Anoche leí en la cama lo que salió en la sección de cómic en el ABCD del sábado. Un magnífico artículo de Santiago García a doble página sobre David B. y su EPILÉPTICO. LA ASCENCIÓN DEL GRAN MAL, aprovechando la nueva edición de esta obra maestra de la novela gráfica europea, ahora recopilada en formato libro. El artículo se titula EN LA MONTAÑA DEL GRAN MAL:
"David B. publicó La ascensión del gran mal en seis tomos entre 1997 y 2003. Aparecieron en L'Association, la editorial clave del cómic de autor europeo, que el propio David B. confundó en 1990 y que abandonaría posteriormente por diferencias irreconciliables con otro de sus miembros, Jean-Christophe Menu. Sins Entido los publicó en España, pero ahora los recupera en un solo volumen titulado Epiléptico, que resitúa de forma más visible la obra como una de las grandes novelas gráficas europeas".
Junto a ella, una no menos magnífica reseña de Jordi Carrión sobre lo último de Brieva, EL OTRO MUNDO. ATENTOS A SUS PANTALLAS.:
"En contraposición al carácter cerrado de sus dos libros anteriores, donde la prosa tenía cierta importancia, estamos ahora ante una obra abierta, el inicio de una serie, donde el cómic destierra cualquier texto que no esté integrado en bocadillos. La narración secuencial de diez páginas con que empieza el libro demuestra que Brieva es un narrador talentoso y divertido, capaz de asumir el género de la novela gráfica; pero que sigue creyendo que la tira y la viñeta poseen entidad suficiente para desarrollar su irónico «costumbrismo hiperrealista»".
De hecho, ambos textos me parecieron de lo mejorcito que leí ayer en el ABCD. Este es el nivel, dando la talla.
Destaco también para mi gusto la crítica de Fernando Castro a las performances de Tehching Hsieh, que titulaba con su habitual contundencia, EL PERFORMER COMO IDIOTA MONUMENTAL. El suyo es desde luego un nuevo modelo de crítica de arte para nuestros tiempos: las cosas claras y el chocolate espeso.
"Este artista es un perfecto idiota. Y, a pesar de su terquedad, es también admirable. Algunos han llegado a calificar su comportamiento como el de un «maratoniano» de la performance, y, en realidad, es un pesado de tomo y lomo. No quiero descalificar sus míticas acciones, pocas pero contundentes, caracterizadas por durar cada una de ellas exactamente un año.
La historia ha sido contada en bastantes ocasiones: Tehching Hsieh llega, como un emigrante más, desde Taiwán a Nueva York después de haberse formado en su país en las todavía llamadas «bellas artes» y haber intentado, con catastróficas consecuencias para su menudo cuerpo, repetir la acción del salto al vacío de Klein sin acaso saber que se trataba de un fake fotográfico. A pesar del lógico batacazo, decidió desarrollar en la ciudad babélica que eligió para vivir unas acciones que respondían al topicazo de unir el arte con la vida. Como incluso en lo estético aparece un ansia de totalidad y un afán de hacer algo decisivo y conclusivo, Hsieh tomó -algo habitual en los lectores declaradamente epigónicos- las cosas literalmente, y así consideró que lo mejor era no dejar ni un minuto de la vida ajeno a esa «coartada» que calificamos como arte".
Muy bien igualmente el reportaje de Anna Grau donde explica la vida y milagros de este pavo, Tehching Hsieh (es el que sale en todas las fotos de este post, pinchando se amplían), un taiwanés que llegó de ilegal a Manhattan con una mano delante y otra detrás. Y allí se quedó haciendo performances que siempre duraban un año: un año encerrado en una jaula de madera que él mismo se fabricó, sin comunicarse con nadie y sin teléfono, radio, papel o bolígrafo, nada que le distrajera de pensar. Más tarde, un año entero fichando cada hora, día y noche, en uno de esos relojes para controlar la entrada y salida del trabajo que instaló en su apartamento. La siguiente performance, un año entero viviendo literalmente en la calle sin pisar refugio humano alguno (bar, metro, etc.), un compromiso roto a la fuerza cuando fue enchironado por la policía durante una noche. Y esto "por cierto, el año en que el río Hudson se heló", dice Anna Grau en su reportaje.
Por último y antes de quedarme frito a eso de las cuatro de la mañana, devoré un especial a propósito de la correspondencia entre Stefan Zweig y Herman Hesse. Me encantó.
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Un algo más sobre el fascinante flipao Tehching Hsieh, en Artesigloxxi.wordpress.com:
"Su primer performance, denominado Jump Piece, consistió en un salto al vacío desde una ventana de un edificio de dos pisos de Taiwan, de forma similar a la obra Leap into the Void que Yves Klein realizó en 1969 [foto fake de abajo]. Debido a esta obra fue despreciado en su país natal, aunque el curador de arte del MoMA Klaus Biesenbach asegura que esa performance fue brillante, y que hacía prever la voluntad de dedicación absoluta al arte que tenía Hsieh. Sin embargo el propio Hsieh lo considera una pieza inmadura, premonitoria de otras performances de contenido autodestructivo a las que no les concede el calificativo de artísticas, y que se encuentran escasamente documentadas:---
Half-Ton: El artista se deja aplastar bajo 500 kilos de estuco.
Throw-Up: El artista ingiere arroz frito sin parar, hasta provocarse el vómito.
El "salto al vacío" de Klein
La performance del Jump Piece fue documentada en una fotografía gigante con la ayuda de una cámara Super 8 recién comprada por el artista, pero, a consecuencia del salto Hsieh se rompió sus dos tobillos y abandonó el arte temporalmente, en una etapa que aprovechó para formarse como marino mercante, con el único objetivo de poder entrar furtivamente en los Estados Unidos, donde estaba seguro que su arte encajaría de alguna manera. En julio de 1974 tuvo su oportunidad al formar parte de la tripulación de un petrolero iraní que desembarcó en un pequeño pueblo en el río Delaware, cerca de Philadelphia, momento que aprovechó Hsieh para emprender la fuga por territorio americano, convirtiéndose, durante más de 14 años en un inmigrante ilegal, hasta que en 1988 le fue concedida una amnistía. Su destino no podía ser otro que Manhattan, el epicentro del mundo artístico del momento, con lo que pagó $150 a un taxista para que le llevara a NYC. Ya en la Gran Manzana, Hsieh probó en sus carnes durante 4 años la durísima vida de un inmigrante ilegal en esta ciudad, arriesgándose a ser detenido y multado, lo que conllevaría una pérdida de su pasaporte taiwanés. Durante esta temporada fue encadenando trabajos temporales en la construcción con otros como lavaplatos y limpiador en restaurantes chinos, mientras dormía en un apartamento sin calefacción con un compatriota.
Toda esta rutina menoscababa su creatividad, haciéndole sentir tremendamente alienado, hasta que en 1978 decidió convertir su aislamiento en arte, en su primer One Year Performance, para el cual contó con la inestimable ayuda de su madre, quien, a pesar de no comprender su arte, le otorgó $10.000 con la única condición de “no ser un criminal”. Estas radicales performances de un año de duración se repitieron cinco veces más y exigían un esfuerzo físico, una entrega y una dedicación absoluta por parte de Hsieh que fascinaron a la escena artística de la ciudad. Sus obras hablan del paso del tiempo (al igual que ya lo hicieron otros artistas como Hanne Darboven, Roman Opalka, Jonathan Borofsky u On Kawara) desde una perspectiva radicalmente única. Las piezas no contaban con precedente alguno en la historia del arte, puesto que era la primera vez que alguien pretendía, a través de su trabajo, lograr una integración absoluta entre el arte y la vida, entendidos como procesos simultáneos".
Febrero 2009: Tehching Hsieh en The NY Times
7 comentarios:
Esa misma historia la contó Buñuel en Simón del desierto. :)
Ya que lo dices, mira esto.
Jeje, qué bueno...
En todo caso, un idiota muy interesante. ¡Dos tobillos rotos! El muy cafre saltó de verdad...
Hola...!!!
Muchas gracias por incluir un link a mi blog artesigloxxi.wordpress.com, espero que la info te haya sido util!!!
Por cierto... me ha encantado tu blog!!!
Un saludo
Efrén
Adoro a Castro, joder :)
Gracias a ti, Efren, tu web está de puta madre.
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