domingo, 13 de julio de 2014

crisis en tierras paralelas

Había nubarrones negros nada más llegar a Angoulême. Las noticias, oídas en las conversaciones con autores, hablaban de veteranos de la BD comercial quemados por los cambios de los últimos años; autores experimentados que han dejado el medio porque ya no les compensa económicamente y se han marchado buscando pastos más verdes en la animación o los videojuegos, y autores que se están pensando hacer lo mismo si no cambian las cosas. Luego me han confirmado las tiradas y tarifas a la baja en una industria que desde España tenemos sumamente idealizada. Se hablaba también de las acciones que están preparando los autores para la próxima edición del Festival de Angoulême; se rumorea que «incluso quieren llegar a pararlo» (sic).

Y en este mar de fondo tan agitado me he topado con una tira de cómic que ha tenido una gran difusión nada más publicarse hace pocos días. Escrita y dibujada por Elric Dufau, un antiguo residente de la Maison des Auteurs, la tira resume los problemas recientes del mercado de la BD que están cambiando profundamente el panorama editorial, especialmente para el eslabón más débil que, para variar, también aquí, son los creadores. Lo cual por cierto no es una característica exclusiva del cómic sino más bien del capitalismo, y como tal se da igualmente en otras industrias (volveremos sobre esto). La tira en cuestión va al grano desde su mismo título, «La crise de la BD», y como digo pretende exponer los principales problemas que presenta hoy la estructura económica de la hasta no hace mucho potente industria del cómic francobelga. 

En dicha crisis se combinan diversos factores, externos e internos. Entre los externos a la industria de la BD estaría la reforma francesa de las pensiones en el marco más general del desmontaje del Estado del bienestar en el seno de la Unión Europea, una reforma por la cual los autores (no solo de cómic, también escritores en general, etc.) pasarán a cotizar el 8% en 2016 si quieren tener una pensión complementaria de conformidad con la normativa europea. Para un gran número de autores que ganan bastante menos del Salario Mínimo Interprofesional francés (que por supuesto no es el español: en enero de 2014 el SMIC francés era de 1.445 euros brutos al mes por 151,67 horas mensuales trabajadas) el cambio no es precisamente menor. Los sindicatos de autores de BD y de escritores ya han acudido a los ministerios de Cultura y Asuntos Sociales para intentar negociar una solución, que si no lo he entendido mal podría ser que editores / libreros / distribuidores cubrieran la mitad de esas cotizaciones, y los ministros responsables han dado ya algunas respuestas públicas en las que se muestran dispuestos a hablar del asunto. Unas respuestas muy ambiguas y cautelosas, políticamente hablando, que Elric Dufau parodia en el siguiente diálogo de su tira:
—En resumen, algo que se parece a: "Podemos discutir, pero de alguna manera te vamos a joder".
—En resumen: la definición de la democracia.
La tira de Elric está ciertamente bien documentada y acude a fuentes como, precisamente, el documental de Maiana Bidegain Sous les bulles (Bajo los bocadillos, subtitulado La otra cara del mundo de la BD), que arranca con la reportera llegando al Festival de Angoulême y aborda en particular las condiciones laborales de los autores de BD, cada vez más precarias.



Como cita Elric de ese documental, en el reparto del «camembert» o tarta del precio de venta al público de un cómic, los autores se llevan el 8% frente al 20% del editor, el 34% del librero, el 12% + 9% del distribuidor y otros. En algunos proyectos el autor puede negociar hasta llegar a un 12% de la tarta, dependiendo del autor y el proyecto concretos.


De la tira de Elric Dufau «La crise de la BD»
De ese 8% del precio de cada libro el autor tendría que descontar ahora la nueva cotización, lo que supondría una merma notable de sus ya de por sí magros ingresos. La personaja de la tira afirma entonces que se trata de una «cuestión de ética». Pero, por supuesto, hablamos del sistema capitalista, que por definición es amoral. «Un poco como sucede con la agricultura», comparación afortunada que establece Elric en su tira, donde los agricultores son los menos beneficiados en su propia cadena de producción a pesar de que aportan la materia prima. Es, de nuevo, la lógica del capitalismo.

Respecto a los factores internos del mercado de la BD en esta crisis, algunos nos van a sonar en España; otros son más específicos de la industria francobelga. A saber: la desaparición de las revistas de cómic llevó a una lógica de producción de álbumes, de hecho superproducción, que en principio multiplicó la producción de libros, de autores nuevos y de la cantidad de libros vendidos... pero solo en el cómputo global, no por cada título. Un momento. Elric cita las cifras de Gilles Ratier, periodista y crítico de BD, según las cuales en los años ochenta se publicaban grosso modo unos 800 álbumes al año, cuando aún existía un mercado relevante de revistas mensuales de cómic, frente a los 3.070 álbumes publicados en 2005... o los 5.159 en 2013. ¿Cuál es el problema entonces, si tanto se publica? Que al multiplicarse la oferta por las editoriales las ventas de cada libro se han dividido; en otras palabras, el mercado de lectores no puede absorber exponencialmente la oferta creciente. Como me resumía un autor el otro día, los editores «disparan» a mansalva sacando más títulos, con autores y temáticas más diferentes, porque aunque venden menos de cada álbum el negocio lo hacen sumando ventas globales. Al menos en principio, luego volveremos sobre esto. En su momento (y yo diría que no hace tanto tiempo) se consideraba «una buena venta 10.000 ejemplares. Hoy han caído a los 3.000», y cito de nuevo la tira de Elric, pero también a autores que me han contado lo mismo aquí en Angoulême. De hecho, me lo acaba de confirmar otro ahora mismo. Esto significa que, dependiendo de la tirada, un autor medio puede cobrar ahora mismo entre 1.000 y 7.000 euros por dibujar un álbum que le representa más o menos un año de trabajo. Suponiendo, claro, que no tenga que vivir de otras cosas (ilustración, docencia y un largo etcétera), como les sucede a un numero igualmente creciente de autores, porque entonces el tiempo de producción del álbum se puede ir a los dos años o más. De nuevo, solo estoy contando lo que estoy viendo y oyendo aquí. Y si cobras entre 1.000 y 7.000 euros por álbum, obviamente vas a tener que alternar el cómic con otros trabajos para vivir, con lo cual no vas a poder terminar tu libro en un solo año, etcétera. 

Esto nos va sonando cada vez más en España, ¿verdad? Un mercado del cómic que, mutatis mutandis, se parece bastante a esas cifras; donde de hecho hemos sido para variar «precursores» respecto a los franceses. Es broma, entre otras razones porque nosotros estamos haciendo el camino «a la inversa» desde hace ya 30 años, cuando se derrumbó la industria española de producción propia y solo en los últimos diez años se ha empezado a construir una nueva con gran esfuerzo. 3.000 ejemplares vendidos hoy de un libro son realmente buenas ventas en España, y esto tanto para el cómic como para el mercado literario, aunque casos excepcionales como Paco Roca puedan vender diez o quince veces esa cantidad. Aquí hay que tener en cuenta que la diferencia respecto a la cuota de lectores en Francia, mucho mayor, se compensa de algún modo por esa hiperoferta del mercado de la BD de los últimos diez años. 

Elric cita entonces el mea culpa de Fabrice Neaud, reconocido autor de cómic autobiográfico que también fue residente en la Maison des Auteurs (le saludé de hecho el otro día porque estaba de paso en la Maison) y que ha publicado con una pequeña editorial como Ego Comme X. «Los autores y editores independientes son en parte responsables; me siento responsable por devaluar el valor de nuestro trabajo». Pero Elric quiere examinar mejor este punto, y acude a datos concretos, que por cierto he conocido de primera mano, y no solo porque aparecen citados expresamente en su tira: un autor cobra ahora mismo en la colección Shampooing de Delcourt, dirigida por Lewis Trondheim (cofundador hace dos décadas de una de esas editoriales independientes, la hoy célebre L'Association) 7.500 euros por un libro de ciento y pico páginas como autor completo (guión, dibujo, todo). En 2006 cobraba por un libro en la misma Delcourt prácticamente el doble, 14.000 euros. Estas tarifas significan, en plata, que un coloso editorial como Delcourt (el segundo grupo editorial del mercado francobelga junto al Grupo Glénat; el primero es Média-Participations, que agrupa hoy a Dargaud, Dargaud Benelux, Kana, Le Lombard y Dupuis) está imitando lo que son, o eran, tarifas «dignas»... para una pequeña editorial independiente. No para una gran editorial de ese tamaño con tiradas de 15.000 ejemplares por título, por ejemplo.

Por supuesto, el asunto es aún más complejo. 

Entrevistado en 2005 por Thierry Belefroid, Yves Schlirf (director de Dargaud Benelux y de Kana, sello editorial especializado en manga creado en 1996, ambos integrados hoy en Média-Participations) admite la existencia de acuerdos entre editores. «Está claro que si los autores hablan entre ellos, los editores hablan igualmente». Personalmente, añade Schlirf, él no ha participado en «reuniones secretas», pero «está claro» que los grandes dueños de las editoriales se reúnen para hablar. «Por ejemplo, creo que Marcel-Didier Vrac, de Glénat, ideó la supresión del precio por página para transformarlo en adelanto sobre los derechos. ¡No hicieron falta ni 45 segundos para que todos los demás editores consideraran realmente buena la idea!». 

De este modo los editores reunidos cambiaron en algún momento de los años noventa el modo de pagar a los autores, prosigue Elric en su tira, desde el sistema anterior (precio por página + pago de derechos sobre las ventas posteriores) a un sistema de sólo adelanto de derechos. «Podemos imaginar fácilmente que la sustitución de los adelantos de derechos por las tarifas planas se ha operado de la misma manera». Si tenemos en cuenta en este sentido que esos adelantos se calculan normalmente para que las ventas estimadas (y luego declaradas, claro) del álbum no superen lo que les corresponde al autor en ese adelanto, la tarifa es «plana» porque el autor sólo cobra normalmente ese adelanto. «Los grandes editores son hombres de negocio», me explica ahora mismo un compañero de la Maison, y «como tal ven su producto. Para ellos es sólo una cuestión de costes y beneficios. Son duros negociando los contratos, y  por supuesto siempre intentan pagar el mínimo a los autores». En este punto hay que recordar que también en Francia, por supuesto, la ley prohíbe los acuerdos sobre precios entre competidores del mercado; de hecho es una infracción grave de las normas de libre competencia que en Francia además está tipificada en el Código Penal, como ya ha comentado este abogado experto en derecho de la competencia. El abogado recomienda a los autores, preferiblemente a través de una asociación o grupo para llamar la atención sobre la gravedad del problema, que denuncien el caso ante las autoridades en materia de competencia.

Es igualmente destacable la definición de los autores de BD que hace Bruno Maïorana, dibujante de la serie Garulfo (Delcourt), citado por Elric en su tira: los historietistas son generalmente cultivados, licenciados universitarios, gente muy cualificada que domina sus habilidades técnicas, hipermotivados, que no se quejan por las horas.... «¡en pocas palabras, el sueño de cualquier patrón!».

«Desde un punto de vista humano, los autores son personas generosas y desde un punto de vista capitalista particularmente idiotas», concluye la personaja de la tira de Elric. 

(Actualización: para entender mejor este fenómeno cultural, propio del capitalismo tardío de nuestro tiempo, os recomiendo este artículo de Javier Montero que me pasó ayer Santiago García: «The Illusion of Choice. Una crítica de la creatividad»)


CAMISETAS. Como suele ocurrir, lo mejor se deja para el final. Un personaje no identificado aparece entonces en la tira para confirmar que las ventas han bajado realmente para sellos como Dupuis, Dargaud, Kana y Le Lombard, todos en el emporio Média-Participations, pero aún así  este último grupo editorial se beneficia de la situación actual porque tiene su propia distribuidora, MDS. En otras palabras, la superproducción de álbumes les sale a cuenta a esa escala porque el simple movimiento de libros genera beneficios. Esto, por supuesto, es una burbuja especulativa típica del capitalismo que a todos nos suena... especialmente en España.

Naturalmente, la lógica de producción de masas necesita mano de obra barata para reducir los costes, y ahí entra en juego la nueva «política de autores» de las grandes compañías de la BD. Ejemplo concreto: un autor histórico de la BD como Michel Plessix presenta recientemente un proyecto junto al también veterano Frank Le Gall a Delcourt. El proyecto es rechazado porque, alega el editor, los dos resultan demasiado caros en comparación con los autores jóvenes. De ahí que Delcourt haya decidido crear una escuela para autores de BD, cae entonces en la cuenta la personaja de la tira.

No se vayan, aún hay más: el competidor Média-Participations quiere mantener vivas sus grandes marcas, Blake & Mortimer, Lucky Luke, etc., y para eso se están planteando crear también su propia escuela de dibujantes... en China. El informante no puede revelar sus fuentes porque, afirma en la tira de Elric, «tengo una familia, tengo hijos». La lógica de la globalización capitalista es aplastante: si tus modos de producción del cómic son industriales, en China vas a pagar a los dibujantes mucho menos que en Francia. Al fin y al cabo, ya estás imprimiendo tus álbumes en China. «En resumen, se trata de producir BD como si fuera una camiseta de H&M», lo que me recuerda a su vez los viejos tiempos del comic book norteamericano: pinchad en este enlace, una cita de Al Jaffee en la que recuerda cómo trabajaban en los años cuarenta en la industria del tebeo estadounidense.

Elric no da puntada sin hilo y relaciona entonces el «fenómeno chino» con algo que ocurrió en el mercado británico durante los setenta. Un autor le había explicado a Elric hace poco que, «en Inglaterra, donde tienen seguramente la política más liberal de Europa», redujeron la producción propia de cómics en los años setenta sencillamente porque los tebeos norteamericanos les suponían menos gastos y más beneficios. Esto por cierto me recuerda a lo que sucedió en España en los ochenta y noventa, cuando una gran editorial como Planeta DeAgostini inundó paulatinamente el mercado del cómic español a través del sello Forum con material norteamericano traducido. Alguno de sus dirigentes de esa época, sin embargo, hoy se permite actuar como vocero de un apocalipsis sembrado entonces en buena medida por aquel modelo de producción, y dar lecciones implícitas a los que hoy están, estamos, intentando (re)establecer un sistema de producción propia en España a través de la novela gráfica; un sistema que no se limite a traducir material importado y a un gueto de lectores aficionados cada vez más reducido. Por supuesto, tampoco puedes producir una «novela gráfica de Paco Roca» (o de Blutch, o de Guibert, o de Satrapi, si hablamos de Francia) a través de una escuela de dibujantes en China como si fuera ropa de H & M, porque es una obra de autor con unas características creativas y culturales muy específicas que no se pueden imitar con modos de producción industriales. 

Elric concluye su tira muy inteligentemente aludiendo a los cambios en los hábitos de consumo actuales. Un álbum de BD que cuesta 13 o 15 euros permite un tiempo de lectura limitado, digamos media hora; un álbum de una serie de BD que además tarda en producirse un año de media, digamos. ¿Cuánto tiempo tiene que esperar un consumidor actual para disfrutar una serie de televisión de 14 episodios, y cuántas horas de entretenimiento le proporciona esa serie? De este modo, el público de BD está compuesto hoy de fans y coleccionistas cada vez más viejos. «La tira de Elric resume muy bien los problemas que llevo oyendo en estos años en el mundillo, pero hay que tener una visión más amplia del asunto, no meramente corporativista», opina uno de mis compañeros en la Maison des Auteurs. «Quiero decir que el mundo está cambiando, sí, vale, pero ese cambio es para todos, no sólo para el cómic. Hoy hay mucha competencia en la industria cultural en general: literatura, cine digital, series de televisión, videojuegos, internet... Los cambios traumáticos son para todos, no sólo para los autores de cómic. Así que si no puedes ganarte la vida con el cómic, tal vez tengas que cambiar de mentalidad». El autor francés que afirma esto ya se está buscando las habichuelas como profesor de instituto... sin dejar de dibujar sus cómics, por cierto. «Pero ahora me podré permitir rechazar un contrato malo de un editor sin la presión de tener que ganarme la vida con el cómic, y producir sólo en las condiciones que me parezcan buenas para mí», remata.

¿Soluciones? Tomos únicos, indica Elric, o series producidas rápidamente por equipos de autores imitando el sistema del manga (ejemplo: LastMan, editada aquí por Casterman). ¿Cómic digital? Los precios no parecen ser muy seductores ahora mismo. Una BD impresa de 12 euros puede costarte unos 8 euros en digital, explica Elric en su tira; teniendo en cuenta que los compradores son aficionados a quienes les gusta coleccionar los libros impresos, o que pueden encontrar cómics de segunda mano más baratos que esos 8 euros, la alternativa digital no parece muy fiable. Para Média-Participations la venta de cómic digital representaba hace poco el 1% de sus ventas, mientras en Estados Unidos la compra on line (de libros impresos y e-books) ha superado ya las ventas en librerías físicas, que, recordemos, se llevan el 34% del trozo de la tarta del álbum de cómic en Francia.

Más testimonios que recoge Elric: lectores que dicen sentirse sobrepasados por las novedades cuando entran en una librería. Librerías que están divididas en sección «juvenil» y «adulta», con subsecciones a su vez (véase mi post anterior) de BD francobelga, novelas gráficas, «comics» (sinónimo en Francia de cómic norteamericano) y mangas, a su vez subdivididas alfabéticamente.

Por mi parte, sé de autores que ya están buscándose la vida en el mercado del cómic norteamericano porque allí les pagan más que en Francia. En Angoulême también he oído los rumores de las próximas acciones reivindicativas de los autores. Por lo visto quieren plantarse para negociar con los editores, entre otras propuestas, la reducción de la oferta de BD para que así las ventas de cada título puedan subir y ellos cobrar más por cada álbum producido, algo que para la lógica capitalista de un Grupo Delcourt o un Média-Participations no tiene mucho sentido. Buena suerte, la van a necesitar.

25 comentarios:

gerardo dijo...

Muy interesante, Pepo, muchas gracias. Realmente creo que es necesario que tengamos miradas realistas hacia el mercado francés a día de hoy, en 2014. Y digo esto porque demasiadas veces tengo la sensación de que desde España algunos miran al mercado francés de hace 20 años. Se idealiza como si fuera El Dorado de los dibujantes, donde atan a los perros con longaniza, y se repiten mantras del tipo "en Francia un dibujante puede vivir de su trabajo" o "en Francia un dibujante recibe un pago justo por su trabajo". Yo he escuchado, no hace mucho, que en Francia TODOS los dibujantes viven de su trabajo, lo cual no ha sido nunca cierto. Lo del pago "justo", hilando con tu texto, ya vemos lo que significa en un contexto cada vez más neoliberal: nos llevamos el chiringuito a China, donde, como dices no pueden replicarse las obras de autor, no puede hacerse en un estudio lo que hace hace Sfar, Blutch o Guibert... Pero sí puede hacerse en un estudio de China lo que antes se hacía en un estudio francés o belga.
Y ésta es la clave, para mí: el modelo industrial de cómic infantil/juvenil (ok, sumemos adulto en el caso francés aceptando como tal ciertas cosas que se producen a partir de los 70), que se adscribe a la industria del ocio, está en crisis porque sus competidores les han ganado la partida, y además están totalmente sujetos a la lógica capitalista. Y lo que dicta ahora esa lógica es la deslocalización.
Todo esto es un problema terrible para los autores que escogieron ese camino, sean o no franceses. Supongo, de todas formas, que en Francia ha tardado más en suceder esto porque su entramado era más sólido, había más lectores y, en general, se valoraba más la cultura que aquí. Víctor Mora o Ibáñez jamás tuvieron la consideración ni el beneficio económico de Hergé o Goscinny. Como aquí la industria era lo que era, se vino abajo a velocidad de vértigo, y el modelo, como dices, fue el de publicar mucho material barato extranjero.

Creo que cuando algunos suspiran por una gran industria, deberían ser conscientes de que en el mismo paquete van este tipo de cosas. No todo es maravilloso, y desde luego jugar al juego capitalista conlleva estos riesgos. Evidentemente aquí todavía falta mucho por hacer, hay que generar más tejido, más estabilidad, más lectores, etc. Y está bien ser exigentes y pretender vivir de tu trabajo, por supuesto, pero desde el realismo, creo yo. A veces pienso que la comparación constante con una Francia idealizada nos está haciendo mucho daño.

gerardo dijo...

Reflexionando un poco sobre las cifras que das... Sí, es cierto que el mercado francobelga tiene algo que nosotros no tenemos aún: un puñado de bestsellers anuales que venden una barbaridad (Asterix, XIII, Blacksad) pero es que en un mercado que publica tantísimo, no podemos tomar la parte por el todo con tanta alegría. Si ahora unas cifras de 3.000 vendidos se consideran aceptables para un álbum de gama media (por llamarlo de algún modo), ¿de verdad eso es mucho más de lo que venden aquí la mayoría de novelas gráficas? Tengamos en cuenta la diferencia de millones de habitantes, y la duda (que igual tú puedes solventarme) de si esas cifras de venta se refieren a Francia únicamente o a todo el mercado francófono (lo cual sería aún peor, claro). Vamos, es que incluso los cómics que vendan 10.000 están muy lejos de los que aquí venden 2.000.
Y sobre los adelantos, bueno, actualmente, si te dan 7.500 por un libro de entre 100 y 200 páginas, en un estado con 1.400 euros de salario mínimo interprofesional... Que cada uno eche sus cuentas. La diferencia entre el adelanto francés y el adelanto español viene a ser la misma que hay entre el salario de un profesor en Francia y un profesor en España. Ahora, claro, si alguien trabaja en el mercado francés pero sigue viviendo en España, obviamente le sale bastante más a cuenta. Pero a mí me parece que comparar directamente, sin más factores, el adelanto que da una editorial española de mediano tamaño con el que te da una poderosa editorial francesa es hacer un poco de trampa. Sobre todo cuando la conclusión a la que llegan algunos es que las editoriales españolas "roban a los autores" o no les dan "lo que merecen".

Pepo Pérez dijo...

Gracias por el comentario, Gerardo. Solo puedo decir que la tira de Elric resume lo que llevo oyendo aquí de los autores desde que llegué a finales de junio. Y te hablo de autores que han publicado también con grandes editoriales como Delcourt o Glénat.

gerardo dijo...

Quería decir "incluso los cómics que vendan 10.000 NO están muy lejos de los que aquí venden 2.000."

Un saludo y disculpa el multimensaje.

Pepo Pérez dijo...

En cualquier caso, yo eludiría las comparaciones con el mercado español en ese sentido. El francobelga es un mercado muy diferente, empezando por el nivel de vida en Francia, como bien apuntas. Lo de los 3000 ejemplares por título es en todo el mercado francobelga, claro. Eso se está considerando ahora mismo "buenas ventas", así ha caído la venta por título... pero hace solo 10 años "buenas ventas" eran 10.000 ejemplares.

gerardo dijo...

Gracias por aclararme la duda, Pepo. Estamos hablando entonces de un mercado potencial enorme... Veremos qué sucede en los próximos años.

Un saludo.

kano dijo...

Yo estoy dibujando un tebeo en Valiant que vende 7 mil ejemplares...
En Marvel y DC las condiciones laborales también están a la baja, el trato, las tarifas, cualquier tema al respecto, que refleja, una vez más -como apuntaba Gerardo-, las dinámicas de mercado actuales. Pero lo que quería decir es que siempre ponemos el foco en los editores, de forma un tanto victimista. En la industria del comic estamos en una competición de a ver quién ofrece más trabajo por menos. Esa es la dinámica que fomentamos.

Pepo, cuesta leer la tipografía de los comentarios del blog (en mi pantalla, al menos)... ay!

Gurrupurru dijo...

Gracias por el artículo: es deprimente pero es realista.

autorimaginario dijo...

Excelente texto, Pepo. Ni te imaginas lo que te agradezco la información.

Es triste y desalentador, pero es lo que hay. Lo cierto que los autores siempre somos los más perjudicados en la disciplina artística que sea.

David Muñoz dijo...

Muy buena la entrada. Aunque trabajo para un par de editoriales francesas, no leo francés, y hay muchas cosas de las que no me entero. Desde luego la situación es preocupante. Además lo que me transmiten mis editores es que cada vez es más difícil colocar un proyecto, y -aunque esto ya es así desde hace años-que buscan sobre todo cosas que "suenen" a otras. En cierta manera, están viviendo una transformación similar a la de Hollywood, tanto desde el punto de vista creativo como desde el industrial. Abunda el remake, se paga menos, se publica menos, los proyectos comerciales no derivativos están en extinción... la muerte de la "clase media" creativa.

Pepo Pérez dijo...

Gracias a vosotros por los comentarios.

David, esa "muerte de la clase media de la BD" que dices es exactamente la expresión que he oído de otros autores que trabajan para Francia en el último año. En fin, es muy lamentable, sobre todo si uno pretende vivir solo de esto, y las formas que adopta el capitalismo tardío dejan cada vez menos escapes a la gente. Como dijo Fredric Jameson, hoy día nos resulta más fácil imaginar la muerte de la especie humana que el fin del capitalismo.

Alicia Grande dijo...

Muy interesante el articulo la verdad, he de confesar de que sí que tenía el mercado francés como algo idealizado y es deprimente topar con la realidad, sobretodo porque desde hace tiempo que persigo trabajar para Francia. Ahora al menos lo perseguiré con los pies en la tierra.

Gracias : )

Jordi Bravo dijo...

Gran artículo y un buen toque de atención sobre las realidades que entre tanto mito, envidia ajena y deseo de prosperidad iluso no dejan ver el autentico terreno de juego al que nos ha lanzado la dinámica capitalista, un lodazal bastante deprimente si no se toma con algo de humor y deportividad.

Esto es como el reciente escándalo de Ed Catmull, presidente de Pixar y Disney Animation y el cártel que tenian montado para controlar los salarios de los animadores de la mayoría de los estudios norteamericanos, violando la ley Sherman Antitrust y con el mismísimo John Lasseter al tanto sino cooperando, todo presuntamente.
También en breve (dicen que hoy mismo) la Corte Suprema de los States se pronuncia sobre el caso Kirby, otra historia terrible e injusta de la industria que no tiene visos de solventarse retroactivamente, menos con el gigante Disney detrás, por mucho que les hayan pillado haciendo de las suyas.

Un saludo Pepo, y que disfrutes de la estancia.

Santiago García dijo...

Te iba a escribir un comentario y al final se me ha ido la olla y te lo he dejado aquí: http://santiagogarciablog.blogspot.com.es/2014/07/crisis-en-tierras-paralelas-ii.html

kano dijo...

Jordi Bravo, tienes links sobre ese escándalo? (en español supongo que no habrá...).
Gracias!
Acto seguido, me dispongo a demostrar que no soy un robot para publicar el comentario... jesús...

Pepo Pérez dijo...

Mi impresión es, también, que el modelo "en crisis" está entrando en realidad en su fase terminal. Vamos, estoy de acuerdo. Lo comenté ayer mismo con un autor de La Maison des Auteurs. Y juraría que él también lo sabe y por eso mismo vuelve a trabajar como profesor este otoño. Pero está dibujando cómics, y no piensa dejar de hacerlo. En otras palabras, no espera ya un sueldo fijo del cómic sino hacer sus proyectos de cómic cuando y como quiera. Como me dijo expresamente, sin verse forzado a firmar un contrato leonino por miedo a no tener de qué comer.

Jordi Bravo dijo...

Kano, yo leí la noticia en Cartoon Brew, en inglés aquí:

http://www.cartoonbrew.com/business/pixars-ed-catmull-emerges-as-central-figure-in-the-wage-fixing-scandal-101362.html

Pero con el traductor automático de chrome no hay barrera idiomática que se resista, un saludo!

Pepo Pérez dijo...

Muchas gracias por los nuevos comentarios.

Aprovecho para comentar, Jordi, al hilo de tu alusión a las condiciones laborales capitalistas, que yo en España como autor cobro el 10% de la tarta del precio de cómic vendido, NO el 8% como están cobrando la mayoría de autores en Francia ahora mismo. No está de más recordarlo, creo yo.

kano dijo...

Gracias Jordi! vaya tela el campo de la animación...

Santiago García dijo...

Ha sido siempre así, ¿no? Me refiero a lo de la animación:
http://safarinocturno.blogspot.com.es/2014/07/vivir-la-edad-de-oro.html

Igual que fueron todas las "Edades de Oro" de la "cultura popular", me parece.

kano dijo...

Bueno, no exactamente, Santiago. Yo comencé a dibujar en animación hace 23 años, y ha ido cambiando. Al ser una industria que mueve más dinero sí que sufrió mucho antes y mucho más intensamente los efectos de la globalización, deslocalización, abaratamiento de costes de producción, etc. La animación en 2D ha ido desapareciendo del cine, y la de tv ha sufrido la precarización que sufren otras industrias en menos de empresas transnacionales que operan en mercados globales, prácticamente "al peso", por lotes de contenidos. Es cierto que en su "edad dorada" había mucha precariedad, pero no es menos cierto que mucha de esa precariedad se trasladó al tercer mundo y degeneró aún más.

Santiago García dijo...

Lo que describes es al fin y al cabo un proceso que se ha dado en todos los sectores de la economía de occidente, primero en las industrias tradicionales y luego ya incluso en las nuevas. O sea, que parece que ya no estamos hablando de cuestiones que afectan específicamente al mundo del cómic, sino que se inscriben en dinámicas más generales. Y el cómic se ha visto afectado por estos procesos de la industria, por tanto, en cuanto industria que es/era. Incluso podríamos decir que se ha visto más afectado cuanto más gran industria es/era.

Robur dijo...

La animación explotadora no solo americana. El Pyonyang de Delisle nace de tener que viajar a Corea del Norte a supervisar el trabajo en los dibujos de Corto Maltes. Al parecer Disney también manda cosas a Corea del Norte!!! Vamos para deslocalizar no hay limite imaginable, si tuvieran una maquina del tiempo ya habría en la Alabama de principios de 1800 unos estudios-plantaciones de animación o en las colonias penales de la Guyana.

Cuando el rollo freelancer o autónomo es más y más común, para empeorar las condiciones de trabajo generalmente, los sectores que ya trabajaban de esa manera acaban por adoptar lo peor de las empresas "innovadoras".
El comic Frances quizás ha estado más protegido que el Americano o el Japones de muchos de estos procesos, pero es normal que le alcancen. Lo curioso es que la tira ofrece una solución que es litigar o tratar de llamar a atención a los reguladores. Cosa inimaginable en los USA donde la regulación es: lentejas. Lo que da una idea de que la protección al trabajo/trabajador es mayor en Francia y quizás parte de la razón por la que el comic comercial francés ha aguantado mas con procesos semiartesanales.

Pepo Pérez dijo...

" Vamos para deslocalizar no hay limite imaginable, si tuvieran una maquina del tiempo ya habría en la Alabama de principios de 1800 unos estudios-plantaciones de animación o en las colonias penales de la Guyana".

Ja, ja, ja...

Unknown dijo...

Uno de los grandes males de nuestros días, junto con el paro, es la precariedad laboral, si los autores franceses ganan por debajo de su salario mínimo de unos 1.400 €, aquí pasa lo mismo con muchos autores españoles, con la diferencia de que aquí el salario mínimo es más o menos la mitad, por lo que se ven condenados a malvivir en la economía sumergida o a depender económicamente de otros trabajos o personas. ¡Caca de la vaca!