AUTOR. Otro de los historietistas claves que empezó en el material género y, a determinada altura, introdujo su voz de autor en sus cómics fue destacado por Juan Díaz Canales en la mesa redonda sobre «El concepto de autor en el cómic de género»: el francés Jean 'Moebius' Giraud, naturalmente. Uno de los autores que se «rebelaron» contra sus mayores en la revista Pilote a finales de los 60, justamente porque quería introducir una serie de temas y tratamientos personales en sus cómics que no tenían cabida en la línea editorial de la revista por entonces. A destacar como factores de esa «rebelión», de él y de otros nombres de su generación, 1) la conciencia de ser autores en el cómic (no es una redundancia: la tenían, como se percibe en los testimonios sobre aquella época; hablamos de jóvenes historietistas con estudios artísticos que veían el cómic como medio de expresión personal legítima) y no artesanos limitados a producir industrialmente, 2) el clima político de mayo del 68, y 3) la influencia crucial que tuvo el comix underground estadounidense (surgido precisamente al margen de la industria del cómic norteamericana) en Moebius y otros autores europeos de la época. Tardi fue otro nombre que salió a colación de esa época, primeros años setenta en el cómic francobelga.

Una cita que se comentó en la mesa redonda resume bastante bien la dualidad Gir/Moebius, o cómo entendía él mismo la relación entre su trabajo como dibujante del western Blueberry  y su trabajo experimental como Moebius:

«¿Que si Gir paga las locuras de Moebius? Es una realidad histórica. Gir es una profesión; Moebius, un estado del alma. Me es difícil definir a Moebius, porque ahí soy artista. Pero, ¿qué es ser artista en nuestro mundo? Necesitas sobrevivir, y entonces los artistas se convierten en vendedores, debes gustar a los otros o ceder parte de ti para comer. No sé, no sé...».
—Jean Giraud, Moebius
Carlos Giménez, Hom (1975-1977)
En lo tocante a España el nombre más destacado fue Carlos Giménez, como no podía ser de otra manera. Fue uno de los primeros autores españoles que, viniendo de producir material de género para agencias de cómic, comenzó a introducir una voz de autor (temas y tratamientos personales) en sus historietas, fueran más o menos de género o no (Paracuellos).

En fin, se habló de bastantes más cosas en esa mesa redonda, pero por destacar algo más: la idea de la expansión que se ha producido en el cómic de los últimos veinte años en términos precisamente de autoría, también en el material de género, así como la apertura de la gran industria francesa a las voces personales y la experimentación de autores que (un fenómeno muy propio del mercado francobelga contemporáneo) publican tanto en pequeñas editoriales «indies» como en grandes compañías tradicionales. Por lo que respecta al cómic de género norteamericano, Pepe Larraz aportó su experiencia propia, reconociendo el margen limitado que tienen para operar en Marvel con personajes-franquicia como Thor (por razones obvias ahora mismo en sus pantallas), y Kano insistió en la opinión de que una colección de comic book de superhéroes como Hawkeye, de Matt Fraction y David Aja, es cómic de género y de autor. Estoy de acuerdo, como dije en la mesa redonda, pero señalé que, como sucedió en Daredevil cuando lo cogió Frank Miller o en el Swamp Thing que escribió Alan Moore en los ochenta, con Hawkeye estamos ante un personaje secundario, y no ante los X-Men o el Capitán América (o Thor). 

Personalmente me quedé con ganas de hablar de lo que ha sucedido en el cómic español de los últimos 10 años, pero en una mesa redonda, ya se sabe, la conversación fluye espontánea de un lado a otro. Incluso en las intervenciones del público, que aportaron más perspectivas al tema del que se estaba hablando. Hubo otras ideas y un debate sobre la cuestión de la dualidad repetición/variación propia del material de género, pero lo dejo pendiente para, tal vez, otro post. Si se puede.


Hawkeye (2012), Matt Fraction & David Aja, color de Matt Hollingsworth
2) FANZINES EN EL GRAF. Aquí

3) LOS LÍMITES DEL HUMOR. La mesa redonda en Picnic con Mauro Entrialgo, Joaquín Reyes, Darío Adanti y Carlos de Diego (moderada por Borja Crespo) fue grabada en video. Yo solo digo: risas garantizadas. Ya está en YouTube, aquí

(foto: Grupo Rantifuso, tomada en el Espacio Espíritu Santo 23, en una de las salas de stands del GRAF MADRID 2013)


miércoles, 21 de marzo de 2012

MOEBIUS EL INMORTAL

Así se titula un pequeño homenaje organizado por Javier López para la web literaria Sigue leyendo, que ha preguntado por el significado personal de Moebius en la vida de varios críticos, libreros y dibujantes, entre ellos yo. Enlace

MOEBIUS: The definitive links compilation

-Alucinante recopilación de enlaces en Ragged Claws sobre Giraud/Moebius

-Fotos y otras curiosidades (algunas también alucinantes) sobre Moebius en Viñetas, el blog de joan Navarro


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Aún tengo algunas citas más en torno a Giraud/Moebius, en este caso en sus propias palabras, recordando a su maestro Jijé, con el que trabajó de ayudante a comienzos de los sesenta (Giraud llegó a entintar un álbum completo de la serie que dibujaba Jijé, JERRY SPRING).
"Háblanos un poco de Gillain, que es completamente desconocido aquí.

De acuerdo. Joseph Gillain [Jijé] es un dibujante belga. Nació a comienzos del siglo XX [1914], así que cuando le conocí debía ser unos 20 0 30 años mayor que yo. Era un dibujante de cómics establecido, con mucha experiencia, de formación clásica. Había ido a la escuela de arte antes, en una época menos decadente que la mía, y tenía un conocimiento mucho más extenso del arte: escultura, pintura, etc. A diferencia de muchos dibujantes de cómic que terminaron en los cómics un poco por accidente (porque las revistas ilustradas estaban dejando sitio a la fotografía) y que se avergonzaban de ello, él estaba encantado y proclamaba su implicación en los cómics como algo legítimo. A diferencia de la mayoría de sus colegas europeos, tenía un buen conocimiento del cómic americano, y había creado una síntesis entre la ilustración clásica y la narración estadounidense. Se centraba mucho en Milton Caniff, al que veía como a un genio. Él no era el único –mucha gente era fan de Caniff– pero generalmente no podían explicar por qué [risas]. Gillain, sin embargo, podía hablar dos o tres horas sobre los aspectos gráficos del dibujo de Caniff, explicando las razones de su calidad. También era capaz de hablar de Caniff de la misma manera en que los críticos pueden hablar sobre Rafael. Cuando le conocí su carrera en los cómics abarcaba 20 años, y le tenía una admiración sin límites. La calidad de su línea, la firmeza de su dibujo, aunque con gran sensibilidad; su capacidad para mostrar la naturaleza, y nunca de una manera cliché. Para él, un árbol era algo vivo que respiraba, no era solo un objeto que avanzaba la historia, si sabes lo que te quiero decir.

[...] Era lo mismo con los árboles. Nunca dibujaba un caballo... era ese caballo. Y ese caballo tenía una cierta musculatura específica, una cierta forma".
Jean Giraud, en la entrevista de Kim Thompson para The Comics Journal (1987). Arriba y abajo, portada y página de Jijé para JERRY SPRING

miércoles, 14 de marzo de 2012

JOVEN Y CURIOSO Y PODEROSO

«Podía entrar en una cafetería aleatoria de París para tomarte algo, y allí habría un poster o una lámina de Moebius, enmarcada en un lugar de honor tras la barra. En ocasiones, podía parecer que estaba en todos lados. Casi cualquier persona que te encontraras, incluso gente sin ningún tipo de vínculo con los cómics o el cine, tenía una historia de Moebius, o al menos conocía su nomnbre. Compartimos el mismo editor en Francia, así que en los últimos años, en diferentes ciudades y lugares, tuve la suerte de poder pasar unos cuantos buenos ratos con él. Su apodo para mí era “Pol Pot”. Él podía presentarme ante otros como Pol Pot, nunca se cansaba de la broma.

Perdonadme si suena como un cliché, pero su muerte ha sido un completo shock para mí. El pensamiento de él muriendo nunca pasó por mi cabeza, literalmente. Parecía tan jovial y cómodo en su propia piel. Sé que conforme se hacía mayor, sus problemas de salud le impidieron dibujar durante algunas temporadas. No quería confiar en la cirugía tradicional o en las medicinas para lidiar con sus problemas; prefirió tratamientos holísticos “más suaves”. En sus últimos años, pasó fases en las que todo lo que podía esbozar eran diseños garabateados que, aunque bastos, seguían siendo hermosos y llenos de fuerza. Esas líneas errantes señalaban su dolor físico. Y, entonces, ahi podía regresar, de nuevo en plena posesión de sus facultades. [...] Me enteré casi tan pronto como falleció. Resultó que estaba despierto en medio de la noche y recibí la noticia de un amigo común. Y no quería creérmelo; apenas habia transcurrido media hora desde su muerte, la noticia todavía no había llegado a los medios, así que en cierto modo esperaba que se tratara tan solo de un nuevo caso de “celebridad asesinada por internet”, que actualmente parece ser el pasatiempo morboso de los bromistas crueles e idiotas. Creo que nunca he conocido a una persona más tranquila que Jean. Irradiaba una poderosa energía espiritual. Era casi imposible siquiera pensar en él como un anciano, porque de alguna extraña manera, realmente no era viejo. Tenía una cualidad que he visto muy raramente en adultos: una especie de fascinación infantil por, bueno, prácticamente todo. Lo mantenía preternaturalmente joven y curioso y poderoso».
Paul Pope, en el extenso homenaje a Moebius que ha preparado David Fernández, con muchas más declaraciones.

Arriba, un homenaje de Paul Pope a Moebius (la página original homenajeada de Moebius, aquí)

martes, 13 de marzo de 2012

LAS CONVENCIONES Y LA LIBERTAD

«Asesino a sueldo es una historia que me encanta, la encuentro genial. Es una historia hecha con absoluta libertad, que se burla constantemente de sí misma, que se ríe de todo y de todos, y que termina con una revelación. Es un espacio liberado, pero ya me había saltado los convencionalismos mucho tiempo antes, cuando hice La Desviación. Las convenciones las aceptamos todos, en realidad se imponen de manera implícita, forman parte de la cultura. Empecé a desembarazarme de las convenciones cuando dejé el “estilo Blueberry”, que es el ejemplo perfecto de un estilo convencional -en este caso, el término convencional suena un poco peyorativo, yo lo llamaría sistema, sistema convenido de representación. Pero jugar en espacios recién liberados es otro cantar. No basta con liberarse para conseguir de golpe la felicidad total. La mayor parte del tiempo se es más feliz con lo convencional que con lo inesperado, porque no se sabe muy bien qué hacer con la libertad».
Moebius, en la introducción al álbum LAS VACACIONES DEL MAYOR (Ediciones B, 1996), citado en El blog ausente. Hay muchas más citas, como decía abajo. Para leer un buen rato.

BLUEBERRY EN BRUSELAS

Álbum de fotos de Óscar Peñate de una exposición de originales de BLUEBERRY que visitó en Bruselas en el 2009 (gracias, Óscar)

EL ESPÍRITU DE MOEBIUS

«Se puede decir con la boca grande que Jean Giraud, Moebius, es uno de los dibujantes cardinales del mundo y un narrador en cómic excepcional e innovador, pero no creo que sea pecar de insolencia el afirmar que su "discurso" no ha ido nunca mucho más allá de la palabrería new age y de la mezcla más o menos afortunada de doctrinas y disciplinas entre las que pajarean el asunto del zen y la mística del salón de té. Pero de esa arriesgada imaginería temática que acuñó le salvaría siempre el sentido del humor, la comedia como discurso mismo y, sin duda, la contribución directa o indirecta a su obra de Jodorowsky, que le aportaría algunos interlineados paganos, esotéricos y cultos. Si nos ceñimos al ámbito de lo plástico, resulta también que esa mescolanza de parajes insulares, atuendos únicos e imaginería que referencia tonos mitológicos, regios, proletarios, asiáticos, castrenses y alienígenas en afortunada convivencia, tiene asimismo la capacidad de hacerse discurso por sí sola, y con tal enjundia que la ciencia ficción toda tendrá que reconocer su calidad germinal y notificar la vigencia del autor cada equis tiempo. Así lo hará, a finales de los noventa, el especialista en pastiches –a menudo gloriosos– Luc Besson, que no sólo acude a Moebius para incorporarlo al departamento de dirección artística de El quinto elemento (Le cinquième element, 1997), sino que hará de su película una genuflexión ante ciertos mundos futuros de Métal Hurlant y en aprticular un guiño actualizado, casi una apropiación apócrifa y consentida, de las propuestas de El garaje hermético y El Incal».
Rubén Lardín, «Jean Giraud/Moebius. La aventura cinematográfica», en Jesús Palacios (coord.), Métal Hurlant y el cine fantástico, San Sebastián, Donostia Kultura, 2009, pp. 126-127.

Otra cita a modo de coda:
«Jean Giraud suele referirse a Alien y Tron como los grandes hitos en su carrera cinematográfica, aunque sin dejar de puntualizar que aquellas, como el resto, no dejaron de ser aportaciones a productos ajenos e industriales en los que "sabiéndome competente, me mantenía en el lugar que me correspondía". Y es que, aunque estrella mundial de los cómics, Moebius siempre fue a ojos "del cine" algo parecido a una aplicación, casi un software generador de naves, artefactos, vestuario felliniano y arquitecturas imposibles a las que alguna intuición de ingeniero loco hacía verosímiles. Sin "saber" el cine que le estaba debiendo mucho más desde los años de Métal, al dibujante el hecho de trabajar contratado y ajustándose a las circunstancias le despertó muchas veces las ganas de levantar algún proyecto en el que tuviera potestad absoluta, como el finalmente abortado Starwatcher que debía producir Ridley Scott en los años ochenta, hoy cuatro minutos residuales en YouTube, entre el teaser y el cortometraje, de lo que se pretendía la primera película de animación 3D generada íntegramente por ordenador [...]».
Rubén Lardín, mismo artículo citado, en Métal Hurlant y el cine fantástico, San Sebastián, Donostia Kultura, 2009, p. 129.

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Los 4 minutos de STARWATCHER (1992):

MOEBIUS SEGÚN MOEBIUS

«Dibujé The long tomorrow en 1975, cuando trabajaba con Alejandro Jodorowsky en la adaptación cinematográfica de Dune. En principio, Douglas Trumbull debía ocuparse de los efectos especiales, pero, al no llegar a un acuerdo, Jodorowsky contrató a Dan O’Bannon para reemplazarlo. Dan vino a París. Barbudo, vestido informalmente, era el típico poshippie californiano. Su verdadero trabajo empezaría cuando se iniciara el rodaje, cuando se contase con elementos materiales. Como todavía estábamos en la etapa de los preparativos y de las ideas, no tenía prácticamente nada que hacer y se aburría bastante. Para matar el tiempo, dibujaba. Dan es conocido sobre todo como guionista, pero es un excelente dibujante. De haberlo querido, hubiera podido convertirse en dibujante de historietas. Un día, me enseñó lo que dibujaba: era el story-board de The long tomorrow. Una historieta policíaca clásica, pero situada en el futuro. Me entusiasmó. Cuando los europeos se lanzan a ese tipo de pastiche, el resultado nunca es del todo satisfactorio: a los franceses les queda demasiado a la francesa, a los italianos demasiado a la italiana... Tenía ante mis ojos un pastiche que era más original que el propio original. Creyendo parodiar, Dan seguía la tradición. Como la historia era muy potente, enseguida presentí que me permitiría jugar gráficamente, con toda libertad, sin artificios convencionales, para concentrarme constantemente en un sujeto fluctuante. El traje de Pete Club, por ejemplo, está en el límite de lo ridículo, muy lejos de la tradición y la gabardina a lo Bogart. Y lo mismo ocurre con la mayor parte de los elementos visuales. Seguí escrupulosamente el guión de Dan. Me gustaría que un día se publicasen las dos versiones, una al lado de la otra. Como la historieta le gustó a todo el mundo, le pedí una continuación, pero no me atrajo. Era simplemente una aventurita y nunca la he dibujado. Tras el fracaso de Dune, Dan me llamó para Alien... pero ésa es otra historia».
Moebius, en la introducción al álbum THE LONG TOMORROW. Muchos más textos suyos en El blog ausente

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THE LONG TOMORROW en sí misma


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Dan O'Bannon recuerda los días del fallido DUNE de Jodorowsky

lunes, 12 de marzo de 2012

EL PRIMER MOEBIUS

El de los primeros 60 que publicaba en la revista Hara-Kiri, bajo la influencia evidente del MAD fundado por Harvey Kurtzman. Tres historietas en una edición española de 1970 (publicadas en la revista Nueva Dimensión), escaneadas y subidas en El blog ausente (gracias, Absence)

domingo, 11 de marzo de 2012

REMEMBERING MOEBIUS

«Éste era el dibujo de la portada del primer Métal Hurlant que vi. Yo tenía –¿qué?– 14 años y estaba en París en un intercambio francés con mi clase, y esta espléndida revista llena de cómics abrió mi mente a lo que los cómics podían ser, y en particular al arte de Jean Giraud, alias Moebius, que había dibujado aproximadamente la mitad de la revista de una forma que parecía a la vez familiar y extraña por completo, haciéndolo muy poderoso y perfecto. Dibujaba historias diferentes en diferentes estilos, y lo único que parecían tener en común es que eran hermosas. Compré una copia. Sólo podía permitirme un número de la revista, pero era suficiente.

En realidad no podía entender de qué iban las historias de Moebius, pero pensé que era porque mi francés no estaba a la altura (sí pude entender la esencia de la historia de Den de Richard Corben, que me encantó también, y no sólo por los desnudos, pero las historias de Moebius eran, obviamente, mucho más profundas).

Leí la revista una y otra vez y envidiaba a los franceses porque tenían todo lo que yo soñaba en los cómics... bellamente dibujados, cómics visionarios y literarios, para adultos. Sólo deseaba que mi francés fuese mejor, para poder entender las historias (que yo sabía que serían increíbles).

Yo quería hacer cómics como ésos cuando creciera.

Finalmente leí las historias de Moebius en ese Métal Hurlant cuanto estaba en mis veintitantos, en una edición traducida, y descubrí que las historias no eran realmente brillantes. Más bien eran como una corriente de conciencia gráfica con el absurdo de Ionesco. La profundidad literaria y la brillantez de las historias habían estado en mi cabeza. No importaba. El daño estaba hecho desde mucho antes.

Estuve con Jean Giraud en un par de ocasiones a lo largo de los años. Era encantador y tierno y realmente ... No sé. Espiritual no es una palabra que use mucho, sobre todo porque hoy día parece usarse tan mal, pero me gustaría aplicarla a él. Él me gustaba muchísimo, y me sentía humilde junto a él. Y en mis 20 y 30 años yo no era muy humilde que digamos.

(Moebius se pronuncia al modo francés, como una palabra de cuatro sílabas. Mo-e-bi-us)».

De todas las dedicatorias o textos en memoria de Moebius que he leído desde ayer, éste de Neil Gaiman es uno de los que más me han conmovido por su evidente sinceridad y sentimiento. El texto continúa, sólo he traducido la mitad. En Neil Gaiman's Journal

SE HA VUELTO DIFÍCIL ENTENDER EL IMPACTO QUE TUVO EN LOS SETENTA

«Ningún historietista desde Robert Crumb había tenido mayor impacto que Jean (Moebius) Giraud. Como Crumb, Giraud es una fuerza liberadora: mientras muchos grandes historietistas han ofrecido una posibilidad más, Giraud ha traído lo contrario: posibilidades infinitas. En ese aspecto, es seguramente el historietista más generoso de su generación.

Tan tarde como 1973, nadie habría etiquetado a Giraud como un mesías. En ese punto de su carrera, el francés de 35 años se había convertido a lo largo de una década buena y sólida en el dibujante bestia de carga de una serie de género de gran éxito: Teniente Blueberry. Trabajando con un estilo virtuoso que cruzaba la caricatura realista europea de su mentor Joseph (Jijé) Gillain con las expresivas pinceladas de Milton Caniff, Giraud había alcanzado la cima de su profesión. Con todo el derecho del mundo, podría haber jurado fidelidad a una serie (y un estilo) que le habría hecho rentable durante el resto de sus días.

Pero entonces, en una serie de movimientos valientes y radicales, Giraud hizo añicos todas las expectativas y convenciones. Saltando de lleno a la emergente escena del cómic "alternativo" francés y reviviendo su nombre de firma de los primeros 60, Moebius, Giraud cambió su parafernalia tradicional por un nuevo enfoque. Enganchó su virtuosismo técnico a su mentalidad curiosa e inquisitiva, y comenzó a presentar al estupefacto mundo del cómic europeo una serie de historietas extraordinarias que servían a la vez como pieza de arte y polémica; como objeto y lección.

Desde el engreído y posmoderno punto de vista de mediados de los 80, el impacto de lo nuevo que había en los mejores trabajos de Moebius ha perdido parte de su efecto galvanizador. Sus cumbres se mantienen espléndidas –La desviación (1973), Pesadilla blanca (1974), El garaje hermético (1976) y, en la cima de todo, Arzach (1975)–, pero se ha vuelto difícil, si no imposible, entender el impacto demoledor que tuvieron estas piezas cuando aparecieron a lo largo de los setenta. Como todas las revoluciones, necesitan un contexto para ser apreciadas en su plenitud. Esta entrevista es un intento de poner a Jean Giraud/Moebius en contexto –para explicar el arco de una carrera que fue de lo tradicional a lo sublime– y relatar cómo y por qué un historietista de tebeos del Oeste se convirtió, con la palabra y los hechos, en el hombre más influyente de su generación».
Kim Thompson, en su introducción a la entrevista que hizo en 1987 a Jean Giraud, Moebius, para The Comics Journal, sigue en el enlace. Personalmente creo que las últimas palabras que he traducido de su prólogo tienen poderosas resonancias ahora mismo, 25 años después de su publicación, por mucho que la revolución que protagonizó Moebius junto a otros autores del cómic europeo de los 70 sea inevitablemente distinta –por razones históricas, culturales, generacionales, sociológicas– a la reciente revolución que ha traído la novela gráfica al cómic. Una revolución a la que tenemos el privilegio de asistir estos días en presente, conforme se desarrolla, porque para mí está claro que aún no ha terminado. De momento, lo que tampoco ha terminado en este blog es la serie dedicada al gran e irrepetible Jean Giraud. De momento, sigo leyendo por mi cuenta sobre su trayectoria porque me han encargado un texto largo en torno a su figura y tengo que investigar en condiciones para prepararlo, de modo que seguramente seguiré colgando aquí más citas, enlaces, declaraciones y demás. Coming soon

Dos páginas no consecutivas de BLUEBERRY. CHIHUAHA PEARL (1973), Charlier y Gir (Giraud), en la edición americana de Epic Comics (1989). Fuente de las imágenes

EL GARAJE HERMÉTICO (1976), Moebius

EL 'WILLOW' DE MOEBIUS


Más dibujos de Moebius para el diseño de producción en cine, aquí (enlace cortesía de Robur, mil gracias)

AHÍ SOY ARTISTA


«¿Que si Gir paga las locuras de Moebius? Es una realidad histórica. Gir es una profesión; Moebius, un estado del alma. Me es difícil definir a Moebius, porque ahí soy artista. Pero, ¿qué es ser artista en nuestro mundo? Necesitas sobrevivir, y entonces los artistas se convierten en vendedores, debes gustar a los otros o ceder parte de ti para comer. No sé, no sé...».
Moebius, 2010, sigue

(la foto la he tomado de Cuando haces Pop)

'DUNE', LA PELÍCULA QUE NUNCA PODRÁS VER

Arriba,
Jodorowsky y Moebius a mediados de los 70 con el Sardaukar de DUNE, en la época del proyecto fallido para adaptar la novela de Frank Herbert al cine. Abajo está el artículo completo sobre la película, escrito por Jodorowsky y aparecido en la versión española de la revista Métal Hurlant, cortesía de Urbs, que me lo ha enviado (muchas gracias por el documento). El artículo es impresionante, lo digo desde ya. Jodorowsky no sólo habla de su trabajo con Moebius, también de de sus andanzas con H.R. Giger, Douglas Trumbull, Pink Floyd, Dalí y... Amanda Lear. Tan sólo un par de muestras:
«Cogemos un taxi y, al llegar al hotel, por casualidad volvemos a dar con él, de nuevo en el vestíbulo. Concertamos una cita para el día siguiente en el bar del hotel y nos separamos.
Esa misma noche, elegimos al azar un restaurante francés para cenar, y volvemos a encontrarnos con Salvador Dalí que estaba cenando con su amiga Amanda Lear, le digo: "Es el azar objetivo". Y me contesta: "¡Es algo más que eso, hablaremos mañana!". Al día siguiente nos vemos en el bar del hotel San Regis. Dalí acepta entusiasmado la idea de interpretar el papel de emperador de la galaxia. Quiere que la película se haga en Cadaqués y usar de trono un WC, hecho con dos delfines entrecruzados, las colas harán de patas y las bocas servirían, una para recibir el "pipí", y la otra, la "caca". Según él, es de muy mal gusto mezclar el "pipí" y la "caca".
Le decimos que le vamos a necesitar siete días... Dalí contesta que Dios hizo el mundo en siete días y que Dalí, no siendo menos que Dios, ha de costar una fortuna: 100.000 dólares la hora. Reservándose el derecho, si le viene en gana, de quedarse más de una hora al día por el mismo precio».
(Jodorowsky)
«Me ha gustado luchar por DUNE. Ganamos casi todas las batallas pero perdimos la guerra. El proyecto fue saboteado por Hollywood. Era francés y no americano. Su mensaje no era "bastante Hollywood". Hubo intrigas, pillaje.
El story-board circuló por las principales productoras. Después, el aspecto visual de "Star Wars" se parecerá mucho a nuestro estilo. Para hacer "Alien" llamaron a Moebius, Foss, Giger, O'Bannon, etc. El proyecto enseñó a los americanos la posibilidad de hacer películas de ciencia ficción a gran escala y fuera del rigor científico de "2001 Odisea en el espacio".
El proyecto de DUNE cambió nuestras vidas. Cuando ya desistimos, ingresaron a O'Bannon en un hospital psiquiátrico. Después volvió a trabajar con ahínco y escribió doce guiones que fueron rechazados. El decimotercero fue Alien».
(Jodorowsky)

Mucho más en las páginas de aquí abajo. Clic para ampliar, el artículo incluye abundantes dibujos de Moebius, Chris Foss y H. R. Giger. (Gracias de nuevo por tu gentileza de enviarlo, Urbs)