«Contra el imperio de la droga [The French Connection] está muy lejos de ser una película convencional. [Friedkin] se sentía cómodo en el lenguaje del documental, y lo usó, lo cual confirió al filme una atmósfera poco rígida y controlada que anticipó en una década Canción triste de Hill Street. Friedkin no solía molestarse en construir sólidamente una escena; sólo le decía al cámara que siguiera a los actores. Además, el paisaje moral de la película era oscuro y complicado. Y europeo. “En aquellos días, Coppola, yo y otros directores nos sentábamos a conversar sobre el futuro del cine”, recuerda. “Ya me entiendes, que si Godard o Fellini, que si documentales y realismo callejero o formalismo y obras de la imaginación. A mí no me parecían extremos diametralmente opuestos. Había visto Z, de Costa-Gavras, y me hizo comprender que se podía coger una historia real y convertirla en algo tan emocionante como la mejor ficción. Yo pensaba: Eso lo sé hacer yo, coño, es como introducir la técnica del documental; esta postura ejerció una gran influencia en Contra el imperio de la droga”».
Peter Biskind, Moteros tranquilos, toros salvajes, trad. Daniel Najmías, Barcelona: Anagrama, 2004 [1998], pp. 262-263.
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The French Connection (1971) fue un referente inspirador para Santiago (García) y yo en El vecino 1 (2004), en concreto por el tipo de final que tiene la película de William Friedkin: abrupto, seco, inesperado, no concluyente, tan nouvelle vague a la americana. La película nos encantaba y quisimos traer a nuestro cómic algo de su espíritu. Hace poco vi Sorcerer (1977), de la que tenía un recuerdo muy vago, y me pareció una absoluta brutalidad (sobre este filme se comentan muchas cosas interesantes en una conversación de 2015 entre Friedkin y Nicolas Winding Refn, divertidísima, que ha circulado mucho en redes). De El exorcista (1973) solo puedo decir que, cuando la vi de chaval, no muy niño, en los ochenta, tuve la misma experiencia que miles de personas: nunca había pasado tanto miedo viendo una película.
“Muchos directores de cine han sido influidos por The Spirit, yo incluido. Mira esto”. Y Friedkin mostró la portada de cierto cómic con cierto hombre corriendo delante de un tren elevado. “De aquí es de donde saqué ideas para la persecución en The French Connection".
De cara a la famosa persecución del coche al tren elevado, Friedkin y su equipo pagaron sobornos para conseguir permisos. Se ha contado muchas veces que para conseguir el permiso de rodaje dentro del tren elevado untaron a un funcionario con 40.000 $ de la época y un “viaje de ida” a Jamaica para “retirarse” porque sabía que le despedirían en cuanto vieran la película. Pero hay secuencias donde no hubo ni eso. Bill Hickman (1921-1986) era el especialista del coche, el mismo que había conducido en Bullitt (1968, dirigida por Peter Yates y producida por el mismo productor de The French Connection, Philip D’Antoni) en lugar de Steve McQueen. Hickman además actúa en un papel secundario en The French Connection, el agente federal que discute todo el tiempo con “Popeye” Doyle / Gene Hackman. Aquí debajo, a la izquierda:
Hickman se sintió desafiado por Friedkin cuando este le dijo que el material de persecución que ya habían rodado no era muy bueno. El especialista retó al director y este mandó montar una cámara en el coche. El propio Friedkin decidió manejar la cámara por encima de su hombro, sentado detrás, porque él “era joven y soltero, y los dos cámaras tenían familia”. El especialista Hickman condujo a lo largo de 26 bloques de Brooklyn a través del tráfico rodado, a 145 km por hora, sin extras pagados y sin permiso (solo miembros de su equipo para contener tráfico lateral y algunos policías fuera de servicio pagados por la producción). Como aviso a peatones, instalaron una sirena de policía en el techo del coche que nunca fue fotografiada. Una de las pocas cosas que sí escenificaron luego fueron los planos de la mujer con el carrito de bebé. Friedkin le dijo al conductor Hickman antes de empezar a rodar ese día:“Solo podremos hacer esto una vez, no estamos protegidos, tendremos suerte si salimos de esto sin ser arrestados, vamos a robar esta secuencia, así que tienes que dármela. REALMENTE tienes que dármela”.
Gene Hackman condujo en otra secuencia para rodar primeros planos, durante la cual tuvo que esquivar a un conductor que salió inesperadamente a su paso; Hackman chocó contra el coche “espontáneo” y acabó estrellado contra un pilar. El resultado de todo este “guerrilla filmmaking” es una memorable escena de persecución de coche rodada como si fuese un documental o de cinéma verité, que a su vez refleja los temas de la película, la delgada línea entre el criminal y el policía y la obsesión de este último por hacer cuanto fuese, legal o ilegal, para cazar al primero. Por supuesto, nada de esto podría hacerse ahora, pero estamos hablando de la Nueva York de los primerísimos setenta. Muchos años después de filmar la escena del coche persiguiendo el tren elevado, Friedkin reconoció que en aquel entonces era como el Capitán Ahab persiguiendo obsesionado a la ballena. También admitió: “Fue algo terrible de hacer, fue muy peligroso y puso vidas en peligro. Tengo que decirte que nunca volvería a hacer algo así”.
The French Connection, una película que me dispongo a ver de nuevo ahora mismo. Descanse en paz, William Friedkin (1935-2023).
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PS. La portada de cómic que Friedkin enseñó como referencia o influencia para “arguably the greatest car chase ever filmed in the history of motion pictures” era esta:
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