Así que, aunque sea una hora oficial después, me sigo levantando con el sol. Pero me ha pasado algo inquietante desde mi regreso, en lo que tal vez sea mi personal versión del jet lag (que no he sufrido). Resulta que abro los ojos por la mañana y, a pesar de que reconozco el techo y los muebles de mi dormitorio, durante un par de minutos me parece que sigo en Nueva York, encasquillado en una tierra de nadie mientras salgo del sueño, el territorio por excelencia de lo «Real». Un «interregno» en el que soy consciente de mi error geográfico y a la vez, de manera paradójica, sigo pensando que no estoy donde realmente estoy sino en NYC. Es un estado de «suspensión permanente», ni palante ni patrás, que no puedo evitar relacionar con Los Soprano, siquiera porque terminé de verla conforme dejaba la city y aterrizaba en mi casa (teléeeeefono). En Los Soprano, en efecto, hay mucho psicoanálisis y muchos momentos de gran ficción televisiva, de gran arte si queremos decirlo así, en los que parece dejarse atrás el lenguaje y lo simbólico para penetrar en el campo de lo Real en bruto: aquello que no podemos conceptualizar ni representar. «Hay que intentar atravesar (traverser) la fantasía, sabiendo que el sentido, tal y como lo mostraron Lévi Strauss o Lacan, probablemente no sea más que un efecto de superficie, un espejismo, una espuma», escribe Fernando Castro en su ensayo para Los Soprano forever. «El arte está siempre intentando hacerse con la "otra escena", esto es, con ese lugar en el que el significante ejerce su función en la producción de las significaciones que permanecen no conquistadas por el sujeto y de las que éste demuestra estar separado por una barrera de resistencia. Es la caída del sujeto que se supone que sabe lo que se opone a la noción de liquidación de la transferencia. El arte puede desbaratar lo que impone el síntoma, a saber, la verdad. En la articulación del síntoma con el símbolo no hay más que un falso agujero. El lenguaje está ligado a algo que agujerea lo real. Nosotros (sujetos/barrados) necesitamos para evitar disolvernos anudar la experiencia, aunque sea con un decir-a-medias. Lo real se encuentra en los embrollos de lo verdadero, es siempre un fragmento, un cogollo en torno al cual el pensamiento teje historias; el estigma de lo real es no enlazarse con nada. Entre la pasión voraz y el sentimiento anonadante, podemos tener la impresión de que todo se disuelve en el sinsentido o en la angustia». El sujeto, escribe unas páginas más adelante, «se determina como su propio eclipse. En la medida en que lo que se inscribe en lo simbólico es lo real (lo cual puede llamarse también advenimiento del sujeto a un real), ese ser, en última instancia, no es simbolizado por nada, salvo justamente por esa nada simbólica que es el corte. No necesitamos ahora "la voz alucinada" sino tan sólo comprender que lo real se da en un punto de separación total. Si el arte no ofrece ya consuelo, la mafia tampoco acaba sus "trabajos"».
Total, que de vuelta ya en casa en esta Expaña que se rompe, se rompe pero no se termina de romper, aún atrapado en ese limbo entre dos mundos, voy a intentar exorcizar mi personal «plano suspendido», una «anomalía» cuyo significado «real» se me escapa. Y para hacerlo no se me ocurre mejor forma que acudir a lo simbólico, el lenguaje, y hacer recuento aquí de las dos últimas e intensas semanas de mi estancia en Estados Unidos. Al menos para dejar constancia de ellas y clausurar simbólicamente una etapa inolvidable de mi vida.
Para empezar, en la primera semana de septiembre conseguí entrevistar a una leyenda viva del cómic norteamericano, uno de los objetivos de mi propuesta de investigación en Nueva York. Siento no poder dar más detalles de momento sobre este asunto. Tan solo apuntar ahora que resultó sumamente fácil acceder al autor entrevistado, que me dio todo tipo de facilidades y que fue muy generoso con su tiempo y sus respuestas. A su debido tiempo podréis leerlas en el lugar adecuado. Gracias por cierto por la ayuda prestada en esto a JMM, el artista antes conocido como José María Méndez.
Para continuar, el 12 de septiembre di una charla en la School of Visual Arts, una conferencia que les había prometido también en mi propuesta como visiting scholar, y que titulé Lose Yourself to Story: Tribulations of a Spanish Cartoonist. 45 minutos en los que usé como hilo narrativo conductor el pasado, presente y futuro de mi carrera como dibujante, pensando sobre todo en el tipo de cuestiones que les interesa a los estudiantes de una escuela artística. Desde mis primeras publicaciones en la segunda mitad de los noventa, tanto ilustraciones como tebeos –mi debut profesional en el cómic dentro del sello Laberinto de Planeta DeAgostini, dirigido por Toni Guiral–, con todas las dudas habituales del comienzo, sobre el camino a seguir y los temas personales, a los diversos hallazgos creativos que he ido encontrando en ese camino, a menudo por sorpresa. En este sentido intenté explicar algunas conclusiones sobre el lenguaje del cómic y del dibujo a las que he llegado, siquiera provisionalmente, lo largo de esa trayectoria. Colaborar con otros autores, por cierto –en mi caso es bien conocida mi larga colaboración con Santiago García– te enriquece y te permite llegar a lugares a los que por ti solo jamás habrías llegado. También les hablé abiertamente de las influencias en ese trabajo. Gestionar la «ansiedad de las influencias» pasa sobre todo, a mi juicio, por reconocerlas sin complejos y rendirles homenaje. En la última parte de la charla señalé algunas claves sobre mi trabajo como ilustrador –la ilustración y las artes gráficas en general tienen un gran peso en los estudios de la School of Visual Arts, particularmente en el Máster en Narración visual a cuyo programa estuve adscrito– y también les hablé de los libros que tengo entre manos ahora mismo: entre ellos El vecino 4, de nuevo junto a Santiago García, el libro de mi tesis sobre Frank Miller y uno en solitario que se titulará La crisis según/Los 15 mandamientos, un proyecto hecho realidad gracias al empeño de su editora, Isabel Cortés. Para cerrar el acto, las imprescindibles preguntas del público –un par de ellas giraron en torno a las herramientas y métodos de trabajo, al hilo de mis explicaciones previas– y un breve rato para enseñar la carpeta de originales, que me pidieron porque a los estudiantes les gustar verlos. En mi caso, las páginas que había dibujado estando en NYC. The city that never sleeps.