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jueves, 27 de diciembre de 2012

MUJERES AL BORDE DE UN ATAQUE DE



La otra noche volví a ver en la tele Jackie Brown (1997). Es aún mejor de lo que recordaba. En contra de lo que pudo parecer en los noventa, las películas de Tarantino van ganando con los años, tanto que casi podemos decir que es un clásico vivo, y sin el casi. Hay dos o tres escenas en Jackie Brown en las que se habla de cosas importantes, cosas universales, aunque no se dice una sola palabra. Es una historia, por encima de la entretenidísima peripecia criminal, sobre gente que se hace mayor y comprueba con certeza que sus posibilidades se acortan cada vez más, aunque uno siga esforzándose igual. Un mundo de rendimientos decrecientes, como la propia vida. Es un filme agridulce, divertido y triste a la vez, tragicómico. Una vez más, como la vida misma, etc. También me pareció que es un tipo de película de crimen con historia de amor subyacente que entronca con otras como The Getaway  –donde en realidad la historia de amor era lo más importante– o Bring Me the Head of Alfredo Garcia, ambas de Peckinpah, que sospecho muy del gusto de Mr. Tarantino. Jackie Brown es también una oda a la mujer como motor de la acción y, fuera de la ficción, a la actriz protagonista, Pam Grier, un poco como hizo más tarde en Kill Bill con Uma Thurman.

En espera de su Django Unchained...

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Más: Moscas en la frontera

domingo, 10 de julio de 2011

MOSCAS EN LA FRONTERA


No la había visto desde que era bastante joven, en la televisión. Mi recuerdo era muy vago, pero no me engañaba. Violenta, sucia, terriblemente sucia. BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCIA, 1974. Peckinpah, increíblemente machista como siempre, pero también increíblemente bueno como cineasta. La mujer aquí vuelve a ser el objeto de las humillaciones más crueles. Pero también representa el bien, la decencia, la salvación.

Durante la primera hora de la película, no sabes quiénes son los protagonistas, ni hacia dónde va la historia, ni qué te están contando. No es cuestión del argumento, que se entiende perfectamente, sino de cómo NO se presentan a los personajes ni se les da un rango claro (¿éste es protagonista o secundario? ¿y este otro?), de cómo NO se explican los detalles; de cómo NO le ofrecen papilla al espectador en lugar de comida que él pueda masticar, saborear y digerir. El resultado es algo sorprendentemente orgánico, que parece desplegarse ante tus ojos conforme lo ves en la pantalla. Hacia la mitad del segundo acto, te das cuenta de que esto es una especie de noir increíblemente grotesco y amargo. Es significativo también comprobar que cuando sacas el cine negro de la ciudad y te lo llevas a un ambiente rural –los caminos polvorientos del norte de México en este caso–, se ve de forma clara de dónde procede originalmente el noir. El noir es en esencia western, western llevado a un entorno moderno. El héroe de frontera americano. En este caso, el anti-héroe de frontera, por supuesto. Eran los setenta y la contracultura de los años previos no había pasado en balde. Ya en los 40 y 50, el noir clásico de posguerra había ofrecido este tipo de héroes dudosos que caminaban, una vez más, por la frontera entre el bien y el mal, entre la civilización y el caos del mundo violento, entre la salvación y la perdición más absoluta. Las metáforas sobre el funcionamiento de la sociedad y de la "cadena alimenticia" también están aquí. Una historia de violencia, no podría ser otra cosa. Same as it ever was.


Hoy día, al espectador se le toma por idiota y se le explica todo. Quién es quién, qué significa este personaje o este otro desde el minuto uno en que aparece en pantalla, cuál es la moraleja reconfortante de la historia, servida cómodamente con fórmulas que el propio espectador, acostumbrado a ellas después de consumir cientos de productos similares, está deseando recibir nuevamente. A los niños pequeños les encanta que le cuenten la misma historia. El niño pequeño no acude a mamá o a papá para oír historias diferentes. Quiere el mismo cuento, el que ya se sabe, porque el placer del niño reside justamente en esa reiteración, en oír en perfecto orden lo que ya conoce, lo que reconoce. ¿Cuántas veces es capaz un niño de ver la misma película, una y otra y otra vez? Sólo los padres lo saben de verdad.

Desde la época gloriosa de BRING ME THE HEAD OF ALFREDO GARCIA, el cine norteamericano ha bajado muchos, muchos peldaños hacia el cenagal en el que se encuentra ahora, tan putrefacto y lleno de moscas como la cabeza a la que aludía el título de Peckinpah. Un cine que hoy día nos cuenta el mismo cuento, una y otra vez, aunque se presente ataviado con ropajes ligeramente distintos en cada ocasión. Es un cuento amable, reconfortante, de pequeñas moralejas banales sobre "la vida" que aparentan profundidad y verdad. Y el espectador dócil espera oír ese mismo cuento de nuevo, una y otra vez. Y cuando lo oye y lo reconoce, lo aplaude. Como un niño pequeño a papá o a mamá.