"Los críticos (literarios o teatrales) se valen a menudo de dos argumentos bastante singulares. El primero consiste en decretar bruscamente que el objeto de la crítica es inefable, y por consiguiente, la crítica inútil. El otro argumento, que también reaparece periódicamente, consiste en confesarse demasiado tonto, demasiado torpe para comprender una obra [...]. ¿Por qué la crítica proclama periódicamente su impotencia o incomprensión? No es por modestia ciertamente [...] Todo esto significa, en realidad, que uno se cree de una inteligencia tan segura como para que al confesar una incomprensión se ponga en duda la claridad del autor, y no la del propio cerebro: se finge bobería y se logra la protesta del público; así se lo arrastra ventajosamente de una complicidad de la impotencia a una complicidad de inteligencia. Operación ampliamente conocida en los salones Verdurin: 'Yo, que tengo como oficio ser inteligente, no comprendo nada de eso; ustedes tampoco lo comprenden; luego es que ustedes son tan inteligentes como yo'".
Roland Barthes, "La crítica muda y ciega", en MITOLOGÍAS, 1957.
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EJEMPLOS PRÁCTICOS DE AYER Y DE HOY:Evidentemente, el mecanismo de este tipo de "crítica" que Barthes criticaba a su vez hace más de cincuenta años con su habitual perspicacia y no sin ironía, suele ser inconsciente: quien acude a este tipo de "recurso" crítico que desmontaba Barthes, el de confesar la propia incomprensión o la incompetencia para entender una obra concreta, no suele darse cuenta de
todo lo que está diciendo implícitamente. Como daba a entender Barthes en su ensayo, se trata por un lado de enviar un guiño de complicidad demagógico al público para intentar ganárselo y, por otro, sugerir que la responsabilidad de esa incomprensión ante una obra no es en realidad problema del crítico, sino de la obra y por tanto
del autor (y por extensión, de los que sí dicen entenderla, aquellos que "le rían las gracias al autor"). El crítico se ve de este modo como alguien "valiente" que confiesa "con sinceridad" ante los demás su incomprensión, pero lo hace porque él es el "único" con la "inteligencia" y "arrojo" para señalar "lo obvio", aquello que "nadie más se atreve a decir alto y claro": que "el emperador va desnudo". En otras palabras: como el crítico no pilla lo que otros sí dicen pillar, y él cree que no puede estar equivocado (pero los otros sí),
está claro que "en realidad no hay nada que pillar", así que se finge incompetente, "no lo entiendo, no lo comprendo", y de este modo se traslada la culpa de su incomprensión a la calidad de la obra
y a una supuesta incompetencia del autor para comunicarse eficazmente con el espectador/lector.
Este tipo de "argumentación", además de ser simple retórica chusca (y no auténtica argumentación, por supuesto), maneja técnicas dignas de la propaganda más demagógica. Además, yo me pregunto: 1), ¿Es que nos tiene que gustar o interesar
todo lo que a los demás les gusta? ¿Por qué si algo no te gusta hay que creer automáticamente que es "malo", como tantas veces se ve por ahí? ¿Tan difícil resulta admitir que una obra de calidad no te interesa personalmente, y que puede tener calidad
a pesar de que a uno no le gusta? ¿Cuándo vamos a abandonar la edad mental de la adolescencia?; 2), ¿Qué necesidad hay, cuando a uno no le gusta o no interesa lo que a otros les parece buenísimo, de "demostrar" que esos otros "se montan pajas mentales" para "encontrar lo que no hay"?; y 3), ¿No será que, en ciertos casos, ese tipo de "crítico" sí es realmente (y no sólo de forma fingida) un completo incompetente, y que con su fingida incomprensión únicamente está mostrando la ignorancia de su propia ignorancia, y de paso su falta de sensibilidad?
Veamos algunos ejemplos concretos de nuestra época. He hecho unas cuantas búsquedas en el Google combinando frases clave como "Debe ser cosa mía, que no me entero" o "Me he perdido algo" y similares junto al nombre de críticos (o "críticos", quizás deberíamos decir) a los que recuerdo haber visto usar el mecanismo en cuestión que denunciaba Barthes. Empecemos con un "clásico" de nuestra época, los subrayados son míos:
"Han homenajeado a David Lynch en el Festival de Sitges y me parece bien que hagan tributo al jefe de los modernos en el cine, lo que pasa es que a mí es un director que me pone muy nervioso y me carga bastante con esos mundos en los que no entiendo nada y con esas pesadillas llenas de símbolos que a mí me resbalan. (...) Además, como espectador, a medida que envejezco cada vez soy más convencional, y si hay algo que no es Lynch es convencional. Y hay que esforzarse. Reconozco que tiene pesadillas que son muy suyas, pero no son las mías. Y que sea referencia de tanto moderno que detesto también me pone muy en contra".
Carlos Boyero, 2006
"(...) Lynch, homenajeado en esta edición de la Mostra con el León de Oro a toda su carrera, no da muestras de haber enloquecido absolutamente con esta Inland empire que cualquier espectador sin referencias e inocente juzgaría como el delirio de un morador fijo del frenopático. (...) Pero le han reído y coreado siempre las gracias y los disparates al niño bonito. Por lo tanto, resulta hipócrita que sus infinitos fans vayan a sentirse decepcionados ahora ante el transparente compendio de tonterías que acumula su última película. Lynch, que siente ancestral alergia hacia los argumentos entendibles y los guiones lineales, que prefiere fascinar a convencer, nunca ha tenido el menor interés en que sus historias pudieran ser descritas por los receptores"
Carlos Boyero, 2006
(es decir: "el problema real no es mi incomprensión ante Lynch, es Lynch", y por extensión todos aquellos que "le ríen las gracias". Es, claramente, una postura de
reacción contra un supuesto "bando", el de aquellos a quienes sí les gusta Lynch. Boyero presupone además que a todos esos a los que les encantan las películas de Lynch simplemente son unos esnobs que se autoconvencen "por pose" de que les gusta cuando en realidad, ya se sabe, Lynch es un "tostón que nadie puede aguantar")
"Es más que probable que a Daniel Day-Lewis le caiga el Oscar por una interpretación en la que su histrionismo se pasa siete pueblos, en la que tengo la fastidiosa sensación de que está repitiendo su desaforado personaje de El Carnicero en Gangs of New York. Allí me convencía y me aterraba, aquí me suena a innecesario, a ya visto y oído, a sobreactuación. Cosas mías, que debo de ser muy raro, ya que la mayoría del personal que ha asistido en la Berlinale a Pozos de ambición se muestra deslumbrado por el trabajo de Daniel Day-Lewis y también fascinado por la estética y los mensajes de su pretencioso autor. Cuanto más pienso en esta película pretendidamente turbadora, más antipática me cae".
Carlos Boyero, 2008
(en otras palabras: yo soy "especial" e inteligente porque reconozco la "impostura y pretenciosidad" de POZOS DE AMBICIÓN, frente a la mayoría del personal que se ha dejado deslumbrar por la película en la Berlinale)
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Y en un ámbito muchísimo más modesto, veamos un ejemplo en nuestro pequeño mundillo de la blogosfera comiquera:
"confieso que he leído, sí, pero que no he podido terminar de leer: Superputa, del gran Manel Fontdevila. Ni he podido con él, ni he entendido nada de lo que sí he leído... Mea culpa, con seguridad, y bien que lo siento, que la edición es excelente (el olor de la tinta, ay...) y el autor está, en mi lista de imprescindibles, bien arriba.
Y, sin abandonar la confesión, y al hilo de la última entrega de El Manglar, en la que brilla Rutu Modan con luz propia y el amigo Vañó dice cosas intrigantes sobre Valenzuela, confieso también (y no por vez primera) que tampoco al creador del Capitán Torrezno he sabido entenderlo nunca, si bien no descarto un próximo intento, porque tanta gente con buen criterio no puede ser que se equivoquen a la vez y en la misma cosa, y algo debe tener Valenzuela para generar tanto aplauso. (O quizá me vuelvo blando con la edad y procuro siempre dar una oportunidad más.)"
F. Naranjo, 2007.
(lo de las cosas
"intrigantes" que se afirman sobre Valenzuela, lo dice todo implícitamente)
"Leí también el Pomez #1 (va sin tilde en el logo), de Leandro Alzate. Porque a mí estas cositas de autoedición en papel y con grapita me ponen, todavía. Y porque la portada me pareció (me parece) muy bonita. Y, hombre... un poco mejor que su colaboración en Humo sí es, pero yo había leído por ahí que era algo muy arriesgado y novedoso y, la verdad... me ha gustado la primera historia, sí, pero estas cosas se hacían ya en los años ochenta (Madriz, Cairo, La Granada de Papel...), y se hacían mejor. (No sé, igual me he perdido algo yo...)".
F. Naranjo, 2010
"Lean y tomen nota. (Por cierto, que a mí lo de Pascal Brutal no me gusta nada, me parece una simpleza sin gracia... No sé, ellos sabrán...Igual se me escapa algo, como ya va siendo costumbre...)"
F. Naranjo, 2010, sobre los premios del Festival de Angulema de este año.
Por otra parte, me imagino que los miembros del jurado de Angulema han sido muy inteligentes, rectos y justos al premiar el PARACUELLOS de Carlos Giménez, pero "bobos", "chovinistas" e "interesados" al premiar el PASCAL BRUTAL de Riad Sattouf. El criterio del jurado resulta así válido para un autor (el autor que me gusta a mí) pero no para el otro (el que no me gusta). Sin más comentarios.