jueves, 30 de diciembre de 2021

pause and refresh


 
Anoche volví a ver Dr. Strangelove, de Kubrick. Intenté ponerme en la mente de quien la vio en su estreno de 1964. Tiene la cosa de la audacia, de abordar un tema tan candente en clave satírica: la crisis de los misiles cubanos tuvo lugar menos de dos años antes, así que verla entonces tuvo que ser aterrador. Más miedo que risa, porque entonces el futuro de la humanidad se veía muy corto por la amenaza de guerra nuclear. Yo la vi por primera vez bastante niño, en La Clave (TVE2, 1977), y recuerdo cagarme por la pata abajo. Supongo que el efecto ahora es parecido con el futuro que representa Don’t Look Up, sobre todo en clave alegórica.

Vista hoy, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú resulta más sobria, o esa impresión me ha dado por comparación. Además del blanco y negro, arranca como una película seria, dramática quiero decir, hasta que empieza la sátira. Con lo cual están jugando al despiste con el tono, durante un rato no sabes bien si te lo están contando en serio o en broma. Es un recurso muy inteligente que en Don’t Look Up han copiado, porque hasta que los científicos (DiCaprio & Lawrence) no llegan al Despacho oval no empieza el “verdadero” show. Bien hecho. También es verdad que el efecto no puede ser el mismo: todo el mundo sabe de qué va el director, Adam McKay, y había muchos avisos previos en internet sobre No mires arriba. Hasta Dr. Strangelove, en cambio, Kubrick solo había hecho cine dramático e internet no existía.

Dr. Strangelove es bastante menos barroca, de hecho hay solo tres escenarios, aunque en mi recuerdo parecía mucho más compleja, con más estamentos políticos y personajes: escenario 1, la base del general majara que da la orden (Jack D. Ripper, o sea, “Jack el Destripador”, Sterling Hayden); en esta base militar Peter Sellers hace uno de sus papeles, el mejor, el del capitán Mandrake; escenario 2, la war room con el presidente USA, Merkin Muffley, sus asesores, el general jefe (George C. Scott, un oportunista belicista) y el embajador ruso, donde Sellers hace de presidente (magnífico también) y también de Dr. Strangelove; escenario 3) el bombardero, cuyas escenas son todas extraordinarias. El papel de Sellers como Capt. Mandrake es quizá el mejor porque está controladísimo, parece dramático, solo funciona irónicamente por el contexto del resto de la película; qué gran actor fue. Y luego tiene la escena de la llamada de teléfono al presidente Muffley, ya casi al final de la película, pero le faltan monedas para la cabina, etc. Memorable. El papel histriónico de Dr Strangelove me parece cargante y repite además el gag del brazo que “se le va” para hacer el saludo nazi; al repetirlo pierde la gracia. Su actuación como Dr. Strangelove parece la cita más evidente a la comedia del cine clásico: Chaplin, Lubitsch.

Dr. Strangelove apenas pasa de la hora y media, eran otros tiempos. Dato: retrasaron el estreno porque mataron a JFK en noviembre de 1963. Aparte de eso, los responsables de Columbia Pictures estaban muy preocupados al final de la producción y se preguntaban si la peli era antiamericana o solo antimilitarista. La película es ciertamente atrevida para una época como la Guerra Fría, donde la guerra también se libraba en el terreno propagandístico. Pero Kubrick era británico y se rodó cerca de Londres: hace mofa del presidente USA, del Pentágono, del militar warmonger, del rollo macho texano con el piloto del bombardero (Slim Pickens). En realidad hay más sátira del asunto macho, porque la película puede verse como una alegoría fálica que empieza con el “coitus interruptus” del General Buck Turgidson, George C. Scott, y termina como termina. Si os parece que Scott está sobreactuado, es porque Kubrick le engañó, pidiéndole tomas over-the-top solo como “calentamiento”. Tomas que Kubrick luego usó, para cabreo de Scott.

George C. Scott had some really difficult experiences with the director. George was headstrong by nature. It is what fueled his particular talent. Stanley was very much the same kind of man. The irresistible force met the immovable object when Stanley asked George to do over-the-top performances of his lines. He said it would help George to warm up for his satiric takes. George hated this idea. He said it was unprofessional and made him feel silly. George eventually agreed to do his scenes over-the-top when Stanley promised that his performance would never be seen by anyone but himself and the cast and crew. But Kubrick ultimately used many of these "warm-ups" in the final cut. George felt used and manipulated by Stanley and swore he would never work with him again. —James Earl Jones, 2004

El piloto del bombardero me recuerda al cine de Berlanga porque Slim Pickens, que no solo era actor sino performer de rodeo en la vida real, toma ya, tiene un aire aquí a Pepe Isbert. El verdugo de Berlanga de hecho es del mismo año, 1963, y hay una cierta mirada de época común, aunque Dr Strangelove se estrenó al año siguiente por el asesinato de JFK, como he dicho. No había manera de que el público fuera a ver algo así durante el duelo por el presidente muerto, así que la estrenaron a finales de enero de 1964. Aún más: en la postproducción un diálogo de Slim Pickens, "a fella could have a pretty good weekend in Dallas with all that stuff", fue doblado para cambiar "Dallas" a "Vegas" por razones obvias.


Dr Strangelove también tubo problemas legales con Fail Safe (1964), de Sidney Lumet, algo que no sabía. Aunque esta era un thriller realista y serio, el argumento se parecía demasiado a la novela de Peter George, Red Alert, sobre la que estaba basada Dr. Strangelove. Kubrick y George interpusieron una demanda, pero llegaron a un acuerdo antes del juicio: Columbia Pictures, que había financiado y distribuía Dr. Strangelove, también compraría Fail Safe, y la distribuiría después de la película de Kubrick a petición de este último. Así fue. Fail Safe se estrenó ocho meses después.

Me dice Manolo Arias que lo de “los snacks eran gratis” en No mires arriba es muy Veep (2012-2019). Tiene razón. Como lo mejor de esta última película, la cual por cierto tampoco comparaba literalmente con Dr. Strangelove, solo en cuanto a tradición artística (a veces parece que hay que explicitarlo todo). Acabo de hacer una búsqueda ahora mismo, y encuentro lo siguiente: “Part disaster movie, part political satire, Don't Look Up is Armageddon meets Veep without capturing the greatness of either”. 



martes, 28 de diciembre de 2021

“the snacks are free”

¿Qué les pasa a muchos con Don’t Look Up (2021)? La gente de pasta (money *) de mi TL en redes sociales está en su mayoría como enfadada con la película. Es solo una película. ¿O no?  

* No soy tan infantil como para no entender que el capitalismo funciona así, el pack completo, ni para creerme mejor por haber nacido en una familia humilde, algo que no se elige. Eso sí, yo mejoré mi estatus social gracias al reparto de la riqueza que permitía el Estado social en las democracias liberales, con becas públicas para estudiar, investigar, etc. O sea, libertad, en efecto, pero con correcciones del sector público porque quien nace en una familia bien, algo que tampoco se elige, tiene mucha más libertad de entrada que quien nace en una familia no bien. Hola, espíritu navideño… 

La socialdemocracia del siglo XX fue una respuesta del capitalismo al “desafío comunista”. No solamente, porque también aportaba eficiencia desde la óptica utilitarista capitalista: las ayudas, becas y servicios públicos gratuitos permitían ascender a los mejores y ser útiles para la sociedad como ingenieros, profesores, artistas, lo que sea, aunque hubieran nacido en las clases más bajas. El neoliberalismo se cargó la socialdemocracia en buena parte, sobre todo en los países de tradición más liberal. Reagan en USA, Thatcher en UK. La caída del Muro impulsó la globalización, y esta a la deslocalización industrial, etc. El descontento de la gente empobrecida por la globalización + la crisis especulativa de 2008 condujo al auge en Occidente de los populismos, etc. Había que echarle la culpa a quienes no la tenían. En USA, el resultado actual del neoliberalismo / capitalismo tardío, esa salsa populista de “hechos opinables”, conspiracionismo negacionista vs. ciencia (cambio climático, pandemia, etc.) y políticas identitarias a derecha e izquierda que polarizan a la población, es lo que satiriza No mires arriba. No el capitalismo, como algunos afirman. Lo siento, sé que simplifico mucho pero no voy a escribir una tesis en un post de un blog.

No mires arriba es una sátira sobre la USA reciente, pero nos “afecta” aquí en España porque, como provincia del imperio, nos proyectamos en la sociedad estadounidense. También hemos importado con unos años de retraso bastantes “hallazgos” de la democracia sentimental populista estadounidense, basta ver las tácticas actuales de demasiados políticos españoles. Me apunta alguien (Kano) que qué pensará entonces la gente de pasta al ver representadas las cosas “inimaginables” que hacen los ricos en Sucession, la mejor serie que he podido ver en 2021.

Una película, en fin, que polariza al público con una sátira sobre la polarización, lo cual vendría a demostrar su “tesis”. Los artículos en internet que he visto “explicando el final”, también.

A mí Don’t Look Up, con sus peros y chistes buenos que dejan de serlo porque no cortaron la escena en montaje (el show “woke” de la cantante de R&B y su novio rapero, demasiado largo, etc.), me ha gustado. O “gustado”, porque deja muy mal cuerpo. No es una comedia, es una sátira de humor negro. No es lo mismo. Y me recordó algo de Kubrick.

Stanley Kubrick contó en su día una paradoja muy elocuente que se dio en la concepción de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb1964). Su decisión de convertirla en una sátira de humor negro, frente al thriller serio que iba a ser la película en un principio, había logrado que fuese más realista que otros filmes de la época que tocaban el tema de la guerra nuclear con un tratamiento estrictamente dramático, La hora final (On the Beach, 1959) y Punto Límite (Fail-Safe, 1964). Películas que «en su intento de ser serias, excluyeron detalles triviales y comportamientos que habrían parecido incongruentes en una situación en la que el fin del mundo fuera inminente». Bill Krohn define certeramente ¿Teléfono rojo? como la película donde Kubrick «fusionó el realismo del documental y la comedia grotesca para retratar a los miembros del poder político y militar norteamericano como imbéciles y locos, llevando por primera vez a la pantalla el género satírico que la revista MAD había popularizado» (Bill Krohn, Stanley Kubrick, París: Cahiers du cinéma, 2007, p. 43).

Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb (1964), dirigida por Stanley Kubrick, guion de Kubrick, Peter George y Terry Southern
Don’t Look Up (2021), guion y dirección de Adam McKay
Portada de la revista de cómic satírico MAD nº 23 (mayo 1955), en su etapa fundacional dirigida por Harvey Kurtzman

Misma operación en los cómics más satíricos de Frank Miller, desde la parodia de Reagan en The Dark Knight Returns (1986) a las corporaciones "hamburgueseras" de Give Me Liberty (1990-1991), pasando por el Batman anarcoterrorista de DK2 (2001-2002) en lucha contra un presidente virtual, un simulacro de la era digital manejado por el gran poder corporativo (Lex Luthor, convertido aquí en un Kingpin de DC), mientras la ciudadanía está distraída con ídolos de internet. El guionista Ed Neumeier copió el recurso, combinar épica y sátira, en las películas más millerianas de Paul Verhoeven, RoboCop (1987) y Starship Troopers (1997).

A lo que voy, y no soy el primero en decirlo. Aquellas sátiras anticipatorias sobre el mundo capitalista futuro, con corporaciones que han conseguido privatizar servicios públicos para gestionarlos, grandes empresas armamentísticas que ídem, propaganda disfrazada de noticias, infotainment y presidentes que solo trabajan para las élites (como ellos) mientras cuentan milongas a sus votantes para polarizarlos entre sí, se han hecho realidad. Por eso parece que hoy habitamos en un tebeo de Miller de hace veinte o treinta años. 

Me dice Kano también que Don't Look Up es un "documental". Tiene razón.


El Reagan de Batman: The Dark Knight Returns (1986), Frank Miller, con Klaus Janson (tintas) y Lynn Varley (colores)
Viñeta de Give Me Liberty (1990-1991), Frank Miller y Dave Gibbons, colores de Robin Smith
Batman: The Dark Knight Strikes Again (DK2) (2001-2002), Frank Miller y Lynn Varley
RoboCop (1987), dirigida por Paul Verhoeven, guion de Ed Neumeier & Michael Miner
Starship Troopers (1997), dirigida por Paul Verhoeven, guion de Ed Neumeier  
Don’t Look Up (2021), guion y dirección de Adam McKay





sábado, 25 de diciembre de 2021

la mente es solo un disco duro.

 

Esta maravillosa canción que compartía esta mañana en mis redes sociales tiene una historia que merece la pena ser contada. Por un lado, la encasillo mentalmente en la etiqueta de canciones ”documentales”, porque la letra está construida a partir de vivencias cotidianas, encuentros con personas, amigas o extrañas. La técnica compositiva es admirable, y no me refiero solo a la música, sino también a la letra: Cassandra Jenkins descontextualiza los diálogos con esas personas y los enlaza uno con otro hasta el punto de que no queda claro del todo a qué se refieren; a nada y al mismo tiempo a todo. El oyente completa el significado a su gusto, de eso va la poesía. Pero el caso, a lo que voy, es que el disco al que pertenece esa canción (sexto mejor disco internacional de 2021 según Rockdelux, siempre pendiente de lo mejor para recomendárnoslo) lo compone Cassandra Jenkins tras el shock que le supuso una noticia de 2019. 

Cassandra estaba ensayando con otros músicos porque el estadounidense David Berman (ex-Silver Jews) necesitaba una banda para girar como Purple Mountains. Pocos días antes del primer concierto, Berman murió de repente a los 52 años. La entrevista a Cassandra que leía esta mañana le dedica bastantes palabras, evocando el impacto de su muerte. Pero, ¿cómo muere David Berman? Berman se ahorcó tras un largo historial de depresiones y uso de drogas para paliarla (heroína, marihuana y crack; sí, drogas ilegales, pero recordemos que para la depresión crónica también te recetan drogas legales). Por supuesto, no era ese solo elproblema. Seguramente no había superado su separación en 2018 de Cassie Berman, bajista en Silver Jews mientras la banda existió, un divorcio quizá debido en buena parte a la depresión crónica de David. En 2018 Berman, ya separado, estaba viviendo en una habitación encima de la oficina de su discográfica en Chicago, arruinado. Volvió con el seudónimo de Purple Mountains (el disco homónimo de 2019 es buenísimo, lo sé porque me lo he vuelto a poner ahora mismo), animado por el presidente de su discográfica, pero también para afrontar la deuda de $ 100k que arrastraba. 

Mark Fischer, crítico cultural británico que se ahorcó también en 2017 tras una depresión crónica, insistió en más de una ocasión en que deberíamos considerar el aumento de las depresiones y suicidios no como casos individuales (“locos” o gente “problemática”, ya sabéis) sino como una consecuencia estructural del mundo neoliberal y su sálvese quien pueda que ha roto viejos nudos de clase, sindicatos, protección social (dicho sea de paso, David Berman también rompió en 2006 con su padre, el abogado Richard Berman, un conocido lobbista corporativo de empresas de armas y alcohol, y desde entonces no se hablaban). Lo cual me ha llevado a pensar en otros músicos de EE UU, el salvaje oeste en lo que a verdadero liberalismo se refiere, que se suicidaron en años recientes. Mark Linkous (Sparklehorse) se suicidó en 2010 de un tiro en el pecho no mucho después de que lo hiciera Vic Chesnutt con 45 años. Linkous, 47, hijo de mineros, llevaba años tomando antidepresivos, se estaba separando de su mujer, vivía en una habitación del apartamento de un compañero de banda y se encontraba muy afectado por el final de su amigo Chesnutt. Este último se mató con una sobredosis de calmantes musculares; arrastraba un penoso año de operaciones quirúrgicas y una deuda sanitaria notable porque ninguna compañía le aseguraba ya (Chesnutt llevaba décadas en una silla de ruedas tras un accidente juvenil automovilístico). 

En una película noir reciente de cuyo título ahora no me acuerdo, seguro que vosotros sí, el personaje de Brad Pitt tiene un diálogo memorable: “I'm living in America, and in America, you're on your own. America's not a country. It's just a business. Now fucking pay me”. Y esto me lleva a pensar que en países como España, donde aún existe un sistema de protección social que no se ha demolido por completo, y un sistema universal de sanidad pública, en demasiadas ocasiones no somos conscientes el tesoro que tenemos, con todos sus defectos. Y de lo intolerable que debería ser que los políticos más sinvergüenzas sigan intentado robarnos ese tesoro, ese bien común, bajo nuestras propias narices. A veces incluso echando la culpa del robo a los propios funcionarios que nos prestan el servicio.

domingo, 12 de septiembre de 2021

20 años después

Hoy se publica un reportaje en La Opinión de Málaga para el que nos han pedido a bastantes personas recordar los atentados del 11-S, cómo nos enteramos, nuestra reacción, etc. Por razones obvias de espacio nos han cortado, pero pongo debajo los dos párrafos que me pidieron:

Volví del trabajo sin saber nada hasta que puse la tv para ver el telediario de las 15:00 h. Me quedé perplejo, luego horrorizado conforme íbamos comprendiendo en directo lo que pasaba, la magnitud de los hechos, los otros aviones, etc. Me pasé la tarde entera siguiendo las noticias, pensando que había empezado una nueva guerra mundial. 

Mi hermano Antonio Jesús, que es aparejador, me anticipó por teléfono que las Torres seguramente iban a colapsar debido a las altas temperaturas del fuego, sumado a los graves daños estructurales por el impacto de los aviones. Cuando he contado esto años después, no ha faltado el “conspiranoico” que se ha enfadado, asegurando que eso es imposible y que el derrumbe se debió "sin duda" a una “demolición con cargas explosivas”, etc. El caso es que mi hermano me lo anticipó un rato antes de que ocurriera: “creo que se van a caer”. También fueron tremendas las imágenes de las víctimas saltando de las Torres, teniendo que decidir entre el fuego y el suelo. Las he recordado este agosto viendo a otras víctimas, esas personas cayendo del avión en el que intentaban escapar de Kabul huyendo de los talibanes, al final de una ocupación en Afganistán que se inició precisamente como respuesta al 11-S.

sábado, 28 de agosto de 2021

Volver al blog

Juanjo Sáez decide abrir blog y lo anuncia desde FB. Bien hecho. La “era de los blogs”, primera década de los 2000s, fue un internet culto, ilustrado, en el que centenares de miles de personas escribían en blogs individuales, a menudo de conocimiento experto: historia, ciencia, música, literatura, periodismo y opinión, artes visuales, diseño gráfico, cómic, cultura pop, tecnología, viajes, cocina. En cambio, la era de las redes sociales (aprox. 2010-hoy, en la estela de los cambios digitales que trajeron los smartphones y su conectividad a internet) supone un territorio mucho más centralizado por las grandes empresas digitales, que se las apañaron para que todos fuésemos pescados en sus redes. Pescadito fresco, esclavos que regalamos contenido gratis a las empresas propietarias colgando en RRSS fotos, enlaces, textos, mientras las Big Tech (FB en particular, que supone FB+Instagram+Whatsapp etc) comercian con nuestros datos y la publicidad personalizada que nos colocan en estas mismas redes. Antiguos bloggers famosos pasaron a difundir sus contenidos en tuits o posts mientras reinaban los youtubers. Al mismo tiempo, casualidad, cuando buscas algo en el Gran Buscador todo lo que se encuentre en blogs relativo al asunto de tu búsqueda aparece muy abajo en la lista de resultados. Por algo se acuñó la expresión “la muerte de los blogs”.

La realidad es que, con estadísticas en la mano, los blogs no han dejado de crecer en estos años. Solo hay que visitarlos.

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Hit emocional, nuevo blog de Juanjo Sáez, abierto ayer mismo. En él prosigue su serie de “críticas” musicales iniciadas en su muro de FB, mitad en serio, mitad en broma. Es una especie de continuación escrita de Hit Emocional, serie de historietas publicadas en la revista Rockdelux y luego recopiladas y ampliadas en la novela gráfica homónima (2015). Como el formato/medio es muy diferente al cómic, posts escritos, el resultado también lo es.

Otro blog reciente, creado el pasado julio: On Ninjak, donde Javier Pulido comenta el proceso creativo para su trabajo más reciente en el comic book norteamericano (Ninjak, 2021). Un complemento estupendo al tebeo que realiza junto con el guionista Jeff Parker, ideal para profundizar en el análisis formal del cómic: diseño/narración, color, rotulación, etc.

El blog de dibujos de Nadine Redlich, una autora alemana magnífica (de ahí procede la viñeta que ilustra esto). El último cómic suyo que he leído, I Hate You – You Just Don’t Know it Yet (2018) me ha encantado. Un trabajo conceptual muy fino. Y gracioso.


jueves, 15 de abril de 2021

Daños colaterales


DAÑOS COLATERALES

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

METRALLA

Autora: Rutu Modan
Traducción: Eulália Sariola y Bárbara Virgil
Editorial: Sins Entido
Páginas: 168
Precio: 18 €    
Sinopsis: dos jóvenes israelíes buscan al padre desaparecido de uno de ellos, que podría ser la víctima no identificada en un atentado.

Metralla se gana al lector por varias razones. Principalmente, por ofrecer una panorámica razonablemente realista, cercana en ocasiones a la textura documental, de la vida cotidiana en Israel. No pretende evitar el ruido de fondo que todos sabemos, el conflicto con los palestinos, pero tampoco convertirlo en el centro de la obra precisamente porque se quiere mostrar el punto de vista de la gente 
corriente que, a fuerza de convivir con la violencia, se ha acostumbrado a ella e incluso –algún momento hay de eso- se la toma ya con humor negro. Sí, es un atentado suicida lo que pone en marcha la historia, pero se trata sólo de la excusa argumental, no el tema del
libro. Una chica avisará a un joven taxista de que su padre, al que no ve el pelo hace años, podría haber muerto en la explosión, y sobre la búsqueda que ambos emprenden se construye la trama. Pero ni las consecuencias de esa búsqueda ni los daños colaterales del atentado serán los que podrían imaginarse.
   En realidad, la israelí Rutu Modan (Tel Aviv, 1966), ilustradora, editora y profesora de Bellas Artes en su país, ha querido construir algo que, para entendernos, tiene más el tono de una road movie independiente que de un docudrama político. A la autora le interesa mostrar conflictos familiares larvados, escenificar relaciones amorosas de manera desmitificada y, en suma, captar la ambivalencia y complejidad de los sentimientos humanos. Es indudable que Modan tiene talento y sensibilidad para escribir escenas convincentes –los personajes hablan y actúan sin explicarse jamás directamente-, y también para resolverlas con soluciones sofisticadas que escapan al cliché. Su tratamiento narrativo es oblicuo y neutro; su ritmo, pausado. El acertado dibujo también aporta distanciamiento, un grafismo de línea clara muy sintética que recuerda al de los manuales de instrucciones, aunque sin renunciar al naturalismo en los gestos y escenarios. No deja de ser significativo que el libro esté siendo un éxito en Italia y España, pero permanezca inédito en su país de origen.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en febrero de 2007.

Fiel a la cita


FIEL A LA CITA

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

MORTADELO Y FILEMÓN. MUNDIAL 2006
Autor: Francisco Ibáñez
Editorial: Ediciones B
Páginas: 48
Precio:  €      
Sinopsis: Los agentes de la T.I.A. Mortadelo y Filemón buscan a unos extraterrestes disfrazados entre los futbolistas del Mundial de 2006.

No deja de resultar gracioso que al autor de las historietas sobre Mundiales de fútbol más leídas de este país no le guste el fútbol. ¡Yo he odiado toda mi vida el fútbol! ¡Lo he odiado toda mi vida y no sé cuántos Mundiales he hecho!”, decía Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936) con divertida franqueza en una entrevista de 1998. Él ya había perdido la cuenta, pero nosotros no. Mundial 78, Mundial 82, Mundial 82 Bis, Mundial 94, Mundial 98, Mundial 2002, y ahora Mundial 2006 (todos en Ediciones B) son los campeonatos en donde la han liado Mortadelo y Filemón, indiscutiblemente los personajes más famosos que ha dado el cómic español.    
 
Creados en 1958 y con 110 álbumes a sus espaldas, Mortadelo y Filemón siguen fieles a su tradicional cita con el Mundial. Ahora deben viajar al de Alemania -país donde la serie es muy exitosa, bautizada allí como Clever & Smart- camuflados como inoperantes sanitarios para descubrir a extraterrestes infiltrados entre los futbolistas y, de paso, protagonizar sus astracanadas habituales, que es lo que interesa aquí. A Ibáñez nunca le ha preocupado demasiado el argumento de sus historias, lo dice él mismo, sino ofrecer el máximo de gags por página en una ensalada de tortas y equívocos de probada eficacia. Y a pesar de repetir ciertos mecanismos cómicos de otros álbumes –como el prólogo sobre los lugares comunes del fútbol o la caracterización de los equipos según los tópicos de cada país-, ese crack llamado Ibáñez continúa en forma y sacando provecho de una fórmula perfeccionada hace mucho tiempo. El tebeo funciona como funcionan todos los de Mortadelo, y tampoco faltan sus disfraces, ni las broncas con el Súper, ni los cameos de políticos (el chiste que protagoniza Aznar es realmente memorable). Como suele decirse en estos casos, el álbum no defraudará a los seguidores de la
serie. Que son muchísimos.

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en mayo de 2006.

Recuerdos del padre


RECUERDOS DEL PADRE

PEPO PÉREZ
PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM

S.
Autor: Gipi
Traducción: Julio Reija
Editorial: Sins Entido
Páginas:  112
Precio: 16 €    
Sinopsis: álbum autobiográfico a base de recuerdos del autor, todos
con la figura de su padre como eje central.

 “S. me dice que, del humo que en ese momento está envolviendo el puente, empiezan a salir hombres y mujeres con la cabeza toda hinchada y negra. Llevan la ropa medio quemada por el fuego y hecha jirones por la onda expansiva”. Así arranca, en medio de manchas grises y figuras borrosas, el último trabajo de Gipi (Gianni Pacinotti, Pisa, 1963), una elegía al padre muerto dibujada con escuetas líneas de lápiz y leves acuarelas. Con tono no lastimero sino vitalista, el historietista se abandona a la disposición fragmentaria y repetitiva de la memoria, saltando del pasado cercano –la vejez de su padre Sergio– a la infancia del autor, y más lejos aún, a la juventud remota del progenitor en plena II Guerra Mundial, con escenas estremecedoras como la del bombardeo de Pisa en 1943 que inicia el libro. “En cinco minutos, son aniquiladas cinco mil personas”, escribirá luego dos veces distintas Gipi, quien confiesa la inspiración que le produjo Matadero cinco de Kurt Vonnegut. Los continuos saltos temporales se articulan sobre asociaciones de ideas, verbales o visuales, sugiriendo significados inefables además de los literales y permitiendo afortunados cambios de tono, de lo trágico a lo cómico, de lo importante a lo trivial, seguramente el único modo de registrar la vida con fidelidad. También hay escenas repetidas con versiones divergentes: ¿un padre mentiroso o la eterna traición de la memoria? Precisamente, lo que más le interesa a Gipi es fijar la esencia como persona del que fue su progenitor, aunque para ello sólo le queden los recuerdos. “Borrar la noción de muerte con la memoria”, ha dicho expresamente. 

Ilustrador habitual en La Reppublica, este magnífico dibujante de trazo despojado, amable y afilado a la vez, tiene otras tres obras editadas en España por Sinsentido: Interior noche, Los inocentes Apuntes para una historia de guerra. Sin embargo, es en S. donde, guiado por una improvisación no ocultada y, sobre todo, por sus sentimientos, ha logrado su mejor trabajo.
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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en junio de 2007.

Por el camino de Brown


POR EL CAMINO DE BROWN 

PEPO PÉREZ 

PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM  

Nunca me has gustado 

Chester Brown 

Astiberri  

La trayectoria del canadiense Chester Brown (Montreal, 1960), uno de los más destacados autores del cómic alternativo norteamericano de las dos últimas décadas, es cualquier cosa menos predecible o encasillable. Ha firmado trabajos tan dispares como una novela gráfica de humor absurdo realizada con escritura automática (Ed el payaso feliz, 1988), una serie experimental donde contaba el crecimiento y aprendizaje de un bebé desde el punto de vista de éste (Underwater, 1994-1998, inédita en castellano) o una singular biografía histórica de un líder independentista canadiense del siglo XIX (Louis Riel, 2002). En todas ha demostrado una palpable capacidad para aceptar retos narrativos cada vez más complejos, además de una constante inquietud por abordar temáticas poco frecuentes en el cómic y cambiar de registro narrativo de un trabajo a otro. Si la magnífica Louis Riel está contada en una tercera persona omnisciente y distante, sus dos y brillantes obras autobiográficas, El Playboy (1992) y Nunca me has gustado (1994), están resueltas con una peculiar voz en primera persona casi igual de desapegada y objetiva. 

Nunca me has gustado, recientemente publicada en España y considerada por el propio autor su mejor trabajo, es una novela gráfica donde Brown expone recuerdos de su adolescencia, en su mayoría tan vulgares como los de cualquiera. Es la forma de exponerlos lo que hace de ella una obra maestra y abre nuevos caminos para el cómic autobiográfico, actualizando de paso la noble tradición abierta décadas atrás por maestros del underground como Robert Crumb. Con el desapasionamiento y distancia crítica del adulto, Brown va desgranando su memoria adolescente en dibujos caricaturescos de aire inconfundiblemente indie y viñetas de forma desigual que se desparraman literalmente por las páginas. En ellas se reconstruye en una desconcertante sucesión y con la misma jerarquía narrativa –apenas hay énfasis dramático en todo el libro- recuerdos banales y hechos verdaderamente trascendentales: la incapacidad del adolescente Brown para expresar sentimientos o corresponder a los de la chica enamorada de él, el sabor proustiano de las galletas, el cachondeo de sus compañeros de clase porque nunca dice tacos, la franqueza cruel con que le dice a su madre lo horrible que es su nueva peluca, la hospitalización de esa misma madre esquizofrénica. “Chester… no sé si habré vuelto a tiempo para tu cumpleaños así que… aquí tienes tu regalo”, dice la madre antes de salir para el hospital a su impávido hijo, que en cuanto se marcha abre un regalo cuyo contenido conoce exactamente de antemano. La experiencia de lectura, tanto por la impresión fragmentaria y acumulativa de las escenas, como por el apreciable espacio narrativo que se deja al lector para que complete el significado de lo que está leyendo, resulta tan perturbadora y fascinante como la vida misma. Porque en la vida también lo trivial y lo grave, lo grosero y lo sublime, suelen desfilar ante nosotros cogidos de la mano. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en octubre de 2007.

Todo el tiempo del mundo


TODO EL TIEMPO DEL MUNDO 

PEPO PÉREZ 

PEPOPEREZ@ELPERIODICO.COM  

Cancer Vixen 

Marisa Acocella Marchetto 

Ediciones B  

 Como ya avanza desde su título, Cancer Vixen es un relato autobiográfico donde la autora, una dibujante que ha publicado en The New Yorker o The New York Times,  narra su experiencia tras serle diagnosticado un cáncer de mama a temprana edad: cuarenta y pocos años, "fanática de la moda” y "loca por los zapatos". La historietista no se limita sólo a los hechos sobre la enfermedad, en los cuales por cierto no se ahorra detalles dolorosos -la pérdida del seguro médico meses antes del diagnóstico, la cirugía, la quimioterapia, etc.-, sino que además los contextualiza respecto a la gente que le rodea, y lo hace tanto antes como después del indeseable diagnóstico: precisamente, acababa de conocer al amor de su vida y estaba a punto de casarse. La posibilidad incluso de que el cáncer fuera provocado por el polvo de las Torres Gemelas –la autora cubrió todo el atentado del 11-S como reportera para la revista Talk- es uno de los múltiples fantasmas que sobrevuelan este viaje a través del miedo y la esperanza. 

Sin embargo, esto no es ningún dramón tremendista o sensiblero. El sorprendente tono humorístico viene dado por la constante caricatura de personajes y situaciones, el dibujo de línea clara, los colores chillones pero rabiosamente efectivos y, sobre todo, el abrumador despliegue de recursos formales. Diseños de página cambiantes y atrevidos, enormes onomatopeyas que atraviesan las viñetas, imaginativas splash pages que rompen el ritmo… Es justamente la frivolidad que proporcionan esos recursos estridentes e intransferibles del cómic (la autora hace tebeos, y no le da vergüenza de que se note) la que hace original su voz narrativa. Cancer Vixen no es ni siquiera el típico relato de “triunfo sobre la enfermedad” porque, a pesar de que ganes la batalla, siempre hay un precio que pagar, aunque éste no sea el esperado. “Pensé que tenía todo el tiempo del mundo, cuando todo lo que tenía era un parpadeo”, dice la autora en una viñeta, ya casi al final del libro. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en septiembre de 2007.

Las imágenes del deseo


LAS IMÁGENES DEL DESEO  

Pepo Pérez

pepoperez@elperiodico.com

LA VOLUPTUOSIDAD  

Autor: Blutch 

Traducción: Ana Millán 

Rotulación: Eduardo Di Costa y Amiram Reuveni 

Editorial: Ponent Mon 

Páginas:  112 Precio: 20 €     

Sinopsis: en algún lugar de la campiña francesa se organiza una batida con cazadores de la región para atrapar a un "individuo", un animal feroz...  

Hace sólo veinte años, un cómic para adultos que se titulase La voluptuosidad hubiese sido casi con toda seguridad un relato de historias ejemplares construido a base de anécdotas costumbristas picantes, que permitieran con mayor o menor disimulo colar desnudos femeninos y alguna moraleja tan explícita como perogrullesca. Pero el cómic adulto de hoy no es el de entonces, y desde luego no lo es la nouvelle bande desinée que nos llega desde Francia, donde ya se ha producido el salto cuántico de madurez. Blutch (Christian Hincker, Estrasburgo, 1967) es uno de sus representantes más brillantes –junto a Joann Sfar, Christophe Blain, Marjane Satrapi o David B., entre otros- que, aunque tiene a sus espaldas una amplia carrera, sólo ahora comienza a ser traducido en nuestro país.    

La voluptuosidad (2006) refleja el estado actual de la evolución de Blutch, un camino experimental emprendido en Vitesse moderne (2002; de próxima edición en España) que pretende despegarse del relato literario convencional y, desde luego, de la influencia del cine. La realidad del mundo exterior y la del mundo interior de la mente se integran en una narración que posee la textura -y la lógica- de los sueños, y donde se habla de las cosas sin hablar directamente de ellas. El tema es el deseo sexual en diversas variantes, pero el discurso de Blutch, muy apoyado en el poder de sus imágenes, ha alcanzado un nivel de abstracción que obliga al lector a concretarlo con sus propias sensaciones y emociones. El tono es inquietante pero también de farsa, no en vano Blutch se gana el pan en la revista humorística Fluide Glacial,  y sus excepcionales lápices se muestran aquí inacabados pero precisos, graves y a la vez blandos, tan voluptuosos como el título del libro. En manos de Blutch, momentos como el del político abandonado en el campo sin cobertura en el móvil, o el del viejo cazador declarándose a la joven niñera, devienen poderosas alegorías que, sin explicar nada expresamente, lo explican todo. Lo contienen todo. 

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Una reseña que publiqué en El Periódico de Catalunya en mayo de 2007. 

El irreductible galo

ALBERT UDERZO 

El irreductible galo  

PEPO PÉREZ  

pepoperez@elperiodico.com

Posiblemente el peor trago de la carrera del dibujante Albert Uderzo tuvo lugar en 1977 cuando murió René Goscinny, que fue mucho más que el guionista junto al que creó Astérix, la serie que les hizo famosos en todo el mundo. Goscinny era un amigo íntimo para Uderzo, un cómplice, “un hermano”, como ha confesado. A pesar de todo, se sobrepuso a la conmoción, prosiguió Astérix en solitario y cumplirá 80 años este 25 de abril. 

Nacido en 1927 en Fismes, en el Marne francés, Uderzo era hijo de unos humildes emigrantes italianos procedentes de un pueblo del Véneto, Oderzo, del que Albert tomó el apellido trocando la primera letra. Vino al mundo daltónico y con dos dedos extra que le fueron extirpados quirúrgicamente. Pero, como Obélix, con quien se le ha comparado por su complexión alta y corpulenta –Goscinny sería entonces un trasunto del bajito pero intelectual Astérix-, Uderzo parece haberse caído de pequeño en la marmita de la pócima secreta, en su caso la del talento para dibujar. Ha tenido esa capacidad desde pequeño, y, a pesar de que su vocación infantil era la de mecánico de aviación, su padre le animó a seguir dibujando. Su primera publicación, en 1944, fue una parodia ilustrada de una fábula de Jean de La Fontaine; un año después ganaba un concurso editorial para dibujar una tira de cómic. También trabajó como intercalador de animación, pero pronto descubrió que no era lo suyo. En 1945 se muda a París y no da abasto ilustrando libros y creando series de historieta para la revista O.K., donde firma como Al Uderzo porque sonaba más americano. También publica una tira diaria en France Soir titulada El crimen no paga y en 1950 dibuja al superhéroe Capitán Marvel Jr. para la revista Bravo! Es entonces cuando se compra su primer coche, un Simca 5. Todavía le quedaba un largo camino por recorrer hasta poder empezar su colección de Ferraris, una cara afición que aún mantiene.

    En aquellos trabajos de juventud Uderzo mostró su destreza tanto para el dibujo realista como la caricatura, aunque el estilo humorístico era su preferencia natural y terminaría imponiéndose, una mezcla de influencias de la Disney y del cómic francobelga. En 1950 conoce al guionista Jean-Michel Charlier, quien más tarde alcanzaría el éxito escribiendo Teniente Blueberry para el dibujante Jean “Moebius” Giraud. Poco después, Uderzo conoce también al que sería su mejor amigo y su socio artístico predilecto, René Goscinny, llamado a convertirse en uno de los guionistas más creativos de la historieta francesa; juntos realizan series como Jehan Pistolet y Luc Junior. En esa época se trabaja a destajo y de manera mal pagada , pero todos los autores tragan con las imposiciones de los editores. ¿Todos? ¡No! Goscinny, Uderzo, Charlier y otras firmas célebres deciden plantarse con una serie de reivindicaciones, que terminan con los tres líderes problemáticos sin trabajo y en la lista negra. Es una época difícil que les lleva a crear juntos su propia agencia, para la cual dibujará Uderzo diversas series con guiones tanto de Charlier como Goscinny; una de ellas con este último, Oumpah-pah, fue producida para la revista Tintín y estaba protagonizada por un indio fortachón que hacía la vida imposible a los colonos franceses. Sí, el concepto recuerda a Astérix, que sería creado en 1959 para el lanzamiento de la mítica Pilote, revista juvenil cuya dirección artística recae en Goscinny, Uderzo y Charlier. Desde su primer número, Astérix y su aldea de irreductibles galos frente a la ocupación de los locos romanos se convierte en un éxito inmediato. ¿Reacción inconsciente frente a la culpa nacional por el colaboracionismo con los nazis? Puede. El encuentro de Goscinny con un conocido que trabaja como profesor de Historia sugiere la ambientación durante las campañas de Julio César, y Uderzo elige la ubicación de la aldea gala, la Bretaña francesa. No en vano había pasado allí una temporada durante la II Guerra Mundial, trabajando en una granja y ayudando en el negocio de muebles de su padre. 

Durante esos años, Uderzo dibujaba al imposible ritmo de cinco páginas semanales para tres series, Astérix y Oumpah-pah junto a Goscinny, y Michel Tanguy junto a Charlier. Sin embargo, la fama creciente de Astérix le hizo centrarse en ella y abandonar las otras. Lo demás es historia. 33 álbumes y 320 millones de ejemplares vendidos hasta la fecha, la serie más vendida del cómic europeo sólo por detrás de Tintín; un símbolo nacional francés. Se cuenta que Charles De Gaulle, durante un Consejo de ministros, dio a todo su gabinete nombres de personajes de Astérix, y,  aunque siempre se ha dicho que tras la serie había una reafirmación de la identidad nacional, Uderzo niega cualquier intención política. En cualquier caso, la prematura muerte de Goscinny a los 51 años hizo dudar de su continuidad. Pasado el duelo, Uderzo decidió animado por su mujer a crear su propia editorial, Albert-René, y continuar Astérix él solo. También es cierto que en manos de este excelente dibujante pero mediocre guionista la serie se ha deslizado por la cuesta de la decadencia, lo cual no ha impedido que se haya creado un parque temático de Astérix que rivaliza con Disneyland París ni que se sigan produciendo películas y todo tipo de merchandising basado en los irreductibles galos.

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Un perfil biográfico de Uderzo que publiqué en El Periódico de Catalunya en abril de 2007.

Goscinny (1926-1977) y Uderzo (1927-2020) en 1970 


La historia y el mito


LA HISTORIA Y EL MITO

LOUIS RIEL

Pepo Pérez
pepoperez@elperiodico.com

Autor: Chester Brown
Traducción: Montserrat Terrones
Editorial: La Cúpula
Páginas: 280
Precio: 16 €    
Sinopsis: biografía en viñetas del líder histórico canadiense Louis Riel.

Polémico líder canadiense del siglo XIX, Louis Riel dirigió la rebelión de métis, mestizos de habla francesa, durante la anexión por Canadá del territorio de dicha comunidad, la actual provincia de Manitoba. Ésa es la parte de la biografía de Riel que ha querido contar Chester Brown (Montreal, 1960) de manera sumamente documentada, extrapolando en cierto sentido al  cómic el formato de la non-fiction novel. Autor de singular sensibilidad (otros tebeos suyos son el autobiográfico El Playboy o el surrealista Ed el payaso feliz, ambos en La Cúpula), Brown se aproxima al género histórico con un planteamiento personal y en algunos aspectos experimental. Recurre sobre todo a técnicas de extrañamiento que obligan al lector a contemplar los hechos narrados bajo una nueva y rara luz: por un lado, el tipo de grafismo, una línea clara bastante caricaturesca inspirada por el olvidado creador de Little orphan Annie, el historietista
Harold Gray, que tiende a lo simbólico especialmente en los fondos y paisajes; por otra parte, la planificación, distante y fría, que rehuye en todo momento el primer plano. Brown busca deliberadamente, como ha declarado, ser “emocionalmente plano, esperando que los mismos
hechos sean interesantes”. Desde luego que lo son, pero la mirada del autor los dota de un interés añadido. Con un ritmo de metrónomo que alterna diálogos cortos con pausas largas, las que proporcionan las abundantes viñetas mudas, sus personajes de cómicas narices gordas y poses repetitivas escenifican los principales conflictos de una historia que nada tiene de cómico: la codicia de las grandes empresas, el cinismo pragmático de los políticos, el desprecio a las minorías, el peso de la religión. Ésta última fue la que marcaría con tintes mesiánicos el (discutido) trastorno mental hacia el que Riel derivó finalmente, después de intentar ocupar en vano su escaño en el Parlamento canadiense, ser perseguido y verse exiliado. Estas hipnóticas doscientas ochenta páginas dan fe de todo ello.