sábado, 6 de octubre de 2012

UN SUEÑO DENTRO DE UN SUEÑO (EN CUATRICOMÍA)


Imágenes sobre imágenes, superpuestas a su vez a otras imágenes. La imagen encima y debajo de la imagen. Personajes que representan personajes, visualizados a través de códigos previos. Códigos del cómic, códigos de género. De cómics infantiles y juveniles. Tintín, viejos tebeos románticos. En el fondo es una historia de amor, así que parece lógico acudir a viejos comic books de romance como término de comparación.

Los viejos tebeos románticos vistos, en un momento dado, con los ojos irónicos de joven "en la onda", como un fetiche nostálgico (puede que con ese tipo de nostalgia de lo no vivido) que despierta risa y afecto a la vez. Jóvenes también interesados en el arte contemporáneo y en procesar/coleccionar/imitar imágenes para incorporarlas a su propia obra. Un dibujo de Louise Bourgeois redibujado en una viñeta, imitado luego por los dos protagonistas –dos personajes de cómic, claro– que se fotografían jugando a imitar –en su realidad bidimensional y plana, de viñetas– el dibujo del dibujo de Bourgeois. Imágenes procesadas que representan imágenes, no objetos de la realidad. Lichtenstein. Pop art. Polaroids dibujadas dentro de viñetas que las contienen e impresas en un cómic, el que tienes en tus manos. Los tebeos románticos de los sesenta de John Romita interpretados por Burns con sus tintas metálicas y obsesivamente perfectas, cada vez más, se ven tan extrañamente coherentes. De nuevo, es la lupa estilizadora de Lichtenstein la que inspira el proceso. Burns como un Lichtenstein de los cómics; los productos de consumo que nos fascinaban mezclándose con los recuerdos reales como si todo formase parte de la misma cosa, dónde acaba el cliché de tebeo y dónde empieza tu propia vida. Era así entonces, ¿verdad? El lector que reduplica la narración narrándose a sí mismo lo que se ha quedado fuera de ella, o lo que no ha podido conocer del serial. Los tebeos perdidos, el intervalo no leído, los números que no se pudieron conseguir entre una etapa y otra de la colección, series inalcanzables por "infinitas"; los "huecos" de la narración, en fin, que hay que rellenar a toda costa.


"¿Qué es lo que no le conté a ella? ¿Qué partes de la historia dejé fuera? Quería contárselo todo. Quería contarle la verdad", esto ya desde la primera página. La verdad oculta de nuevo, la verdad inquietante (the uncanny) que palpita bajo la superficie de los objetos familiares e ingenuos. Viejas viñetas redibujadas, con textos ininteligibles como en el experimento Johnny 23, o X'ed Out remezclado por alien. Más sueños, un sueño dibujado con línea clara; después, otro sueño, o realidad de esta ficción, dibujado con el tenebrismo de Burns, entintado como un Charles Paris maníaco que realizase cómics alternativos. O novelas gráficas, como las llamamos ahora. Se trata, como siempre ha sido en Burns, de los códigos visuales de los tebeos (o la televisión, o el cine) de la infancia y adolescencia de un hombre nacido a mitad de los cincuenta, un americano que a diferencia de la mayoría de sus compatriotas no solo leyó comic books, también los álbumes europeos de Tintín. Hay una gran viñeta, también, que contiene muchas viñetas de viejos tebeos románticos que de repente "tienen vida propia", mostrando a continuación lo oculto en ellas mientras se rompen en pequeños pedazos. Después vuelven los juegos de abstracción con viñetas sin dibujo, con un único color plano, o bien un texto en negativo, rodeado de negro completo. En medio de este paisaje, como ya pasaba en Agujero negro y en las mejores historietas de Burns, se filtran sensaciones y recuerdos auténticos, íntimos, tan intensos y depurados que su eco rebota en viejos recuerdos olvidados de uno mismo, o en "verdades" que resuenan en algún punto muy profundo. El último vaso de agua que se tomó tu padre, moribundo en el hospital. "Siempre hay una última vez para todo, ¿verdad?". Las fotos que guardaba en una vieja caja de zapatos resumen su vida, la de un extraño para su propio hijo. "Parecía tan joven e inocente... y lleno de esperanza. Alguien con toda una vida por delante... alguien al que apenas podía reconocer". O bien, el joven en su momento perfecto con la chica perfecta: "Ella se preparó para ir a la cama y luego se arrastró junto a mí,  a los pocos minutos parecía dormida. Pero yo no. Estaba completamente agitado. Deseaba tanto estirarme y tocarla... pero me contuve".



Hace ahora justo dos años Charles Burns publicaba X'ed Out. Acaba de salir su continuación, titulada The Hive. Persiste la sensación del primer capítulo, la de una obra maestra desplegándose ante tus ojos. El tercer tomo la concluirá, esperemos que antes de otros dos años.

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X'ed Out fue publicado en España por Mondadori bajo el título de Tóxico. The Hive permanece inédito de momento, aunque es de suponer que se traducirá pronto

7 comentarios:

The-Little-Bastard dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Francisco Peña dijo...

No he leído la segunda entrega de Tóxico, pero desde mi perspectiva este es el camino a seguir. Gracias por el texto, Pepo, estoy en ascuas.

Anónimo dijo...

Todo lo contrario a tóxico es...!!!

Pepo Pérez dijo...

Es verdad, aquí se tradujo como Tóxico, ni me acordaba. A mí X'ed Out-Tóxico me moló, pero era el planteamiento. Este sube el nivel, habrá que ver cómo concluye. Es el trabajo de un maestro en plenitud de facultades.

Pepo Pérez dijo...

He subido el dato de "Toxico" al final del post. LA verdad es que este le ha salido más personal, "más Burns". Si Tóxico era un poco "Burns en la Interzona" (Burroughs), en este le he reconocido más y mejor. No sé, a mí me está gustando mucho.

Pepo Pérez dijo...

(Gracias a ti, Francisco, y a los demás por los comentarios)

Santiago García dijo...

Acabo de leerlo y me ha impresionado mucho, más que TÓXICO, desde luego. Es una barbaridad. Se me agolpan un montón de imágenes, pensamientos y sensaciones en la cabeza. Quizás una de las cosas que más me ha sorprendido es la densidad que tiene, la cantidad de materiales heterodoxos que tiene, la cantidad de cosas distintas que sugiere. Necesito tiempo para ordenar mis reacciones, ahora mismo es como si me hubiera arrollado un torrente. Menudo tebeazo. En este momento sólo soy capaz de alucinar con la imitación de John Romita que hace Burns. Creo que hasta a Romita le daría envidia.