viernes, 30 de julio de 2010

CARGA Y DESCARGA

"Hace unos meses, de visita en Londres, me topé con las nuevas ediciones del catálogo completo de los Beatles. Y cuál no sería mi sorpresa cuando comprobé que podía hacerme con cada uno de los discos a un precio de ocho euros. ¡Recién publicados! De regreso, comprobé el precio mínimo al que podían adquirirse en España. ¿Adivinan? No menos de 16 euros, en el mejor de los casos. Lo mismo sucedía con The Wire, la excelente serie producida por HBO: una temporada cuesta 34 euros aquí y 16 allí. Y así sucesivamente, con salarios que doblan los nuestros. La pregunta que sigue es elemental: ¿quién desea adquirir un producto al doble de su precio más bajo en el mercado? Nadie, claro.

Sucede que, durante décadas, los consumidores españoles han venido pagando un brutal sobreprecio por esta clase de bienes: libros, discos, películas. Cuando uno no posee términos de comparación, debe resignarse. Pero cuando hay alternativas más baratas para el mismo producto, cualquier consumidor la prefiere. [...] Hoy día, gracias a la transformación propiciada por las tecnologías de la información, cualquier persona mínimamente avispada sabe que existen grandes portales, como Amazon, donde es posible adquirir bienes culturales a un precio sensiblemente inferior al español. Es decir, que resulta más barato hacerse enviar un libro desde California que comprarlo en nuestro barrio.

Nada de esto significa que los creadores no tengan derecho a cobrar por su trabajo; faltaría más. Pero habrán de cobrar lo que los consumidores estén dispuestos a pagar por él en un mercado donde no se establezcan aranceles artificiales. La industria cultural española no parece querer entender que el mercado es también un sistema de información. Y que las señales que este envía indican con claridad que el modelo de negocio que ha venido funcionando durante años no es ya viable. Algunos compramos en el extranjero; otros recurren a la descarga. Ninguno quiere pagar en el mercado nacional lo que cuesta la mitad en el mercado global. [...]"
Manuel Arias, hoy en El País, en un artículo titulado DESCARGAS ILEGALES Y ARTE DE GOBIERNO

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(otros artículos de Manolo Arias)

4 comentarios:

Óscar Palmer dijo...

"Ninguno quiere pagar en el mercado nacional lo que cuesta la mitad en el mercado global".

Esto es evidente, claro, y yo soy el primero que se deja medio sueldo en Amazon, pero me hace gracia que siempre que se hacen este tipo de afirmaciones nunca se pongan en relación a lo que cuesta TODO en este país, incluida la producción de esos artículo culturales. Quiero decir, que no es lo mismo imprimir libros en Hong Kong con una tirada mínima de un par de decenas de miles de ejemplares para abastecer el mercado norteamericano que imprimir 1.500 o 2.000 para el mercado español en Bilbao o Barcelona. Así que lo de los "aranceles artificiales" me parece un poco facilón por parte del señor Arias. En mi casa se llaman costes de producción. Y lo de los 16 euros por las temporadas de The Wire habrá sido en una tienda de ofertas, porque a mí en su día me salían a 80 dólares cada temporada. En Amazon, sí. Que hay que ver cómo nos gusta exagerar y generalizar. Una cosa es que unos abusen y sobreprecien y otra es que toda la industria al completo lo haga.

Bedetcétera dijo...

El tema es —no hace falta decirlo— muy complejo, pero precisamente por eso hay que referir también una premisa: los mercados como el británico o el francés son mayores que el español, con lo que las tiradas son por lo general también mayores, lo que lleva a unos costes por unidad mucho más reducidos (y esto influye directamente en el precio). En cambio, si vamos a Portugal, mercado mucho más reducido que el español, veremos que los libros son todavía más caros que en España (y los sueldos todavía menores). Quiero decir, sí hay una razón de fondo para las diferencias de precios.
Lo que sí es cierto es que las grandes industrias culturales son hoy por hoy trasnacionales, y en realidad estos temas podrían llegar a no afectarles. Un caso muy claro es el de los discos de multinacionales que se fabrican en el mismo lugar para toda Europa, por ejemplo, y que en cada país llevan un precio que no tiene que ver con el nivel de vida de la población (como vemos que ocurre en mercados como el textil), sino con los precios medios de sus mercados. La explicación supongo que es la necesidad de no romper el mercado establecido (aunque, de paso, esto les viene muy bien, económicamente hablando). No podemos olvidar que las pequeñas y medianas editoriales (de libros, discos, etc.), que seguimos necesitando para que el panorama cultural no dependa exclusivamente de una oligarquía, requieren poder competir y precisan ese nivel de precios ajustado al mercado real. Es paradójico, pero de otra forma podríamos ver imposibilitada una industria local. ¿Grupos como Random House-Mondadori habrían apostado por autores españoles de cómic si las pequeñas editoriales no hubiesen demostrado antes que merecía la pena? ¿Habría manera de que esas pequeñas editoriales sobreviviesen en España en un mercado de libros con precios Taschen?
Solo a modo de reflexión, aunque naturalmente yo también estaría encantado de que todo fuese más asequible.

Pepo Pérez dijo...

Tal como yo lo he entendido, el artículo se refiere a la gran industria, no a -por ejemplo- un pequeño editor. Teniendo en cuenta además los porcentajes que suelen cobrar los autores, ¿cuál es la justificación para que el mismo CD musical (o DVD de cine o televisión) cueste el doble aquí que en Londres? Sobre todo porque en muchos casos (aunque depende del caso) han sido publicados desde un mismo sitio para diversos países, tal como apuntas, Henrique.

(gracias por los comentarios, Óscar, Henrique)

Martin Lopez dijo...

Lo que pasa con la industria cultural y de entretenimiento no se aleja mucho con otras industrias, como agrícolas o farmaceuticas, con grandes corporaciones que para no perder dinero en paises cuyas leyes les obliga ajustarse a un mercado local (por derechos a productores regionales, por impuesto, o por ley, etc), tienen que sacar su producción por otro lado, por regiones donde puedan. Es decir, el dinero que pierdo con la venta de discos en UK lo recupero y gano con los que vendo en España, por ejemplo. El excedente de verduras que no puedo vender en Francia se las vendo a Nicaragua, y la medicina que me prohiben comercializar en Alemania se la cuelo a Ecuador. La economía es un ecosistema tan delicado que los privilegios que ganan los ciudadanos en un país son los mismos que se estan perdiendo al otro lado del mundo.