viernes, 15 de julio de 2011

EL HOMBRE QUE PUDO REINAR


Christophe Blain parece tener el mojo. Dibujante superdotado, siempre fue sobrado de talento desde sus primeros pasos en el cómic. Incluso un trabajo tan primerizo como EL REDUCTOR DE VELOCIDAD (1999) tenía una fuerza arrolladora. Ahora ya no está en los comienzos de su carrera sino, en teoría, empezando a producir sus mejores obras. Blain ha cumplido los 40 años, esa barrera simbólica que, como suele decirse, marca el inicio de la auténtica madurez para escritores y artistas. Visto lo visto en el cómic de la última década, y con la mentalidad de autor extendiéndose como la pólvora en el horizonte creativo internacional, con autores de más de 40, y de 50 años, dando ahora lo mejor de sí mismos, creo que ese dicho ya puede aplicarse también a los historietistas. En general.

En el caso particular de Blain... vamos por partes. Cualquiera que haya seguido este blog o el que le precedió, conoce bien mi admiración por este dibujante extraordinario, a mi juicio uno de los dos o tres mejores que ha dado el cómic francobelga en los últimos 15 años. ISAAC EL PIRATA (2001- ) fue en su momento una revelación, un signo de que se podía renovar el género de aventuras, acaso el primordial del cómic francobelga clásico, dotándolo de formas modernas, de mayor mordiente y penetración psicológica. El ritmo era el de Hergé, al que por cierto se homenajea en QUAI D'ORSAY, aunque el acabado del dibujo de Blain tuviera mucho más que ver con el garabato y las tramas manuales de sus adorados caricaturistas del XIX que con la famosa ligne claire.

Cansado del pirata después de 5 álbumes, Blain abandonó la serie sin rematarla -se supone que provisionalmente– para ofrecernos su western "afterpop" GUS (2007- ), otra actualización de materiales clásicos de la BD, o cómo convertir a LUCKY LUKE en un producto adulto y rabiosamente chic para los 2000. A pesar de las irregularidades dependiendo del álbum y de la historieta concreta, GUS siguió ofreciendo suficientes asideros para mantener la fe. Acabo de leer QUAI D'ORSAY (2010), que Norma edita ahora en España. La gran diferencia aquí respecto a trabajos anteriores es que Blain abandona las aventuras (o el western) y se sumerge en la parodia de actualidad. Es una parodia de la política reciente, basada en protagonistas evidentemente reales. En otras palabras, el material narrativo ya no es la ficción de género, sino la realidad. Mmm, smells like graphic novel spirit. ¿O acaso Blain no hacía ya novela gráfica antes de esto?

Antes de despistarnos con debates bizantinos, iré al grano. Para esta obra Blain se ha aliado con Abel Lanzac, seudónimo de un consejero ministerial, como he leído en alguna web francesa, y juntos han confeccionado el guión de un álbum que, en créditos interiores, aparece discretamente numerado como tomo 1, luego estamos ante una serie que tendrá continuidad. Hay secuela en preparación, de hecho. Dibuja Blain, por supuesto, con colores suyos y de Clémence Sapin. Dentro del libro, varias "historietas cortas" que se atan en una narración más grande, un poco al estilo que Blain venía practicando en GUS. La novedad ahora es el tema y la ambientación. QUAI D'ORSAY se subtitula CRÓNICAS DIPLOMÁTICAS, y de eso va la cosa. Ministro francés de Exteriores, de derechas, "Alexandre Taillard de Vorms", contrata a joven escritor de izquierdas, "Arthur Vlaminck", para que le escriba los discursos. Arthur, que parece un sosias de "Abel Lanzac" (y aquí los seudónimos rizan el rizo), es el personaje que aportará el punto de vista del lector en un típico-clásico recurso narrativo: a través de sus ojos nos internaremos en los pasillos y secretos diplomáticos de un ministerio de un gran país europeo.

La parodia, escribe Fernando Castro, yo creo que con razón, «supone cierta capacidad de identificarse y aproximarse, implica en última instancia, una intimidad con la posición que el acto mismo de la reapropiación altera, lo que supone entrar en una relación de deseo y ambivalencia. Pero también debemos recordar que el papel crítico de la parodia es separar las formas, vaciarlas y demostrar su vaciedad adaptándolas de cualquier manera». Leyendo QUAI D'ORSAY no he podido evitar acordarme más de una vez, y de dos, de esas líneas. Cuando llevaba leídas las primeras 30 páginas, disfrutaba pensando que estaba con el aperitivo: parodias ciertamente divertidas de políticos muy reconocibles, dibujos de la máxima calidad, caricaturas propias de un maestro. Luego, a la altura de la página noventa y muchas, he comprobado con decepción que no, que no se trataba del aperitivo. Que aquello, lo del principio, era la comida de verdad, y que durante todo el cómic nos han servido el mismo menú.

Para mi chasco, QUAI D'ORSAY no llega nunca a rozar el sarcasmo ni la sátira. Se queda siempre dentro de los límites confortables de una parodia amable que, como tal parodia, participa de esa relación ambivalente de identificación y deseo a la que se refería Castro. Es muy evidente que los autores no pueden evitar sentir admiración por el parodiado, y esa identificación-deseo se manifiesta paradójicamente en una obsesión por caricaturizar, una vez, y otra, y otra, los tics grandilocuentes del ministro pero también su genio, su grandeur, su inteligencia para ir por delante de todos los demás. El numerito del ministro egomaníaco adoctrinando a sus colaboradores en los despachos del Quai D'Orsay con su palabrería vacua y sus gestos histriónicos -maravillosamente dibujados por Blain, hay que decirlo– se repite hasta centrar toda nuestra atención. En medio de semejante espectáculo, en esa relación de excesiva intimidad con el parodiado, se pierde toda posibilidad de tratar los asuntos que aquí importaban realmente, o al menos los que a mí me importaban. Se pierde la posibilidad de vaciar esas formas de la política, del espectáculo de la política moderna, para mostrar su vacuidad. Como diría Debord, lo que el espectáculo muestra es bueno, y es bueno porque aparece en el espectáculo. Ésa es la tautología de nuestra sociedad espectacular, la misma que nos impide cuestionar las reglas del show porque siempre se dejan fuera del show, nunca son las invitadas del programa, nunca se incluyen en el orden del día.

"Le confío lo más importante: el lenguaje", le dice el ministro Taillard de Vorms al escritor Arthur Vlaminck al comienzo de este cómic, y yo ingenuamente pensé que la sátira giraría sobre ese tipo de asuntos, sobre las herramientas de las que se vale el político para hacer política. Pero la sátira no corre por las venas de este libro, y lo que nos ofrece no son más que chascarrillos, nada que importe de verdad de las cosas que importan de verdad en la trastienda de la política. A Blain también le habían confiado lo más importante, el lenguaje, pero lo único que ha hecho ha sido contarnos unos chistes blancos. Para cuando llega el episodio apoteósico en esta historia, una peligrosa crisis diplomática que amenaza con desatar una guerra civil en un país africano, antigua colonia francesa, constato con cierta perplejidad que se trata exactamente de eso: de la apoteosis heroica del protagonista, un episodio del que el ministro Villepin, digo, Taillard de Vorms, emerge victorioso para erigirse en el héroe del día. Y eso es todo. En el epílogo posterior me da la sensación de que Blain, inconscientemente, quiere justificarse con la broma de Darth Vader. Pero ya no cuela.

(fuente imagen: Le figaro)

A estas alturas de la película me acuerdo también de un pequeño debate que tuve con Santiago García. En su libro LA NOVELA GRÁFICA, página 270, había escrito sobre Blain lo siguiente: «nunca ha publicado en las editoriales pequeñas. Su capacidad para revitalizar los viejos géneros con una perspectiva deslumbrantemente moderna le ha hecho conquistar un terreno dentro de la industria que se vende como "alternativo", pero que es un alternativo sancionado por las grandes editoriales». Yo no tenía tan claro su juicio sobre Blain, y así se lo dije en su día. Incluso, creo que le dije, me pareció que había pecado de duro. Ahora, tras este QUAI D'ORSAY, tengo que darle la razón. Por supuesto que hay un condicionamiento previo en la obra de Blain, siquiera inconsciente, vaya si lo hay. QUAI D'ORSAY lo publica uno de los gigantes editoriales del mercado francobelga, Dargaud, con el que por cierto Blain ha publicado casi toda su obra. Lo piense Blain en términos conscientes o no, cada vez parece más claro que para él se trata de ofrecer al público cómics modernos, sí, cómics renovadores para los que emplea toda su capacidad y todo su talento, que son muchos, sí, pero que serán obras sin aristas. Obras complacientes y fácilmente digeribles que no molestarán a nadie, que contentarán a todos. Especialmente a su editor.

Y dicho todo esto, si queréis disfrutar con un auténtico recital de dibujo, de ritmo narrativo e ingenio gráfico, no puedo más que recomendaros este QUAI D'ORSAY. Es un cómic mucho más que competente, realizado por uno de los mejores dibujantes europeos de ahora mismo, o sea, que placer en ese sentido lo vais a tener asegurado. Es un gran producto, de los mejores que podréis leer este año, estoy seguro. Lo único que estoy constatando aquí y ahora, con tristeza, es que Blain no va a llegar más lejos que esto. Que permanecerá en esta "tierra media", elegante y de buen gusto, sin duda, pero también tibia, acomodada, sin peligro.

Es muy significativo cómo titulan esta reseña francesa de QUAI D'ORSAY: "Villepin, héroe de BD". Es que se trata exactamente de eso. Al final del texto, se sugiere que el parodiado disfrutó mucho con el cómic. No me cabe duda de que ocurrió así.

Pero ése es justo el problema.

20 comentarios:

rayco dijo...

Hace poco ví unas páginas que hizo para un libro de recetas de un cocinero famoso...Parece que se deja seducir por la jet...pero me da la impresión de que se está documentando. Este acabará revelándose contra la comodidad como muchos de sus personajes, y entonces a los homenajeados no les hará tanta gracia.
No pierdas la fe, Pepo.

Pepo Pérez dijo...

Ojalá estés en lo cierto. Pero sí, da la sensación de que se "deja seducir"... Vi también las páginas de muestras del libro de recetas al que te refieres, las leí, y me pareció un cómic promocional, un catálogo publicitario a mayor gloria del chef protagonista. Así de claro.

gervilches dijo...

Iba a decirte que qué decepción... pero sería mentira. Me explico. Como tú, pienso que Blain es un monstruo del dibujo. Un animal, y un narrador maravilloso, no para de inventar. Pero... siempre le ha faltado algo, siempre he tenido la sensación de que le faltaba algo, un punto de genialidad, un algo que contar que vaya más allá de lo que hacía. Isaac el pirata me gusta, Gus todavía más, pero mi obra favorita de Blain es Sócrates... porque es donde veo verdadera chicha, me parece la verdadera obra maestra. Porque lo que se cuenta está a la altura del inceíble talento de Blain para el cómic.

Por lo demás, yo también tengo ganas de leer esto, aunque no creo que me guste demasiado más allá del dibujo porque las parodias amables me suelen dejar frío. Veremos, a ver si le echo el guante. Pero también te digo lo mismo que Rayco (por cierto, me he leído hace nada Sin título y me ha parecido muy bueno, enhorabuena), no deja de ser relativamente joven, puede darnos muchas sorpresas aún.

Un saludo.

TEBEOBIEN dijo...

y esto no podría ser un encargo como el del cocinero pero más... umm, velado? pregunto, eh!

Pepo Pérez dijo...

BUENA PREGUNTA.

Ya sabes que quien colabora con Blain en el guión fue un consejero auténtico de Villepin.

TEBEOBIEN dijo...

hombre, es que lo que cuentas huele a eso. anda que no le gusta nada a un político una cosa de éstas. como los guiñoles, que de tan blancos se desactivaban. igualito que spitting image.

Pepo Pérez dijo...

Aunque no lo he dicho en el post, porque no me cabían todas las ideas y hubiera despistado del hilo argumental, leyendo Quai d'Orsay también me he acordado del humor salvaje de las revistas satíricas francesas de los 70. Comparado con aquello, esto es un juego de niños. Casi literalmente.

Alberto MdH dijo...

Hola,

Yo no voy a defender Quai d'Orsay (que no lo he leído) pero la crítica a Blain (y a Larcenet) en La Novela Gráfica me pareció desconcertante en un libro que precisamente no se prodiga en ellas. Es más, me parece un retroceso juzgar a un autor en base a la editorial que le publica (Es volver al dialéctica de Marvel contra DC) Si Blain publica en Dargaud será por que está a gusto con ellos y porque algún directivo fue lo bastante espabilado hace ya unos años para darse cuenta de que le interesaba publicar a los autores del entorno de L'Association. Y si Blain es amable con De Villepin igual es porque él o su guionista simpatizan con ese político (lo que es perfectamente legítimo, estemos de acuerdo o no)

En cuanto a si irá a más o a menos, yo diría que ya ha llegado a bastante con su dominio del dibujo y la narrativa e irá a donde le interese. Criticarle por ello me parece como hacerlo con Frank King por centrarse en el melodrama familiar (también amable) en vez de ir más allá. Da la sensación de que se está minusvalorando la calidad artística frente a la ideas.

Alberto MdH dijo...

>> también me he acordado del humor salvaje de las revistas satíricas francesas de los 70. Comparado con aquello, esto es un juego de niños.

Es posible, pero esas historias han envejecido bastante mal (Bueno, igual es porque no soy muy aficionado a ese humor del absurdo que se estilaba en aquel entonces)

Por poner un ejemplo, en los años 70 y 80 se realizaron historias de temática social mucho más agresivas e ideologizadas (el trabajo de El Cubri, de Luís García o de Carlos Giménez, por ejemplo) mientras que muchas de las novelas gráficas actuales tratan esos temas de forma mucho más amable ¿Cual de las dos maneras es la correcta? pues diría que ambas (o ninguna) lo importante es la calidad de la obra por si misma, lo otro es una cuestión de estar de acuerdo o no.

Alberto MdH dijo...

Vistos mis comentarios me parece que me han quedado un tanto agresivos (y demasiado difusos)

Sintetizando un poco: En mi opinión la agresividad política no es un valor realmente importante en una obra y lo mismo diría del experimentalismo per se (salvo que esté integrado en ella, claro)

Robur dijo...

Yo aun no he leido Quai, ni la del cocinero que me interesa pq me gustan los comics gastronomicos, pero yo llevo un tiempo con la misma sensacion. Mis trabajos favoritos de Blain son El Reductor y los tres primero numeros de Isaac. En el ultimo estaba ya escribiendo basicamente las historias de Gus y alejandose de la trama formal.

En Gus me parecio brillantisimo en el aspecto grafico, ayudado siempre por un tremendo colorista, pero bastante limitado en lo que cuenta y completamente agotado ya en el tercer tomo. De sus colaboraciones me quedo antes con los Dungeon que con Socrates, y me gustaria mucho poder leer sus carnets de voyage. Es una pea pq pocos pocos hay que tengan el talento que tiene y lo bien que maneja muchísimos recursos del medio. A ver si se alia con mejores guionistas o se decide a terminar Isaac o a producir algo no sea publicable en un dominical de periodico

Pepo Pérez dijo...

That's the point, Robur. El estilo de "dominical de periódico", lo has expresado muy bien. Ésta es la cosa. Lo que he leído sobre las recetas del chef (gran idea para un cómic, por otra parte) me pareció puro publirreportaje. Pero, igual cambia luego, eh? Han publicado en internet sólo 5 o 6 páginas.

Alberto MdH, gracias por tus comentarios. Yo sólo decía mi opinión sobre un libro que he leído, no pretendía decirle a ningún autor, sea Blain o cualquier otro, cuál es la forma objetivamente correcta de hacer las cosas, cosa que no creo que exista. Por supuesto, Blain es libre de hacer lo que le venga en gana, sólo faltaría, y es evidente que desde aquí no vamos a influir en ninguna de sus decisiones como autor. Y menos mal. También tiene todo el derecho del mundo a decidir lo que hace con su vida y su carrera, y esto sobra que yo lo diga. Pero, por si acaso, lo digo.

Únicamente intentaba argumentar que sí, que por supuesto creo que un gran editor influye en el contenido de aquello que publica, de manera más o menos indirecta. ¿Que tiene todo el derecho del mundo a publicar su material, y sus autores a publicar con él? Evidentemente, para eso existe la libertad de empresa, de expresión y creación, de publicación y demás. Son bases de nuestra sociedad. Yo sólo estaba diciendo que después de leer QUAI D'ORSAY, este tipo de material -personalmente, sólo daba mi opinión- me interesa menos que otro tipo de cómics.

Por último, y al margen de gustos, he intentado tocar varios temas en esta reseña, y también argumentarlos, por si servía de algo para abrir debates o señalar otros asuntos para reflexionar. El "me ha gustado" o "no me ha gustado" QUAI D'ORSAY, y te lo digo con toda sinceridad, era para mí lo de menos.

Pepo Pérez dijo...

"dominical de periódico", entiendo Robur, al estilo reportaje de El País Semanal.

Pepo Pérez dijo...

Por último, sobre lo que decías de la calidad, Alberto, he intentado destacarla al final de la reseña.

No cabe duda de que Blain es un autor más que cualificado, mucho, mucho más que competente, como he dicho arriba literalmente. Por eso mismo he recomendado este cómic, o esta novela gráfica, a todo aquel que siga a Blain. Porque estoy seguro de que la van a disfrutar. He dicho literalmente que QUAI D'ORSAY es un gran producto, probablemente de los mejores en todo este año.

No sé si me he explicado. Lo mismo que la diferencia entre una cosa y la otra. Una cosa es la calidad que tiene, esto no es un producto mediocre hecho por aficionados, como ya he dicho, y otra muy distinta es mi valoración -subjetiva, personal e intransferible- de QUAI D'ORSAY en cuanto a resultados artísticos.

Tampoco creo que la cuestión sea criticar o no a Villepin. Es algo más, no sé cómo decirlo, complejo que eso. Se trata de que al final todo es muy convencional en este cómic, de que no rasca la superficie, de que todo lo que se cuenta es trivial, y no revela nada auténtico sobre la política. Que es lo que yo, erróneamente, esperaba. Que está muy bien contado todo, que está maravillosamente dibujado (como digo en la reseña literalmente), y que hay algunos gags buenos, sin duda también. Ya lo verás cuando lo leas.

Santiago García dijo...

Supongo que "la calidad" se puede valorar de muchas maneras. Para mí, la "calidad artística" de un tebeo no es la calidad de su dibujo.

Gastmans dijo...

Este album cayó en mis manos hace unos meses que me lo trajo mi hermano de Francia, parece ser que allí había causado sensación por esa alusión directa a Dominique de Villepin. Yo no conocía nada de Bilan y la verdad es que me gustó, pero al leer tu crónica me he dado cuenta que me dió la misma impresión, de no ser una sátira política, sino de quedarse a medio camino, una historia que seguro que gustará incluso al propio aludido. En Francia la crítica y sátira descarnada tiene una tradición periodistica en "Le Canard enchainé" y en las revistas como "Fluide Glacial", por lo que esto es muy blando en comparativa; pero lo que si me gustó es que la historia sí que profundiza en el funcionamiento mas interno de un ministerio, sin darle ninguna heroicidad o excepcionalidad, como si fuera un trabajo como otro al que se le dignifica por la imagen que da en los medios.
En fin, que me gustó, espero la segunda parte y me ha hecho descubrir a Bilan del que buscaré mas cosas seguro; gracias por esta crítica Pepe, muy insteresante..
Saludos

Gastmans dijo...

Pepo, perdon...

Pepo Pérez dijo...

¡no pasa nada, Gastmans!

un saludo.
Pepe

; )

FromFell dijo...

Sé que hay lectores a quienes la amabilidad de las historias de QUAI D'ORSAY les parece un defecto. Es cierto que son amables, incluso halagadoras (para el autor y, de forma vicaria, para los lectores que se identifican fácilmente con el personaje), pero yo creo que es eso exactamente lo que pretenden, con lo que no me parece razonable criticar una obra por conseguir con éxito su objetivo.

jeremias ariel dijo...

Hola Estimados.

Aclarando que me gusta Blain, y que aprecio su talento, querìa expresar esta idea:

La polìtica es una actividad dedicada al buen funcionamiento y productividad de los mas siniestros y salvajes grupos econòmmicos, y es asì en todo el mundo. De modo que el politico cumple con su trabajo diciendole a los ciudadanos que trabaja para ellos, es decir, manipulandolos. La actividad politica en si implica un nivel de hipocrsia superlativo, y ABSOLUTAMENTE CUALQUIER politico que llega a una posicion de poder lo hace poruq es un buen empleado de los grupos economicos antes mencionados.

En este sentido, cuando un artista se ensucia los pies metiendose en el fango de la politica actual resulta bastante feo. Y si lo hace, no para criticar, ironizar, o denunciar; sino para hacer una apologetica de un determinado politico, directamente es HORRIBLE.

No voy a leer este libro.

Tanto universo para que un artista mal use su talento con semejante mierda... puaj.

saludos