En
este número de la revista, Monteys ha firmado además de la portada, unas acojonantes, abrumadoras páginas interiores de cómic. Va sobradísimo. Humor fino, metahumor más fino, meta-metahumor y triple pirueta sin red. Espero que siga publicando en la revista, ojalá que sí. José Antonio Serrano también le ha entrevistado en las páginas centrales, merece la pena leer también la entrevista.
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SUPERHÉROES Y "SUPERHÉROES". Al margen de esto, y aprovechando que ha vuelto a salir "casualmente" WATCHMEN en el post de abajo, quería citar un extracto de la sección de
John Tones en El Manglar, A MACHETE. Se trata de unos párrafos que me sorprendieron gratamente porque explican una idea que comparto desde hace bastante tiempo. Tones argumenta por qué es absurdo citar a WATCHMEN como "cumbre de los tebeos de superhéroes". WATCHMEN es una sátira en clave dramática de los superhéroes, una deconstrucción, una coda al género de enmascarados, un experimento en los márgenes del mismo, lo que queramos. Pero
no es definitivamente el paradigma del cómic de superhéroes ni "el mejor cómic de superhéroes de la historia", sencillamente porque se salta a la torera los códigos que definen a este género. El SUPERMAN de finales de los cincuenta sí es un buen ejemplo del cómic de superhéroes; LOS 4 FANTÁSTICOS de Lee y Kirby, sí, por supuesto; SPIDERMAN, de Lee y Ditko, sí. BATMAN de Bill Finger y Dick Sprang también es un buen ejemplo del género, igual que el LINTERNA VERDE de John Broome y Gil Kane. BATMAN de O'Neil y Neil Adams, también; LA PATRULLA X de Roy Thomas y Neal Adams, sí, por supuesto; LOS VENGADORES de Lee y Kirby, evidentemente que sí; SUPERMAN Vs. SPIDERMAN de Gerry Conway, Ross Andru y Dick Giordano por supuesto que también. Etcétera. Porque cuando hablamos de un género determinado, hablamos de eso mismo, de un
género. Es decir, de un tipo de relato con unos códigos y convenciones muy concretos, en el que pueden caber muchas cosas dependiendo del autor, sí, pero no cabe todo. Particularmente aquellos relatos que, como WATCHMEN, se dedican precisamente a deconstruir esos códigos y convenciones del género y a criticarlos abiertamente.
El origen del género: el Superman de Jerry Siegel y Joe Shuster (Action Comics 1, 1938)
Hazañas bélicas superheroicas: el supersoldado Capitán América zurra a los nazis en su debut, fecha de portada Marzo 1941, por Joe Simon y Jack Kirby. En 1986, el supersoldado americano de WATCHMEN -El Comediante- es el fascista que liquida a inocentes
Momento cumbre de la Edad de Oro de los superhéroes, años cuarenta: la socarronería heroica del Capitán Marvel -luego Shazam!- superaba en ventas (millonarias) a Superman, su máximo rival. Portada de C.C. Beck (1946)
Dos Caras y los cacharros gigantes del Batman de los cincuenta, por Bill Finger y Dick Sprang (1954)
Más género de supertipos disfrazados: El GREEN LANTERN de John Broome y Gil Kane (1959) en los inicios de la Edad de Plata del comic book de enmascarados
El hombre que se casó con Lois Lane. El delirio no tan ingenuo del Superman de la Edad de Plata, por Wayne Boring y guionista no acreditado (1960)
¡Si este fuera el día del juicio final...! La Edad de Plata del género alcanza su gloriosa cima con la llegada de Galactus al Edificio Baxter de Los 4 Fantásticos. Por Stan Lee, Jack Kirby y Joe Sinnott (1966)
LA DROGA MATA. En la segunda mitad de los sesenta, los problemas sociales de la época entran de forma cada vez más intensa en el género de superhéroes por la puerta abierta de Marvel. La portada y viñetas de arriba constituyen un punto álgido de los "temas sociales" en los superhéroes de la Edad de Plata, concretamente pertenecen a la célebre "trilogía de las drogas", en AMAZING SPIDER-MAN #96 (1971), por Stan Lee, Gil Kane y John Romita. El chaval que está en el suelo en esa portada se había tomado una pirula y, colocadísimo, hacía un salto del ángel desde un séptimo piso creyendo que podía "flotar, volar como un pájaro". Menos mal que Spidey estaba cerca para salvarle. El episodio no pasó la censura del Comics Code, y Lee decidió publicarlo y ponerlo en la calle sin el famoso sellito. Había llovido ya demasiado desde que el Comics Code Authority se creara durante la "caza de brujas total" de los 50.
LA IMPACTANTE VERDAD SOBRE LAS DROGAS. De manera casi simultánea, en DC Comics se lanza el mismo mensaje a la juventud de una forma más contundente. Speedy, el sidekick del superhéroe Green Arrow, se chuta heroína. "¡Mi pupilo es un yonki!", gritaba Flecha Verde en esa portada de Neal Adams de 1971; guiones de Denny O'Neil. Releída ahora la saga, sorprende por su ingenuidad en el tratamiento del tema.
En 1974 el caso Watergate llegaba a Marvel para despertar al Capitán América del sueño americano. El héroe termina renunciando a su papel de supersoldado patriota, pero no a su papel de héroe: se convierte en un superhéroe sin país, el Nómada. Fue en la saga de EL IMPERIO SECRETO, por varios autores (principalmente, Steve Englenhart y Sal Buscema). La portada de arriba es de John Romita.
Otro hito en el género. SUPERMAN VS. EL ASOMBROSO SPIDERMAN (1976) supone el inicio de la moda de los crossovers entre las dos grandes editoriales rivales, Marvel y DC. Después de una larga gestación, este especial daba todo lo que prometía destilando "esencia pura" de superhéroes. Megahostias, megavillanos hiperlocos, megarrobots gigantes, megaplanes demenciales de conquista del mundo y, por supuesto, breve megapelea donde los dos héroes medían sus fuerzas mientras la chiquillería aplaudía a rabiar. Final feliz donde el superbien triunfaba frente al archimal (Dr. Octopus y Lex Luthor). Por Gerry Conway, Ross Andru y Dick Giordano
MARIDOS Y MUJERES. Una miniserie de DC realizada en 1983 por Jan Strnad, Gil Kane y Tom Ziuko, SWORD OF THE ATOM, adelantó cierto tono "realista", crepuscular y desengañado, que explotaría tres años más tarde con los superhéroes del "curso de 1986". El héroe, Ray Palmer alias Atom, descubre que su mujer le engaña con otro, y además lo hace porque las tareas de Ray Palmer como científico y superhéroe no le dejan tiempo para atenderla debidamente. "Oh, Ray... ¡Crece! ¡Dejé de leer comic books hace años! ¿Qué te hace pensar que quiero vivir en uno?", le decía su mujer. Es el comienzo de una aventura que combinó género de superhéroes y fantasía heroica. Para matar las penas, el cornudo Atom viaja reducido a tamaño de bolsillo a una tierra salvaje microscópica; el héroe renacerá allí como un hombre nuevo, convirtiéndose después de muchas vicisitudes en el líder local y, por supuesto, conquistando el corazón de una bella moza.
LA ERA POSMODERNA. Deconstrucción y sátira en clave dramática del género de enmascarados: frente a todo lo anterior, los superhéroes son antihéroes (menos uno en última instancia) y son cuestionados en su totalidad. Neuróticos, decadentes, amorales, fetichistas, megalómanos o fascistas sin paliativos. Véase el Comediante, que en esas viñetas de arriba se caga en todo lo que significan los superhéroes y de paso revienta una reunión para crear un nuevo grupo de justicieros. "He dicho MIERDA. Esta idea de los Justicieros APESTA. (...) Solo un idiota puede pensar que los problemas de América son lo suficientemente pequeños para que PAYASOS como vosotros puedan manejarlos. No tenéis NI IDEA de lo mal que va este mundo. Creedme". Toda una declaración de intenciones en WATCHMEN, capítulo 2. Por Alan Moore, Dave Gibbons y John Higgins (1986)
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En palabras de Tones en la revista El Manglar 9, cedidas amablemente por él para este blog (gracias):
"La revista de literatura Quimera publica, en su número 301, un dossier que titula Narrativas Superheroicas y que, a la sombra de la gravedad arrojada por ese extraño nuevo orden impuesto por el soporífero cine de superhéroes reciente, intenta reivindicar un modo de contar las cosas que lleva reivindicándose a sí mismo desde hace veinte años. Este dossier, coordinado por Jorge Carrión, se compone de un artículo introductorio (Los montes de Kryptonita, de Carrión); un artículo (Las cuatro edades del superhéroe, de Juan Trejo) que sitúa cronolígicamente la historia del género equiparándolo con otras tantas novelas sobre el tema (Las Asombrosas Aventuras de Kavalier y Clay de Michael Chabon, La Tormenta de Hielo de Rick Moody, La Fortaleza de la Soledad de Jonathan Lethem y Muy Pronto Seré Invencible de Austin Grossman); una inofensiva galería fotográfica de Dulce Pinzón en la que gente normal se viste de superhéroe para llevar a cabo tareas cotidianas; un interesante artículo (La supervivencia del supergénero, de nuevo de Jorge Carrión) sobre la relación entre los héroes y sus congéneres humanos; y, finalmente, un diccionario de superhéroes en el que participé con unas breves semblanzas de Punisher y Hulk, y en el que también intervino gente como Alvy Singer, Doctor Zito o Eloy Fernández-Porta. La conclusión para el lector curtido es, en términos generales, la habitual: es contraproducente teorizar buscando la rareza y la disidencia en una forma narrativa que se desea convencional. Dicho de otro modo: no tiene ningún sentido hablar de tebeos de superhéroes usando como elementos teóricos Watchmen y otros títulos cuyo sentido es, precisamente, que se apartan del canon.
Me irrita la necesidad de la crítica de señalar obras como Watchmen como la culminación de la narrativa superheroica, precisamente porque tal y como se subraya siempre, se distancia de la narrativa superheroica. No tiene sentido: Watchmen es una obra maestra del medio, que usa el material superheroico como orgulloso soporte argumental, pero las grandes muestras del género, precisamente por eso mismo, hay que buscarlas en los tebeos que saben cómo no apartarse de los estrictos códigos que rigen los universos superheroicos: la etapa de Claremont y Byrne en los X-Men, las alienígenas fantasías para todos los públicos del Shazam! clásico, los retruécanos de metafísica superheroica de Mark Waid para Flash o, como mucho, la mayúscula superlativización de los mitos Marvel en los dos primeros volúmenes de Ultimates de Mark Millar. Es el constante terror de la crítica cultural (pasa aquí, y pasa en el cine, y en la música) a las restricciones genéricas lo que lleva a elogiar los productos que las ignoran cuando, aún reconociendo el indiscutible valor de las visiones laterales, los condicionantes de los géneros son la camisa de fuerza que los hace evolucionar. Por supuesto, no hace falta aclarar que Watchmen es un extraordinario comic de superhéroes, pero no debería ser el espejo en el que se mire el género, precisamente a causa de su revolucionaria singularidad. Watchmen es una maravillosa rareza".
El "slice of life de un mundo alternativo", en palabras de Dave Gibbons, o la ucronía de WATCHMEN (1986)
Tones apunta una de las posibles razones del extraño fenómeno: la aversión de la crítica cultural a las restricciones (convenciones) del género. Yo propongo otra posible razón, y esta apunta también hacia los propios aficionados a los superhéroes. Cuando se dice que "WATCHMEN es el mejor cómic de la historia", muy a menudo se está afirmando implícitamente que el mejor cómic de la historia es un cómic de superhéroes porque se da por hecho que WATCHMEN lo es. Y sin embargo, ni siquiera uno de los autores, Dave Gibbons, era capaz de verlo como tal sino como
“una historia de ciencia-ficción, un ‘slice of life’ de un mundo alternativo” (sic). WATCHMEN en todo caso es una deconstrucción posmoderna de las convenciones que habían sostenido el género, un artefacto autoconsciente que pretende dejar al descubierto las piezas del mecanismo, los motivos psicológicos y políticos que se ocultan -según la interpretación personal de los autores de Watchmen- bajo los tópicos superheroicos. Pero por eso mismo no es un ejemplo paradigmático del cómic de superhéroes sino justo lo contrario. Una
"maravillosa rareza", en palabras de Tones.
¿Cuál es entonces, según lo veo yo, la razón de que se elija WATCHMEN como "cumbre del género de superhéroes" cuando difícilmente puede defenderse como un relato de ese género, y quizás no pertenezca a ningún género en realidad (Zack Snyder declaró hace poco algo en este sentido, que ve a WATCHMEN como una obra sui generis que crea su propio mundo al margen del género)? La razón a mi juicio oculta un secreto sentimiento de inferioridad del aficionado al género de enmascarados, y me refiero al auténtico género: Superman de Siegel y Shuster, Batman de O'Neil y Adams, Spiderman de Conway, Kane, Romita y Andru, X-Men de Claremont y Byrne, X-Men y All Star Superman de Morrison y Quitely, etc., etc. etc.
El Batman de los setenta, por Denny O'Neil y Neal Adams (1971)
El fin de la inocencia: el Spiderman de Gerry Conway, Gil Kane y John Romita en LA NOCHE QUE GWEN STACY MURIÓ (1973), punto final de la Edad de Plata del género de superhéroes y comienzo de la más oscura y violenta Edad de Bronce, que se extendería durante el resto de los setenta y primera mitad de los ochenta. The times, they are a-changing.
El loco loco loco Arcade contra los UNCANNY X-MEN de Chris Claremont, John Byrne, Terry Austin y Glynis Wein (1979). Spiderman, de superamigo invitado
"Hazañas bélicas" nada gloriosas de los "superhéroes" de WATCHMEN (1986). El Comediante asesina a sangre fría a una vietnamita embarazada por él mismo, mientras el Dr. Manhattan se cruza de brazos
Al escoger a WATCHMEN como
mejor cómic de superhéroes de la historia se trata de elegir no un tebeo de superhéroes
de verdad, con todo lo que eso implica (tramas delirantes y ridículas, maniqueísmo a tope, villanos loquísimos y malísimos, peleas físicas a porrillo con superpoderes, superamigos y
supermamporros, es decir, todo lo que hace GLORIOSO, ORIGINAL e IRREPETIBLE al género de superhéroes), sino de elegir un tebeo de "superhéroes" que podamos mostrar sin vergüenza ante el público general. Un tebeo de "superhéroes"
presentable. Porque WATCHMEN, con su exhibicionismo formal y temático, dio una pátina de respetabilidad cultural a un género popular que había sido menospreciado hasta entonces por infantil y banal. Enarbolar ante el mundo la bandera de WATCHMEN es como decir “mirad, los superhéroes también pueden ser complejos y adultos”. Y esa es la razón, creo yo, de que a menudo se le cite como
mejor tebeo de superhéroes de la historia cuando WATCHMEN es ante todo y sobre todo una
sátira que critica duramente ese género hasta demolerlo.