"[Intentaba] trabajar de modo que cada línea, tanto de texto como de dibujo, dijera lo máximo posible de la historia. Quería utilizar un estilo en el que el lector hiciese gran parte del trabajo, en el que un par de garabatos y una sombra de negro formasen un rostro expresivo en la mente del lector". Algunos aficionados han llamado a ese estilo expresionismo, pero Miller encuentra dicho término "demasiado elevado. El término que yo prefiero utilizar es 'caricatura'. Es el lenguaje de la línea. Eso es lo que mis ojos quieren ver".
Buscando otra cosa, me he topado con esta cita en el libro de Les Daniels CINCO FABULOSAS DÉCADAS DE CÓMICS MARVEL, concretamente en el apartado dedicado al Daredevil de Frank Miller de principios de los 80. Lo cierto es que Miller, en otras entrevistas de la época (por ejemplo, en una de Peter Sanderson de 1981) decía cosas parecidas sobre lo que intentaba hacer con el dibujo a partir de un determinado momento de su estancia en DAREDEVIL, sobre su progresiva simplificación del acabado y las deformaciones expresivas con las que buscaba obtener ese efecto de reconocimiento por el lector a partir de la omisión y la exageración. Recursos no de
parecido respecto a la realidad sino, como diría E. H. Gombrich, de
equivalencias que nos permiten entender esas imágenes respecto a la realidad. Y es realmente significativa la certera intuición que demostraba en este tema alguien que, como Miller, no tuvo estudios artísticos reglados.

E. H. Gombrich se preguntaba en
El experimento de la caricatura, uno de los capítulos de su libro ARTE E ILUSIÓN, por qué la caricatura (tanto el género artístico propiamente dicho como el término, la palabra que lo nombraba) había aparecido tan tardíamente en el arte occidental, nada menos que entre los últimos años del s. XVI y comienzos del XVII. Dejando aparte ahora ese complejo tema -Baudelaire también expuso sus propias teorías sobre la naturaleza de lo cómico y la caricatura en un conocido ensayo de 1855-, la caricatura se desarrolló durante los siglos XVII y XVIII y ya intensamente en el siglo XIX, particularmente asociada a periodos revolucionarios, en los grabados y la prensa gráfica.

Para Gombrich la caricatura presuponía un descubrimiento téorico, el de la diferencia entre el parecido y la equivalencia:
la caricatura no funcionaba por el parecido con la realidad, sino por equivalencias. En el mismo capítulo de
Arte e ilusión, Gombrich se refería al pequeño tratado sobre fisionomía publicado en 1845 por un viejo conocido nuestro, el dibujante a quien suele atribuirse las primeras historietas (secuencia de viñetas): me refiero por supuesto al suizo Rodolphe Töpffer, pintor, dibujante y, desde luego, caricaturista. En ese ensayo sobre fisonomía de 1845, uno de los primeros textos teóricos sobre la historieta si no el primero, Töpffer explicaba su método para dibujar y, para recomendárselo a posibles educadores inexpertos, revelaba su descubrimiento psicológico: es posible, según Töpffer, desarrollar un lenguaje pictórico sin ninguna referencia a la naturaleza, sin aprender a dibujar del natural. El dibujo de línea es un puro simbolismo convencional, y por eso mismo es inmediatamente inteligible para un niño, a quien tan difícil resultaría descifrar un cuadro naturalista. Además, el artista que usa tal lenguaje abreviado puede siempre contar con que el contemplador suplirá lo que él omite. Que es, en otras palabras, lo que venía a decir Miller. "En un cuadro bueno y completo, cualquier laguna será un defecto", explicaba Gombrich, "mientras que en el idioma de Töpffer y sus imitadores las expresiones elípticas se leen como formando parte del relato". Töpffer, añadía Gombrich, estaba buscando lo que los psicólogos llamarían los 'indicios mínimos' de la expresión, a los que reaccionamos tanto en la realidad como en el arte.

William Hogarth por su parte, había practicado antes la caricatura en sus grabados del siglo XVIII, y distinguió entre
caracteres y
caricaturas, definiendo explícitamente la diferencia: la caricatura se basa en la comparación cómica. Cualquier garabato servirá, si presenta un parecido sorprendente. A la difusión tremenda de la caricatura moderna durante el siglo XX ha contribuido ciertamente el hecho comprobado por la psicología (Ryan y Schwartz, en 1956) de que es más fácil reconocer la caricatura de una mano (la mano
deforme con tres dedos del ratón Mickey, por ejemplo) que la fotografía de una mano. Un fenómeno muy significativo que, como señala Félix de Azúa, debiera llevarnos a reflexionar más detenidamente sobre lo que solemos llamar "realismo".
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Más reflexiones de Miller sobre este mismo tema en una entrevista de 1981, en
Con C de Arte