miércoles, 1 de julio de 2009

CLINT EASTWOOD Y LA NUEVA FRONTERA


Aunque no es sorprendente que Gran Torino haya recibido el unánime favor de la crítica y del público, sí lo es que no se hayan hecho de la misma las lecturas más certeras ni más provechosas. ¡Esperando la revisión crepuscular de Harry el Sucio, hemos malinterpretado la actualización de Liberty Valance! Y es una lástima, porque lo que Eastwood pone sobre la mesa es una conmovedora reflexión sobre la Norteamérica del nuevo siglo, o lo que es igual, sobre los fundamentos mismos de la sociedad que viene. Es, en este sentido, una obra política de primer orden. Ahora que todo el mundo ha podido ver la película, merece la pena apuntar algo sobre todo ello.

Hay que empezar por recordar que Eastwood proviene tanto del cine negro de Don Siegel, como del western de Sergio Leone. Y que el gran tema del western es la fundación de la comunidad. Históricamente, ésta tiene lugar a medida que se produce la colonización del oeste norteamericano; es, claro, una fundación problemática: el estado de naturaleza que precede al contrato social. Tal como han señalado Walter Benjamin o René Girard, no hay comunidad que no tenga su origen en un acto de violencia: el orden civil no se impone con bellas palabras. Donde no rige el monopolio estatal de la violencia legítima, son las violencias privadas las que despejan el camino para el comerciante, el maestro de escuela, el alcalde. Surge así la figura del pistolero, profesional de la violencia que vive sin quererlo al servicio de la comunidad antes de la comunidad. Su tragedia, sin embargo, es que no puede pertenecer al orden que ayuda a instaurar: su figura simboliza un pasado desagradable que es preferible reprimir, su estilo de vida no encaja en la monotonía burguesa. ¡Ya no sabe vivir sino en absoluta libertad!

Sin duda, la expresión artística más acabada de esta –digamos– dialéctica de las normas y las pistolas es la proporcionada por John Ford en El hombre que mató a Liberty Valance, meditación acerca del mito originario de la comunidad con la que entronca Gran Torino. Es sabido que el Liberty Valance del título es un villano, encarnado por Lee Marvin, que amenaza el orden civil de un pueblo de nueva planta; a él se enfrenta un tímido sheriff, James Stewart, quien, ante la sorpresa general, lo abate en un duelo. Pero la verdad es otra: ha sido un viejo pistolero, John Wayne, a quien Stewart había expulsado del pueblo, quien ha disparado. Nadie lo sabrá, conforme al célebre eslógan acuñado por el periodista local: Between facts and legend, print the legend. Hechos, ficciones, mitos: una comunidad.


¿Qué tiene que ver todo esto con Gran Torino? Mucho, si no todo. Eastwood nos cuenta la historia de Walt Kowalski, un veterano de la Guerra de Corea que se niega a dejar su vecindario de Michigan pese a la invasión de la comunidada asiática: allí es, literalmente, el último de su estirpe. Su esposa acaba de morir y sólo un joven sacerdote irlandés se interesa por él; que el personaje sea católico y no protestante, esto es, alguien que llegó después que los demás, es un sutil acierto. Tenemos así al héroe individualista, ferozmente americano: Harry el Pensionista.


Paralelamente, se nos presenta a una modesta familia asiática, cuyo introspectivo hijo mayor, Thao, lucha por escapar de la influencia de una violenta banda de la misma etnia que aterroriza el vecindario. Es, de acuerdo con el gusto libertario de Eastwood, un espacio sin Estado, una esfera civil donde la guerra de todos contra todos –Hobbes– y la cooperación voluntaria –Locke– coexisten confusamente. Será a partir de un incidente menor cuando Harry entre en contacto con sus vecinos. Y paulatinamente se producirá en él un sorprendente reconocimiento, a saber: que ellos poseen los valores –buena educación, amor al trabajo, responsabilidad individual– que ya no encuentra en sus propios hijos y nietos, arruinados por una banal opulencia. Aquello por lo que luchó en Corea ¡precisamente contra quienes tiene ahora delante!


Se entabla así una relación de amistad entre Kowalski y Thao, que recibe un curso de iniciación a ese entorno hostil que es la vida adulta. Es un hermoso y divertido proceso de aprendizaje, cuya culminación tiene lugar en una de esas escenas que fácilmente pasan desapercibidas pese a su profundo significado. Incapaz de sacar una pesada nevera de su sótano, Kowalski pide ayuda al joven, que acepta prestársela sólo si el acarreo se hace a su manera: si no, no hay trato. Bienvenido, sugiere Eastwood, a la esfera civil de los acuerdos voluntarios: bienvenido a la comunidad.

Sin embargo, la protección que Kowalski se esfuerza por dispensar no surte los efectos deseados y la banda termina por ametrallar la casa de Thao y violar a su –inteligentísima, valiente– hermana Sue. De acuerdo con los viejos códigos de honor, la familia asiática clama venganza; Kowalski, víctima de una enfermedad pulmonar incurable, comprende que una interminable cadena de venganzas privadas sólo conduce al desorden perpetuo. Y el desenlace es tan viejo y noble como la Pasión de Cristo. Alguien tiene que sacrificarse, para que el orden pueda instaurarse; ese alguien tiene que convertirse –voluntaria o involuntariamente– en el chivo expiatorio que, como nos recuerda el antropólogo René Girard, resuelve en su persona las tensiones internas de la comunidad. ¿Cómo no leer en esa clave la postura crística del cuerpo muerto de Kowalski, inmolado ante la banda juvenil, inmediatamente arrestada por la policía? Esta tardía aparición del Estado nos recuerda, además, que incluso la teoría libertaria le reconoce una función irreemplazable en la protección de los derechos individuales.


Semejante desenlace no sorprenderá tampoco a quienes hayan leído con atención a ese otro peculiar insider de la cultura norteamericana que es Frank Miller. Admirador confeso de la serie de Harry el Sucio por razón de su profunda resonancia moral y sacrificial, Miller vino a homenajearla en Ese cobarde bastardo (1996), cuyo planteamiento y desenlace resuenan, a su vez, en Gran Torino. Aquí como allí, un policía moribundo –el agente Hartigan– se sacrifica en el marco de un orden injusto para salvar a alguien más joven: “Un viejo muere y una niña vive. Un trato justo”. Afinidades electivas.


Gran Torino es, en fin, la primera gran meditación sobre la América del nuevo siglo. Más que una elegía por el sueño desvanecido, es una afirmación de su vigencia, mediante la necesaria renovación de su ideal: una meritocracia multicultural donde cada cual vale lo que valen sus capacidades y esfuerzos. ¿Un nuevo contrato social? Es una imagen de la sociedad americana que se parece mucho a la que llevó a Barack Obama a la presidencia. Y una que debería inspirarnos a todos, porque la sociedad del futuro se parecerá cada vez más a Nueva York y menos a Soria. Quizá no nos guste el cambio, pero la nostalgia, simbolizada en ese Gran Torino de 1972 que es el orgullo de Kowalski, no sirve para mucho: vivimos en el tiempo y el tiempo sólo conduce hacia delante.



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El artículo es de Manuel Arias Maldonado, profesor universitario de Ciencia Política y de la Administración. Se publicó en el Rockdelux de junio, y se reproduce aquí con su permiso. El dibujo que lo ilustraba, justo sobre estas líneas ("after Frank Miller" por supuesto), fue cosa mía.



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Otro artículo de Manuel Arias en El País, sobre la ley del tabaco en lugares públicos

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Más sobre GRAN TORINO: ya hablamos de la peli en este blog, aquí y aquí

18 comentarios:

Mikel dijo...

Estupendo artículo; enhorabuena para Manuel Arias, y gracias Pepo por el dibu y por reproducir el texto, con el cual no puedo estar más de acuerdo. GRAN TORINO es una de esas películas que perduran, que tienen mil y un visionados. Cuando la vi por primera vez no me podía creer lo estupenda que es, y vista más veces, cada vez gusta más. Hay críticos que la califican de obra "menor": no estoy de acuerdo. Saludos desde aquí.

Unknown dijo...

Muy lúcidas la mayoría- sino todas- las argumentaciones sobre esa nueva escala de valores de la nueva sociedad norteamericana, que podrían perfectamente aplicarse al resto de comunidades occidentales.
Es increíble como, a pesar de repetir continuamente que nunca ha sido un gran intelectual, sino más bien un hombre de acción, sus últimas películas invitan a múltiples lecturas sobre los ciudadanos de su país y a reflexionar sobre los valores de estos.
Cada día me encanta más este hombre; siempre le he admirado un montón, pero desde "Cazador blanco corazón negro" mi estima ha crecido más con cada nueva película.
Bravo.
Un saludo Pepo, feliz verano!!

Javier Santonja dijo...

Magnífico Artículo y fantástico Blog.
Enhorabuena.

toni bascoy dijo...

Fantástico y lucidísimo artículo, como lucida es la película. Si se considera una película "menor" en la filmografía de Eastwood es, creo yo, por su forma (una fotografía televisiva, nada dramática) y sus toques de humor (todo lo que hace gracia tiende a considerarse banal). Es una película grande, señores, en signigicados y resonancias. Y si no, tiempo al tiempo (esto lo digo a la platea, no a ustedes que sé que ya lo saben). Un saludo

Pepo Pérez dijo...

Yo lo dije cuando hablamos de ella en su momento aquí. Me pareció lo mejor que ha hecho Eastwood desde Sin Perdón (1992), que ya ha llovido. Sí, las formas de Gran Torino son modestas (deliberadamente), pero es una gran película. Muy bien escrita y muy bien realizada.

Óscar Palmer dijo...

Un análisis cojonudo; incisivo, directo y al grano. Sobre la factura no sé si llegamos a decirlo en su día, pero evidentemente no sólo es perfectamente deliberada (como si Eastwod no hubiera demostrado de sobra cuando quiere que puede ser un formalista de primera) sino necesaria para marcar el tono y transmitir "el mensaje". Si la película y en concreto las escenas de violencia hubieran estado dirigidas de otro modo más plástico y esteticista habría producido un inevitable sentimiento de exaltación y de épica que no se corresponde para nada con lo que quiere contar Eastwood en este caso.

Pepo Pérez dijo...

Esa forma de Gran Torino que comentas, Óscar, entronca también con LIBERTY VALANCE, que John Ford rodó deliberadamente en decorados pequeños (no en escenarios naturales como era habitual en sus westerns más famosos) y en blanco y negro (a la altura de 1962). El resultado fue una película bastante triste, nada épica, incluso sórdida.

Anónimo dijo...

Un artículo interesante, aunque en lugar de "El hombre que mató a Liberty Valance" yo quizás hubiera citado "Centauros del Desierto". Porque en ésta Wayne efectivamente lucha por la comunidad, aunque lo haga de una manera oscura y por sus propias motivaciones, y al final queda fuera de la sociedad (la famosa imagen de la puerta al final). En cambio, en Liberty Valance Wayne lucha también por la comunidad, pero yo creo que lo hace de manera más consciente. La diferencia es que en lugar de explicitar su actuación como hacía Ethan Hunt en Centauros, la mantiene oculta, por sus propias razones éticas. Nadie sabe que ha sido él quien ha disparado. O visto de otra forma, en Liberty Valance a los ojos del público la violencia no viene de un outsider sino de la persona investida por la comunidad para ejercitarla.

Por otro lado (y esto ya es por fastidiar), no estoy muy seguro de que nada de todo esto estuviera presente en el cine de Leone.

infame & co dijo...

por cierto que desluce bastante el doblaje, de lo más enlatado y es una pena que en una pelicula sobre la diversidad los personajes suenen a arquetipos de teleserie
(y no es que un tiquismiquis pero si me parece que chirría bastante)

Pepo Pérez dijo...

"Por otro lado (y esto ya es por fastidiar), no estoy muy seguro de que nada de todo esto estuviera presente en el cine de Leone"

Eso seguro, porque EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE fue dirigida por John Ford. Y sí, creo que todo eso sí estaba en las películas de Ford, en sus guionistas.

"O visto de otra forma, en Liberty Valance a los ojos del público la violencia no viene de un outsider sino de la persona investida por la comunidad para ejercitarla"

Wayne en Liberty Valance no ha sido investido por la comunidad para ejercer la violencia. El sheriff es el gordito cobarde, que no hace nada y por eso se plantea el conflicto por la violencia privada que ejerce el malo (Lee Marvin), a sueldo de los ganaderos que no quieren integrarse en el Estado en formación. El personaje de Wayne en Liberty Valance va por su cuenta y actúa al margen de la ley, es un pistolero. Un pistolero bueno, sí, pero pistolero. De hecho la ley la encarna el personaje de Jimmy Stewart, que para eso era abogado. Y no es casualidad que entre los personajes de Wayne y Stewart haya una tensión, una rivalidad.

Pepo Pérez dijo...

Y en este sentido yo sí veo claros ecos del personaje de John Wayne en Liberty Valance (como pistolero bueno al margen de la ley) en el Kowalski/ Eastwood de Gran Torino.

Pepo Pérez dijo...

"en lugar de "El hombre que mató a Liberty Valance" yo quizás hubiera citado "Centauros del Desierto". Porque en ésta Wayne efectivamente lucha por la comunidad, aunque lo haga de una manera oscura y por sus propias motivaciones, y al final queda fuera de la sociedad"

Que es exactamente lo mismo que le sucede al personaje de Wayne en El hombre que mató a Liberty Valance. Sacrifica su vida futura, lo pierde todo y queda al margen de la nueva sociedad. De hecho Wayne muere olvidado en el villorrio (sigo hablando de Liberty Valance), en un entierro triste y sórdido, con un ataúd barato de pobre, mientras Stewart era tomado por el héroe y llegaba a senador.

En realidad las dos películas tratan algunos temas comunes y otros divergentes. Cambia, eso sí, el tratamiento y el punto de vista. A Centauros yo la veo más épica, más mitificadora, aunque enseñe el lado oscuro del héroe porque éste es (como diría Miller parafraseando a Chandler) un "caballero de armadura sucia".

Liberty Valance va justamente de enseñar la trastienda del mito, de explicar cómo los hechos se convierten (tergiversan) en leyenda para fundar una comunidad. "Cuando los hechos se han convertido en leyenda, imprime la leyenda". Toda comunidad civilizada se basa en el sacrificio heroico (y esto en la vida real también es así), y los hechos de ese sacrificio heroico se convierten luegeo en ficción, en leyenda, para construir el mito fundacional de la comunidad. En fin, qué grandísima película. Como Centauros, cada una a su modo.

Pepo Pérez dijo...

". O visto de otra forma, en Liberty Valance a los ojos del público la violencia no viene de un outsider sino de la persona investida por la comunidad para ejercitarla"

Perdona, antes te había leído rápido. Ahora sí he entendido esto que decías.

Pepo Pérez dijo...

Otra cosa para entender en su justa medida Gran Torino. Clint Eastwood no escribe guiones. Compra guiones que le gustan. Es más, tiene fama -como bien explicó por aquí David Muñoz- de que una vez compra un guión, lo rueda tal cual. Sin reescrituras. Lo digo porque la historia de Gran Torino no es de Eastwood, sino de Dave Johannson y Nick Schenk, este último firmó el guión. Por cierto, el guión está en internet, por si alguien tiene ganas de comparar con la peli:

http://www.imsdb.com/scripts/Gran-Torino.html

Anónimo dijo...

Pepo, si decía lo de leone es porque el artículo al principio cita a Leone como uno de los autores de los que viene Eastwood, no porque pensara que Leone era el director de Liberty Valance. Por Dios!

Me llamó la atención la referencia porque no veo la linea argumentativa de decir que Gran Torino trata sobre la formación de la comunidad, que ese es el tema del western y que no es raro que Eastwood trate el tema porque viene del western de Leone. Es cierto que leone, como Ford, hace westerns, pero de no creo que sus películas traten sobre la fundación de la comunidad...

Mi único punto es que tanto en Centauros como en Liberty, Wayne, que en ambas es un outsider que trabaja por sus propias motivaciones (en Liberty, que le caía bien un tipo que se dedicaba a dar clases de derecho constitucional en una escuela, y por la chica). Sin embargo, cuando llega el momento de hacer un acto por la comunidad en Centauros lo hace abiertamente mientras que en Liberty nadie sabe que lo ha hecho. En otros términos, Wayne en Centauros es un heroe, mientras que en Liberty no es nadie y, como tu mismo dices, tiene un entierro de mala muerte. Por eso pensaba que quizás era un ejemplo mejor. En todo caso, las dos son grandes películas.

Lo siento si mi comentario anterior no estaba claro.

Saludos

Pepo Pérez dijo...

Lo siento yo, que te interpreté fatal.

Sí, claro, tienes razón, en Centauros Wayne es finalmente un héroe, hace lo correcto, salva a la chica y además consigue recuperarla para su familia y todos lo saben; en Liberty Valance nadie sabe lo que hizo Wayne, la leyenda convierte en héroe a Jimmy Stewart, Wayne muere olvidado y solo. Por cierto, igual que Hartigan en Ese Cobarde Bastardo de Miller. Se suicida (como Kowalski en Gran Torino, aunque en la peli de Eastwood sea un "suicidio" de otro modo) y salva a la chica. Pero nadie lo sabrá nunca. De hecho muere solo por completo, y con su reputación destruída previamente.

Pepo Pérez dijo...

En Liberty Valance también me gusta, entre otras muchas cosas, que aunque Stewart no es realmente quien acaba con el malo que amenaza a la comunidad sino Wayne, Stewart también es un héroe porque su acto de enfrentarse a Lee Marvin sin posibilidad alguna de vencer es heroico. Es un acto puramente moral. Es otra de las complejidades de esa peli. Luego ya no, claro, de héroe Stewart pasa a convertirse en político..

santibilbo dijo...

De hecho el personaje de Stewart es extraordinario, riquísimo, dual, heroico,mentiroso, que busca imposibles redenciones, que sabe que su mujer no lo ama( sólo la deslumbró que la trataran con gentileza).El mito es poderoso, sí, como sabe Stoddart cuando ve a su mujer mirando un cactus.
Yo diría que tanto en Centauros como en Liberty no hay sacrificio expiatorio o catarquico:ambos están llenos de tristeza y desesperación( el incendio del rancho es de una amargura lacerante.De hecho es con Miller donde la analogía es más parecida.Y es que un moralista no es quien da lecciones de moral, sino quien situa a esta en el centro del relato