Anoche acabé los dos tomos, 800 paginazas en total, de UNA VIDA ERRANTE (Astiberri, 2009), la autobiografía profesional de Yoshihiro Tatsumi (Osaka, 1935) que narra sus inicios juveniles en el manga durante la posguerra japonesa hasta el final de la década de los cincuenta. El tebeo me ha parecido apasionante, quizás la obra de su vida, y quería comentar algunos aspectos de todo lo que cuenta, que es mucho, muchísimo, por lo menos aquello que más me ha llamado la atención cuando no conmovido profundamente. Para empezar, la constante lucha interior de Tatsumi (o su sosias, porque su personaje aparece rebautizado en el tebeo como Hiroshi Katsumi) entre sus deseos de servir a la industria que le da de comer haciendo tebeos comerciales y sus necesidades creativas y artísticas. Es una batalla que debe librar contra las fechas de entrega y los formatos impuestos, destacando en este sentido su búsqueda de espacio: de más páginas para contar con más viñetas y así poder "plasmar mejor el aspecto emocional".
Por esta razón Tatsumi sentía predilección por el formato de tomo (tomos que hace cincuenta años se publicaban con normalidad en Japón), aunque a menudo se veía obligado a dibujar historietas cortas para las revistas antológicas con autores diversos, como la pionera SOMBRA que más tarde sería imitada por distintas editoriales.
Los debates que mantiene Tatsumi con su perspicaz hermano son reveladores, pues el hermano (enfermo en principio, aunque más tarde consigue superar su enfermedad y dedicarse también a dibujar tebeos) le espolea a "estilizar", siguiendo la tradición del manga de la que Tezuka es el dios absoluto, también para Tatsumi: "ahorrar trazos inútiles para simplificar el dibujo", "ahorrar viñetas", no "desperdiciar" páginas, son las consignas del hermano de Tatsumi. Frente a ellas, Tatsumi apuesta por experimentar usando más viñetas de lo habitual en busca de "una forma de expresión diferente". Lo sorprendente es que este mismo problema puede encontrarse mucho más recientemente, como señalaba el otro día Santiago en su reseña de UNA VIDA ERRANTE, en los autores de novela gráfica moderna: en Chris Ware, Clowes, Seth (ver página de abajo) & cía. Todos ellos, principalmente por influencia de Ware, han recurrido en sus obras recientes a multiplicar el número de viñetas frente a la síntesis habitual del cómic tradicional.
En esa búsqueda, Tatsumi y sus colegas fundarán hace cincuenta años un movimiento al que, como toda cosa nueva, tendrán que bautizar para diferenciarse de la corriente dominante del manga, que por entonces eran tebeos dirigidos al público infantil y mayoritariamente humorísticos. La etiqueta que adoptan, después de darles muchas vueltas, es la del hoy conocido gekiga, que bien podría traducirse libremente como "drama gráfico". Historietas dramáticas dirigidas a un público adulto frente al manga dominante, de humor y pensado para niños. "¡¡Me niego a seguir haciendo un manga basado en el 'humor' o en la 'gracia'!!", grita Tatsumi al final del primer tomo de UNA VIDA ERRANTE.
CINE, CINE, CINE... MÁS CINE, POR FAVOR. En esa búsqueda, a veces llena de desesperación e inseguridad, de nuevos caminos que Tatsumi no encuentra en los mangas de su época, sus principales influencias provendrán del cine, pues no por casualidad se tragaba todas las películas norteamericanas, francesas y japonesas que podía. Como muestra, ver las dos páginas de arriba: Tatsumi nos cuenta cómo en uno de sus primeros experimentos utiliza un montón de viñetas extras por influencia cinematográfica, y el hermano se lo reprocha porque con ello "desperdicia" páginas. Tatsumi le replica que hay alguna película "cuya acción duraba una hora y pico, igual que la duración del filme", y que "en el manga también debería ser posible sincronizar el tiempo de desarrollo de las viñetas y el tiempo real".
Fotograma de LOS 7 SAMURÁIS de Kurosawa, citada expresamente en el tebeo igual que RASHOMON, VIVIR, SOLO ANTE EL PELIGRO, EL PUENTE SOBRE EL RÍO KWAI, A PLENO SOL o EL TERCER HOMBRE (abajo)
"No hay necesidad de introducir técnicas cinematográficas a la fuerza", replica el hermano de Tatsumi. "El manga es el mundo del papel. ¡No tiene nada que ver con el mundo del cine! Debemos desarrollar las técnicas propias del manga". Tatsumi: "Lo que ahora parece una simple imitación del cine será en el futuro una técnica propia del manga...". Este debate también tiene su miga y me recuerda al que sostuvieron Eisner y Miller tres décadas más tarde, en los primeros ochenta. Durante un encuentro al que asistía Eisner, Jim Shooter le presentó a Miller como la nueva promesa de Marvel, y le mostró el último número publicado de Daredevil. Lo primero en lo que se fijó Eisner fue en el número de viñetas, según él más alargado de la cuenta: le dijo a Miller que podía contar lo mismo con menos viñetas y que todas las demás sobraban. Miller por entonces quería reproducir en sus cómics efectos y ritmos "cinematográficos", como es evidente releyendo su Daredevil, y de ahí la profusión de viñetas con planos de transición. Poco tiempo después terminó dándole la razón a Eisner. "Cada viñeta tenía que hacer avanzar la narración y un plano de transición no tenía ningún propósito en el comic book", le dijo Eisner con mucha insistencia en aquella ocasión, tal como rememoraba Miller en una entrevista incluida en el libro de Mark Salisbury ARTISTS ON COMIC ART (Titan Books, 2000, pág. 164). En la misma entrevista Miller también explicaba cómo, a partir de la segunda mitad de su RONIN, empezó a aplicar la teoría de Eisner, abandonando su obsesión por hacer "cómics que funcionaran como películas", y entonces se percató de que la mayoría de lo que había hecho hasta entonces eran "tonterías". De todos modos, el debate menos viñetas/más viñetas está abierto y no acaba ahí, porque el uso de un gran número de viñetas que hace hoy día la escuela de Chris Ware (página de abajo) no tiene nada de cinematográfico y sí mucho de las necesidades de expresión emocional que intuía Tatsumi hace cincuenta años.
En este sentido, resulta evidente en toda la obra de Tatsumi traducida en España (ver tomos publicados por La Cúpula y Ponent Mon), y también en UNA VIDA ERRANTE, que existe una tensión no resuelta entre sus ambiciones narrativas y los recursos formales que maneja, que son los del tebeo comercial de género que aprendió a hacer desde muy joven y que le han marcado hasta el punto de ser esclavo de ellos. Es la rejilla, por usar terminología de Foucault, desde la que Tatsumi ve el mundo del manga, una rejilla aprendida a marchas forzadas a lo largo de una carrera de fondo donde no había tiempo más que para dibujar, dibujar y dibujar. Son recursos formales que a mi juicio se le quedan cortos para llegar a donde quiere llegar, pero son los recursos que conoce, las únicas herramientas que sabe manejar, y por tanto las que sigue aplicando.
EN BUSCA DEL LECTOR ADULTO. Volviendo a UNA VIDA ERRANTE, también en Japón los cómics fueron una fuente de preocupación para los educadores. Tatsumi cuenta cómo el tipo de manga que él y sus colegas hacían empezó a ser criticado desde los medios generales, porque hasta entonces se asociaba 'manga' con 'público infantil', considerando este nuevo manga muy fuerte para los niños. "Historietas inmorales nos invaden", rezaba un titular de prensa que se reproduce en el tebeo. ¿Nos suena, verdad?
"Nuestro público no son los niños", se desahogaba Tatsumi con su hermano. "Un lector adulto sabe entender lo que dibujamos. Una puñalada hace sangrar. Eso no es algo perverso, sino de sentido común". Su hermano le contesta: "Ya, pero ten en cuenta que en las librerías ponen nuestros libros en el estante de 'manga infantil'. Cualquiera pensaría que son libros para niños". Entonces es cuando Tatsumi se convence definitivamente de la necesidad de marcar una "línea de separación" entre el manga infantil y el manga que hacían ellos, y lo hará con la etiqueta 'gekiga'.
HARD BOILED. Otra de las influencias llamativas en los autores de gekiga fueron las novelas de Mickey Spillane, citado varias veces a lo largo de la obra. En aquella época el estilo hard boiled causaba sensación en Estados Unidos y, como todo lo estadounidense, el impacto terminó llegando a un Japón dominado por los vencedores de la II Guerra Mundial. Tatsumi cuenta en este sentido que su hermano, Shoichi Sakurai, fue quien le descubrió a Spillane, y que Sakurai creó un tebeo (LA CIUDAD DE LA MÁSCARA) inspirado en la forma de escribir de Spillane en el que hasta el protagonista se llamaba de forma parecida al detective Mike Hammer. Tatsumi reconoce asimismo que el tebeo de su hermano le marcó, y que también influiría enormemente en autores como Masaaki Sato y Takao Saito.
Páginas más tarde, vemos como Saito descubre las novelas de Spillane de la mano de Tatsumi, y cómo la influencia del novelista estadounidense marcaría sucesivas obras de Saito hasta conectar, de la mano del guionista Kazuo Koike, con la célebre GOLGO 13.
GEKIGA VERSUS MANGA. Una vez asumida la etiqueta explícitamente (empezó a figurar en las revistas que publicaron a partir de un determinado momento), en el Taller Gekiga de Tatsumi y sus colegas continuaban las discusiones, e incluso había algún autor como Saito que consideraba al gekiga como algo "separado" del manga:
Tatsumi, después de dudas anteriores (más atrás en el tiempo llegó a decir que "el gekiga no era manga", ante lo cual su hermano se reía y le contestaba "¿Se puede saber qué es 'un manga que no es manga'?"), pensaba ahora "que había una diferencia en el tipo de público pero, en tanto que ambas formas de expresión empleaban viñetas y bocadillos, el gekiga tenía que ser considerado como una parte del manga". Como se ve, cualquier parecido con el debate reciente en Occidente "¿la novela gráfica es cómic?" no es ninguna casualidad, más bien tiene todo que ver. Por supuesto, aclarémoslo una vez más, la novela gráfica moderna es cómic, no puede ser otra cosa, pero sí rompe con muchas constantes del cómic tradicional y en este sentido es hasta cierto punto comprensible que sea percibido como "otra cosa" o, desde luego, como un nuevo cómic; algo parecido a lo que venía a decir Tatsumi hace 50 años de la corriente específica, gekiga, respecto al medio general, manga. De hecho, en los comentarios finales a UNA VIDA ERRANTE, Tatsumi identifica muy significativamente a su padrino norteamericano Adrian Tomine -Tomine, página de abajo, es quien se está encargando de coordinar las ediciones de Drawn & Quarterly de la obra de Tatsumi- como "autor estadounidense de gekiga" . También, más significativamente aún, Tatsumi manifiesta en esas líneas finales su sorpresa por el hecho de que el gekiga, corriente minoritaria aún hoy en Japón, pueda tener interés para el lector occidental e incluso duda abiertamente de ello. Por supuesto que lo tiene, pero no para el lector habitual de manga en Occidente (chavales), sino para el lector (adulto) de novela gráfica.
sábado, 2 de enero de 2010
¡GEKIGA!
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9 comentarios:
Yo descubrí a Tatsumi en el Víbora y me parece un autor magnífico, que domina con maestría todos los resortes del medio para transmitir lo que desea, y lo hace con una profundidad tremenda. Y que bueno ver que somos todos iguales en todas partes del globo.
Sinceramente, yo no creo que Tatsumi tenga la profundidad que a él le haría falta para todo lo que quiere contar, aquí o en otros tebeos. No lo digo como crítica, me gusta tal como es, pero sí lo veo como una "incapacidad congénita", o mejor dicho, una incapacidad aprendida, cultural. Tatsumi, como tantos compañeros de generación, está demasiado viciado por el oficio. Empezó muy joven, aprendió sobre la marcha dando palos de ciego y tenía que aplicar los recursos ya existentes que había aprendido de otros. A eso me refiero con lo de la "rejilla" a través de la que Tatsumi ve el mundo del cómic, una reja que le impide alcanzar más sutilidad y hondura en la narración. No sólo le pasa a Tatsumi, a otros autores de cierta edad (y Tatsumi va para los 75 años, ojo) les pasa lo mismo, en Japón, en EEUU o aquí mismo. Y repito, que esto no lo digo como crítica, sencillamente es inevitable.
“Quería viñetas; estaba desesperado por viñetas. Y eso es lo que no me daban, así que, desesperado, comencé a subdividir las viñetas. Llegó un momento en que era simplemente absurdo tener seis viñetas para una determinada cantidad de texto. Empecé a ver a la gente haciendo todo tipo de cosas, y se me hacía ridículo tenerlos haciendo todas esas cosas en seis viñetas… porque es lo que sucede entre esas viñetas lo que es tan fascinante. Fíjate en toda esa acción dramática que uno nunca tiene la oportunidad de ver. A menos que al artista se le permita profundizar en ello, la forma continuará siendo infantil.”
Esto lo decía Bernard Krigstein sobre su etapa en los años 50. Perdió la batalla y desesperado abandonó los cómics. Tiene bastante que ver con lo que cuenta Tatsumi en Una vida errante, creo.
Tiene todo que ver, muy bien visto, tio berni. Y de hecho Krigstein conecta a su vez con la multiplicación de viñetas de transición en el Daredevil de Miller, porque en esa época Krigstein era uno de los maestros de Miller.
Tirando de archivo, he dado con esto otro que decía Eddie Campbell sobre la diferencia entre la multiplicación de viñetas en Krigstein y la de otros autores.
Según Campbell, la diferencia estaría en que Krigstein mantenía la integridad de las formas y figuras en sus múltiples viñetas mientras los autores "más cinematográficos" las dibujaban truncadas, con planos detalle y demás. Esto último Miller lo hizo muchísimo en Daredevil, por cierto. No hay más que ver la famosa página de la muerte de Elektra.
En fin, a mí este debate (aún abierto, por supuesto) me interesa mucho, y por eso cuando sale en las memorias de Tatsumi me ha llamado mucho la atención.
Aunque no sabría definirlas muy bien, creo que hay diferencias entre la necesidad de viñetas de Krigstein y de Tatsumi, pero también varias similitudes. Por una parte, las historias cortas no les permitían ni profundizar en la psicología de los personajes ni en temas realmente relevantes como no fuera de forma muy esquemática. También me parece que ambos tenían mucho interés en narrar con la imagen y minimizar el peso del texto. Krigstein se volvía loco haciendo recorta-pega con las páginas ya rotuladas que Feldstein le daba para ilustrar, para de este modo poder incluir viñetas extra. Un trabajo por el que por supuesto no recibía ninguna compensación extra.
Por otra parte, me parece que ambos ven en la posibilidad de tener muchas viñetas (o lo que es lo mismo, páginas, Krigstein quería 12 páginas para Master Race, un guión inicialmente de 6 páginas) un recurso con el que imprimir ritmos a las historias. Como ejemplo del lado de Tatsumi, lo que comentas sobre "un manga en tiempo real". Y del lado de Krigstein, por irnos a lo más conocido, esa especie de mezcla ente "cámara lenta" y ritmo sincopado al final de Master Race (¡11 viñetas seguidas sin texto en un cómic EC!).
Pero claro, ahí estaban los mercados para cortarles las alas en sus aspiraciones, aunque a base de persistir Tatsumi al final lo logró. Y a la vista de lo que se impone hoy en día, estaban en el camino corresto (en uno de los caminos correctos, vamos).
En las historietas de Tatsumi donde se dedicó a experimentar, que son las que critica su hermano en las páginas de Una vida errante, había un montón de viñetas añadidas precisamente para ralentizar (alargar) la acción, y a veces parecían casi fotogramas. Subo una muestra al post enseguida.
Ésta es la página que decía. De todos modos, al margen del asunto cinematográfico, yo creo que la intención de Tatsumi estaba más en conseguir una mayor expresividad, y "plasmar mejor el aspecto emocional", que en imitar el cine por imitarlo. Lo que quizás le pasaba es que, como no encontraba recursos formales en el manga dominante de su época (el manga "estilizado" que le decía su hermano, en el que todo se sintetizaba, tanto trazos del dibujo como número de viñetas), los buscaba en el cine. La clave está cuando Tatsumi se dio cuenta de que, en cuanto Tezuka había pasado a publicar en revistas en vez de en tomos, "la composición de sus historias se ha vuelto estática y aburrida. Es natural. Él acostumbraba a dibujar obras de cientos de páginas y ahora le dan muy poco espacio". Puede leerse aquí.
Y si eso es para la acción, para el tema diálogos es mucho más claro. Para intentar escribir diálogos naturalistas en vez de funcionales/explicativos (que son los de la mayoría del cómic tradicional) necesitas "tiempo", y el tiempo en el cómic es espacio. O sea, necesitas más viñetas. Y si expresas las emociones de forma muda, igual, necesitas viñetas. Etc.
Pués encuentro en Tatsumi una profundidad implícita, que no abusa de artificios. Su puesta en escena no toma partido (hay un cierto naturalismo), pero consigue crear una gran empatía hacia los personajes. Y sus temas y su trazo desgarbado, así como esa sordidez que envuelve sus historias, me dan esa sensación de estar mirando algo que va más allá de la superficialidad aparente de lo narrado. Es lo que tiene la subjetividad.
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