jueves, 18 de octubre de 2012

CARANTIGUA (FUCKFACE): LO QUE ES.

Sin ningún tipo de prolegómenos, un preso peligroso al que un carcelero llama Carantigua es arrojado a un planeta prisión (o eso suponemos), habitado como enseguida descubrimos por las peores bestias pardas del universo. Ya en plena caída se parte la cara con uno de los carceleros, y a partir de ahí sigue una interminable sucesión de peleas en las que Carantigua (Cannibal Fuckface en el inglés original) se enfrenta a monstruos patibularios de calaña aún peor que la suya. Su supervivencia pasa por adaptarse al entorno hostil y ser más bárbaro y vengativo que sus oponentes, lo cual es mucho decir en un cómic como este.
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Mi reseña de Pudridero 1, de Johnny Ryan (Entrecomics Comics / Fulgencio Pimentel, 2012) sigue en Númerocero
Johnny Ryan, Pudridero 1, 2012 (originalmente en Prison Pit 1, 2009)
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Me gustaría aprovechar la reseña para comentar algunas cuestiones que se me han quedado en el tintero, en parte por falta de espacio y en parte porque me parecían más “especializadas” y por tanto tal vez menos procedentes en una web como Númerocero.



La edición española de Prison Pit, Pudridero, reúne dos tomos de los cuatro aparecidos hasta ahora en Estados Unidos en un libro de elegante diseño con tapa dura y grueso lomo que parece plantear una paradoja por comparación con la “suciedad” del contenido. David Sánchez Rodríguez se preguntaba hace poco en su blog Intramuros, muy pertinentemente, qué ha pasado en los últimos veinte años para que un material como este, antaño típico del underground, sea consumido en una edición como esta. Lo que ha pasado, esto lo digo yo, es el triunfo de la novela gráfica, y no por casualidad los principales autores norteamericanos de la novela gráfica actual proceden de lo que hasta los noventa se denominaba cómic alternativo –caso precisamente de Ryan, que comenzó autoeditándose en los primeros noventa antes de pasar a la escudería de Fantagraphics–, los cuales a su vez solían reconocer como ascendientes a los dibujantes del comix underground de los sesenta y setenta, con el Padre Crumb a la cabeza.

El comix underground de Rory Hayes (textos de Gary Arlington). «Dear Crusader», Conspiracy Capers (1969)
Ryan dejó de publicar comic books grapados con sus historietas breves de humor cafre en 2001. Lo hizo sencillamente porque su editor americano, Fantagraphics como decía, dejó de publicarlos en favor del libro, el formato más asociado a la novela gráfica. Ryan se vio entonces ante el desafío de afrontar su primera narración larga, y el resultado fue Pudridero. En otras palabras, y en contra de lo que a veces se piensa, una novela gráfica no tiene por qué tratar de temas realistas, “serios” o autobiográficos, un material narrativo que por cierto Ryan detesta y ha parodiado en más de una ocasión. Una novela gráfica puede tratar perfectamente de lo que trata Pudridero, a saber: mamporros, sangre, vísceras, sexo chungo y mutaciones asquerosas. Solo es cuestión de enfoque, de visión. La del autor, en este caso Johnny Ryan. Y la jugada le ha salido tan bien en su país y, por lo visto hasta ahora, también en España, que ahora mismo no tiene planeado cuándo terminará Pudridero. Como él dice, es un tipo de historia que podría continuar para siempre. Lo dejará cuando se aburra.

Johnny Ryan, Pudridero 1 (originalmente en Prison Pit 2, 2010)
NACIDO PARA LA ACCIÓN... O NO, DEPENDE. Lo anterior me lleva a pensar en la larga tradición de acción y aventuras que hay en el cómic; de hecho bien podría mantenerse que hasta no hace mucho era el material predominante de manera aplastante. Lo que no había hasta fechas relativamente recientes eran demasiados recursos formales para representar el mundo interior de las emociones y sensaciones.

Basta pensar en muchas tiras de prensa clásicas de las primeras décadas del XX, cuyos autores se preocuparon más que nada de representar la acción de manera deslumbrante para el lector o, según el caso, cómica. El Little Nemo de Winsor McCay, del que acaba de cumplirse aniversario (15 de octubre de 1905 fue la fecha de publicación de su primera tira de prensa), puede ser una de ellas, el Krazy Kat de Herriman otra, y el Popeye de Segar otra más, tan solo por citar tres de las más conocidas. Hay muchísimos más ejemplos, por supuesto, porque del hilo de la "acción" en el cómic se puede tirar hasta las tiras de aventuras exóticas que comenzaron entre 1929 y los primeros treinta (Tarzán de Hal Foster, Captain Easy de Roy Crane, Terry y los piratas de Milton Caniff, etc.), el modelo de aventuras de la escuela francobelga (Hergé) o, por supuesto, el manga moderno, especialmente a partir de los cincuenta. La acción en las tiras de prensa de McCay o Herriman y otros menos conocidos como Charles Forbell me recuerda ahora que un autor como Chris Ware, del que he hablado un poco durante la última semana, también ha practicado la pantomima en sus historietas breves, como siempre de gran despliegue gráfico; páginas que se pueden insertar –al menos en parte– en la tradición de McCay o Herriman, a la que Ware cita expresamente, aunque se lleve esa tradición al terreno de sus temas personales o aporte nuevos juegos formales. Lo cual me hace preguntarme a su vez si la aparente incomprensión que Ware despierta en algunos lectores de cómic es aplicable también a esos grandes clásicos supuestamente disfrutados por todos los amantes de la historieta, esos McCays y Herrimans de los que Ware desciende hasta cierto punto. O es que tal vez a los Grandes Clásicos no se les aplica el mismo criterio, sancionados por el paso del tiempo, que todo lo ennoblece,  y estos ya gustan "de por sí". No lo sé.
Chris Ware, The Acme Novelty Library (2005)
Chris Ware, «Quimby the Mouse», en The Acme Novelty Library (2005) 
Vista con la mirada adecuada, incluso Johnny Ryan parece estar practicando slapstick –aunque sea violento– más o menos mudo en abundantes páginas de Pudridero, que no se caracteriza precisamente por las grandes parrafadas sino justamente por la acción de trompazos. Al fin y al cabo, es lo que Ryan ya hacía en sus cómics previos, aunque allí, sí, con una intención humorística directa. Hay, en fin, una amplia tradición de acción en el cómic, no hace falta insistir más, basta pensar también en los superhéroes desde los años treinta, que derivaban en buena parte de las primeras tiras de prensa de aventuras, y tal vez por eso la acción nos parezca a veces tan “natural” (ninguna tradición lo es, por supuesto; la tradición lo que hace es naturalizar la invención, el artificio, la convención) para el lenguaje del cómic. Casi como si los tebeos fueran exclusivamente born for action. Tal vez por esa amplia tradición, un cómic (una novela gráfica) de acción tan bruta como Pudridero esté siendo tan fácilmente asimilado y celebrado por sus lectores. A pesar de que es, como probablemente diría su autor en román paladino, rara de cojones.

E. C. Segar. Popeye y Olivia en Thimble Theatre (1931)

 Johnny Ryan, Pudridero 1 (originalmente en Prison Pit 1, 2009)
 Johnny Ryan, Pudridero 1, 2012 (originalmente en Prison Pit 2, 2010)
Hay más cuestiones interesantes en este cómic aparentemente irracional. Una, que apunto en la reseña de Númerocero, que no es tan visceral o primitivo, y sí mucho más sofisticado de lo que aparenta. Técnicamente lo es en su ejecución –a pesar del engañoso acabado del dibujo, una vez más–, pero también porque bajo la somanta de hostias se va dejando ver un gran plan maestro. De Pudridero se ha dicho en este sentido que es el “black metal del cómic”, y que “existe dentro de su propio universo de influencia y ambición, con una actitud lo-fi que contradice el alcance inabarcable de la historia”. Ryan, como ha confesado, tiene un argumento pensado a grandes rasgos, y va conectando los puntos de esa escaleta mental conforme va dibujando. De manera parecida en este sentido al Powr Mastrs de CF, hay una lógica interna visual en las escenas: es el dibujo, anterior a cualquier guión técnico (que no existe aquí), el que va marcando con sus evoluciones sobre la página el ritmo de la narración, y por supuesto todas esas mutaciones físicas (gráficas) de la historia.

BON VOYAGE, SACOMIERDAS. Hay otro detalle en este tebeo que me hizo gracia, y fue comprobar cómo hemos llegado a interiorizar masivamente el patrón del “viaje del héroe” que, por influencia de Joseph Campbell, está deliberadamente en el guión de tantas y tantas películas de Hollywood desde los ochenta para acá. Ese patrón argumental influido por la tesis del monomito de Campbell, presente según él en muchas mitologías diferentes del pasado porque simboliza la función de avance psicológico humano necesaria para sobrevivir, también parece filtrarse en la narración supuestamente “visceral”, no intelectual, de Pudridero. Hasta el punto de que (y cuidado que ahora vienen curvas de spoilers) nada más empezar el viaje de Carantigua con su salida al mundo especial, el héroe (antihéroe, bárbaro y salvaje, pero héroe de su aventura al fin y al cabo), un novato en el mundo al que le ha sido arrojado, comienza su iniciación donde aprenderá poderes mayores de los que tenía. Aún más, en ese viaje no solo se enfrenta a enemigos que pueden verse como dobles de sí mismo y a sucesivas pruebas cada vez más duras, más o menos como en el patrón campbelliano, sino que también encuentra aliados inesperados en su camino, caso del Glotón que se le encasqueta en el brazo para sustituir al miembro perdido, ayudarle en las peleas e incluso, ya puestos, hacerle las mamadas. 
 Johnny Ryan, Pudridero 1 (originalmente en Prison Pit nº 1, 2009)
Si de alguna manera, pues, Carantigua sigue el patrón del monomito campbelliano en cuanto a salida al mundo especial e iniciación personal del héroe, más dudoso parece que llegue a cumplir la parte final del cuento, la del del retorno a su "hogar" o "sociedad" con la mayor sabiduría y experiencia alcanzada durante las pruebas del viaje. Sí, la estructura nos suena un poquillo, es como en el Beowulf,  la Odisea de Homero y el Evangelio cristiano, pero también como la primera trilogía de Star Wars, Born Again de Miller y Mazzucchelli, Terminator-Titanic-Avatar de James Cameron, la trilogía MatrixNaúfrago de Robert Zemeckis y mil relatos más. Aunque la moraleja de autoayuda, personal o colectiva, no es precisamente algo que parezca interesarle a Ryan, ya veremos cómo acaba esto. Naturalmente, uno puede pensar que en Pudridero hay mucho de la estructura de un videojuego, y estará completamente en lo cierto, pero es que los videojuegos, como el cine de Hollywood, tampoco son inmunes a la influencia de la tesis del monomito de Campbell. Más bien al contrario.

DIBUJAR COMO UN "NIÑO". Otro asunto para comentar podría ser el espíritu que Ryan pretende recuperar aquí, el del viejo tebeo casero que todos dibujamos cuando fuimos niños, en hojas grapadas o encoladas, a veces de muchas páginas. Con un deseo de imitar los tebeos industriales que consumíamos con pasión pero no limitados por ninguna industria del cómic, solo por nuestra imaginación y nuestras ganas, podíamos dibujar durante páginas y páginas, a veces hasta confeccionar un buen tocho. Fue mi caso mientras estaba en la escuela, con historietas protagonizadas en más de una ocasión, cómo no, por un superhéroe de invención propia, a imitación por supuesto de mis favoritos (normalmente Marvel). Mi récord fue un tebeo de unas 120 páginas, más o menos. No los conservo, y por eso mismo en mi memoria se han convertido en objetos míticos. Pero me despisto, estaba hablando de Johnny Ryan. Traduzco ahora de una de las entrevistas (realizada por Ian Burns para The Comics Journal) donde Ryan no se pone a decir chorradas, como suele en las entrevistas, sino cosas coherentes acerca de la génesis de Pudridero
Eso era parte de lo que sentía sobre volver a mis orígenes, tratando de recuperar esa sensación. Creo que también era solo la idea del cómic, que quería hacer el tipo de cómic de acción / aventura que podrías encontrar si abrieras algún viejo cuaderno de notas de un chico de 14 años y vieras lo que estaba haciendo. Así que quería captar eso también, e intuí que podía hacerlo con una plumilla [abandonando el pincel, habitual en los cómics previos de Ryan] y haciéndolo con ese estilo.
Otro tema es cómo ha influido en Ryan el cómic que están haciendo algunos jóvenes dibujantes del alternativo más reciente, utilizando de base el material de género para hacer tebeos rabiosamente personales o, como en el caso de CF, raros hasta el asombro. Probablemente, los cómics de CF también le inspiraron a Ryan esa idea de tebeo casero, como si fuera hecho por el chaval que no tiene ninguna obligación de hacerlo, que los dibuja por gusto para sí mismo, con toda libertad y sin más limitaciones que las que él mismo se pone:
También estaba influido por una gran cantidad de jóvenes dibujantes que están saliendo ahora, que son historietistas alternativos pero están trabajando en géneros. No están haciendo las típicas cosas del cómic alternativo. Están haciendo historias de ciencia ficción o historias de acción o historias de horror. Pero no son cosas que cabrían normalmente en algún tipo de cómic mainstream: su estilo de dibujo es poco convencional. Sus sensibilidades son extrañas. Dibujantes como Benjamin Marra (Night Business) o Powr Mastrs, de CF: esos cómics también me han influido. Sentí como que yo podría hacer eso también.
CF, Powr Mastrs nº 2 (2008)
Benjamin Marra, Gangsta Rap Posse nº 2 (2011), más en Mandorla y en el propio blog de Marra
UNA AVENTURA EN SERIO. En cuanto a la intención de hacer Pudridero “en serio”, sin ironía, Ryan aclara:
Hay comedia en todo ese aspecto de un tío que se convierte en un tentáculo de araña grande, gigantesco, o de un tipo que tiene un gusano en su brazo. Hay una cierta comedia a esas cosas, podrías argumentar que sí. Pero siento que al enfocar esos temas en serio, tienen más poder que si estuviera tratando de cachondearme de toda la escena del cómic de acción / super héroes / peleas.
En realidad, cuando uno lee Pudridero, la sensación final es de que se trata de una broma monumental, de dimensiones operísticas; cómica a gran escala, digamos, no de una manera tradicional. Y sobre la falta de subtexto en el cómic, al menos deliberado, explica: 
La idea global detrás de estos libros es que quería hacer un cómic donde hombres grandes, monstruos feos, se reventaran a hostias unos contra otros. Quiero decir que no se puede hacer un cómic así y pensar, "Oh, necesito tener un personaje femenino positivo, debo tener ese tipo de mensaje sexual de que esto está mal y esto está bien", sabes. No estoy pensando en esos términos, y supongo que yo... No sé qué coño estoy intentando hacer [Risas]. Estoy tratando de hacer un cómic, estoy tratando de hacerlo lo más orientado a la acción y lo más raro que me sea posible. Así ha sido toda mi carrera, solo intento hacer algo que me gustaría leer. Quiero decir que si estuviera tratando de tener algún tipo de trasfondo sobre el sexo, o de mis sentimientos inconscientes sobre el sexo [Risas]… cosas así. Estoy seguro de que la gente puede desmenuzar eso en cualquiera de mis cómics. Pero no es algo que esté tratando de hacer conscientemente.
Efectivamente, ya se han hecho lecturas subliminales de Pudridero, preferentemente sexuales, buscando simbolismos coitales en determinadas formas, una alegoría erótica gay o incluso como metáfora de un posible canto a la autoaceptación. Llegados a este punto, y parafraseando a la Susan Sontag de Contra la interpretación, nos cuesta resistirnos a interpretar las obras, y esto indica a menudo un deseo de reemplazarlas por alguna otra cosa, la mierda del autor por nuestra propia mierda. Tal vez eso sea inevitable, cada vez más cuanto mayor y resabiado es uno. Sin embargo, como proponía también Sontag, «idealmente, es posible eludir a los intérpretes por otro camino: mediante la creación de obras de arte cuya superficie sea tan unificada y límpida, cuyo ímpetu sea tal, cuyo mensaje sea tan directo, que la obra pueda ser... lo que es». Tal vez con Pudridero estemos ante una obra de ese tipo. Al menos, nos queda la constancia de que su autor lo pretendió así.

C.F. Termino con un apunte curioso sobre la bestia parda protagonista, el carismático Carantigua, Fuckface en el original americano. Como indico en la reseña que enlazaba al comienzo, el “modelo” real para el personaje procede de la lucha libre estadounidense, a la que Ryan solía ser aficionado, y más concretamente del wrestler Stone Cold Steve Austin, protagonista en alguna pelea real de esos chorreones de sangre por el rostro que Ryan convierte en la “máscara” dibujada de su rudo de cómic.

Stone Cold vs. Carantigua (Fuckface)

Ahí va qué chorrazo. El de Rottweiler Herpes
Más curioso aún es averiguar por qué bautizó así al protagonista. Aunque en Prison Pit no se nombran expresamente a los personajes, Ryan sí les pone a todos nombre en su cabeza. A uno de los primeros enemigos del protagonista, el “michelín” con el braguero de la esvástica nazi, le apodó Rottweiler Herpes, y al protagonista le bautizó Fuckface al principio, tal como le llama expresamente el carcelero que le empuja en las primeras viñetas de la obra. “Pero a mitad de la historia descubrí que ese cómic mierdoso de Garth Ennis llamado Fury tenía a un personaje llamado Fuckface, así que le cambié el nombre a Cannibal Fuckface”. C.F., curiosas siglas. El entrevistador, Nick Gazin, le dice entonces que pensaba que Garth Ennis y su Preacher eran del mismo palo de lo que le gusta a Ryan. “Leí un cómic de Preacher. No es mi rollo. Mi rollo está muy lejos de ese rollo”.

11 comentarios:

Victor Santos dijo...

No acabo de entender (perdona si lo has explicado en anteriores posts) la traducción de Fuckface a Carantigua. ¿Obedece a alguna situación de la historia que igual se me ha escapado?

Pepo Pérez dijo...

No, no lo he explicado porque yo tampoco lo entiendo. En todo caso, ya lo he asumido como "nombre español" del bicho, me hace bastante gracia...

Victor Santos dijo...

Ya, es que por el carácter de la obra, en plan adolescente, pues un "carapolla" "jetajodida" o insultos similares me casaba más.
Un tema interesante todo lo del fondo y forma. A mí la obra no me ha gustado deamsiado una vez leída pero reconozco que me ha caído simpático el autor por sus declaraciones. Muy honesto, que no es poco. Empatizo bastante con su impulso de buscar esa simplificación, aunque a veces me da la impresión que el discurso alrededor de una obra se desmelena hasta tal punto que el propio autor debe de estar flipando (hablando en términos generales, no solo refiriéndome a esta obra).

Octavio B. (señor punch) dijo...

"Carafollá" sería mi opción. Pero eso, ya está en el hipotalamo del personal carantigua, fiesta.

Respecto a mi interpretación (caigo ahora que era yo, al enlace le ví entrecomics, es lo del Faro-Vigo, sí, jeje) insisto en que yo entiendo que no es cómic para sacar nada de fondo. Que se puede, hasta un mensaje dulce como el que yo elgí (otro hubiera sido el de índole sexual al hilo d emi propio ejemplo coital, en ese texto), pero que no es la intención de Ryan ni el propósito de Pudridero. Vamos, qeu estoy totalemmente de acuerdo con lo que tú comentas aquí.
Pudridero no apunta a la cabeza. Ni al corazón, sino al hígado.

Pepo Pérez dijo...

Como ya comenté en twitter, Octavio, creo que uno puede leer cualquier obra como le dé la gana, hacer la lectura que quiera. Es el privilegio del público, espectador, lector. Y no tiene que justificarse por ello.

Lo que no comparto por supuesto son los discursos paletos tipo "menos rollos filosóficos" o "solo son tebeos, no te hagas pajas mentales". Para mí los cómics son arte, son cultura, y por tanto nunca me canso de que se escriba sobre ellos, cuanto más mejor. Igual que nunca me cansaré de leer un buen ensayo, si es largo mejor, sobre una pintura, una novela o una película, ya sea sobre la última de Cronenberg o la última de Batman.

Y esto lo digo en general, por supuesto, no por este caso concreto.

Victor Santos dijo...

Ni hablar del comic como arte es demasiado, ni ninguna lectura sincera es inválida. Eso ningún autor debe olvidarlo nunca.

"Carafollá" es un gran nombre jaja

Octavio B. (señor punch) dijo...

"Y no tiene que justificarse por ello"
Faltaría más, claro... esta es la idea, y de hecho evidentemente las obras que más nos interesan son las menos cerradas generalmente. Como adultos nos reservamos el derecho de que nos dejen interpretar, o esa es mi idea. La obra de arte se completa con su careo final con el receptor, esto es evidente en la historia del arte, el abc de su sociología, vamos. Pero lo que me interesa en Pudridero (y esta es la primera vez que puedo explicarme sin límites de palabras, sean los 140 caracteres o las 550 de un periódico... benditos "comentarios de blog" XD) es cómo frente a otras lecturas "sin mensaje" o "de puro entretenimiento", en lo de Ryan hay una tensión entre lo transparente de sus intenciones (no-message!) y su capacidad para llevar al lector a vislumbrar mensajes e ideas de fondo (que sabe que realmente no están en el adn de Pudridero).
Ahí encuentro uno de los puntos fuertes de Ryan, en cómo Pudridero crea esa tensión, que en el fondo es de cariz intelectual.
Y eso, pienso, es MUY fuerte y otorga parte de la potencia casi abstracta que tiene Pudridero. La verdad, en Nºcero ya lo explicas muy bien en esta cita del propio Ryan:
"‘Pudridero’ es pura superficie, lo que se representa aquí no es alegórico ni pretende significar otra cosa (...) pero eso es justamente lo que la hace tan disfrutable, abierta a cualquier lectura"

David Intramuros dijo...

Respecto a las interpretaciones que se le están dando a la obra quisiera señalar la influencia del contexto editorial sobre el lector a la hora de "hacerla suya".
"Pudridero" ha sido publicada tanto en EEUU como en España en formato novela gráfica, con un buen acabado (sobre todo aquí) bajo el manto de editoriales de prestigio cultural. Por otro lado tenemos cosas como "Gantz", un manga que se lleva publicando desde el año 2000 y que a estas alturas se ha convertido en franquicia: videojuegos, anime, películas de imagen real, novelas juveniles... "Gantz" pertenece al ámbito mainstream, está producido en "modo estudio" (Oku Hiroya Works.) y goza de un público mayoritariamente joven, con su típico núcleo duro de cosplayers y tradumaquetadores, como un "Naruto" o un "Dragon Ball". "Gantz" y "Pudridero" vienen de entornos muy diferentes, pero en el fondo son muy similares (si no la habéis leído, probad y os sorprenderéis), sin embargo la atención "analítica" que se ha puesto sobre ella es muy reducida en comparación con la que se le ha dado a "Pudridero" en sus pocos años de historia.
Me pongo pesado con la bipolaridad contenido/continente, con sus causas y sus consecuencias, pero es quizá lo que más me fascina de esta obra...
(Por cierto Pepo, gracias por la mención (again), pero has cometido un pequeño error. Me apellido Rodríguez, no Sánchez. No vaya a ser que me confundan con el ilustrísimo David Sánchez dibujante).


Pepo Pérez dijo...

Disculpa!
Efectivamente, me equivoqué confundiendo inconscientemente con el David dibujante, disculpa! (aunque en mi mente sois dos personas distintas : ) Ya está corregido.

A ver si puedo contestarte algo luego al debate que planteas, que es bien interesante.

Pepo Pérez dijo...

Hombre, Gantz mola mucho (recuerdo algún debate sobre ella en Con C de arte, allá por 2006, en el que por cierto la defendí), pero la verdad es que yo sí veo diferencias notables. Y me parece que, leyendo ahora tu reseña de 2008, también tú mismo las ves:

http://intramuros.es/2008/10/30/gantz/

Dices que, en el fondo, son muy similares. Pero justamente por la forma, incluyendo en ella la mirada de Ryan, a mí me parecen completamente diferentes. No ya por el dibujo, que probablemente sea lo más obvio (un estudio con asistentes que utiliza modelos en 3D creados por ordenador en el caso de Gantz; dibujo de aquella manera, a la Ryan, en Pudridero), sino por otras cuestiones. ¿Cuánto se parecen tantas obras en los rasgos esenciales del argumento (el "fondo" o contenido)? Muchísimo, miles de ellas. Lo que las diferencia a menudo es justamente la forma, eso es lo que les da también a menudo su "contenido" específico y original.

También creo, y perdona que lo diga, que estás forzando un poco ahora tu propia interpretación para "oponer" ambos cómics y demostrar una supuesta discriminación en la atención y el "análisis" (las comillas son tuyas) prestado a ambos, cuando la realidad es que esa oposición no me parece necesaria.

Dicho esto, el manga de acción y horror es una de las inspiraciones confesas para Ryan en Pudridero (en mi reseña para Númerocero cito a Hideshi Hino y al estupendo Berserk de Kentaro Miura, declaradas por Ryan en las entrevistas), y se podrían citar más relaciones japonesas (tal vez Mazinger Z, Dragon Ball y más), pero convendrás conmigo en que Ryan asume esas influencias -y otras no japonesas- para hacerlas suyas y producir su propia 'mierda'.

En fin, que en mi opinión no creo que Gantz y Pudridero sean muy similares como obras (cuestiones industriales aparte) porque el planteamiento básico sea parecido hasta cierto punto (pruebas de ultraviolencia progresiva en un "mundo prisión"), y no me lo parecen, repito, justamente por las diferencias formales, que a mí me parecen notables. Sin que eso signifique que una sea mejor que la otra (a mí me gustan las dos, como decía).

David Intramuros dijo...

Claro, claro... Yo tampoco pretendo generar agravios comparativos en cuanto a la calidad de ambos tebeos (ambos muy buenos, a mi parecer) , ni insinuar que el uno está inspirado en el otro. Nada indica que Ryan haya leido "Gantz", y por sus declaraciones previas creo que no hubiera tenido problema en decirlo si así fuera.
Eso no quita que, para mí "Gantz" y "Pudridero" estén muy conectados a un nivel muy profundo, o al menos yo así lo tengo interiorizado. A ver si lo puedo verbalizar: A parte de las similitudes argumentales, ambas se desarrollan en un contexto ultraviolento, ultrasexualizado y ultrarreferencial (cada una MUY a su manera, claro) y lo que es más importante, ambas arrastran al lector hacia, digamos, "lo dantesco y más allá": Llegado un punto (al menos a mi me pasó) el lector entiende que ya no hay esperanza para los personajes (independientemente de lo que ellos piensen dentro de la ficción), que ya solo les espera la fatalidad; sin embargo seguimos leyendo por puro impulso morboso, buscando inéditos niveles de abyección.

Esas series nos aburrirán no cuando el destino de los personajes deje de importarnos, sino cuando sus autores no puedan ofrecernos dosis de crueldad, mutaciones, desesperanza y amoralidad mayores que las que nos ofrecieron en el tomo anterior. En ese sentido, creo que "Gantz" empieza a dar síntomas de agotamiento (son muchos años) y "Pudridero" todavía está en ascenso psicótico.

En ese sentido, nada que se me venga a la cabeza me ha ofrecido una experiencia parecida.