viernes, 30 de julio de 2010

CULTURA DE MASAS Vs. CULTURA POPULAR

"Por otra parte, debemos reconocer que el aporte de Adorno a la discusión sobre la cultura de masas reside en su lucha contra otra clase de invisibilidad. Su análisis de la cultura de masas como medio de control social rasga y hace jirones el velo mistificador que arrojan sobre la industria cultural quienes la venden como 'puro entretenimiento' o, todavía peor, como cultura genuinamente popular".
La cita es de Andreas Huyssen (DESPUÉS DE LA GRAN DIVISIÓN. MODERNISMO, CULTURA DE MASAS Y POSMODERNISMO, 1986, edición de Adriana Hidalgo, 2006, p. 55), y la he copiado porque no está de más recordar alguna que otra verdad sobre la industria cultural. Lo digo porque he notado en algún debate reciente que aún persiste el mito sobre la "popularidad" de la cultura ofrecida en los productos de la industria de masas. Nuestras generaciones son hijas de la cultura de masas, y de hecho, lo aclaro por si acaso, Huyssen parte en su libro de la premisa de que ya hace tiempo que la "gran división" entre arte elevado y cultura de masas está en entredicho: "muchos artistas han incorporado en sus obras formas de la cultura de masas, y ciertas zonas de la cultura de masas han adoptado estrategias de la alta", afirma Huyssen en otra parte del libro. Como hijos de la cultura de masas, hemos disfrutado y seguimos disfrutando con muchos de sus productos (yo también) pero estaría bien, creo yo, no confundir churras con merinas, ni mucho menos invertir las cosas.

Lo diré más claro. El debate del que hablo parte de la falsa creencia de que la gran industria cultural, y por tanto sus productos de consumo, son algo supuestamente "popular", frente a otras manifestaciones creativas producidas espontáneamente al margen de dicha industria, que serían vistas como supuestamente "elitistas" o, peor aún, como los "auténticos" productos de consumo concebidos bajo estrategias de "posicionamiento comercial". No hay que ser un lince para ver que suele ser justo al contrario, pero no deja de resultar significativo (mucho, de hecho) la capacidad que tiene la industria de masas para vendernos la moto y aparecer ante nosotros como algo espontáneo, así como "del pueblo", todo "desde el pueblo y para el pueblo", y de paso convertir en invisibles al equipo de ejecutivos, comerciales y expertos en marketing que hay detrás trabajando para manufacturar esos productos de consumo y colocarlos en el mercado. Aclaro algo más. Yo también soy hijo de esa cultura de masas, y no voy a fingir ahora un desprecio contra ella que, salvo excepciones, no siento: por ejemplo, hace poco fui a ver IRON MAN 2 el día de su estreno, y lo hice con ganas. Lo que no me parece de recibo es creer ingenuamente que semejante producto comercial de consumo (con grandes mayúsculas de neón) u otros semejantes (véase abajo a la izquierda) es la verdadera cultura "popular", frente a manifestaciones creativas espontáneas que nacieron sin una verdadera premeditación comercial (aquí abajo a la derecha).

Naturalmente, el tan manido término de "cultura popular" ayuda a esa confusión, a esta injusta inversión de términos. Pero es que la auténtica cultura popular, por mucha difusión "popular" que tenga, no es la que suele ofrecer la industria del entretenimiento de masas, y eso es lo que Huyssen nos recordaba en la cita que he copiado arriba. Antes al contrario, la estrategia de la industria de masas -por muy bien que nos lo podamos pasar con sus juguetes culturales- suele pasar por convertir en puré comercial lo que en origen pudieron ser genuinas muestras de cultura popular, para luego embalarlas y venderlas como producto fácilmente consumible. Conviene también recordar lo que decía Robert Crumb en 2005 sobre "la carne" y "los carniceros":

"Casi toda la cultura de masas es 'palatal', una manipulación calculada del impulso ligado al placer. [...] Todos aquellos que trabajaban en la cultura comercial forman parte de una conspiración contra el hombre medio para despojarle de su dinero. No les importa el efecto que el producto pueda tener al fin, física o espiritualmente. Siempre van en busca del mínimo común denominador, el mercado más vasto posible. Da igual lo que sea. Si las películas sobre Jesús hacen sentar culos en los cines, hacen esas películas. Si la violencia extrema atrae a un cierto segmento de la población, los carniceros están ahí para ofrecerla. La cultura comercial de los medios es un mecanismo frío y despiadado diseñado para alimentar de dinero a los que se perpetúan.

Antes de la civilización industrial, las comunidades locales y regionales hacían su propia música, se procuraban su propio entretenimiento. La estética imperante se basaba en tradiciones que se remontaban a mucho tiempo atrás: el folclore. Una parte del timo de la cultura de masas consiste en hacer olvidar la historia, desconectarnos de la tradición y del pasado. A veces, eso puede ser positivo. A veces, puede ser revolucionario. Pero la tradición también puede mantener la cultura a un nivel verdaderamente humano, lo artesanal como opuesto a lo serializado masivamente.

La civilización industrial se las ingenió para fabricar cultura popular que se ponía a la venta. ¡Qué maravillosa ingenuidad! El problema está en que cuanto más se prolonga esta compraventa, más vacua y ruinosa resulta la cultura. Pierde su fertilidad, se agota como un cultivo arrasado".
Robert Crumb, RECUERDOS Y OPINIONES, 2005 (Global Rhythm, 2008, pp. 177-189)

2 comentarios:

Matías dijo...

Buen recordatorio, Pepo. La diferencia entre "cultura de masas" y "cultura popular" siempre ha sido un tema espinoso y complejo; y cuando uno trabaja con los comics, en particular, la diferencia se pone más difusa por su inscripción en la industria cultural. ¿Dónde se daba esa discusión en torno a la "popularidad" de la que hablás en el post? Saludos!

Pepo Pérez dijo...

Nada, es que últimamente hay algunas opiniones contra determinados cómics (el nuevo cómic de la llamada novela gráfica actual) que, según esas opiniones, sería un cómic "elitista", "no popular" y edificado sobre una supuesta "estrategia de mercado". Creo que el hecho de que las editoriales estén ahora explotando ese fenómeno no significa que el fenómeno surgiera como estrategia de mercado, porque no fue así. Por ceñirme a un solo ejemplo, el que he puesto ahí arriba en el post: PERSÉPOLIS será ahora mismo un gran éxito, pero cuando se empieza a publicar en 2000, no se concibe ni como producto de consumo ni por motivaciones crematísticas. Se hace como simple expresión de la autora, animada a ello por sus compañeros. Y se empieza a publicar en una pequeña cooperativa de dibujantes, L'Association, que hasta entonces no tenía ningún éxito de ventas (básicamente porque publicaba cómics al margen de géneros establecidos y en formatos no convencionales en el mercado francobelga, libros en blanco y negro, etc.), Persépolis fue un superventas inesperado. Una cosa es que Persépolis no le guste a uno, y eso es completamente respetable, igual que un cómic de Ware o de cualquier otro autor. Lo que ya no me parece tan bien es pretender hacer pasar a Persépolis (y es un solo ejemplo) por un "producto de marketing", un cómic "elitista", "esnob", etc., porque creo que es faltar a la verdad de las cosas. El ejemplo que pongo el de Satrapi, pero puedo extenderlo a otros donde las circunstancias son parecidas. Creo que el caso es muy parecido al de Spiegelman, Ware, Clowes, Sacco, David B., Alison Bechdel, Chester Brown y un largo etcétera. ¿EPILÉPTICO, de David B. es acaso un producto de marketing? Porque a mí me parece que es lo más alejado de eso, y que sí es verdadera cultura popular, espontánea, no prefabricada. En todos esos autores, estamos ante gente que trabajan con libertad creativa total y por una necesidad de expresión personal.

Con esto no pretendo criticar a nadie, ni mucho menos a los autores que trabajan para la gran industria a sabiendas de que lo que hacen es un producto industrial, controlado por los dueños de esa industria. Cada uno elige su camino y su modo de trabajar, y con planteamientos industriales se producen y se han producido cómics igualmente notables. Tengo la casa lleno de ellos. Ahora, que a las cosas hay que llamarlas por su nombre. Te podrá gustar Ultimates, pero creo que es claramente un producto industrial de consumo concebido como tal, empezando por sus editores, y terminando por sus propios autores (Mark Millar está en esto por la pasta, lo ha declarado en varias ocasiones). Te podrá gustar la película de IRON MAN (a mí me gusta bastante la primera), pero es otro producto de consumo. Y esto, como producto prefabricado, concebido como inversión comercial para hacer el mayor dinero posible, no creo que sea auténtica cultura "popular", por mucha difusión como cultura de masas que tenga. Es mercancía cultural, que no es lo mismo.

Y, repito, no digo todo esto como una cuestión de "gustos" o para "criticar" a todo lo que venga de la industria de masas, porque no es el caso.