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sábado, 9 de mayo de 2009

EL HOMBRE QUE AMABA A LAS MUJERES.


Ya que hablaba de él dos posts más abajo, al hilo del nacimiento de la Nouvelle Vague y el estreno hace 50 años de LOS CUATROCIENTOS GOLPES, confieso que yo también adoro el cine de Truffaut. Incluso cuando le salía regular, incluso cuando la pifiaba. La energía vital que expresaba en sus películas siempre me conquista. Suelo pensar mentalmente su cine con la misma frase: "pura vida".

Recuerdos: la conmovedora "ingenuidad" confesional de LOS CUATROCIENTOS GOLPES (1959). La cara triste de Charles Aznavour en DISPARAD SOBRE EL PIANISTA (1960). El tour de force narrativo, exhibicionista, de JULES Y JIM (1961), y Jeanne Moreau tan joven, guapa y radiante.





"Nick y yo decidimos, por separado, qué partes del libro nos gustaban, y comenzamos a casarlas como si fueran ladrillos. Le convencí de que no había por qué seguir una estructura narrativa tradicional, y entonces empezamos a divertirnos de verdad. (...) Descubrí que se podían comprimir las escenas, de modo que, si había una boda, podía ir directamente al final de ese matrimonio: con la madre discutiendo porque estaban viviendo en su casa. Era una constante acumulación de detalles de ese tipo, y vi que, si conseguíamos mantener la brevedad de las escenas, el impacto después de una hora sería tremendo. (...) El auténtico truco, claro, era la voz en off. Le mostré a Nick el comienzo de Jules et Jim para explicarle qué era lo que buscaba. Por eso lo entendió cuando empecé a quitar frases, unas de aquí, otras de allí, y a mezclar la voz en off y a usar fotos fijas: en realidad, todos esos trucos básicos a los que recurría la Nouvelle Vague hacia 1961. Lo que me encantaba de esas técnicas empleadas por Truffaut y Godard a principios de los sesenta era que la narrativa no era realmente tan importante. Se podía parar la película y decir: "Mirad, esto es lo que vamos a hacer ahora mismo. Ah, por cierto, han matado a este tío. Ya os veremos luego"
(Martin Scorsese, sobre UNO DE LOS NUESTROS, 1990. Nick es Nicholas Pileggi, el escritor del libro original en que se basó la película, WISE GUYS, y guionista de la película junto a Scorsese)

Más recuerdos Truffaut. La marciana adaptación de FARENHEIT 451 (1966), que vi en la tele en un inolvidable sábado por la mañana, con debate posterior de chavales de mi edad entonces, no recuerdo el nombre del programa de TV; no he vuelto a verla porque temo que no ha resistido precisamente bien el paso del tiempo. El afectuoso homenaje a Hitchcock en LA NOVIA VESTÍA DE NEGRO (1967), basada en una novela de William Irish alias Cornell Woolrich, el escritor de LA VENTANA INDISCRETA; hasta Bernard Herrmann compuso la música. La "no-actuación" enérgica, fascinante del propio Truffaut en EL PEQUEÑO SALVAJE (1969), y el niño protagonista, encarnado por el actor Jean-Pierre Cargol, inspirado en el caso verídico del niño feral Víctor de Aveyron. Y por supuesto la historia en sí misma, sus temas: la enseñanza, la transmisión cultural, el mito del "buen salvaje", todo junto en una película que nunca levantaba la voz para hablar de cosas tan importantes.






Jacqueline Bisset en LA NOCHE AMERICANA (1973). La alegría de vivir y el superpoder invencible de la infancia en LA PIEL DURA (1976, foto de rodaje sobre estas líneas). El deseo infinito, amargo por insaciable, valga la perogrullada, de EL AMANTE DEL AMOR (en el original francés, EL HOMBRE QUE AMABA A LAS MUJERES, 1977, abajo, encarnado por el actor Charles Denner); su final descorazonador, cuando se revelaba el secreto sentimental que había detrás del comportamiento obsesivo de aquel amante de mujeres, adicto a la seducción y al sexo.


Y por supuesto, las conversaciones de Truffaut con Hitchcock, EL CINE SEGÚN HITCHCOCK, que he releído no sé cuántas veces. Acabo de abrir mi manoseada edición de bolsillo y casi se me desmonta, tiene muchas páginas desencuadernadas.


Veintitrés largometrajes después de aquellos míticos cuatrocientos golpes, el crítico, director, guionista y actor François Truffaut (París, 1932) murió prematuramente en 1984 de un fulminante tumor cerebral. Sólo tenía 52 años. El tumor dio su primer aviso el año antes. Como una bomba estallando en el interior de la cabeza, contó en vida Truffaut sobre lo que sintió la primera vez que el tumor hizo notar su dolorosa presencia. Un año después le enterraban en Montmartre. No sé si al funeral acudió toda su larga lista de amantes, tal como el cineasta fantaseó en la escena que abría EL HOMBRE QUE AMABA A LAS MUJERES. Algunas de ellas eran actrices que participaron en sus películas, desde Catherine Deneuve, que le partió el corazón, a Fanny Ardant, su última compañera.

Curiosamente, el primer recuerdo que tengo de Truffaut no pertenece a una película suya. La primera vez que le vi de pequeño, nunca lo olvidaré, fue actuando en una película ajena que me impresionó mucho, he puesto una foto arriba del todo. Y me sigue impresionando aún cada vez que la veo, porque es una peli muy buena aunque no sea de Truffaut. 1977, un joven director americano de éxito quería rendir homenaje a su vez a Truffaut, así que le llamó para actuar en su próximo largometraje. Cómo corría, cómo se movía, cómo hablaba el profesor Lacombe en esta película. Eso es el mismo cine de Truffaut:




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MUNDO VIEJUNO. Merece la pena releer el prólogo de Truffaut a EL CINE SEGÚN HITCHCOCK. Sigue siendo revelador de un fenómeno recurrente, que sigue pasando hoy y seguirá pasando con toda seguridad mañana. Cómo a determinados autores (en este caso Hitchcock, pero hay tantos ejemplos) se les ningunea en su época porque no son entendidos por la mentalidad dominante, demasiado acostumbrada a los "cánones", a la visión de "las cosas bien hechas como dios manda", o, como en este caso, a lo que consideran "una obra importante", con arreglo por supuesto al viejo lenguaje. Anclados por esa mirada ya apelmazada y llena de telarañas sobre "lo que es bueno de verdad", a algunos espectadores y, lo que es peor, a parte de la crítica les resulta imposible comprender siquiera el alcance y la profundidad de las innovaciones de esos creadores sobresalientes, destinados a revolucionar sus disciplinas artísticas. Especialmente si el creador no es un plasta solemne y tiene además la "desgracia" de disfrutar del favor del público, tal era el caso de Hitchcock. Y cómo solamente una generación más joven (en este caso la de Truffaut) lo bastante alejada del "mundo viejuno" es capaz de entender lo que ese creador está aportando, aquí y ahora, en presente. En lugar de veinte años más tarde.

(siempre hay y habrá mundos viejunos -muy grande ese término Chanante, viva la muchachada (NUI!)- enquistados en la nostalgia por sus héroes perdidos del lejano y mítico ayer: "ya nada se hace como antes", "ya nadie escribe como antes", "ya nadie filma como antes", "ya nadie dibuja tebeos como los de antes"... Etcétera. Entretanto, nuevos y maravillosos creadores del presente pasan desapercibidos delante de las narices del mundo viejuno, atrincherado en su NOSTALGIA)

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Truffaut, prólogo a EL CINE SEGÚN HITCHCOCK:
"Hoy, la obra de Alfred Hitchcock es admirada en todo el mundo y los jóvenes que descubren por vez primera Rear Window (La ventana indiscreta), Vértigo, North by Northwest (Con la muerte en los talones) en la onda de las reposiciones, creen que siempre ha sido así. Pero no es éste el caso, nada más lejos.

En los años cincuenta y sesenta, Hitchcock se encontraba en la cima de su creatividad y de su éxito. Famoso entonces por la publicidad que le había asegurado David Selznick en el transcurso de los cuatro o cinco años de contrato que los unía, colaboración subrayada por obras como Rebeca, Spellbound (Recuerda), The Paradine case (El proceso Paradine), Hitchcock se hace mundialmente célebre en tanto que produce y dirige la serie de emisiones televisivas «Suspicions» (Sospecha), después «Hitchcock presenta», hacia la mitad de los años cincuenta. Este éxito y esa popularidad, la crítica americana y europea iba a hacérselo pagar examinando su trabajo con condescendencia, denigrando un film tras otro.

En 1962, encontrándome en Nueva York para presentar Jules y Jim, me di cuenta de que cada periodista me hacía la misma pregunta: "¿Por qué los críticos de Cahiers du Cinéma toman en serio a Hitchcock? Es rico, tiene éxito, pero sus películas carecen de sustancia". Uno de esos críticos americanos, a quien yo acababa de hacerle el elogio, durante una hora, de Rear Window (La ventana indiscreta), me respondió esta barbaridad: "A usted le gusta La ventana indiscreta porque, no siendo habitual de Nueva York, no conoce bien Greenwich Village". Le respondí: "La ventana indiscreta no es una película sobre la ciudad, sino, sencillamente, una película sobre el cine. Y yo conozco el cine."

Regresé a París turbado.
Mi pasado de crítico era todavía muy reciente, y yo no me había liberado de aquel deseo de convencer que era el punto común de todos los jóvenes de Cahiers du Cinéma. Entonces pensé que Hitchcock, cuyo genio publicitario solo tiene parangón con el de Salvador Dalí, había sido finalmente la víctima, en América, al lado de los intelectuales, de tantas entrevistas superficiales y deliberadamente dirigidas hacia la burla. Contemplando sus films era evidente que este hombre había reflexionado sobre los medios de su arte más que ningún otro de sus coetáneos y que, si por vez primera aceptaba responder a un cuestionario sistemático, podría resultar de ahí un libro capaz de modificar la opinión de los críticos americanos.

Ésta es toda la historia de este libro. Pacientemente puesto a punto con la ayuda de Helen Scott cuya experiencia editorial fue decisiva; nuestro libro, creo que puedo decirlo, esperaba su salida. Mientras aparecía, un joven americano, profesor de cine me predijo: este libro hará mas daño a su reputación en América que su peor película. Felizmente, Charles Thomas Samuels se equivocó y se suicida uno o dos años más tarde, creo que por otras razones. En realidad, los críticos americanos prestaron a partir de 1968 más atención al trabajo de Hitchcock —Una película como Psicosis está considerada hoy por ellos como un clásico— y los cinéfilos más jóvenes adoptaron definitivamente a Hitchcock sin verse obligados por su éxito, por su riqueza y por su celebridad.

Mientras que yo grababa estas entrevistas con Hitchcock en agosto de 1962 en el Universal City, él terminaba los trabajos de montaje de Los pájaros, su película número cuarenta y ocho. Me llevó cuatro años descubrir las bandas registradas, y sobre todo, reunir la iconografía, lo que me llevaba, cada vez que me encontraba con Hitchcock, a interrogarle con el fin de actualizar el libro que yo llamaba el hitchbook. La primera edición, publicada hacia finales de 1967, llega hasta La cortina rasgada, su película número cincuenta. Se encontrará, al final de esta edición, un capitulo suplementario incluyendo reseñas sobre Topaz, Frenesí (su último éxito relativo), Family Plot y finalmente The Short Night, película que preparó y elaboro sin cesar como si de nada se tratara, mientras que todo su medio sabia que su película número cincuenta y cuatro quedaba fuera de todo cuestionamiento, pues su estado de salud —y su moral— se habían derrumbado. En el caso de un hombre como Hitchcock que sólo había vivido por y para su trabajo, un paro de actividad significa la la muerte. El lo sabía, todo el mundo lo sabía, y por eso los cuatro últimos años de su vida han sido tan tristes.

El 2 de mayo de 1980, algunos días después de su muerte, se dio una misa en una pequeña iglesia del Boulevard de Santa Mónica en Beverly Hills. El año anterior, en la misma iglesia, decíamos adiós a Jean Renoir. El ataúd de Jean Renoir estaba delante del altar. Estaban la familia, unos amigos, unos vecinos, unos cineastas americanos y unos simples curiosos. Para Hitchcock, eso fue diferente. El ataúd no existía, había tomado un destino desconocido. Los invitados, convocados por telegrama, eran apuntados y controlados por el servicio de Orden de la Sociedad Universal. La policía hacia circular a los curiosos. Era el entierro de un hombre tímido y que llegó a intimidar quien, por una vez, rechazaba la publicidad porque no le podía ya servir para su trabajo, un hombre que se habla entrenado desde la adolescencia para controlar la situación.

El hombre había muerto, pero no el cineasta, porque sus películas, realizadas con un cuidado extraordinario, una pasión exclusiva, una emotividad extrema enmascarada por una maestría técnica poco frecuente, no dejarían de circular, difundidas por todo el mundo, rivalizando con las producciones nuevas, desafiando el paso del tiempo, comprobando la imagen de Jean Cocteau cuando habla de Proust: «Su obra continuaba viviendo como los relojes de pulsera de los soldados muertos»."
(Truffaut, EL CINE SEGÚN HITCHCOCK)

jueves, 2 de abril de 2009

¡EL DÍA ANTES DEL JUICIO FINAL!


Al hilo de lo que comentábamos el otro día sobre el desenlace de WATCHMEN como "solución final" a la guerra fría, anticipado en gran medida por Stan Lee y Steve Ditko en esta historieta de 1962, Bruce muestra en su blog un slideshow con otra historieta donde se "resolvía" de forma distinta la tensión nuclear entre americanos y rusos. La historieta, de Stan Lee, Jack Kirby & Dick Ayers, se publicó en STRANGE TALES # 99 (fecha de portada agosto 1962) y se titulaba THE DAY BEFORE DOOMSDAY!. Más allá de su maniqueísmo enternecedor (e irónico en el fondo), en la historia destacan varias cosas.

1), el "científico traidor" americano que abandona a su esposa dejándole una simple nota y se marcha al otro lado del telón de acero para "ayudar a los rusos", cuatro años antes del argumento de CORTINA RASGADA (Hitchcock, 1966, película que por cierto es una de las más "tintinescas" de Hitch, razón aquí).


2), el recital de dibujo y diseño que ofrece Kirby en esta historieta, a prueba de algún "experto" que afirma alegremente que, hasta que no le entintó Joe Sinnott años más tarde en LOS 4 FANTÁSTICOS, Kirby no alcanzó la madurez como dibujante. A Kirby hacía mucho tiempo que no le hacía falta ningún entintado preciosista o pulcro (ese acabado preciosista del dibujo que tanto gusta al mundo viejuno y que suele confundir con el "mejor cómic") para que él, desde su mismo dibujo, hubiera llegado a un grado de conceptualización bastante por encima de sus coetáneos. Diseño de toda la página, de las propias viñetas, encaje de las figuras en los fondos, abstracción en el acabado de esas figuras y fondos, consistencia máxima de todo su personalísimo universo gráfico, donde nada chirriaba. Todo esto desde tiempo atrás, y esta historieta de 1962 es un buen ejemplo. He dicho antes DISEÑO además de dibujo porque en esta historieta hay juegos variados de diseño en la retícula de viñetas para controlar el ritmo de la historia (véase página de muestra arriba, que tiene un punto "Steranko-antes-de-Steranko"; en realidad también tiene un punto Kurtzman de los 50), y también porque Kirby recurre en viñetas puntuales a dibujar figuras completas en plano general SIN FONDO alguno: máxima modernidad y abstracción, aún hoy (es un recurso por cierto que Steve Ditko estaba empleando por las mismas fechas en AMAZING FANTASY, también de modo magistral). Viñetas con figuras completas sin fondo que destacan enormemente en la página respecto a las demás viñetas con fondos, que "descargan" el conjunto y facilitan la lectura, además de favorecer la implicación mental del lector al eliminar elementos gráficos que se dejan, precisamente, a la evocación del lector. Abstracción. "Huecos" mentales para ser "rellenados" por el espectador. Ejemplo a continuación, de la historieta citada:


Este Kirby es, en realidad lo era desde bastantes años atrás, un ejemplo de máxima modernidad en su concepción de la historieta, tanto por dibujo como por, vuelvo a subrayarlo, DISEÑO. Porque la historieta es, antes de llegar a ser dibujo, diseño. Por esa razón -y otras- los mejores dibujantes de historieta son los mejores diseñadores del medio: McCay, Herriman, King, Eisner, Hergé, Caniff, Kirby, Kurtzman, Krigstein, Toth hasta determinada época, Gil Kane, Tezuka, Ditko, Steranko, Miller, Tardi, Moebius mucho más que Giraud, Ware, Burns, Clowes, Sfar, Blain, Guibert, David B, y un largo etcétera). Aunque no siempre esos diseñadores excelsos sean los mejores dibujantes puros.

Este majestuoso Kirby de 1982 está apoyado en todo caso por un magnífico color no acreditado: nótense los estupendos monocromos con los que se separan planos dentro de una msima viñeta, o se destacan figuras en primer plano de las que están al fondo de la viñeta. Qué claridad y a la vez expresividad aporta el color. Color que también funciona en este sentido como diseño gráfico, por cierto.


3) Lo último que quería destacar de la historieta es la leyenda publicitaria que figura al pie de la última página, que se refiere a cierto título de la Casa de las Ideas.


LOS CUATRO FANTÁSTICOS llevaba por entonces siete meses en el mercado (nº 1, fecha de portada noviembre 1961) y ya constituía el mayor éxito de ventas de la Marvel de la época.

La historieta de STRANGE TALES citada, THE DAY BEFORE DOOMSDAY!, se puede leer íntegramente en el Monsterblog.

PARANOIA NUCLEAR. En los comentarios del Monsterblog, el guionista Chuck Dixon rinde homenaje a esta historia y responde a un comentario anterior que la definía como el fruto de una simple paranoia de Stan Lee. Traduzco:

"Leer 'The Day Before Doomsday' fue un impacto. No estoy seguro de cómo me perdí esto cuando era niño. Viendo mi colección, tengo los números anteriores y posteriores.
Stan confunde un poco los deseos con la realidad con eso de lanzar a todos los comunistas al espacio en la historieta. Yo, como uno de los niños del baby-boom que participó en un montón de simulacros de ataque aéreo y vivió aquel fatalismo de "todos vamos a morir", el zeitgeist de los últimos 50 y principios de los 60, debo decirte que este tipo de historias (que solamente Marvel estaba haciendo entonces) fueron un tónico muy grato.
¿Stan paranoico? Demonios, TODOS estábamos paranoicos entonces."

Aún a la altura de 1986, aquella paranoia de la guerra fría persistía, con sus refugios nucleares y su cine apocalíptico: la película televisiva EL DÍA DESPUÉS, de 1983, por ejemplo, como bien recordarán quienes tengan la edad suficiente para ello.


Mirando hacia los cincuenta nuevamente es inevitable recordar películas que reflejaron aquella paranoia de la guerra nuclear, como THE DAY THE EARTH STOOD STILL, 1951, conocida aquí como ÚLTIMATUM A LA TIERRA, filme que por cierto aparece citado en WATCHMEN: se proyectaba en el cine Utopia hacia el final del tebeo. Volviendo a los ochenta, en los tebeos BATMAN: THE DARK KNIGHT RETURNS primero y WATCHMEN luego captaron en 1986 aquel miedo nuclear que tenía acongojado al mundo desarrollado. Por cierto que Bruce ha colgado y traducido en su blog la letra de una canción de Sting de 1985 que, aunque personalmente aborrezco, plasmó igualmente a la perfección la paranoia nuclear de entonces. RUSSIANS se llamaba.

ACTUALIZACIÓN 11:59

Bruce ha subido -acabo de verlo- dos posts muy interesantes sobre el mismo tema.

1) Este post con youTubes de THE ARCHITECTS OF FEAR, el episodio de 1963 de la serie televisiva THE OUTER LIMITS -otro ejemplo de la paranoia de la guerra fría- donde aparecía una conspiración con monstruo alienígena falso parecida a la de WATCHMEN.

2) También es de interés este otro post de ayer mismo donde se amplía información sobre la paranoia nuclear de los ochenta y las ideas de Ronald Reagan al respecto, que incluían la fantasía de que el mundo entero se aliaría, olvidando sus diferencias, contra una hipotética amenaza del espacio exterior. De ella habló en un discurso de 1985 y en ocasiones posteriores.

"Reagan señaló que durante sus conversaciones privadas de 5 horas con Gorbachev, le dijo a Gorbachev que pensase, "lo fácil que serían sus tareas en estas reuniones si de repente hubiese una amenaza a este mundo por parte de otra especie de otro planeta del universo. Olvidaríamos todas las pequeñas diferencias locales entre nuestro países ...".

Más tarde, Reagan identificó la "amenaza alienígena" como la propia amenaza de guerra nuclear, en una muestra sorprendente de pensamiento lateral para intentar deshacer el "nudo gordiano" de la guerra fría y hacer las paces con los rusos. Mucho más en el blog de Bruce, ver enlace.