Télérama se hace eco de la crisis por la que atraviesa la industria de la BD. Enlazo el artículo de Stéphane Jarno y Laurence Le Saux (vía Álex Serrano) como complemento al post que publiqué en verano sobre este tema, «Crisis en tierras paralelas».
(La ilustración no sé de quién es, no viene acreditada en el artículo) Editado: me señalan en comentarios (gracias) que el dibujo es de Erwann Surcouf
ACTUALIZACIÓN | Algunos destacados del artículo:
[En una librería especializada de París]. Esta avalancha de álbumes no facilita la tarea de los libreros. «Los libros salen demasiado rápido, antes de que tengamos tiempo de defenderlos, se lamenta Jean-Pierre Nakache, el gerente. Un número increíble de ellos vende entre seiscientas y ochocientas copias. Pero hace diez años el mínimo eran tres mil, lo que ponemos en el mercado»... En veinte años, el número de álbumes publicados en Francia se ha multiplicado por diez, ¡de quinientos a cinco mil en un año! Ciertamente el fenómeno manga ha contribuido a aumentar las cifras, pero no lo explica todo.
Hasta hace poco un sector en fuerte crecimiento, la bande dessinée atrajo muchas vocaciones. Entre los autores, pero también entre los editores, que se han multiplicado (332 en 2013) y publican a diestro y siniestro. Todo sería mejor si los lectores hubieran seguido su ejemplo.
«En tanto que la producción ha explotado, el promedio de tirada de un álbum se ha dividido por cinco», dice Claude de Saint Vincent, director general del grupo Média Participations, propietaria de Dargaud, Dupuis y Le Lombard. «Hemos pasado de un sector profesional de fondo [un autor podía esperar vender sus obras a largo plazo] a un sector de novedades. Hoy en día, la literatura general, que representa el 30% de la edición, permite vivir a 300 novelistas. La bande dessinée, que solo supone el 9%, ¿cómo podría permitir subsistir a 1.500 autores profesionales?»
[...] Xavier Mussat, a quien se debe el nuevo y brillante Carnation, habló en junio en una carta abierta: «Es bueno para la supervivencia de una profesión hacerse la pregunta: ¿a qué clase social pertenecerá el que produzca sus libros con calma?» La respuesta de su colega Emmanuel Lepage (La Lune est blanche) es escalofriante. «El futuro pertenece a André Gide, es decir, a los rentistas, me dijo un editor. La situación es trágica. Estamos siendo testigos de la desaparición de un medio, así de claro. Hace cinco años, el sistema de la BD permitía, trabajando doce horas al día, seis días a la semana, mantener la cabeza fuera del agua. Eso hoy día ya no es posible».
¿Qué perspectivas hay para estos profesionales? ¿Reconvertirse? ¿Diversificarse para ser además ilustradores, diseñadores gráficos o animadores? Algunos pueden, sencillamente, simplificar su trabajo para dibujar más rápido. O adoptar trucos bien probados que garantizan un cierto número de ventas. En todos los casos, la creatividad y la diversidad de historietas hechas en Francia sufriría.
¿Y qué pasa con los futuros autores que salen cada año de las escuelas de BD, cada vez más numerosas? «¡Tenemos que ir a la delegación del Ministerio de Cultura vestidos de Pitufos, balanceando cubos de sangre falsa!» La idea lanzada por Lewis Trondheim no ha tenido éxito (¿todavía?), pero sus colegas ofrecen una «marcha de los autores y de apoyo a la creación» para el próximo Festival de Angoulême, del 29 de enero al 1 de febrero. Se trata de romper el mito de color de rosa que rodea su profesión. Y, tal vez, de salvarla.