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jueves, 13 de julio de 2017

cómic (aún) infantil(oide)

Al hilo de las movidas censoras en el cómic USA contra determinadas imágenes y artistas gráficos, con participación de determinados autores y editores, tengo que decir con tristeza que veo ahí una razón de fondo: que el cómic no consigue desprenderse de su pasado infantil como instrumento pedagógico de educación en valores, role models, etc. Si el cómic ya es –o eso se supone– un arte más, no puede estar siempre al servicio de la pedagogía moral como lo estaba el cómic infantil (el Comics Code y otros códigos de autocensura / censura editorial europeos se crearon en los años 50 y 60 para garantizar que los tebeos, a la sazón un producto mayoritariamente infantil, educara en unos valores determinados a sus lectores, niños y adolescentes). El cómic infantil puede ser eso, por supuesto, puede ser una herramienta de pedagogía, pero se supone que hoy día se hacen muchos otros tipos de cómics, ¿no? Cómics para adultos. Se supone. 

Tengo noticias: en el arte contemporáneo para adultos (cine, literatura, artes visuales, etc.) las cosas no se “explican” para educar al público, al que ya se supone educado en cuanto adulto. Y eso incluye crear imágenes y escenas provocadoras, chocantes o desagradables.

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Update

Ejemplo actual para comparar. En estos días ha circulado una denuncia de una asociación protectora de animales acusando al artista Santiago Ydáñez de hacer supuesta “apología de la zoofilia” y cometer “maltrato animal” por un par de cuadros que tiene expuestos ahora mismo en el CAC Málaga, exigiendo su retirada del centro de arte (nota: en la misma exposición pueden verse versiones del empalamiento de los Desastres de la guerra de Goya y de Judith con la cabeza de Holofernes de Caravaggio, entre otros cuadros). Unas pinturas, hay que aclarar de manera redundante para recordar que un cuadro está pintado, con lo cual el “daño” lo habrá “sufrido” en todo el caso el lienzo, el pincel y los acrílicos con los que fue pintado.

Al grano. A continuación, en respuesta a la “denuncia” y petición de censura de los cuadros de Santiago Ydáñez en el CAC, 

1) los artistas visuales se han posicionado a favor de Ydáñez y en contra de retirar los cuadros en defensa de la libertad de expresión, incluyendo a asociaciones como la UAVA (Unión de Artistas Visuales de Andalucía)
2) el centro de exposición se ha posicionado en favor del artista y en contra de retirarlos en defensa de la libertad de expresión; 
3) el alcalde de cuyo Ayuntamiento depende el centro de exposición se ha posicionado en favor del artista y en contra de retirarlos en defensa de la libertad de expresión.

Cualquier parecido con los casos recientes del cómic, me los señalan si quieren en comentarios.

domingo, 28 de agosto de 2011

SUFICIENTEMENTE MAYOR PARA CASARSE

Portada de Kirby para YOUNG ROMANCE nº 80 (diciembre 1955-enero 1956). Corrían malos tiempos para la lírica del comic book, obsérvese el sello del recién creado (a finales de 1954) Comics Code. La gran crisis del comic book se gestaba esos años, con la "tormenta perfecta" en la que confluyeron diversos factores que contribuyeron a hundir casi del todo su industria a finales de la década. Las campañas públicas previas contra el comic book, intensificadas desde finales de los cuarenta por considerarlos una influencia nociva en la juventud, especialmente contra los tebeos de crimen y horror; las sesiones de investigación del Subcomité del Senado sobre la Delincuencia Juvenil; la autocensura de contenidos de los editores con la creación del Code y, last but not least, la competencia de la televisión y el cierre del gigante de la distribución de revistas americanas en 1957, que dejó sin distribuidora a la mitad de editoriales de comic books.

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(la portada la he visto en The Comics Reporter, que dedica hoy una amplia y bonita galería –otra muestra abajo– a recordar el aniversario del nacimiento de Kirby---> se merece un buen vistazo)

jueves, 26 de noviembre de 2009

LOS ECHÉ DE MENOS EL RESTO DE DE MI VIDA.

"Era el único que tenía que despedir al equipo. Fue la cosa más dura que he hecho en toda mi vida. Tuve que decírselo a todos ellos, y entre esa gente había amigos míos. Muchos de ellos... había cenado con ellos en sus hogares... Conocía a sus esposas, a sus chavales, y tenía que decirles esto. Fue, como digo, la cosa más horrible que he tenido que hacer".
El que habla es Stan Lee, editor de Timely / Atlas (luego Marvel) en 1957, año en que tuvo que despedir a la mayor parte de los dibujantes que trabajaban para la compañía. La razón, la crisis general de ventas que azotaba el mercado del comic book. Una crisis provocada en gran medida, entre otras razones, por la repercusión popular que habían tenido las teorías del psiquiatra Fredric Wertham acerca de los "males" que los comic books provocaban en la juventud americana (según él, la principal causa de la criminalidad juvenil), a lo que se sumaron las sesiones de investigación del Senado estadounidense comandadas por Estes Kefauver sobre delincuencia juvenil, más la creación en 1954 de un código editorial de autocensura, el famoso Comics Code, cuyas prohibiciones de contenidos en los comic books consiguieron acabar con todo lo excitante y atractivo que había en muchos de esos tebeos. Después de aquello, los comic books sencillamente estaban mal vistos, como una peste. La declaración de Stan Lee la he copiado de un estupendo libro de David Hajdu, THE TEN-CENT PLAGUE. THE GREAT COMIC-BOOK SCARE AND HOW IT CHANGED AMERICA (Picador, 2008). Hajdu sigue relatando:
"Lee convocó a todos los principales dibujantes de Timely -Joe Sinnott, Dick Ayers, Gene Colan, Martin Nodell, Morris Weiss, Frank Bolle, John Romita- a su oficina, y les dijo, uno por uno, "Lo siento, pero no hay más trabajo para ti. Se acabó", tal como él recordaba. "Estaban en estado de shock, yo estaba en estado de shock". Tras esta conversación, Lee se fue al baño.

Todos aquellos con un especial afecto por el medio, como Pete Morisi, estaban devastados. "Amaba los cómics... Amaba todo sobre ellos, y estaba orgulloso de lo que estaba haciendo, pero me sentí avergonzado de estar haciéndolos. No podías admitir ante nadie que eras dibujante de comic books, tenías que decir que eras 'un dibujante'", contó Morisi, que dejó los cómics, hizo un examen para el servicio civil y terminó como operador telefónico de la policía en Brooklyn. "Cuando el hacha cayó, me mató. Estábamos en apuros. Los cómics estaban muertos. Me partió el corazón".
Mike Sekowsky, continúa relatando Hadju, trabajó durante un tiempo como empaquetador en una tienda de comestibles, y John Severin consiguió un empleo en una fábrica de cerillas. Dick Ayers encontró trabajo como guardia de seguridad. "Tenía que alimentar a mi familia, pero era humillante. Me había dedicado toda la vida a dominar algo que pensaba que tenía calidad, y ahora no podía practicarlo nunca más porque se consideraba como algo criminal. Siendo guarda de seguridad, pensé, vale, esto es irónico, porque se supone que tengo que proteger algo, y resulta que todo el país está intentando proteger a los chavales de mí" (Ayers). Harry Harrison, un dibujante que colaboró con Wally Wood para EC y otras editoriales, no encontró trabajo en un año. "No había nada. En realidad había trabajo, pero siempre que quisieras hacer mierda juvenil. Pero si te tomabas el trabajo en serio y ponías tu orgullo en lo que hacías, no había nada para ti. Los dibujantes de cómics estaban pateando las calles. La gente simplemente desapareció... desapareció. Gente de los mejores, no sólo los marginales.... grandes talentos. Estaban arruinados". Harrison, cuenta Hadju, dejó los cómics finalmente y se dedicó a su segunda gran pasión, escribir.

Jack Cole, el creador de Plastic Man, fue otro de los afectados por el "gran miedo" al comic book desatado en los cincuenta. Cole fue uno de los dibujantes a los que Wertham había atacado expresamente en su libro SEDUCTION OF THE INNOCENT debido a su descripción aterradora de la pesadilla de un adicto a la morfina en una historieta para TRUE CRIME COMICS. Cole encontró trabajo haciendo "chistes lujuriosos" (sic) para la revista Playboy. En 1958, se compró un rifle calibre 22 y se pegó un tiro por razones desconocidas ("Las teorías más creíbles sobre sus motivos incluían problemas de matrimonio, probablemente relacionados con la deriva de Cole en el círculo mundano de conocidos de Hugh Hefner, y las deudas; el día de su suicidio escribió una carta a Hefner diciendo 'Perdona por deberte tanto'). Fred Guardineer, que había dibujado igualmente historietas de crimen, dejó los tebeos para siempre y trabajó como cartero en Long Island. Warren Broderick, que había colaborado con Harry Harrison para muchos editores, se convirtió en conductor de ambulancia. "Warren era un hombre adorable, gracioso, y muy sensible... Dejó el negocio con enorme pesar, y nunca volví a saber de él", dijo Harrison. Jack Kamen, Mort Leav, Marc Swayze y Pierce Rice se dedicaron a la ilustración comercial, para la publicidad o para catálogos industriales, hasta que se jubilaron.
"Me gané bien la vida y, siendo sincero, era respetado entre mis pares en el negocio de la publicidad", dijo Leav. "Pero el trabajo era trabajo. No eran cómics. No podías ser creativo. No era divertido. No tenías la libertad... Eché de menos los comic books durante el resto de mi vida". Hacia el final de la represión, en los últimos años cincuenta, más de ochocientas personas que trabajaban en los cómics al comienzo de la década habían dejado el negocio, y nunca más hicieron una viñeta para un comic book".
Hadju acaba su libro con un apéndice que incluye un listado con los nombres y apellidos de cerca de novecientas personas que nunca volvieron a trabajar en los cómics. Todo esto lo leí anoche, en la cama. Apagué la luz de mi mesilla con el corazón encogido.