«Podía entrar en una cafetería aleatoria de París para tomarte algo, y allí habría un poster o una lámina de Moebius, enmarcada en un lugar de honor tras la barra. En ocasiones, podía parecer que estaba en todos lados. Casi cualquier persona que te encontraras, incluso gente sin ningún tipo de vínculo con los cómics o el cine, tenía una historia de Moebius, o al menos conocía su nomnbre. Compartimos el mismo editor en Francia, así que en los últimos años, en diferentes ciudades y lugares, tuve la suerte de poder pasar unos cuantos buenos ratos con él. Su apodo para mí era “Pol Pot”. Él podía presentarme ante otros como Pol Pot, nunca se cansaba de la broma.Paul Pope, en el extenso homenaje a Moebius que ha preparado David Fernández, con muchas más declaraciones.
Perdonadme si suena como un cliché, pero su muerte ha sido un completo shock para mí. El pensamiento de él muriendo nunca pasó por mi cabeza, literalmente. Parecía tan jovial y cómodo en su propia piel. Sé que conforme se hacía mayor, sus problemas de salud le impidieron dibujar durante algunas temporadas. No quería confiar en la cirugía tradicional o en las medicinas para lidiar con sus problemas; prefirió tratamientos holísticos “más suaves”. En sus últimos años, pasó fases en las que todo lo que podía esbozar eran diseños garabateados que, aunque bastos, seguían siendo hermosos y llenos de fuerza. Esas líneas errantes señalaban su dolor físico. Y, entonces, ahi podía regresar, de nuevo en plena posesión de sus facultades. [...] Me enteré casi tan pronto como falleció. Resultó que estaba despierto en medio de la noche y recibí la noticia de un amigo común. Y no quería creérmelo; apenas habia transcurrido media hora desde su muerte, la noticia todavía no había llegado a los medios, así que en cierto modo esperaba que se tratara tan solo de un nuevo caso de “celebridad asesinada por internet”, que actualmente parece ser el pasatiempo morboso de los bromistas crueles e idiotas. Creo que nunca he conocido a una persona más tranquila que Jean. Irradiaba una poderosa energía espiritual. Era casi imposible siquiera pensar en él como un anciano, porque de alguna extraña manera, realmente no era viejo. Tenía una cualidad que he visto muy raramente en adultos: una especie de fascinación infantil por, bueno, prácticamente todo. Lo mantenía preternaturalmente joven y curioso y poderoso».
Arriba, un homenaje de Paul Pope a Moebius (la página original homenajeada de Moebius, aquí)
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