martes, 16 de octubre de 2012

BUILDING STORIES: NOTAS (VI)


LA GRAN NOVELA (GRÁFICA) AMERICANA. Menuda historieta me acabo de leer ahora del Building Stories. Cuando me puse a escribir estas notas conforme leía el contenido de esta obra monumental en todos los sentidos  –no me cabe ya la menor duda–, la idea era precisamente dejar constancia aquí, un poco a modo de diario, del desconcierto de enfrentarse a este objeto no identificado tal como se va a enfrentar cualquier lector, sin saber por dónde empezar a leer, por dónde seguir luego, qué te estaban contando, cuáles eran tus prejuicios e ideas equivocadas sobre lo que te contaban y, en suma, cómo ordenar, experimentar y asimilar la cantidad ingente de información que Ware suministra en esta madre de todas las cajas.

Poco a poco, el misterio de la narración se revela, y lo hace como si fuera un enorme mapa (o mapas, en plural) cuyos signos, en lugar de representar una superficie terrestre, representaran vidas humanas (y alguna animal). Para empezar, la ya conocida protagonista con pierna prostética no es la única protagonista de la historia, aunque sin duda tiene un gran peso en ella. Building Stories quiere contarnos la vida de otros personajes cuyas vidas se entrecruzan, mostrando, como las diferentes caras de un edificio (de papel y viñetas) distintas facetas de ellos en cada segmento de la narración y, a menudo, amplias referencias a su pasado que se entrelazan con el presente desde la memoria del personaje en cuestión. Cada segmento, o cada capítulo, podríamos decir si queremos comparar con la estructura de una novela literaria. El multiformato diseñado por Ware aparece de este modo completamente apropiado para abordar una narración así, porque al desperdigarla en soportes y formatos tan diferentes no solo consigue un equivalente representativo en la forma del cómic al carácter azaroso y fragmentario de la experiencia de vivir, sino que lo presenta ante el lector con marcos también diferentes que, por sus mismas hechuras, proporcionan experiencias de lectura igualmente distintas. Leer un segmento de Building Stories en una tira pequeña o en un gran desplegable añade texturas narrativas diferentes en cada caso, pero también la sensación de que cada momento de la vida es irrepetible, y que cada persona es única y diferente a las demás. Sospecho que la idea del multiformato disperso, en lugar del libro único, lineal y clásico, le pudo venir a Ware de la experiencia colectiva del número 33 de la revista literaria McSweeney's (invierno 2009/2010), donde él mismo participó, un número que en homenaje a la prensa escrita en los tiempos de internet adoptó un formato de periódico enorme a la vieja usanza americana, bautizado San Francisco Panorama, que incluía un montón de suplementos (literario, de deportes, una sección de cómics, etc.) y un magazine a todo color. Si fue así, Ware ha añadido de su propia cosecha la idea de usar formatos completamente dispares, algo que por cierto lleva practicando desde los primeros noventa con Acme Novelty Library. En este sentido, Building Stories puede verse como la culminación de ese recurso al emplearlo ahora como dispositivo narrativo para contar una sola historia, una gran novela, y de la ambición y alcance que tiene esta.


Las dos páginas que he subido arriba son las dos caras de un mismo pliego. Uno puede empezar a leerlo por una cara o por la otra, y no tiene manera de saber por dónde se supone que debería hacerlo porque no hay ninguna indicación al respecto. Eso también forma parte de la aventura que se nos está proponiendo aquí. Ware refuerza la diversidad de soportes-formatos abordando cada segmento (o capítulo) con diferentes tratamientos formales, tanto visuales como textuales. En algunos capítulos opta por la retícula ortogonal de la tira clásica, incluso con viñetas estrictamente regulares; en otros, como el de arriba, elige un diseño de página diagramático, terreno en el que ya se ha convertido en el Mayor Experto del Planeta cómic ahora mismo. Y si para plantear algunas escenas elige un tipo de narración "externa", con un punto de vista de narrador omnisciente que ve a los personajes "desde fuera" (en algún caso concreto con tiras completamente mudas), en otras puede saltar a una narración subjetiva guiada por el monólogo interior del personaje, ya contenido en bocadillos de pensamiento, ya en cartuchos de texto o en reservas en blanco dispuestas en el diseño de página. Este último es el caso de las dos páginas de arriba, que narran el reencuentro de la protagonista coja con un antiguo amigo (*amigo* en realidad) del instituto, vía Facebook por supuesto, también conocida como la red social de los antiguos compañeros del cole que creías que no volverías a ver nunca más.

A diferencia de la última historieta que comenté, la de la pareja en descomposición, hasta cierto punto  más estereotipada por su enfoque satírico, aquí se busca deliberadamente la textura y los matices de la realidad, y vaya si se consigue. El monólogo interior de la protagonista los aporta, y Ware demuestra una vez más la capacidad de cualquier gran novelista actual para escribirlo. Pero el monólogo interior no solo se expresa en palabras, como lo haría en una novela, sino también visualmente, en el diseño y dibujo de las viñetas de Ware. El reencuentro en Facebook  de la protagonista desata por supuesto un montón de recuerdos asociados directamente o indirectamente al *amigo* del instituto. Son tantos los detalles, visuales y literarios, que Ware vuelca en esas dos páginas, que no puedo describirlo de otro modo: te abruma. Por completo.

Se me ocurre ahora que estamos ante el mayor intento de estos años por parte de un historietista de abordar ese ideal platónico literario conocido como la gran novela americana. Solo que en este caso no se trata de una novela literaria, sino gráfica, y por tanto de un cómic. Tengo la sospecha, no obstante, de que a Ware le van a reconocer desde los circuitos literarios como autor de la gran novela americana de 2012 con Building Stories, o al menos el de una de ellas si hay otros candidatos al trono. Se me ocurre también lo mucho que han cambiado los tebeos desde mediados de los ochenta, cuando se plantearon otros tres intentos de gran novela americana desde el cómic. De algún modo, en aquel momento, por la situación en que estaba la industria del cómic estadounidense, con un público ya constituido en gran medida por entendidos y coleccionistas, parecía muy apropiado abordar esa Gran Novela que hablara de la América de entonces de manera alegórica y desde los códigos de los superhéroes. Así lo hicieron efectivamente The Dark Knight Returns y Watchmen, dos obras que estaban en el momento y lugar oportuno para dar la campanada que dieron; dos obras claves sin las que es imposible entender el comic book norteamericano de los últimos 25 años. La tercera en discordia la firmaba un hombre que venía de fuera de la industria del cómic, que de hecho nunca había pertenecido a ella. Se apellidaba Spiegelman, y como no se debía a nadie salvo a sí mismo, su gran novela (gráfica) americana, Maus, no trataba de superhéroes sino de personas reales y hechos de la realidad. Su heredero natural es hoy, entre otros, Chris Ware. En 2012, con todo lo que ha pasado desde entonces y la presencia que ha ganado el cómic en el mundo igualmente real (el de las librerías generalistas, más allá de la reserva de entendidos del cómic), parece lógico, con la misma naturalidad que en 1986 parecía hacerlo con superhéroes, plantear desde el cómic la gran novela americana con personajes realistas. Gente corriente sin superpoderes, que tiene hijos o taras físicas, se separa de su pareja o se reencuentra con viejos *amigos* del instituto gracias al Facebook.

6 comentarios:

Jeune Albert dijo...

Muy atinada la referencia al san Francisco Panorama. Como tantas veces nos descubres relaciones que después de leer el post nos parecen ya evidentes pero que se nos escapaban. Ellos Eggers y cia ,se proponían recordar a los lectores todas las cosas que un periódico impreso podía ofrecer, sobre la base de que los lectores estarían dispuestos a pagar si se les ofrecía algo completamente diferente a lo que podían obtener en internet. Y Ware nos recuerda con sus obras las enormes posibilidades de los cómics como medio de expresión.
Tan enormes que como dices pueden aspirar al trono supremo de la alta cultura.
Spiegelman también creo que estuvo muy muy arriba, pero pienso que en su caso disfrutó de un impulso extra debido al tema del holocausto y de la novedad de ver tratado un tema "serio" en un cómic.

Pepo Pérez dijo...

Tienes razón, pero Spiegelman tenía en "su contra" que nadie lo había hecho antes. Tuvo que pensar sus propios recursos para contar esa historia. Y después de él se han publicado más cómics sobre el Holocausto, pero... ¿quién se acuerda de ellos?

Sobre Ware de nuevo, tienes toda la razón en lo que dices, es una demostración de recursos formales y de todo lo que puede hacerse con los soportes materiales del cómic. Sobre los recursos formales, dejando aparte ahora lo que te cuenta, es una nueva mina para explorar por los autores del futuro.

Hace un rato terminé otro de los segmentos de Building Stories y... me ha noqueado. En serio, he soltado un suspiro de admiración. Es demasiado.

Pepo Pérez dijo...

Me refiero en concreto a las pequeñas tiras grapadas, que son completamente mudas. La madre y su hija y esas "pequeñas cosas" sobre criar y educar a un hijo. Increíble.
Y a ver quién dice en este caso que es muy "literario"... Ware no usa aquí ni un solo texto, todo son dibujos.

Jeune Albert dijo...

A mí me está pasando precisamente lo qeu comentabas de los reyes. Voy de un cuadernillo a otro, despliego las hojas, los miro, los saco, los vuelvo a meter, los coloco juntos,luego de pie como en tus fotos,(he llegado a meter el Lint en la caja) como un niño que quiere jugar con todos los juguetes a la vez y es incapaz de concentrarse en uno solo.
También coincide que ahora no tengo mucho tiempo, y me entra sensación de agobio por la cantidad apabullante de información que hay que asimilar.

Respecto de Maus, efectivamente ser el primero es muy duro y ese es el mérito extraordinario de Maus tener la ambición de hacer ese tebeo y la capacidad para llevarlo a cabo. Pero por ejemplo, creo que como dices a Ware le podrían dar el Pulitzer perfectamente este año por la calidad intrínseca de del Building, pero su temática, incluso la propia personalidad de Ware, hacen más dificil ese componente de "marketing", de poder vender la obra en los medios generalistas, que Spiegelman sí que tenía.

jeremias ariel dijo...

"Y a ver quién dice en este caso que es muy "literario"... Ware no usa aquí ni un solo texto, todo son dibujos."

Pepo, cuando se dice que Ware, o que la NG, son un comic que tiende a lo literario, o que tiene una sensibilidad literaria, en ningun momento se hace referencia a la cantidad de texto por página.

A lo que se refieren (nos referimos) es a la tendencia a utilizar el dibujo como simbolo, antes que como ilustración.

Digamos que en un extremo esta el dibujo como una letra, o como un ideograma, algo que transmite significado pero que no tiene intensidad estética. Un dibujo que que no transmite nada en tanto obra plástica, sino que toda su función es narrativa e informativa. Un dibujo en donde el trazo y el estilo expresan poco para darle protagonismo a su caracter como unidad de significado.

En el otro extremo tenemos los dibujos virtuosos que dejan de lado la narrativa para dar rienda suelta a su valor plástico, los dibujos cuyo peso descansa en su expresividad en tanto ilustración o en su belleza, mas que en su sentido.

El primer caso es el de Ware, Spigelman, Satrapi y buena parte NG (los dibujos de Ware por si solos no expresan nada, son impersonales como los muñequitos de la puerta del baño).. el segundo el de Jim Lee o el viejo Breccia en Dracula... o tantos otros.

En lo personal prefiero los equilibrios, la buena combinación de ambas funciones del dibujo, se necesitan mutuamente para funcionar.

saludos

jeremias ariel dijo...

De modo que los comics literarios son aquellos que producen un sesgo en la función gráfica utilizando los dibujos como un medio de escritura, es decir, acercan el comic a la prosa, dado que la prosa es el ejemplo extremo de transmisión de significado puro a traves de combinaciones de signos.

Pero el comic se escribe en dibujos, y los dibujos tienen necesariamente una función estética y expresionista, por eso (entre otras cosas) a algunos no nos gusta Ware o Chester Brown.

Es un desequilibrio equivalente a acercar el comic a la pintura, como se ha hecho tantas veces.

El comic son dibujos que se leen. No por ser dibujos se dejan de leer, ni por leerlos dejan de ser dibujos.

En el caso de Ware, necesita reducir la expresividad del dibujo al mínimo para dotar de cierta claridad a esas complejisimas diagramaciones de página. Podemos decir que se autolimita en el aspecto gráfico para explotar mejor su interes, que es la diagramación (dado que es el aspecto del lenguaje historietistico que le permite explayarse en el diseño, su verdadero interes) y esta (la diagramacion) funciona como un sistema de combinacion de signos linguisticos (sus dibujos), para conseguir el sentido buscado. Es una extraña forma de escritura, pero es escritura. Es un sistema de escritura basado en el diseño gráfico/diagramatico de la combinacion de infinitos signos.
Los signos son infinitos porque son la representación figurativa (casi) mínima de la realidad.

ahora sí, saluditos