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lunes, 7 de abril de 2014

la «polémica» crítica que nadie había leído

El pasado sábado por la tarde, la mesa redonda sobre una «nueva» prensa musical (con representantes de Mondo Sonoro, Rockdelux y Rolling Stone España) en las jornadas Crema de La Térmica se abrió con una alusión de la moderadora que yo juraría no pilló ni la mitad del público. En concreto aludió a una crítica de Santi Carrillo, presente en la mesa, en el Rockdelux de este mes, que muy pocos habían leído (entre otras razones porque acaba de salir y no está disponible en internet, «a un solo clic de distancia»), donde se carga el nuevo disco de Nacho Vegas, Resituación (2014). Lo hace después de justificar hasta en tres ocasiones lo mucho que valora la obra anterior del músico y destacar su talento, el reconocimiento que le ha brindado la revista desde su debut en solitario, «el músico español más relevante que ha dado la primera década del siglo XXI», etc. A mí esta crítica en concreto me parece bien porque es una crítica argumentada, y por tanto legítima (lo de Carlos Boyero y otros «periodistas» culturales impresentables es harina de otro costal). No he oído el disco entero, solo dos canciones, así que no me refiero al disco sino a la crítica como tal. Las obras se publican para ser disfrutadas, debatidas, comentadas y criticadas, tanto para bien como para mal dependiendo del espectador, lector, oyente, crítico. Salvo que uno quiera ver solo «likes» o leer únicamente notas de prensa promocionales disfrazadas de crítica, claro. 

La entrevista de Jesús Rodríguez Lenin que incluye este mismo número de Rockdelux ya no me parece tan bien, como le he comentado a Santi, director de la revista. Porque está formulada a la contra, obligando al artista a «defender» su obra (el disco Resituación, insisto) tras una «acusación sin pruebas», y eso ya no me parece legítimo porque el artista no es un político que tenga que rendir cuentas por su trabajo. Más allá de que sea o no legítimo, algo que entiendo discutible, ese tipo de estrategia del entrevistador creo que no proporciona una conversación interesante. He leído otra entrevista a Vegas en internet sobre su disco nuevo que, partiendo del elogio, resulta más reveladora por las respuestas que consigue. Porque el entrevistado no está a la defensiva, y por tanto es más sincero.

Total, que aquí enlazo dos canciones de la etapa más militante y política de Nacho Vegas, la anterior Cómo hacer crac (2011) y Actores poco memorables, de su nuevo disco, que se publica justo en estos días. No es que no hubiera un compromiso político implícito en su obra anterior, pero en los últimos tres años se ha hecho mucho más explícito por razones evidentes. Yo tengo mis más y mis menos con este músico asturiano de talento innegable, dependiendo de la canción concreta. Hay canciones que me gustan a rabiar y canciones suyas que no soporto, lo cual me deja perplejo y eso yo siempre lo valoro en cualquier artista. Es decir, valoro que no entienda del todo su quid, sus por qués. También creo, y ahí coincido con Santi Carrillo, en que el arte político, un asunto complejo —el arte siempre es político incluso por omisión, pero aunque sea abiertamente político tiene que seguir siendo arte, es decir, poético—, debería interrogar. No dar respuestas.


 

lunes, 5 de septiembre de 2011

IDENTIDADES

LA PIEL QUE HABITO, sin estar bien resuelta del todo, en toda su gloriosa imperfección, creo que es lo mejor que ha hecho Almodóvar en años. En bastantes años. Es sorprendente, chocante, grotesca (para bien), tragicómica hasta un punto desvergonzado, tan increíblemente atrevido que parece el debut de un joven arrogante que quiere comerse el mundo. Pero no, la película la ha firmado un tío que ya ha pasado de los 60 años. De esto último hablo enseguida. LA PIEL QUE HABITO es también cine abstracto y artificioso, antirrealista, pero luego de repente es naturalista, cuando al director le apetece y le parece bien meter una nota costumbrista de las suyas (en realidad es costumbrismo a su estilo, universo almodovariano, fantasía basada en la realidad), cambiando el tono una y otra vez, y luego otra vez, a su puta bola. Es un sorprendente pastiche de géneros y de no-géneros, aquí vamos del culebrón al melodrama y luego al suspense y al terror y tiro porque me toca, y de ahí al simple y llanamente mundo-almódovar, que es un "género" en sí mismo. Es decir, no es género en realidad. Es material libre, que usa clichés y convenciones de género a su antojo sin dejar atraparse en ellos para hablar de sus temas personales. Material que vuelve una y otra vez a las obsesiones temáticas del cineasta manchego, como todo verdadero autor. Las mismas que estaban en ÁTAME (1989), y las mismas que estaban en LA MALA EDUCACIÓN (2004) y otras. LA PIEL QUE HABITO quizás no llegue a las alturas de la primera, que en su compleja sencillez me parece una obra maestra absoluta, pero es desde luego muy superior a la segunda. La presencia de Antonio Banderas une a ambas películas, y me parece llamativa la capacidad de Almódovar para sacarle lo mejor al malagueño, que está aquí espléndido, como lo está Elena Anaya, una actriz extraordinaria. Ambos encarnan en este thriller grotesco los temas personales del autor. Que son, en el caso de Almodóvar, los extraños lazos que crea la ley del deseo en las relaciones humanas por un lado; la identidad en general, y sexual en particular, por otro. Sospecho que a Foucault le habría gustado esta película si hubiera tenido oportunidad de verla. Sí, aquí hay tema. Vaya si hay tema. Otra cosa es que críticos como Carlos Boyero se percaten.

Boyero, ah, Boyero. Solamente en el primer párrafo de su crítica de este viernes en El País ridiculiza la promoción de la película (a ver si ahora un artista no puede promocionar su obra, sobre todo teniendo en cuenta que hablamos de cine, un medio caro que necesita atraer público), a David Lynch y a las ambiciones artísticas (con dos cojones) de Almodóvar. Todo ello con una saña que parece ya personal. Como si Almodóvar, y Lynch de paso, le agredieran con sus películas. Luego confiesa que no ha vuelto a ver la peli ahora, que le basta con el recuerdo de su proyección en Cannes el pasado mayo para escribir su crítica de este viernes. Ahí, profesionalidad a tope, que se note. O, más bien, su no-recuerdo de LA PIEL QUE HABITO, porque en el texto confiesa cínicamente –sabe perfectamente lo que hace– que ninguna imagen de esta película se le quedó incrustada en la memoria. Oh, vaya, seguro, ni una sola. Como si esta película no tuviera imágenes. No se trata de que no le guste la película, tiene todo el derecho del mundo a que no le guste, y a decirlo. Se trata de las formas para criticar, de la falta de argumentos y, sobre todo, de la miopía (sensibilidad) que demuestra para entender lo que está viendo. Que luego no le guste, vale. Pero no lo entiende, para mí está claro leyéndole. Por supuesto, acude al viejo truco del crítico mediocre: "debe ser cosa mía, que no me entero", "no tendré la inteligencia que demuestran los demás al aplaudir esto". En realidad está diciendo que él es más inteligente que esa "masa" que se deja "seducir por la vacuidad pretenciosa", naturalmente, y apela a la misma inteligencia de sus lectores con un codazo de complicidad. Un truco más antiguo que las MITOLOGÍAS (1957) de Barthes, donde ya lo desmontó con gran ironía.

Pero bueno, no merece la pena seguir con ese tema. Lo que sí merece la pena es disfrutar del festín sensorial de imágenes y sonido de LA PIEL QUE HABITO, que solamente ya por eso es una obra muy a tener en cuenta, con la espectacular música de Alberto Iglesias y con los pequeños detalles periféricos, esos secundarios almodovarianos, esas notas de humor en sentido estricto. Lo que sí merece la pena de verdad es ir al cine a desconcertarse con ella, a quedarse perplejo y no saber si reír o llorar con sus abundantes grotesquerías. Totalmente deliberadas, se diga lo que se diga. El tópico "provoca risas involuntariamente" corre por la red, pero en este caso es mentira. Me comentaba R. que es un poco triste que tenga que venir una vaca sagrada como Almodóvar a hacer películas tan libres, tan chifladas y tan "auténticas" como ésta, mientras los jóvenes cineastas aspiran a imitar a directores americanos, aunque sean buenos. Tiene toda la razón. Que esto lo haga a su edad, cuando ya no tiene nada que demostrar, sólo nos demuestra, valga la redundancia, la honestidad de Almodóvar, la lealtad a sí mismo, la verdad de su vocación artística. Esto es, realmente, cine libre, con todo el derecho del mundo a pegarse la hostia porque está hecho sin red. Con un par de cojones. O, bueno, con un coño bien puesto.

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Next: comics again.

martes, 2 de febrero de 2010

"DEBE SER COSA MÍA, QUE NO ME ENTERO"

"Los críticos (literarios o teatrales) se valen a menudo de dos argumentos bastante singulares. El primero consiste en decretar bruscamente que el objeto de la crítica es inefable, y por consiguiente, la crítica inútil. El otro argumento, que también reaparece periódicamente, consiste en confesarse demasiado tonto, demasiado torpe para comprender una obra [...]. ¿Por qué la crítica proclama periódicamente su impotencia o incomprensión? No es por modestia ciertamente [...] Todo esto significa, en realidad, que uno se cree de una inteligencia tan segura como para que al confesar una incomprensión se ponga en duda la claridad del autor, y no la del propio cerebro: se finge bobería y se logra la protesta del público; así se lo arrastra ventajosamente de una complicidad de la impotencia a una complicidad de inteligencia. Operación ampliamente conocida en los salones Verdurin: 'Yo, que tengo como oficio ser inteligente, no comprendo nada de eso; ustedes tampoco lo comprenden; luego es que ustedes son tan inteligentes como yo'".
Roland Barthes, "La crítica muda y ciega", en MITOLOGÍAS, 1957.

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EJEMPLOS PRÁCTICOS DE AYER Y DE HOY:

Evidentemente, el mecanismo de este tipo de "crítica" que Barthes criticaba a su vez hace más de cincuenta años con su habitual perspicacia y no sin ironía, suele ser inconsciente: quien acude a este tipo de "recurso" crítico que desmontaba Barthes, el de confesar la propia incomprensión o la incompetencia para entender una obra concreta, no suele darse cuenta de todo lo que está diciendo implícitamente. Como daba a entender Barthes en su ensayo, se trata por un lado de enviar un guiño de complicidad demagógico al público para intentar ganárselo y, por otro, sugerir que la responsabilidad de esa incomprensión ante una obra no es en realidad problema del crítico, sino de la obra y por tanto del autor (y por extensión, de los que sí dicen entenderla, aquellos que "le rían las gracias al autor"). El crítico se ve de este modo como alguien "valiente" que confiesa "con sinceridad" ante los demás su incomprensión, pero lo hace porque él es el "único" con la "inteligencia" y "arrojo" para señalar "lo obvio", aquello que "nadie más se atreve a decir alto y claro": que "el emperador va desnudo". En otras palabras: como el crítico no pilla lo que otros sí dicen pillar, y él cree que no puede estar equivocado (pero los otros sí), está claro que "en realidad no hay nada que pillar", así que se finge incompetente, "no lo entiendo, no lo comprendo", y de este modo se traslada la culpa de su incomprensión a la calidad de la obra y a una supuesta incompetencia del autor para comunicarse eficazmente con el espectador/lector.

Este tipo de "argumentación", además de ser simple retórica chusca (y no auténtica argumentación, por supuesto), maneja técnicas dignas de la propaganda más demagógica. Además, yo me pregunto: 1), ¿Es que nos tiene que gustar o interesar todo lo que a los demás les gusta? ¿Por qué si algo no te gusta hay que creer automáticamente que es "malo", como tantas veces se ve por ahí? ¿Tan difícil resulta admitir que una obra de calidad no te interesa personalmente, y que puede tener calidad a pesar de que a uno no le gusta? ¿Cuándo vamos a abandonar la edad mental de la adolescencia?; 2), ¿Qué necesidad hay, cuando a uno no le gusta o no interesa lo que a otros les parece buenísimo, de "demostrar" que esos otros "se montan pajas mentales" para "encontrar lo que no hay"?; y 3), ¿No será que, en ciertos casos, ese tipo de "crítico" sí es realmente (y no sólo de forma fingida) un completo incompetente, y que con su fingida incomprensión únicamente está mostrando la ignorancia de su propia ignorancia, y de paso su falta de sensibilidad?

Veamos algunos ejemplos concretos de nuestra época. He hecho unas cuantas búsquedas en el Google combinando frases clave como "Debe ser cosa mía, que no me entero" o "Me he perdido algo" y similares junto al nombre de críticos (o "críticos", quizás deberíamos decir) a los que recuerdo haber visto usar el mecanismo en cuestión que denunciaba Barthes. Empecemos con un "clásico" de nuestra época, los subrayados son míos:

"Han homenajeado a David Lynch en el Festival de Sitges y me parece bien que hagan tributo al jefe de los modernos en el cine, lo que pasa es que a mí es un director que me pone muy nervioso y me carga bastante con esos mundos en los que no entiendo nada y con esas pesadillas llenas de símbolos que a mí me resbalan. (...) Además, como espectador, a medida que envejezco cada vez soy más convencional, y si hay algo que no es Lynch es convencional. Y hay que esforzarse. Reconozco que tiene pesadillas que son muy suyas, pero no son las mías. Y que sea referencia de tanto moderno que detesto también me pone muy en contra".
Carlos Boyero, 2006

"(...) Lynch, homenajeado en esta edición de la Mostra con el León de Oro a toda su carrera, no da muestras de haber enloquecido absolutamente con esta Inland empire que cualquier espectador sin referencias e inocente juzgaría como el delirio de un morador fijo del frenopático. (...) Pero le han reído y coreado siempre las gracias y los disparates al niño bonito. Por lo tanto, resulta hipócrita que sus infinitos fans vayan a sentirse decepcionados ahora ante el transparente compendio de tonterías que acumula su última película. Lynch, que siente ancestral alergia hacia los argumentos entendibles y los guiones lineales, que prefiere fascinar a convencer, nunca ha tenido el menor interés en que sus historias pudieran ser descritas por los receptores"
Carlos Boyero, 2006

(es decir: "el problema real no es mi incomprensión ante Lynch, es Lynch", y por extensión todos aquellos que "le ríen las gracias". Es, claramente, una postura de reacción contra un supuesto "bando", el de aquellos a quienes sí les gusta Lynch. Boyero presupone además que a todos esos a los que les encantan las películas de Lynch simplemente son unos esnobs que se autoconvencen "por pose" de que les gusta cuando en realidad, ya se sabe, Lynch es un "tostón que nadie puede aguantar")

"Es más que probable que a Daniel Day-Lewis le caiga el Oscar por una interpretación en la que su histrionismo se pasa siete pueblos, en la que tengo la fastidiosa sensación de que está repitiendo su desaforado personaje de El Carnicero en Gangs of New York. Allí me convencía y me aterraba, aquí me suena a innecesario, a ya visto y oído, a sobreactuación. Cosas mías, que debo de ser muy raro, ya que la mayoría del personal que ha asistido en la Berlinale a Pozos de ambición se muestra deslumbrado por el trabajo de Daniel Day-Lewis y también fascinado por la estética y los mensajes de su pretencioso autor. Cuanto más pienso en esta película pretendidamente turbadora, más antipática me cae".
Carlos Boyero, 2008

(en otras palabras: yo soy "especial" e inteligente porque reconozco la "impostura y pretenciosidad" de POZOS DE AMBICIÓN, frente a la mayoría del personal que se ha dejado deslumbrar por la película en la Berlinale)

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Y en un ámbito muchísimo más modesto, veamos un ejemplo en nuestro pequeño mundillo de la blogosfera comiquera:

"confieso que he leído, sí, pero que no he podido terminar de leer: Superputa, del gran Manel Fontdevila. Ni he podido con él, ni he entendido nada de lo que sí he leído... Mea culpa, con seguridad, y bien que lo siento, que la edición es excelente (el olor de la tinta, ay...) y el autor está, en mi lista de imprescindibles, bien arriba.

Y, sin abandonar la confesión, y al hilo de la última entrega de El Manglar, en la que brilla Rutu Modan con luz propia y el amigo Vañó dice cosas intrigantes sobre Valenzuela, confieso también (y no por vez primera) que tampoco al creador del Capitán Torrezno he sabido entenderlo nunca, si bien no descarto un próximo intento, porque tanta gente con buen criterio no puede ser que se equivoquen a la vez y en la misma cosa, y algo debe tener Valenzuela para generar tanto aplauso. (O quizá me vuelvo blando con la edad y procuro siempre dar una oportunidad más.)"
F. Naranjo, 2007.

(lo de las cosas "intrigantes" que se afirman sobre Valenzuela, lo dice todo implícitamente)

"Leí también el Pomez #1 (va sin tilde en el logo), de Leandro Alzate. Porque a mí estas cositas de autoedición en papel y con grapita me ponen, todavía. Y porque la portada me pareció (me parece) muy bonita. Y, hombre... un poco mejor que su colaboración en Humo sí es, pero yo había leído por ahí que era algo muy arriesgado y novedoso y, la verdad... me ha gustado la primera historia, sí, pero estas cosas se hacían ya en los años ochenta (Madriz, Cairo, La Granada de Papel...), y se hacían mejor. (No sé, igual me he perdido algo yo...)".
F. Naranjo, 2010

"Lean y tomen nota. (Por cierto, que a mí lo de Pascal Brutal no me gusta nada, me parece una simpleza sin gracia... No sé, ellos sabrán...Igual se me escapa algo, como ya va siendo costumbre...)"
F. Naranjo, 2010, sobre los premios del Festival de Angulema de este año.

Por otra parte, me imagino que los miembros del jurado de Angulema han sido muy inteligentes, rectos y justos al premiar el PARACUELLOS de Carlos Giménez, pero "bobos", "chovinistas" e "interesados" al premiar el PASCAL BRUTAL de Riad Sattouf. El criterio del jurado resulta así válido para un autor (el autor que me gusta a mí) pero no para el otro (el que no me gusta). Sin más comentarios.