miércoles, 26 de julio de 2017

«histéricos anónimos»

«Hablamos del caso Chaykin, en referencia al veterano dibujante norteamericano Howard Chaykin, cuya serie The Divided States of Hysteria –publicadas por Image Comics en Estados Unidos– han provocado un torrente de críticas y desembocado en el enésimo debate sobre la libertad de expresión en las sociedades liberales. La controversia persigue intermitentemente a Chaykin desde, al menos, la publicación de la serie Black Kiss en 1988: un cómic erótico de aire hard-boiled protagonizado por vampiros transexuales que rondan Hollywood y buscan metraje pornográfico perteneciente a la colección del Vaticano. En esta ocasión, ha concebido una serie cuyo título ya es lo bastante explícito: jugando con el nombre de la república norteamericana, el dibujante describe un país sacudido por el odio racial y el prejuicio político e inmerso, de hecho, en una segunda guerra civil. Si lo hace con éxito o no, lo ignoro, pues no he leído la serie. De hecho, lo mismo puede decirse de la mayoría de quienes han arremetido contra ella, pues el escándalo se ha centrado en una de sus portadas: una superficialidad verdaderamente significativa que remite a la histeria denunciada por el autor. Histeria: reacción desmedida e incontrolable ante un estímulo exterior. Para más detalle, ha sido la portada del número 4 de la serie la que ha provocado un aluvión de protestas que han culminado con su retirada, si bien el primer número ya contenía una escena –el ataque contra un trabajador transexual– que ya generó quejas entre lectores y comentaristas. La cubierta en cuestión muestra a un paquistaní (sabemos que lo es porque su polo muestra la palabra paki en la pechera) que ha sido linchado y cuelga en plena calle con sus genitales visiblemente mutilados. Detrás de él, una marquesina dice irónicamente que se ofrece «final feliz con cualquier almuerzo de la casa».

[...] «Por otro lado, como muestra el caso Chaykin, la Red se ha poblado de defensores de la corrección política que enarbolan conceptos tan anticuados como el buen gusto o la moralidad pública para justificar el ataque a las opiniones que les disgustan. Nada hay de malo en una cierta corrección política, rectamente entendida como respeto hacia los demás. Pero lo que contemplamos ahora es un uso espurio de la misma que, en la práctica, conduce a una conversación pública higienizada donde nadie debe poder jamás sentirse ofendido y sólo ciertos discursos poseen plena legitimidad expresiva. Tal como ha señalado Timothy Garton Ash, no es aconsejable que organicemos el debate público a partir de una noción de daño que dependa en exclusiva de la percepción subjetiva del ofendido. Y ello, al menos, por dos razones: porque no es sano constituir una sociedad formada por personas que se presenten habitualmente como víctimas de la ofensa ajena; y porque en un mundo interconectado y heterogéneo, no digamos en la Red, siempre encontraremos cosas que nos ofendan. Es preferible, sostiene, limitar el uso del poder público para restañar los daños reales, objetivables, mientras construimos –esto es un desideratum– una cultura del debate público más cívica y robusta. El pensador británico añade algo obvio: que las palabras y las imágenes tienen un significado abierto que depende en buena medida del contexto. Bajo estas premisas, la retirada de la portada de Chaykin no está justificada».

—Manuel Arias Maldonado comenta el caso Chaykin en su blog de Revista de Libros, el texto sigue aquí

lunes, 24 de julio de 2017

mal gusto visual

«Una atmósfera de “buen gusto hipócrita y afectado” ahogó los valores gráficos de las historietas: la eliminación de argumentos problemáticos, perturbadores, trajo implícito el menoscabo de las formas con que habían sido expresados. Un tema esencial que suelen descuidar críticos y hasta historietistas. El mal gusto visual puede llegar a ser un acto político, mientras que lo que se entiende generalmente por buen gusto representa, en muchos casos, sumisión y autocensura».

—Elisa McCausland, Wonder Woman. El feminismo como superpoder (2017, Errata Naturae, p. 91). La cita se refiere a los tebeos norteamericanos tras la implantación del código de autocensura Comics Code en 1954; la definición de la sensibilidad imperante a partir de dicho código (el entrecomillado «buen gusto hipócrita y afectado») es una cita del libro de Joseph Witek Comic Books as History (1989).

viernes, 21 de julio de 2017

los vencidos y los muertos

En el setenta aniversario del fin del mayor conflicto bélico de la historia, el japonés Nozoe Nobuhisa (1949) publicaba un manga basado en los recuerdos de seis supervivientes. Teniendo en cuenta que el autor no vivió la guerra, su objetivo principal, aclara en el prólogo, era dejar constancia del testimonio de aquellos que sí la vivieron (la sufrieron):

“Ya no tenía ni a mis padres ni a mi suegro –explica Nobuhisa–, y a mi alrededor apenas quedaba nadie que hubiera vivido la guerra en primera persona y pudiera hablarme sobre ella. Ya no era posible que aquellos que la habían vivido pudieran contarme historias sobre la trágica derrota.
Pero entonces pensé: si yo hubiera vivido en la época de la guerra del Pacífico, ¿a qué trágicas vivencias habría sobrevivido? Tenía que crear una historia para que nosotros, los japoneses, no olvidásemos nunca aquella tragedia. Así fue como creé mi propia historia sobre la guerra basada en hechos que escuché e investigué. Y así es como decidí dibujar este libro”.


Si aplicamos la terminología de Marianne Hirsch, hablaríamos aquí de postmemoria: “un espacio para el recuerdo intersubjetivo y transgeneracional, vinculado específicamente al trauma cultural o colectivo”, definido “a través de una identificación con la víctima o con el testigo del trauma, modulada por la distancia insalvable que separa al participarte del que nació después”. Una postmemoria sobre un trauma colectivo, que Nobuhisa construye inspirándose en testimonios de diferentes supervivientes que investigó, alrededor de los que articula seis capítulos.

Lo más llamativo en libros (cómics, mangas) como este es, al menos para mí, poder acceder al punto de vista del vencido en la guerra, cuya perspectiva nunca es la dominante en la mayoría de relatos que consumimos sobre ella, no digamos ya en el caso de la II Guerra Mundial, sobre la que se ha escrito y realizado producciones (audio)visuales en cantidades industriales. La historia y mitología en torno a aquella contienda no cesa y, comprensiblemente, estas no cesan de interesarnos. A la hora de narrarla, el vencido tiende a callar, a menudo acogotado por el vencedor y por sus relatos, particularmente si el primero fue el que empezó la guerra.

La visión de la II Guerra Mundial que nos proporciona este cómic de
Nozoe Nobuhisa, de manera parecida a otros mangas de los años setenta y ochenta (de Shigeru Mizuki a Keiji Nakazawa pasando por el Adolf de Osamu Tekuka), es, de manera palmaria, la visión propia del derrotado. Solo el título del cómic deja claro que va a hablarnos de una TRÁGICA DERROTA (Haisen higeki). Asumido el desastre y la victoria del adversario, el relato deja a un lado las hazañas y se centra en episodios de infausto recuerdo por sus consecuencias: el trauma individual del que padece la guerra; el trauma colectivo y cultural de una nación derrotada.

A mí me han impresionado especialmente dos capítulos: por un lado, el de la mujer violada
por soldados soviéticos durante la retirada de Manchukuo (y luego por un compatriota japonés porque, total, como “el enemigo la ha violado repetidas veces, qué más le da una vez más”) que, en su senectud, recuerda “para nosotros” lo ocurrido entonces. La anciana aún conserva el cianuro potásico que le proporcionaron para poder “escapar” en caso de ser apresada, que en teoría no usó.

Por otro lado, el capítulo del soldado que sobrevivió “milagrosamente” en el frente del Pacífico cuando todos sus compañeros, incluido un hermano, murieron. Por ellos, por su memoria y dignidad, se resiste a morir, ya viejo, incluso cuando ha terminado en la ruina. Entre medias, un par de escenas escalofriantes donde se pone de manifiesto la utilidad de la táctica del gyokusai o ataque suicida, que iba mucho más allá de la estrategia militar frente a un enemigo superior: también servía para mantener previamente una disciplina tan férrea como injusta. “Cada noche [los oficiales] nos castigaban de forma injustificada. Si pensabas que de todos modos morirías en esta guerra, apenas sentías dolor o rabia. Y si además pensabas que los militares que ahora te estaban sancionando morirían también del mismo modo, dejabas de sentir rencor”.

El dibujo de Nobuhisa, un registro de caricatura realista, alterna tramas manuales con fondos dibujados con grafito que, a veces, combina con fotografías en busca de la verosimilitud. Entre capítulo y capítulo, citas a Goya y algunas reflexiones breves del autor en forma de aforismos (lo peor del libro, dada su ingenuidad u obviedad en bastantes casos). Terminemos aludiendo a esa promesa de amor incumplida en el primer capítulo, el de los torpedos kamikazes, o cómo la guerra —la máquina implacable de la Historia— separa arbitrariamente a las personas determinando el destino del individuo con escaso o nulo margen de elección, y por supuesto a todo lo que se halla implícito en una sola frase del libro acerca de la naturaleza de la guerra, del monopolio estatal de la violencia, de la sociedad y las leyes en tiempos de guerra frente a los tiempos de paz. Me refiero al momento del capítulo segundo en el que ese anciano, atormentado por ejecutar a un prisionero, comete delitos menores siete décadas después para intentar ir la cárcel. “Hace 70 años maté a un chino”, le “confiesa” el anciano al policía que le ha arrestado por hurto en una tienda. El policía le responde: “¿Hace 70 años? ¿Se refiere a la guerra? Matar a un soldado enemigo durante la guerra no se considera un delito”.

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Trágica derrota
(Haisen higeki)

Nozoe Nobuhisa
2015
Ediciones ECC, 2017
Traducción de Yosuko Tojo

domingo, 16 de julio de 2017

lecturas múltiples (según el espectador)

«Algunos críticos posmodernos consideran que los espectadores de una obra de arte la interpretan o leen desde perspectivas tan distintas que a partir de su experiencia visual se construyen de hecho obras diferentes que pueden llegar a parecerse poco o nada a la intención original del artista. Stanley Fish sostiene que los espectadores se convierten en artistas al recrear la obra en el acto mismo de entenderla».

«En el arte posmoderno, las diferencias entre interpretaciones se originan en un uso deliberado de la contradicción, la ironía, la metáfora y la ambigüedad, también llamada doble codificación».

—Arthur D. Efland, Kerry Freedman y Patricia Stuhr, La educación en el arte posmoderno (1996)

«El acto creativo toma otro aspecto cuando el espectador experimenta el fenómeno de transmutación; por el cambio de materia inerte a obra de arte, es una transubstanciación la que ha tomado lugar, y el rol del espectador será determinar el peso de la obra en la escala estética.
En suma, el acto creativo no es desempañado por el artista solamente; el espectador lleva la obra al contacto con el mundo exterior por medio del desciframiento y la interpretación de sus cualidades internas y así agrega su contribución al acto creativo».

—Marcel Duchamp, «El acto creativo» (1957)

(cursivas mías)

Para los que ven “apologías de” o “fetichización nociva” en obras artísticas de otros, creyendo además que su lectura personal de esas obras es LA lectura.

«se suele acusar de hacer apología»

"No lo sé, es curioso, y además la gente ahora está muy mojigata. Hay como una doble tendencia de apertura al «todo es posible» y por otro lado de censura rara. A lo mejor ahora se puede volver a aquello, puede tener cierto sentido de nuevo porque la gente está tonta. Durante un tiempo eso ya no era transgresor, pero ahora parece que vuelve a ser transgresor lo que hace veinte años ya no lo era. Yo estoy oyendo todo el rato que ahora se están intentando conseguir cosas que no teníamos y creo que es al revés, estamos diciendo que no se pueden hacer cosas que antes se hacían. El otro día, paseando por el centro, entré en una librería porque vi en el aparador una especie de fanzine erótico viejo pero bien editado, y el tío de la librería me dijo: «Esto antes se hacía, pero ahora no se puede hacer». Hay demasiadas cosas que antes se podían hacer y ahora no. Todos necesitamos que se relaje la gente y que todo el mundo pueda hacer lo que quiera. En los ochenta, cuando se publicaban estas cosas, no había ningún problema y ahora hay mojigatería por todos lados disfrazada de progresismo.
 
También parece que un solo comentario de alguien aislado puede hacer muchísimo ruido.

En internet dicen: «La gente dice».

«Lo ha dicho uno».

Hostia, que un capullo ha venido y me ha dicho una chorrada, como toda la vida. Es que, a ver: ¿por qué damos voz a quien no debemos?

Se suele acusar de hacer apología.

¿Qué es apología? ¿Que trates un tema es apología? ¿Una película de guerra es apología de la guerra? Hombre, dependerá de la peli, porque puede ser crítica. Pero hay gente que se las tomará todas como una apología porque, claro, salen guerras. O sale maltrato y estás haciendo que haya maltrato. [...] No debería existir la censura de una obra artística, es ficción. ¿La gente no sabe reconocer qué es ficción y qué no? Pues deberíamos empezar por aprender las diferencias.
[...] Y hay gente que se autocensura, que eso también es otro tema. La autocensura es peor, es horrible y ahora hay mucha autocensura porque no quieres que la gente te linche en Twitter. «No voy a decir esto, no voy a decir lo otro, voy a decir solo lo que se lleva esta semana, quedar bien con el tema que toque». Así no vamos bien, es peligroso esto y un poco distópico".


Maria Llovet, entrevistada por Diego Cuevas y Iván Galiano en Jot Down

jueves, 13 de julio de 2017

cómic (aún) infantil(oide)

Al hilo de las movidas censoras en el cómic USA contra determinadas imágenes y artistas gráficos, con participación de determinados autores y editores, tengo que decir con tristeza que veo ahí una razón de fondo: que el cómic no consigue desprenderse de su pasado infantil como instrumento pedagógico de educación en valores, role models, etc. Si el cómic ya es –o eso se supone– un arte más, no puede estar siempre al servicio de la pedagogía moral como lo estaba el cómic infantil (el Comics Code y otros códigos de autocensura / censura editorial europeos se crearon en los años 50 y 60 para garantizar que los tebeos, a la sazón un producto mayoritariamente infantil, educara en unos valores determinados a sus lectores, niños y adolescentes). El cómic infantil puede ser eso, por supuesto, puede ser una herramienta de pedagogía, pero se supone que hoy día se hacen muchos otros tipos de cómics, ¿no? Cómics para adultos. Se supone. 

Tengo noticias: en el arte contemporáneo para adultos (cine, literatura, artes visuales, etc.) las cosas no se “explican” para educar al público, al que ya se supone educado en cuanto adulto. Y eso incluye crear imágenes y escenas provocadoras, chocantes o desagradables.

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Update

Ejemplo actual para comparar. En estos días ha circulado una denuncia de una asociación protectora de animales acusando al artista Santiago Ydáñez de hacer supuesta “apología de la zoofilia” y cometer “maltrato animal” por un par de cuadros que tiene expuestos ahora mismo en el CAC Málaga, exigiendo su retirada del centro de arte (nota: en la misma exposición pueden verse versiones del empalamiento de los Desastres de la guerra de Goya y de Judith con la cabeza de Holofernes de Caravaggio, entre otros cuadros). Unas pinturas, hay que aclarar de manera redundante para recordar que un cuadro está pintado, con lo cual el “daño” lo habrá “sufrido” en todo el caso el lienzo, el pincel y los acrílicos con los que fue pintado.

Al grano. A continuación, en respuesta a la “denuncia” y petición de censura de los cuadros de Santiago Ydáñez en el CAC, 

1) los artistas visuales se han posicionado a favor de Ydáñez y en contra de retirar los cuadros en defensa de la libertad de expresión, incluyendo a asociaciones como la UAVA (Unión de Artistas Visuales de Andalucía)
2) el centro de exposición se ha posicionado en favor del artista y en contra de retirarlos en defensa de la libertad de expresión; 
3) el alcalde de cuyo Ayuntamiento depende el centro de exposición se ha posicionado en favor del artista y en contra de retirarlos en defensa de la libertad de expresión.

Cualquier parecido con los casos recientes del cómic, me los señalan si quieren en comentarios.

lunes, 3 de julio de 2017

cómics en Rockdelux julio-agosto 2017

Nuevo número de Rockdelux en kioscos, el de julio-agosto de 2017, bajo portada dedicada a Arca. Su sección de cómic trae los siguientes contenidos este mes:

1) Reseñas de:
Dibujos secuenciales, de Richard McGuire (Salamandra Graphic), por Raúl Minchinela;
El día más largo del futuro, de Lucas Varela (La Cúpula), por Daniel Ausente;
Carlitos Fax, de Albert Monteys (Astiberri), por Laura Fernández;
Poncho Fue, de Sole Otero (La Cúpula), por Isabel Cortés;
Ortega y Pacheco Deluxe Volumen 1, de Pedro Vera (¡Caramba!), por Raúl Minchinela;
Heavy. Los chicos están mal, de Miguel B. Núñez (Sapristi), por Alex Serrano;
La gran aventura humana, de Miguel Brieva (Reservoir Books), por Mireia Pérez;
¿Cuánta tierra necesita un hombre?, de Martin Veyron (Norma), por Daniel Ausente.
 
2) «Apabullante» artículo de Daniel Ausente sobre el centenario del nacimiento de El Rey, o sea, Jack Kirby, a propósito de dos ediciones recientes de su material: King-Size Kirby (Panini) y El Cuarto Mundo (ECC).
  
3) Espléndido reportaje-entrevista de Gerardo Vilches sobre Catherine Meurisse con ocasión de su visita a España (Gerardo también reseña La levedad, el libro de Meurisse que ha editado Impedimenta en nuestro país recientemente), que incluye foto exclusiva de Óscar García.
(diseño de la revista de Gemma Alberich)

Y eso eso todo de momento. Rockdelux, ya en kioscos. Buen verano a todos.

iconoclastia

Tras un incidente en un debate previo durante el cual me han borrado mi comentario, voy a decir lo mismo aquí, para evitar que me lo borren de nuevo. Esta portada, de Howard Chaykin, retirada al parecer (me estoy enterando sobre la marcha) por las protestas del público, tiene detrás una tradición previa de imágenes. Una tradición de denuncia de la violencia contra minorías étnicas. Me refiero a la decisión deliberada de tomar y difundir imágenes del cadáver de la víctima para que la sociedad tome conciencia de lo que supone esa violencia. El caso más notorio quizá, por ser de los primeros, fue el de Emmett Till, un joven afroamericano de 14 años que fue linchado en Mississippi en 1955. Su madre pidió expresamente dejar el ataúd abierto en el funeral para que todos pudieran ver cómo había quedado su hijo (completamente desfigurado). Los periodistas tomaron la foto del cadáver mutilado y algunos medios gráficos se atrevieron a difundirla, captando la atención nacional e internacional sobre el grado de racismo y la falta de derechos de los afroamericanos en EE UU. Como la de Till es una imagen fotográfica de violencia real, no un dibujo ni una ficción como la portada de Chaykin, no la cuelgo aquí pero está por todo internet. Igual que la portada de Chaykin

Hasta aquí el resumen de mi comentario borrado. Añado algo más ahora. Me ha llamado la atención la furia iconoclasta que se ha desatado contra esta portada: la intención es “destruirla” puesto que “no debería haber existido nunca”, y eso en la era de internet supone no volverla a colgar para que nadie, en teoría, pueda verla. Mis conclusiones son dos. 1) La destrucción de imágenes o iconoclastia suele ser, en la historia del arte, signo de que alguien ha tomado el poder y procede a (o al menos intenta) destruir las imágenes creadas por el poder previo. Lo hicieron los revolucionarios franceses contra los símbolos del Antiguo Régimen, lo intentaron los artistas de las vanguardias históricas (como los futuristas) contra la tradición de la historia del arte, lo hicieron los soldados estadounidenses que tomaron (invadieron) Irak al derribar la estatua de Saddam Husseim en Bagdad, etc. Que cada cual saque sus propias conclusiones. 2) Para ser más listo que Chaykin no solo hacen falta más años sino también más lecturas. De la historia y de las imágenes que se representan. La portada es horrible, sí. De eso se trata.