sábado, 2 de enero de 2010

A MÍ NO ME GRITE

En 1973 se despidió formalmente de los lectores, pero el mundo no la ha olvidado. Mafalda, la niña que acunaba al globo terráqueo y nunca quería "sopa" –una alegoría del autoritarismo-, continúa gozando de una popularidad indiscutible. Su creador la había dibujado por primera vez diez años atrás, en unas tiras para una campaña de publicidad que finalmente no se realizó; la agencia le había pedido algo que fuese una mezcla de dos populares series de cómic, Blondie y Carlitos. Como la marca de electrodomésticos anunciada se llamaba Mansfield, el nombre del personaje debía empezar con M. De Mafalda. Esas primeras tiras se quedaron en un cajón, pero a partir de 1964 comenzaron a publicarse regularmente, primero en un semanario argentino, Primera Plana, y luego en el diario también argentino El Mundo, con una repercusión rápida y rotunda entre las clases medias del país, que se vieron reflejadas en las ocurrencias de aquella niña contestona que hablaba con franqueza infantil de cosas de mayores. “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda, lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”, llegó a decir Julio Cortázar. En 1966, el primer recopilatorio de la niña protestona vendió 5.000 ejemplares en sólo dos días; a finales de la década Mafalda desembarcaba en Europa con parecido impacto, primero en Italia, con Umberto Eco de padrino, y luego en España, donde la censura franquista obligó a etiquetarla “para adultos”. Con el tiempo llegó a traducirse a veintitantos idiomas, generó un abrumador merchandising y también algunas adaptaciones animadas, como la que dirigió el cubano Juan Padrón en 1994. A pesar del éxito, en 1973 Quino se sintió agotado por la presión de la tira diaria y decidió finalizarla. “Me costaba mucho esfuerzo no repetirme, sufría con cada entrega. Y por respeto a los lectores y a mis personajes y por mi manera de sentir el trabajo decidí no hacerla más y seguir con el humor que nunca dejé de hacer".

Sí, Quino es mucho más que Mafalda, como a él siempre le gusta recordar. Antes y después de ella, ha dibujado viñetas sobre el absurdo cotidiano, la desigualdad social o las relaciones de poder que luego son recopiladas en libros, el último de ellos ¡Qué presente impresentable! (2005). El primero de todos fue Mundo Quino (1963), al que siguió otro de título tan magnífico como A mí no me grite (1972). Admirador de Borges, Cortázar o John Ford y discípulo de maestros dibujantes como Schulz, Steinberg o Bosc, Quino practica un fino humor de cierto surrealismo que él define como humanista pero no contaminado por la sátira política. Nacido en Mendoza, en 1932, el argentino Joaquín Salvador Lavado "Quino" es hijo de emigrantes andaluces, el más pequeño de tres hermanos, y quizás la temprana muerte de sus padres contribuyó a forjar su personalidad taciturna y reservada. Porque Quino es uno de esos grandes tímidos; de los de verdad, no de boquilla. Su familia le llamaba así para distinguirle de su tío Joaquín Tejón, un dibujante profesional que le animó a serlo igualmente. Y vaya si le hizo caso. "La decisión la tomé a los tres años” –recuerda Quino-, “cuando quedé una noche al cuidado de mi tío Joaquín y él se puso a dibujar para entretenerme y me di cuenta de todo lo que podía salir de un lápiz. Yo quería ser dibujante de historietas". Pronto abandonó los estudios de Bellas Artes “cansado de dibujar ánforas y yesos”, y se marchó en 1951 a Buenos Aires para buscarse la vida como dibujante humorístico. A las tres semanas se volvió sin conseguir un solo encargo, angustiado además porque tenía que cumplir el servicio militar. Una vez realizado -“fue una ruptura muy grande, un enriquecimiento. Empecé a dibujar alto distinto”-, insistió como dibujante de verdadera vocación y se marchó a la capital porteña. Esta vez consiguió trabajo aunque aún viviría un tiempo en condiciones precarias; allí en Buenos Aires se casa en 1960 con Alicia Colombo. Desde entonces no ha dejado de trabajar para muy diversas publicaciones y, con 75 años que cumple este 17 de julio, continúa publicando sus viñetas aunque no haya vuelto a dibujar a Mafalda desde 1973 exceptuando alguna ocasión, como cuando UNICEF se lo pidió para ilustrar los Derechos del Niño. Pero no hace ninguna falta resucitarla porque, como dice Quino, para resucitarla tendría que haber muerto. Y desde luego que no lo está, ni en el imaginario colectivo ni en los lectores que siguen comprando sus recopilatorios. Como le dijo el también humorista gráfico Peridis en la inauguración de una exposición, Quino ya no trabaja para Mafalda. Mafalda trabaja ahora para él.

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SIN ALZAR LA VOZ

¡A mí no me grite!
Quino
Ediciones Lumen

“Ocurre que no me gustan sus corbatas, Señor Presidente”, dice un general muy serio que ha irrumpido en el despacho presidencial junto a un pelotón de soldados que apuntan con sus armas al presidente. Es uno de los chistes de este libro cuyo estupendo título tiene todo que ver con el espíritu que lo alumbró, la reacción desde el humor gráfico contra las diversas formas de autoritarismo de su época. En 1972, un año antes de dar por terminada la archiconocida tira de Mafalda, Joaquín Salvador Lavado alias Quino (Mendoza, Argentina, 1932) publicaba en su país este recopilatorio, segunda selección de los trabajos al margen de Mafalda que realizaba para diversas revistas, al que había precedido Mundo Quino (1963).

¡A mí no me grite!, hasta ahora inédito en España, permite descubrir al Quino que empezaba a ser el que ahora es. Por entonces llevaba casi dos décadas publicando profesionalmente; era ya un autor formado con un estilo propio construido a partir de sus referentes juveniles, básicamente algunos dibujantes de su tierra natal –Divito, Oski, Medrano- y humoristas del Paris-Match como Bosc o Chaval, todas influencias admitidas. Sin olvidar al que Quino reconoce como gran maestro para toda su generación, el gran Saul Steinberg, uno de los dibujantes más representativos de The New Yorker. Es cierto que hay mucho de su escuela en estas páginas, igual que en un coetáneo de Quino, el francés Sempé. Es un humorismo sutil de efectos retardados que busca darle la vuelta al calcetín costumbrista desde lo absurdo y lo surreal, que gusta de usar pocas palabras y apoyarse en la narración visual y en el poder del dibujo para trascender la realidad. Agrupadas estas viñetas por motivos recurrentes –náufragos, matrimonios aburridos, empresarios mezquinos, trabajadores alienados, etc.-, los temas comunes pueden resumirse en tres: las relaciones de poder, las desigualdades sociales y el absurdo cotidiano. Todo ello, como lo define el propio Quino, desde un humor humanista no contaminado por la sátira política.

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(dos textos sobre Quino que publiqué en El Periódico de Cataluña en 2007, el primero en julio, con ocasión de su 75 cumpleaños, y el segundo en octubre, para reseñar A MÍ NO ME GRITE)

3 comentarios:

el tio berni dijo...

Mafalda es una serie excelente, por supuesto, pero creo que su sombra ha pesado mucho a un Quino que tiene trabajos memorables en el chiste de una viñeta a lo New Yorker. Personalmente, me quedo con estos últimos por lo que comentas, la habilidad prodigiosa que tiene para hacer que sea la imagen la que lleve el peso de lo que quiere contar.

Pepo Pérez dijo...

El propio Quino está cansado de que siempre le asocien con Mafalda, y de que aún hoy siempre le pregunten por ella. Es por otra parte lógico porque dejó de dibujarla en 1973, ha llovido mucho...

JL Cancio dijo...

Hace unos dias me enteré que se acaba de tomar un año sabatico porque se estaba "repitiendo mucho". Quino es uno de los humoristas gráficos mas humildes que escuché... ¡y es el "padre" de Mafalda!
Buen blog, saludos porteños