"Si mayo del 68 fue una revuelta con una visión utópica, la del 2005 fue tan sólo una explosión incontrolada sin perspectiva alguna. Si el típico lugar común de que vivimos en una era postideológica tiene algún sentido, es éste. No había demandas específicas en los disturbios parisinos, sino sólo una insistencia en el reconocimiento, basada en un vago e inarticulado resentimiento. La mayor parte de los entrevistados hablaban acerca de lo muy inaceptable que era que el ministro de Interior en aquel momento, Nicolas Sarkozy, les hubiese llamado "escoria". En un extraño cortocircuito autorreferencial, estaban protestando contra la reacción a sus propias protestas. "La razón populista" encuentra aquí su límite irracional: lo que tenemos es una protesta de nivel cero, un acto de protesta violento que no exige nada. Había cierta ironía en contemplar a los sociólogos, intelectuales y comentaristas intentando comprender y ayudar con sus aportaciones. Ellos intentaban desesperadamente discernir el sentido de las acciones de los manifestantes: "Debemos hacer algo respecto a la integración de los inmigrantes, por su bienestar, por sus oportunidades de empleo", proclamaban, mientras descuidaban las claves que presentaban las revueltas.
Los manifestantes, aunque privados de todo privilegio y excluidos de facto, no vivían en absoluto al límite de la hambruna ni su situación era de supervivencia. Las gentes de estratos mucho más pobres, sin tener en cuenta las condiciones de opresión física e ideológica, habían sido capaces de organizarse como actores políticos con agendas programáticas más o menos claras. El hecho de que no hubiese un programa tras los suburbios de París es en sí mismo un hecho que debe ser interpretado. Nos da una buena pista acerca de nuestra situación político-ideológica. ¿En qué tipo de mundo habitamos, que puede vanagloriarse de tener una sociedad de la elección, pero donde la única opción disponible para el consenso democrático forzado es un acto ciego y desesperado? El lamentable hecho de que la oposición al sistema no pueda articularse en forma de una alternativa realista, o al menos de un proyecto utópico con sentido, es un grave retrato de nuestra situación. ¿Para qué sirve nuestra celebrada libertad de elección cuando la única opción está entre aceptar las prohibiciones y una violencia (auto)destructiva? La violencia de los manifestantes estaba casi exclusivamente dirigida contra ellos mismos. Los coches incendiados y las escuelas asaltadas no fueron las de los barrios ricos, sino que eran en gran parte de las conquistas duramente adquiridas por los estratos sociales de los que provenían los manifestantes.
A lo que hay que resistirse cuando nos enfrentamos a las chocantes noticias e imágenes de los suburbios en llamas de París es a lo que llamo la "tentación hermeneútica": la búsqueda de algún significado más profundo o de un mensaje oculto en tales explosiones. Lo más difícil de aceptar es precisamente la falta de sentido de los disturbios (...). Los estallidos de violencia parisinos del 2005 no estaban enraizados en ningún tipo de protesta socioconómica, y mucho menos en una afirmación del fundamentalismo islámico. Uno de los primeros lugares que incendiaron fue una mezquita, razón por la cual los representantes religiosos musulmanes condenaron de inmediato los altercados. Las revueltas eran simplemente un esfuerzo por hacerse visibles. Un grupo social que, aunque procedente de Francia y compuesto por ciudadanos franceses, se veía a sí mismo excluido del espacio político y social y quería hacer de su presencia algo palpable para el público general. Sus acciones hablaban por ellos: guste o no, estamos aquí, no importa cuánto desees no vernos. Los analistas no advirtieron el hecho crucial de que los manifestantes no reclamaban ningún estatus especial para sí mismos como miembros de una comunidad religiosa o étnica que luchaba por conservar su propio modo de vida. Al contrario, su premisa principal fue que querían ser y de hecho eran ciudadanos franceses, pero no eran plenamente reconocidos como tales".
Slavoj Žižek, filósofo y sociólogo de formación lacaniana y marxista. De su libro SOBRE LA VIOLENCIA. SEIS REFLEXIONES MARGINALES.
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Justice, STRESS:
1 comentario:
Ese video de Justice es el mejor que he visto en los ultimos años....todo es gratuito, como la violencia social catártica que vivimos....es un buen ejemplo.
Curioso como se ha incrementado el nivel de violencia ebria (sospechosamente profesional) y descontrolada en nuestra Barcelona.
Todos los sábados ultimamente una noche en el metro da mucho de si.
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