En su libro Incontinencia del vacío (2017; traducción española de Damià Alou para Anagrama, 2023), Slavoj Žižek hace una lectura lacaniana de El problema de los tres cuerpos (2006), de Liu Cixin. Cito:
“Hay otro tema lacaniano en la novela: el juego virtual que resulta al simular la vida real en Trisolaris nos recuerda la frase de Lacan de que la verdad tiene estructura de ficción.
Sin embargo, el rasgo más interesante de la novela es cómo la oposición entre la Tierra y Trisolaris evoca la oposición entre la idea tradicional confuciana del cielo como principio del orden cósmico y los cánticos y alabanzas de Mao al cielo en desorden: ¿no es la caótica vida en Trisolaris, donde el mismísimo ritmo de las estaciones se ve alterado, una versión naturalizada del caos de la Revolución Cultural?”
Buena pregunta, desde luego. Porque si hay algo que me ha llamado la atención de la adaptación de El problema de los tres cuerpos a serie televisiva china que Tencent (WeTV) ha estrenado en enero de este año (la han subido a YouTube con subtítulos en inglés) es que no empieza como la novela. Esta se abría con escenas durísimas de violencia en Pekín, en 1967, un capítulo titulado “Los años de la locura” sobre la represión derivada de la Revolución Cultural. En la adaptación televisiva china omiten ese prólogo y rápidamente van al “meollo” en 2007 (al asunto maoísta solo se aludirá posteriormente).
Hay quien ha visto en esta “apresurada” subida gratuita a YouTube una respuesta china para llegar a los espectadores occidentales antes de que se estrene la adaptación de Netflix en enero de 2024. Esta última, de gran presupuesto, ha sido desarrollada por David Benioff, D. B. Weiss (ambos famosos por su adaptación televisiva de Juego de tronos) y Alexander Woo (otro estadounidense), así que es previsible que para el próximo enero todo el mundo hablará de la serie. Todo el mundo occidental, me refiero, porque los chinos llevan hablando de esta historia mucho antes de su adaptación televisiva: la novela ha sido un fenómeno inmensamente popular, con más de cuatro millones de ejemplares vendidos allí (en Occidente no le ha ido nada mal tras su traducción al inglés en 2014, de Ken Liu, cosechando elogios de Obama y George R. R. Martin, etc.).
Todo esto lo cuento porque me resulta muy interesante esta “batalla” cultural por “apropiarse” de un gran éxito chino en términos de poder capitalista (económico=cultural). ¿Acaso no puede verse el problema de mecánica física de los “tres cuerpos” como una alegoría geopolítica sobre la fase de transición histórica de la que somos testigos, en la que el imperio estadounidense, en declive, se resiste al nuevo poder hegemónico mundial, el chino, con un tercero en discordia venido a menos pero aún capaz de generar inestabilidades graves? (el “tercer cuerpo” sería la Rusia de Putin & Wagner, para el lector despistado que esté leyendo esto en diagonal).
La novela de Liu Cixin contiene también sus alegorías porque, por supuesto, la ciencia ficción siempre habla en futuro de los miedos de su presente. Alegorías sobre la ansiedad por la dominación occidental de China, sobre el miedo a la extinción en un planeta agotado (en el segundo capítulo Liu cita Primavera silenciosa —Silent Spring, 1962— de Rachel Carson, que el autor leyó bastante joven, impactado) y sobre la larga sombra del legado histórico y cultural del comunismo chino. Todo ello es abordado por Liu Cixin en clave de ci-fi para plantear preguntas sobre el papel futuro de la ciencia (y de su propio país) en el destino de la humanidad. Liu Cixin (1963), apodado “Da Liu” (Gran Liu), es hijo de padres mineros; siendo niño fue enviado a vivir con sus abuelos para evitar precisamente la violencia de la Revolución Cultural. Se graduó y trabajó como ingeniero informático en una central eléctrica, y empezó a escribir ciencia ficción en su tiempo libre, entre cinco y siete mil palabras al día, con varios éxitos previos a su gran best-seller, este del que estoy hablando. El problema de los tres cuerpos obtuvo el Premio Hugo 2015 a la mejor novela; poca broma, porque es la primera no escrita en inglés que lo gana. Puesto que las influencias literarias de Liu Cixin son básicamente occidentales (de Orwell a Melville pasando por Tolstói, Verne y Arthur C. Clarke; como novelista de ciencia ficción se le ha comparado con este último y con Larry Niven) pero aporta un trasfondo político-cultural chino que a los occidentales nos resulta muy exótico, el éxito aquí parece garantizado. Sobre todo una vez pasado por la papilla de la serie americana para streaming.
La adaptación televisiva china, lo diré sin rodeos, me parece súper convencional y aburrida, muy subrayada y contada de manera “resumida” y “rápida”, prácticamente como un “reader’s digest” audiovisual para quien no quiere leer el libro (en verdad una trilogía). 三体 (Three-Body), la serie TV china, se centra en el “presente” de 2007 de la novela y añade escenas muy estereotipadas que no estaban en el libro para hacer más “ágil” la narración. Mike Hale escribe en su reseña de la serie china para el New York Times lo siguiente:
“Pero si uno tiene paciencia y apetito por la ciencia ficción especulativa minuciosamente imaginada, puede considerar las deficiencias del show como el impuesto de importación para la entrega de una buena historia. Y aunque ‘Three-Body’ muestra la propensión, común en los dramas televisivos chinos, de contar una historia como si se leyera un libro a un niño, aquí eso tiene una ventaja: si un giro de la trama impulsado por la ciencia le confunde, se lo explicarán de nuevo antes de que termine la escena”.
De la inminente adaptación americana de Netflix (2024) ya se ha criticado que no cuenta con actores chinos, sino estadounidenses y británicos de origen asiático, además de blancos anglos, incluidos actores conocidos por Juego de Tronos, véase casting arriba. Y hay quienes esperan cambios patilleros en el argumento cortesía de Benioff & co. respecto a la novela de Liu Cixin, quien ha alabado la producción de Netflix (está involucrado en ella). Ya veremos si será así, pero lo que parece esperable es una conveniente adaptación a los gustos dramáticos del audiovisual anglosajón (que son los nuestros) en la era del streaming, a veces no menos explicativos que los chinos. Inevitables, puesto que nadie puede elevarse a sí mismo tirándose del pelo, y Benioff & co. saben hacer las cosas como las han aprendido dentro de su propia cultura.
Lo que los americanos sí se han preocupado de incluir en su adaptación de Netflix de manera más explícita es el prólogo violento de la novela de Liu Cixin sobre la Revolución Cultural maoísta, tal como queda claro con algunas imágenes “gráficas” que han incluido en el trailer.
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