«Gerry Conway: [Matar a Gwen y luego al Duende Verde] fueron dos decisiones separadas. Tal como lo recuerdo, John, creo que originalmente fue idea tuya matar a Gwen Stacy...
John Romita: Bien, habíamos decidido que íbamos a matar a alguien. La idea original que nos llevó a eso fue que Tía May iba a morir. Recuerdo diciéndole a Gerry que Tía May era demasiado importante para la identidad secreta de Peter. Sé que ella resultaba una lata para un montón de lectores, pero era un buen complemento y, mientras Tía May estuviese por ahí, Peter seguiría siendo un chaval. Sugerí que si íbamos a matar a alguien, debía ser Gwen o Mary Jane. [...] Esa fue la única sugerencia que le hice a Gerry cuando hicimos el argumento. Pensé que si iba a morir alguien, debía ser Gwen. Pensé que era tan importante que [los lectores] se imaginaban que nunca moriría. ¡Creo que esto lo corrobora, porque 35 años después seguimos hablando de eso!»,
en un prólogo más reciente (2011) que traducía Santiago en su blog, Conway afirma esto otro:
Al grano. Tal como prometí en el post anterior, ahí van más extractos de la entrevista de Dan Johnson (Back Issue nº 18, octubre 2006) a Gerry Conway y John Romita a propósito de la muerte de Gwen Stacy. En estos párrafos comentan más bien la segunda parte de la historia, cuando Spiderman se enfrentaba al Duende Verde en su duelo definitivo, o al menos eso parecía hasta hace unos años. Fue en «The Goblin's Last Stand», The Amazing Spider-Man nº 122 (fecha de portada julio de 1973).
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«Gerry, cuando te preparabas para escribir la segunda parte de esta historia, la parte del justo castigo, ¿qué es lo que imaginabas que pasaba por la mente de Peter?
Gerry Conway: Creo que era la noción de que la venganza no resuelve nada. Al final del día, Gwen seguía muerta. Spiderman no había sido capaz de salvarla. Era una especie de apoyo para la historia del Tío Ben, en el sentido de que durante todos aquellos años, en su mente, Peter podía haberle salvado. Pero la realidad es que tal vez no hubiera podido hacerlo. Tal vez Peter se había estado machacando, y cargando con la culpa por eso durante muchos, muchos años. La venganza puede ser emocionalmente satisfactoria en el momento en que te la tomas, pero más tarde, ¿en qué lugar te encuentras? Eso es lo que intentamos mostrar.
Creo que leí por primera vez esta historia en una reedición de mediados de los 80, en la época en que los tebeos habían empezado a volverse muy oscuros. Muchos lectores pensaban entonces que si un "héroe" mataba a un malo, eso era justicia. Esta historia, para mí, contrastaba llamativamente con el material que se publicaba entonces [mediados de los 80] porque, ahí estaba Spiderman, que tenía más justificación que la mayoría para matar a su archienemigo, pero sabía que había una línea que no tenía derecho a cruzar. Esta historia me decía que los villanos cometen asesinatos. Los héroes no. La verdadera justicia era que el Duende Verde moría por la trampa que le tendía a Spiderman.
Conway: Porque la venganza no la da. No nos hacía sentirnos mejor que el Duende hubiera muerto.
[...] Marie Severin tiene una visión de su trabajo para Marvel muy interesante, que suena verdadera para la mayoría de colegas que trabajaban en el negocio en aquellos años tempranos: "nadie sabía que estuviéramos haciendo historia".
«Para empezar, tía May podría haber sido la víctima inocente que el Duende Verde arrojara desde el Puente de Brooklyn (¿o fue el Puente George Washington?), no Gwen Stacy.No creo sin embargo que en ese prólogo Conway esté inventándose nada deliberadamente para autoatribuirse la idea, aprovechando que no está en presencia física de Romita. Creo que sencillamente se trata, como en ocasiones parecidas de creación colectiva, de un proceso tan orgánico que el intercambio de ideas entre los implicados les hace imposible recordar en qué momento uno de ellos hizo suya la idea del otro y cuándo el otro hizo lo mismo con las ideas del primero. Suele pasar cuando se colabora con alguien para crear algo. Conway y Romita discutieron el argumento, y una idea llevó a la otra hasta el punto de que resulta imposible, e inútil, reconstruir el proceso creativo para discernir exactamente quién hizo qué. Personalmente, sospecho que la idea de que no fuera Tía May la muerta sino Gwen fue originalmente de Romita, y lo sospecho porque la idea de matar a la novia del protagonista estaba basada en lo que hizo Milton Caniff en Terry y los piratas en los años cuarenta, según confesión del propio Romita, y Romita es un fan declarado de Caniff –y discípulo gráfico– desde que leyó Terry y los piratas siendo un chaval.
[...] En ese punto [cuando empecé a escribir Amazing Spider-Man], John [Romita] había trabajado con Spiderman más que nadie salvo Stan. Entendía a los personajes mejor que nadie.
Y él quería matar a tía May.
[Como no estaba satisfecho con la idea de matar a tía May] Ofrecí una víctima diferente, cuya muerte sería aún más inesperada que la de May Parker: la novia de Peter, Gwen Stacy».
Al grano. Tal como prometí en el post anterior, ahí van más extractos de la entrevista de Dan Johnson (Back Issue nº 18, octubre 2006) a Gerry Conway y John Romita a propósito de la muerte de Gwen Stacy. En estos párrafos comentan más bien la segunda parte de la historia, cuando Spiderman se enfrentaba al Duende Verde en su duelo definitivo, o al menos eso parecía hasta hace unos años. Fue en «The Goblin's Last Stand», The Amazing Spider-Man nº 122 (fecha de portada julio de 1973).
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«Gerry, cuando te preparabas para escribir la segunda parte de esta historia, la parte del justo castigo, ¿qué es lo que imaginabas que pasaba por la mente de Peter?
Gerry Conway: Creo que era la noción de que la venganza no resuelve nada. Al final del día, Gwen seguía muerta. Spiderman no había sido capaz de salvarla. Era una especie de apoyo para la historia del Tío Ben, en el sentido de que durante todos aquellos años, en su mente, Peter podía haberle salvado. Pero la realidad es que tal vez no hubiera podido hacerlo. Tal vez Peter se había estado machacando, y cargando con la culpa por eso durante muchos, muchos años. La venganza puede ser emocionalmente satisfactoria en el momento en que te la tomas, pero más tarde, ¿en qué lugar te encuentras? Eso es lo que intentamos mostrar.
Creo que leí por primera vez esta historia en una reedición de mediados de los 80, en la época en que los tebeos habían empezado a volverse muy oscuros. Muchos lectores pensaban entonces que si un "héroe" mataba a un malo, eso era justicia. Esta historia, para mí, contrastaba llamativamente con el material que se publicaba entonces [mediados de los 80] porque, ahí estaba Spiderman, que tenía más justificación que la mayoría para matar a su archienemigo, pero sabía que había una línea que no tenía derecho a cruzar. Esta historia me decía que los villanos cometen asesinatos. Los héroes no. La verdadera justicia era que el Duende Verde moría por la trampa que le tendía a Spiderman.
Arriba y abajo, viñetas de The Amazing Spider-Man nº 122 (julio 1973), por Gerry Conway, Gil Kane y John Romita (con asistencia en las tintas de Tony Mortellaro; color de Dave Hunt) |
John Romita: Así es, absolutamente. Luchábamos contra una fecha de entrega y queríamos hacerlo tan emocionante como nos fuera posible, y siempre que podíamos aumentar la emoción, lo hacíamos. Solo quería tener el trabajo hecho e irme a dormir un poco. Gerry hacía lo mismo, ¿verdad? Terminaba [sus guiones], pero la cuestión es que ponía emoción en el guión porque era algo que sentía que debía conseguir.
Conway: También hacíamos algo que amábamos, de modo que ese cariño por el material también se trasladaba a él. Entonces, de nuevo, en los primeros 70, los cómics estaban hasta cierto punto en las últimas. Ya habían empezado a perder parte de los lectores que habían tenido. No había mercados auxiliares para este material. Esto era antes de la primera película de Superman y de la serie de televisión de imagen real de Spiderman. Era divertido, y nosotros ciertamente nos lo tomábamos en serio, pero al mismo tiempo ninguno se imaginaba que estuviésemos creando nada que fuera a durar mucho tiempo. También, en 1972 [el personaje de] Spiderman solo tenía diez años. [Creíamos] que esto se podía ir al garete en cualquier momento, ¿y quién lo hubiera sabido? Ahora, ahí está, Spiderman tiene más de 40 años, y hoy es tan icono como lo era Superman en aquella época.
Esto tuvo un impacto enorme en las futuras historias de Spiderman. Con la muerte de Norman Osborn, tenías que explorar cómo afectaba a Harry Osborn y mostrar cómo se convirtió en el segundo Duende Verde. Además, se pueden rastrear las historias del Hobgoblin que hicieron Roger Stern y Tom DeFalco en los primeros 80 hasta la muerte del Duende original.
Romita: Esa es la manera en que Marvel hacía las cosas. Plantábamos semillas en los 60 que terminaron dando dividendos en los 70 y en todas las décadas siguientes.
Conway: También hay una razón, Dan, de por qué las primeras dos películas de Spiderman [de Sam Raimi] estén [basadas en] este material. Es el material que echó a rodar la bola para un montón de historias que le siguieron.
Romita: Esa es la manera en que Marvel hacía las cosas. Plantábamos semillas en los 60 que terminaron dando dividendos en los 70 y en todas las décadas siguientes.
Conway: También hay una razón, Dan, de por qué las primeras dos películas de Spiderman [de Sam Raimi] estén [basadas en] este material. Es el material que echó a rodar la bola para un montón de historias que le siguieron.
La primera película de Spiderman le debe un montón al trabajo que ustedes hicieron, caballeros. En las escenas del puente y del enfrentamiento final pude ver el trabajo de Gerry, y tu trabajo, John...
Romita: ... y el de Gil Kane.
Conway: Verás, ahora podemos revelar esto. Hay un aspecto de aquella segunda historia del Duende Verde donde la contribución de John fue crucial. En el dibujo original que hizo Gil, la batalla entera transcurría en una sola página. John tuvo que cogerla y extenderla a una secuencia de dos páginas para que tuviera impacto. Uno de los principales fallos de Gil como narrador era que tendía a llenar la parte inicial de la historia con un montón de viñetas grandes y escenas interesantes, pero se olvidaba de contar la historia hasta las últimas cinco páginas.
Arriba, páginas 16 y 17 de The Amazing Spider-Man 122, donde la pelea final con el Duende Verde se extendía dos páginas. Abajo, los lápices de Gil Kane y la página finalmente publicada con los cambios de John Romita para alargar la secuencia de la muerte del Duende (escaneo de los lápices de Kane tomados de Mandorla). |
La muerte del Duende se prologaba hasta la página siguiente tal como fue publicada, abajo: |
Romita: Eso era por contagio de Jack Kirby. Jack solía hacerlo también. Otra cosa, antes de que nos olvidemos, es que en la última página del segundo número Mary Jane se vuelve hacia Peter, lo que supone otra interesante ramificación.
Conway: Y es también el momento de renacimiento de ella.
Romita: Mary Jane podía haber salido por la puerta e irse simplemente a una fiesta [pero se quedaba con Peter]. Se convirtió en ciudadana responsable en esa última página. Esto era una de las cosas que Stan y yo planeamos cuando la introdujimos [en la serie] por primera vez, ella iba a ser una cabeza hueca y luego, de manera lenta pero segura, maduraría.
Considerando todo lo que salió de esas dos muertes, creo que conseguisteis prevenir que Spiderman se metiera en una potencial rutina durante su segunda década.
Romita: Sentíamos que necesitábamos sacudir a los lectores para mantenerles atentos a lo que sucedía. Creíamos que estábamos empezando a repetirnos un poco, y creo que es lo que nos pedían que hiciéramos. Quisimos probar que nadie estaba a salvo al 100%, y funcionó.
Con lo importantes que son algunos personajes para el merchandising, dudo que pudierais hacerlo en los cómics de hoy. Por ejemplo, nunca tendrás una auténtica batalla final entre Superman y Lex Luthor, o entre Batman y el Joker.
Conway: De nuevo, Spiderman tenía solo 10 años, y no había una sensación de permanencia. Podías matar al Joker, y creo que eso es lo que hicieron en las primeras historias de Batman, pero siempre lo traían de vuelta y eso es un poco por lo que estábamos donde estábamos.
Romita: Éramos un poco más libres. Podíamos hacer mucho más que la gente que tenía 50 años detrás suyo.
Conway: Hoy en día, los creadores están tan atados a la historia del material y a las expectativas de los lectores que ya no tienen ese tipo de libertad. Suerte que tuvimos.
Romita: Éramos afortunados. Y también, probablemente, teníamos la falta de juicio que nos permitió ser tan locos.
Conway: Ingenuidad. Éramos ingenuos, en el buen sentido.
Sigo pensando que fue un descaro liquidar al archienemigo de Spiderman. Quiero decir, ¿qué le hubiera pasado a Superman si Lex Luthor hubiera muerto de verdad?
Conway: Hubiera sido increíblemente liberador. Creo que DC hubiera obtenido de nuevo grandes ventas. Parte del problema con Superman y los héroes más viejos, y también con los de ahora, es que ya no parece haber consecuencias en sus historias. Solo son historias.
Si no hubieseis matado al Duende Verde cuando lo hicisteis, y digamos que otro guionista y dibujante hubieran propuesto hacer lo mismo 15 o 20 años después, ¿creéis que les hubieran dejado apretar el gatillo?
Romita: [Ellos habrían dicho, "No,] Hay películas estrenándose".
Conway: Una de las razones por la que trajimos de vuelta al Duende [se refiere a su nueva encarnación un año después en el hijo de Norman Osborn, Harry, en The Amazing Spider-Man 136, septiembre 1974, escrito por Gerry Conway y dibujado por Ross Andru] fue porque había un agujero en la dinámica. El sustituto perfecto fue Harry como nuevo Duende.
Caballeros, ¿qué piensan sobre el hecho de que Norman Osborn fuera reintroducido en el universo Marvel unos años después, y la revelación de que su muerte solo era parte de un plan mayor para mantener impresionados a Spiderman y a sus seres queridos?
Romita: Nunca he leído ninguno de esos. Mi impresión visceral sobre el asunto es que fue un error. También entiendo qué problemas estaban resolviendo, porque cuando eres el tipo que toma las decisiones sobre los futuros argumentos, no das abasto. No quieres material repetitivo, quieres hacer algo nuevo, algo que parezca que se haya hecho en el siglo XXI, no en la mitad del XX. Tienes que intentar estar a la altura con algo espectacular, pero a veces se te va la mano».
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Hasta aquí lo que quería traducir de la entrevista. Personalmente, me llaman la atención un par de cosas. Primero, es sorprendente que Romita diga que no leyó ninguno de los tebeos en los que Norman Osborn volvió a la vida, más si tenemos en cuenta que su hijo, John Romita Jr., dibujó algunos de ellos durante los noventa.
Segundo, que una vez más queda claro por qué en una continuidad seriada como las de los tebeos de superhéroes (el cine es otra cuestión porque se consume de manera muy diferente, y así es posible que diez años después del Spiderman de Raimi se vuelva ahora a contar el origen de Spiderman en un reboot de la franquicia, que estoy seguro ha tenido ahora un gran público de chavales inexistentes en 2002) es imposible hacer las cosas de otro modo. Esto es, quemar a los personajes después de un tiempo determinado y empezar a recontar las mismas historias, con pequeñas variantes, mucho más allá de lo recomendable. Un personaje como Spiderman, lo recuerdan los propios Conway y Romita, tiene ya 50 años de tebeos a sus espaldas. Que se dice pronto. Son miles de episodios, con varias colecciones simultáneas además desde los setenta. Pero un personaje, su universo, sus secundarios, su desarrollo, tiene un límite narrativo pasado el cual se desnaturaliza por completo. Spiderman era, por no salirnos del ejemplo, un superhéroe adolescente. Esta es la esencia con la que fue creado el personaje y, como recuerdan de nuevo Conway y Romita, se creó sin ningún futuro a largo plazo en mente. Cuando Stan Lee y Steve Ditko lo crearon en 1962, solo era un personaje para rellenar páginas en una colección secundaria que estaba a punto de cancelarse, un intento desesperado por introducir nuevos superhéroes a ver si sonaba la flauta –como estaba sonando en DC desde finales de los 50– y de este modo la entonces diminuta Marvel se libraba de echar el cierre. Los "planes" sobre Spiderman, como tantos otros personajes de tebeo, se hicieron sobre la marcha, ideando historias, secundarios, villanos y situaciones a toda velocidad mientras se luchaba contra fechas de entrega improrrogables. Todo, por supuesto, para mantener la colección en los kioscos. En eso consiste una serie, una narración seriada, y por eso la estructura narrativa de esos viejos tebeos –episódica, recurrente y abierta– es tan diferente a la de una novela.
Por eso la historia de Peter Parker concluyó, narrativamente hablando, en los setenta, y todo lo demás han sido intentos (lógicos) de prolongar artificialmente (comercialmente) la franquicia. De ahí todas las repeticiones, variaciones y permutaciones de las cuitas personales de Peter desde entonces, o de sus enfrentamientos con los sospechosos habituales, archienemigos como el Duende (I, II y III) hasta llegar, en el colmo del descaro (y eso sí que es descaro) a traer de vuelta en los noventa al villano original: a un personaje que vimos morir CLARAMENTE justo en este episodio de 1973 que comentaban sus creadores. Ya lo dice Romita en la entrevista cuando le preguntan si ahora se podría hacer algo similar. No, porque ahora "hay películas estrenándose". Y muchas más cosas. Porque ahora, a diferencia de 1973, sí hay un mercado "auxiliar" que mantener, de hecho múltiples mercados que constituyen una franquicia mundial muy lucrativa, infinitamente más lucrativa que los propios tebeos, hoy convertidos en el auténtico mercado auxiliar, prácticamente la excusa para dedicarse a los negocios de verdad en el cine, la televisión, los juguetes, las camisetas o el menaje infantil del hogar.
Y no solo eso, hay algo más. Teniendo en cuenta que aproximadamente desde finales de los setenta-primeros 80 el consumidor de superhéroes (me refiero a los comic books, no al cine u otras franquicias) es un público de coleccionistas, a menudo adultos, con un fuerte apego a los recuerdos asociados a los tebeos ya leídos (normalmente durante su infancia y adolescencia) de sus personajes favoritos, introducir cambios realmente radicales en las series para evitar seguir remozando las viejas historias suele provocar el rechazo de los lectores. Basta recordar la que se lió en los noventa con la saga de Ben Reilly, cuando de repente intentaron de verdad renovar la serie y llevarla por otros derroteros. Así las cosas, cuando ya se ha contado todo, varias veces además, y resulta inviable emprender nuevos caminos que los fans rechazarán, no queda más remedio que hacer un reset total, también conocido como mefistazo. Y que las cosas vuelvan a ser lo que eran. Como en aquellos maravillosos años.
Considerando todo lo que salió de esas dos muertes, creo que conseguisteis prevenir que Spiderman se metiera en una potencial rutina durante su segunda década.
Romita: Sentíamos que necesitábamos sacudir a los lectores para mantenerles atentos a lo que sucedía. Creíamos que estábamos empezando a repetirnos un poco, y creo que es lo que nos pedían que hiciéramos. Quisimos probar que nadie estaba a salvo al 100%, y funcionó.
Con lo importantes que son algunos personajes para el merchandising, dudo que pudierais hacerlo en los cómics de hoy. Por ejemplo, nunca tendrás una auténtica batalla final entre Superman y Lex Luthor, o entre Batman y el Joker.
Conway: De nuevo, Spiderman tenía solo 10 años, y no había una sensación de permanencia. Podías matar al Joker, y creo que eso es lo que hicieron en las primeras historias de Batman, pero siempre lo traían de vuelta y eso es un poco por lo que estábamos donde estábamos.
Romita: Éramos un poco más libres. Podíamos hacer mucho más que la gente que tenía 50 años detrás suyo.
Conway: Hoy en día, los creadores están tan atados a la historia del material y a las expectativas de los lectores que ya no tienen ese tipo de libertad. Suerte que tuvimos.
Romita: Éramos afortunados. Y también, probablemente, teníamos la falta de juicio que nos permitió ser tan locos.
Conway: Ingenuidad. Éramos ingenuos, en el buen sentido.
Sigo pensando que fue un descaro liquidar al archienemigo de Spiderman. Quiero decir, ¿qué le hubiera pasado a Superman si Lex Luthor hubiera muerto de verdad?
Conway: Hubiera sido increíblemente liberador. Creo que DC hubiera obtenido de nuevo grandes ventas. Parte del problema con Superman y los héroes más viejos, y también con los de ahora, es que ya no parece haber consecuencias en sus historias. Solo son historias.
Si no hubieseis matado al Duende Verde cuando lo hicisteis, y digamos que otro guionista y dibujante hubieran propuesto hacer lo mismo 15 o 20 años después, ¿creéis que les hubieran dejado apretar el gatillo?
Romita: [Ellos habrían dicho, "No,] Hay películas estrenándose".
Conway: Una de las razones por la que trajimos de vuelta al Duende [se refiere a su nueva encarnación un año después en el hijo de Norman Osborn, Harry, en The Amazing Spider-Man 136, septiembre 1974, escrito por Gerry Conway y dibujado por Ross Andru] fue porque había un agujero en la dinámica. El sustituto perfecto fue Harry como nuevo Duende.
Caballeros, ¿qué piensan sobre el hecho de que Norman Osborn fuera reintroducido en el universo Marvel unos años después, y la revelación de que su muerte solo era parte de un plan mayor para mantener impresionados a Spiderman y a sus seres queridos?
Romita: Nunca he leído ninguno de esos. Mi impresión visceral sobre el asunto es que fue un error. También entiendo qué problemas estaban resolviendo, porque cuando eres el tipo que toma las decisiones sobre los futuros argumentos, no das abasto. No quieres material repetitivo, quieres hacer algo nuevo, algo que parezca que se haya hecho en el siglo XXI, no en la mitad del XX. Tienes que intentar estar a la altura con algo espectacular, pero a veces se te va la mano».
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Hasta aquí lo que quería traducir de la entrevista. Personalmente, me llaman la atención un par de cosas. Primero, es sorprendente que Romita diga que no leyó ninguno de los tebeos en los que Norman Osborn volvió a la vida, más si tenemos en cuenta que su hijo, John Romita Jr., dibujó algunos de ellos durante los noventa.
Segundo, que una vez más queda claro por qué en una continuidad seriada como las de los tebeos de superhéroes (el cine es otra cuestión porque se consume de manera muy diferente, y así es posible que diez años después del Spiderman de Raimi se vuelva ahora a contar el origen de Spiderman en un reboot de la franquicia, que estoy seguro ha tenido ahora un gran público de chavales inexistentes en 2002) es imposible hacer las cosas de otro modo. Esto es, quemar a los personajes después de un tiempo determinado y empezar a recontar las mismas historias, con pequeñas variantes, mucho más allá de lo recomendable. Un personaje como Spiderman, lo recuerdan los propios Conway y Romita, tiene ya 50 años de tebeos a sus espaldas. Que se dice pronto. Son miles de episodios, con varias colecciones simultáneas además desde los setenta. Pero un personaje, su universo, sus secundarios, su desarrollo, tiene un límite narrativo pasado el cual se desnaturaliza por completo. Spiderman era, por no salirnos del ejemplo, un superhéroe adolescente. Esta es la esencia con la que fue creado el personaje y, como recuerdan de nuevo Conway y Romita, se creó sin ningún futuro a largo plazo en mente. Cuando Stan Lee y Steve Ditko lo crearon en 1962, solo era un personaje para rellenar páginas en una colección secundaria que estaba a punto de cancelarse, un intento desesperado por introducir nuevos superhéroes a ver si sonaba la flauta –como estaba sonando en DC desde finales de los 50– y de este modo la entonces diminuta Marvel se libraba de echar el cierre. Los "planes" sobre Spiderman, como tantos otros personajes de tebeo, se hicieron sobre la marcha, ideando historias, secundarios, villanos y situaciones a toda velocidad mientras se luchaba contra fechas de entrega improrrogables. Todo, por supuesto, para mantener la colección en los kioscos. En eso consiste una serie, una narración seriada, y por eso la estructura narrativa de esos viejos tebeos –episódica, recurrente y abierta– es tan diferente a la de una novela.
AQUELLOS MARAVILLOSOS AÑOS. Por eso, una vez más, ¿hasta cuándo se pueden estirar razonablemente las historias sobre un superhéroe adolescente a lo largo de una serie? No me refiero a la respuesta comercial, claro, sino a la lógica interna narrativa. Pues está claro, y los Conway, Romita y compañía lo entendieron a la perfección aunque no siempre fueran conscientes de ello (Conway tenía 20 años cuando escribió esos episodios, cuidado): mientras se pudiera mostrar el proceso de maduración del héroe, desde la adolescencia a la edad adulta, y alrededor de él, de los personajes secundarios que constituían su universo emocional. "Mientras Tía May estuviera por ahí rondando, Peter Parker sería un chaval", decía Romita, y con razón. Mary Jane, también como el propio Peter Parker, debía madurar a su manera y superar sus propias limitaciones. Y para hacer madurar a Peter respecto a sus fantasías adolescentes de poder ("responsabilidad"), había que matar a Gwen Stacy, su primer gran amor, y hacerlo de manera que él se viera impotente para salvarla a pesar de poner todo su empeño en ello. Una jugada magistral, digámoslo una vez más, y por eso entre otras cosas estos episodios hicieron historia en el cómic norteamericano. Y así todo. El posterior duelo de Peter por la muerte de Gwen llevaría a su vez a madurar a Mary Jane cuando ésta decidía apoyarle en lugar de escaquearse "por la puerta abierta". Y de esa amistad sólida saldría una relación sentimental duradera y adulta, una vez superado el primer amor de juventud de Peter, que les conduciría algunos años más tarde por la senda del matrimonio. El adolescente se había hecho hombre. Fin.
1973, The Amazing Spider-Man nº 122, Conway, Kane y Romita |
1975, The Amazing Spider-Man nº 149, Conway y Ross Andru (tintas de Mike Exposito) |
Y no solo eso, hay algo más. Teniendo en cuenta que aproximadamente desde finales de los setenta-primeros 80 el consumidor de superhéroes (me refiero a los comic books, no al cine u otras franquicias) es un público de coleccionistas, a menudo adultos, con un fuerte apego a los recuerdos asociados a los tebeos ya leídos (normalmente durante su infancia y adolescencia) de sus personajes favoritos, introducir cambios realmente radicales en las series para evitar seguir remozando las viejas historias suele provocar el rechazo de los lectores. Basta recordar la que se lió en los noventa con la saga de Ben Reilly, cuando de repente intentaron de verdad renovar la serie y llevarla por otros derroteros. Así las cosas, cuando ya se ha contado todo, varias veces además, y resulta inviable emprender nuevos caminos que los fans rechazarán, no queda más remedio que hacer un reset total, también conocido como mefistazo. Y que las cosas vuelvan a ser lo que eran. Como en aquellos maravillosos años.
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