sábado, 27 de abril de 2013

NO NECESITAS AL HOMBRE DEL TIEMPO PARA SABER EN QUÉ DIRECCIÓN SOPLA EL VIENTO.


Estoy seguro de que os ha pasado. Estás muy concentrado en un tema determinado, y de repente el mundo parece conspirar a favor tuyo, como si se moviera en tu misma dirección y a tu misma velocidad. Algunos lo llamarán serendipia, otros lo entenderán incluso como un fenómeno místico, y aún otros, los «racionales», dirán probablemente que solo se trata de tu percepción: si estás pensando mucho sobre algo concreto –un tema de investigación, un trabajo, una persona, etc.–, tienes más posibilidades de que sucedan «casualidades» que tienen que ver con tu tema: te llegan documentos sobre tu tema «sin haberlos pedido», te topas inesperadamente con esa persona en un lugar donde no se te hubiera ocurrido encontrarla, etc., simplemente por una cuestión de tu percepción del mundo en ese momento. Qué estás mirando, en qué te fijas, a qué prestas atención. ¿O no?

La respuesta a esa pregunta no importa ahora, y en todo caso estamos muy lejos de responderla, suponiendo que lo hagamos algún día. El caso es que a veces suceden esas sincronías. En estos meses he estado leyendo sobre varios sucesos que tuvieron lugar en la sociedad estadounidense durante los sesenta y primeros setenta, documentándome para dos textos sobre cómic. El primero ya está publicado y podéis leerlo en el libro de ensayos Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea; el segundo texto lo envié hace unas semanas y hablaré de él más adelante, tal vez cuando se haya publicado. En ambos casos me encontré revisando el periodo más turbulento de la historia reciente de Estados Unidos, una época de contracultura, contestación y lucha social.


Dibujo de Gil Kane (1971)
Para mi ensayo en Supercómic repasé algunos hechos que conmocionaron a la sociedad estadounidense en esa época porque generaron ecos de ficción en los comic books norteamericanos, que de eso iba básicamente mi artículo. Por un lado, el tema del consumo juvenil de drogas en la célebre «trilogía de las drogas» de The Amazing Spider-Man (episodios 96, 97 y 98, publicados en la primavera de 1971), realizada por Stan Lee, Gil Kane y otros dibujantes, y famosa sobre todo por haberse publicado sin obtener la aprobación del Comics Code Authority. Una saga que, tras la buena recepción que tuvo en medios generales, precipitó la revisión de un código de autocensura escrito originalmente en 1954 para flexibilizarlo a los nuevos tiempos. La portada del primer número de esa historia, ahí arriba, es una de mis favoritas de todos los tiempos, una obra maestra de Gil Kane tanto por la calidad del dibujo y la composición como por el ambiente de la época que capturó. El cartel que señala el cruce de calles nos indica que estamos en pleno East Village neoyorquino, que a finales de los sesenta se había convertido en el centro de la contracultura de esa década en Nueva York. Un joven negro vestido a la moda hippie tendido en el suelo, dos policías con uniforme de verano, un grupo de curiosos espantados –la mayoría, señores respetables vestidos como dios manda– y el superfreak Spiderman que escapa de la autoridad mientras es señalado por ella –la luz de la farola se convierte tras pasar por el colorista en un foco– como responsable del desaguisado. Spiderman siempre pareció un supervillano por su uniforme y su emblema arácnido, y Stan Lee, Steve Ditko y los dibujantes que le sustituyeron llevaron esa ambigüedad todo lo lejos que pudieron. En realidad, cuando abríamos y leíamos el tebeo, descubríamos que Spiderman era el héroe que había salvado al chaval negro de una muerte segura tras saltar de un edificio en pleno trip psicodélico. Lee era muy consciente del grado de identificación de sus jóvenes lectores con Spiderman y explotó a fondo su condición de héroe juvenil marginado y perseguido, un bueno confundido como malo por el mundo adulto que incluía tanto a las autoridades como a la prensa, el cuarto poder.


Dibujo de Gil Kane (1971)
Por otro lado, también revisé el motín de la prisión de Attica, motivado por las demandas de mejores condiciones de vida y precipitado por la muerte de varios presos por disparos de los guardas, entre ellos el activista negro George Jackson –miembro del partido de los Panteras Negras y uno de los líderes del movimiento de presos– en la prisión de San Quintin. La revuelta de Attica, que terminó en una matanza cuando la Guardia Nacional tomó el penal, tuvo lugar en el mundo real en septiembre de 1971, tan solo un par de meses después de que Spiderman (justo en el episodio que siguió a la trilogía de las drogas, Amazing #99) fuera testigo en las viñetas de un motín de presos y denunciara  en la televisión las condiciones en que vivían. En Tarde de perros (1975), el inexperto ladrón de bancos que encarnaba Al Pacino –la película de Sidney Lumet estaba basada en hechos reales ocurridos en 1972– arengaba a la multitud que se arremolinaba frente a la oficina bancaria que había secuestrado al grito de «¡Attica, ¡Attica!», ganándose inmediatamente la simpatía de los curiosos. La gente corriente prefería al ladrón en vez de a la policía que rodeaba el congreso, digo, el banco. La escena resultaba más cómica que trágica en el filme, pero sobre todo venía a recordarnos el grado de rechazo popular a la autoridad que existía por entonces. Mucha gente, y desde luego tratándose de jóvenes, no usaba la palabra policías sino el «sinónimo» de la época, pigs, todo un resumen del legado que había dejado la contracultura de los sesenta.

En mi texto para Supercómic también mencioné otros sucesos que resonaron en las viñetas de superhéroes del periodo. Cuando al guionista Steve Englehart le encargaron en 1972 escribir la serie del Capitán América no le estaban haciendo un favor precisamente: la colección del superhéroe patriótico vendía tan poco que estaba a punto de cancelarse. Sean Howe recoge declaraciones de Englehart en su libro Marvel. The Untold Story (que se acaba de traducir en España) muy reveladoras sobre el sentir de su audiencia. En pleno apogeo del movimiento contra la Guerra de Vietnam, gran parte de los lectores naturales de la Marvel de entonces, jóvenes concienciados, muchos de ellos universitarios y activistas, se avergonzaban de un personaje que lucía en el pecho la bandera americana. El Capitán América era otro de los pigs, un héroe que representaba algunas de las cosas que más odiaban esos jóvenes: un gobierno presidido por Nixon; un gobierno imperialista que bombardeaba con napalm un país asiático lejano, pequeño y pobre. Englehart, objetor de conciencia declarado, le dio rápidamente un vuelco al asunto reescribiendo el pasado del Capitán América para borrar sus elementos ideológicos más inconvenientes para la sensibilidad del momento. De paso, convirtió a la colección en una de las más vendidas de Marvel. En 1974, dos años después de que estallara el escándalo Watergate, Englehart volvía a ganarse las simpatías de su propia multitud de curiosos dando a entender en una viñeta que el misterioso líder de una conspiración para controlar los hilos del país era el mismísimo presidente. No te digo nada y te lo digo todo. Un «misterioso» líder que además se pegaba un tiro para no ser capturado por el Capitán América. Apenas tres meses después de publicarse el episodio, en el mundo real tenía lugar la primera (y única) dimisión de un presidente en la historia de Estados Unidos.


El misterioso Número Uno en Captain America 175 (1974),
Steve Englehart y Sal Buscema (tintas de Vince Colleta)

PAINT IT BLACK. Para el otro artículo al que me he referido antes he tenido que documentarme, por razones que ahora no vienen al caso, sobre el tratamiento de los héroes negros en el comic book norteamericano. El superhéroe barcelonés Absence, también conocido como Daniel Ausente, tiene un libro estupendo sobre héroes y heroínas negras en la ficción popular, Black Super Power, que he tenido el placer de leer con motivo de ese artículo junto a otros textos como los de Adilifu Nama, especialista en el tema. Precisamente hace unos días Santiago García dedicó una breve entrada a un objeto no identificado que aterrizó en los cómics Marvel en julio de 1966 (fecha de portada), anunciado en los tebeos del mes anterior como un nuevo y misterioso «villano».


«Su símbolo es la "Pantera
Negra", que representa
el coraje, la determinación
y la libertad».
Panfleto del LCFO (1966)
Me refiero por supuesto a Pantera Negra, el primer superhéroe negro del comic book mainstream, creado por Stan Lee y Jack Kirby en la serie Fantastic Four muy pocos meses antes de la fundación del Black Panther Party. Una aparente casualidad que obedece, primero, a que la imagen de la pantera negra evocaba previamente el orgullo afroamericano durante la década que marcó el giro crucial en el campo de los derechos civiles, y, segundo, al hecho particular de que tanto Lee y Kirby como el Black Panther Party se inspiraron en la pantera negra que usaba como logotipo un partido anterior, el pacifista Lowndes County Freedom Organization (LCFO), liderado por el activista negro Stokely Carmichael en la muy racista Alabama. Sean Howe explica en su libro sobre Marvel que no mucho antes de que se mandara a imprenta el episodio de Los 4 Fantásticos con la primera aparición de la Pantera Negra se había publicado un artículo en el New York Times sobre el LCFO de Carmichael; poco después Lee y Kirby habían cambiado el nombre de su personaje, creado con anterioridad pero mantenido en el congelador: The Coal Tiger, el Tigre Carbón, pasó a llamarse Black Panther. Sin comentarios. Hubo más cambios significativos que denotan lo mucho que se pensaron el tema en Marvel antes de lanzar al personaje: por ejemplo, en la primera versión de la portada que dibujó Kirby para  ese número se veía parte del rostro negro del nuevo héroe, cubierto luego por completo en la portada definitiva por la que pasó a la historia del tebeo americano, aquí debajo. Podemos imaginar por otra parte la gracia que les haría luego a los responsables de Marvel compartir el nombre de su superhéroe africano con el de un partido como el de los Panteras Negras.



Si tenemos en cuenta que el primer superhéroe, Superman, había aparecido en 1938, escribe Daniel Ausente en Black Super Powertres décadas de «super supremacía caucasiana son, desde luego, una buena muestra de segregacionismo pulp» (38). Hasta 1966 los personajes negros del comic book solían quedar relegados a meras comparsas de héroes blancos; basta tener en mente que All-Negro Comics (junio 1947), un tebeo escrito y dibujado íntegramente por autores afroamericanos y protagonizado por héroes negros, no pasó del primer número, y no vamos a recordar ahora por enésima vez el papel habitual de Ebony en el Spirit de Will Eisner. Por contraste, The Black Panther era el poderoso monarca de una nación africana ficticia, Wakanda, un reino utópico de tecnología futurista emancipado de las estructuras de explotación capitalista blanca que funcionaba como «una representación idealizada de los revolucionarios negros del movimiento anticolonialista» enraizado en los cincuenta, según la lectura que hace Adilifu Nama (137) de T'Challa y su peculiar Shangri-La africana high tech. Howe apunta por su lado (Marvel. The Untold Story, 86) el interés de Kirby por combinar tecnologías futuristas con antiguas civilizaciones en sus tebeos, que entroncaba con las especulaciones de Jacques Bergier en los sesenta sobre supuestas visitas alienígenas a nuestro planeta en tiempos remotos, ideas que ganarían visibilidad con el  2001 de Kubrick y C. Clark y los recuerdos del futuro de von Däniken.

Dos negros le cubren las espaldas al blanco.
Captain America (and the Falcon) nº 171 (1974), 
portada de John Romita con tintas de Tony Mortellaro


Luke Cage, Hero for Hire nº 1
(junio 1972), Archie Goodwin y
George Tuska
(tintas del afroamericano
Billy Graham)  
A la Pantera negra de Marvel le siguió en 1969 el Halcón, el primer superhéroe afroamericano, una réplica negra del Capitán América que en la práctica operaba como un compañero subordinado del superhéroe patriótico blanco. El Halcón trabajaba en su identidad civil como trabajador social en Harlem, un afroamericano de clase media que apoyaba los derechos civiles pero rechazaba el separatismo negro (y por tanto, podía sobreentenderse, también las tácticas de confrontación de movimientos como el Black Panther Party). Su posición moderada e integradora le llevó a ser visto en las viñetas de Captain America (and The Falcon, subtítulo añadido en la época) como un «Uncle Tom» por su novia y sus «hermanos» más radicales, un poco como le pasó al actor Sidney Poitier tras su encasillamiento en ese tipo de personajes, cuyos rasgos por cierto recordaban sospechosamente a los que solían dibujarle por entonces a Sam Wilson/el Halcón. Tanto este último como los posteriores superhéroes afroamericanos Luke Cage (1972) –el primero en protagonizar una colección propia, un negro de clase baja de Harlem–, Black Goliath (1975) y su contrapartida en DC Comics, Black Lightning (1977), tomaron claves narrativas de las fórmulas del cine blaxploitation del periodo, jugando con «clichés excéntricos del gueto» expuestos como la «experiencia negra» (Nama, 139). Por supuesto, la intención era ganarse al público afroamericano, máxime en una época de enorme malestar entre dicha minoría, pero los resultados comerciales fueron discretos en el mejor de los casos. Es significativo que en el terreno negro se llevara el gato al agua una superheroína que apareció en los relanzados X-Men, la mutante de orígenes africanos Tormenta (1975), a la que no es descabellado ver como un equivalente femenino de la Pantera Negra cuya popularidad, sin embargo, ha superado con creces a la de todos sus compadres negros masculinos. Aunque no deberíamos sacar conclusiones precipitadas sobre cuestiones de género de ese hecho, teniendo en cuenta que el público de estos tebeos era –y es– masculino por abrumadora mayoría.


Para entender el fenómeno Ororo (Tormenta) en toda su dimensión, una imagen vale más que mil palabras. De su primera aparición en X-Men Giant-Size 1 (1975), por Len Wein y Dave Cockrum (colores de Glynis Wein)
Misty Knight y su beso interracial en Marvel Team-Up nº 64 (1977), 
Chris Claremont y John Byrne (tintas y colores de Dave Hunt)
No puedo terminar este apunte de color sin aludir a otra heroína negra de Marvel, Misty Knight (1975), aunque no pasara de ser un personaje secundario en los tebeos protagonizados por tíos (habitualmente, en los del mencionado Luke Cage y el rubio Iron Fist, quien haría pareja interracial con Misty). Knight era una ex policía, ahora detective privado, que lucía peinado afro a lo Angela Davis y un brazo biónico que sustituyó al que perdió en un atentado terrorista; su personalidad como mujer de acción sexualmente activa la emparenta –indica Absence en Black Super Power (120)– con chicas duras del cine blaxploitation como Cleopatra Jones y Foxy Brown.

THE WEATHERMEN. En 1960 cerca del 50% de la población estadounidense tenía menos de 18 años. El dato demográfico explica parcialmente la rebelión que protagonizaron los jóvenes durante esa década contra los valores culturales de sus mayores. La generación juvenil de los 60 rechazaba los planteamientos tradicionales sobre cuestiones de sexo, raza, drogas y política internacional de su país; no hace falta insistir en la amplitud del movimiento contra la Guerra de Vietnam, de la que cada vez llegaban más noticias sobre la magnitud de la masacre. No era simple casualidad que en una encuesta de Esquire de 1965 donde los jóvenes eligieron a sus héroes favoritos aparecieran Hulk y Spiderman, situados junto a Bob Dylan y Che Chevara como influyentes iconos revolucionarios de su tiempo. La juventud del periodo se identificaban con los superhéroes Marvel porque eran neuróticos y freaks –como freaks llamaba la buena sociedad a los jóvenes rebeldes de entonces, y éstos a sí mismos con orgullo– que eran tratados como villanos por la sociedad; marginados que sufrían problemas monetarios y existenciales, y que a menudo eran perseguidos por la odiada autoridad.

En ese contexto social florecieron un buen número de organizaciones de izquierda en los campus universitarios de todo el país, integrados en su mayor parte por jóvenes blancos de clase media que rechazaban el Estado desde posiciones marxistas o anarquistas, apoyaban los derechos civiles de las minorías raciales del país y protestaban contra su discriminación. La mayoría de esos movimientos de la llamada «Nueva izquierda» eran no violentos. Otros, como The Weathermen, decidieron pasar a la acción, como hacen los supervillanos de tebeo que quieren arreglar el mundo: empezaron a poner bombas en edificios de instituciones que representaban el establishment político y económico como «símbolos de la injusticia americana», en palabras de su «declaración de estado de guerra» leída en 1970 en una llamada a la radio. No fue poca broma; llegaron a hacer estallar bombas en el Pentágono, en el Capitolio y en dos edificios del Departamento de Prisiones, entre otras, estas últimas como represalia por la muerte del preso negro George Jackson y la posterior matanza de Attica. También ayudaron a escapar de prisión al psicodélico Timothy Leary, «el hombre más peligroso de América» según Nixon, encarcelado por llevar dos colillas de marihuana. La auténtica «trilogía de las drogas» prosiguió cuando los Weathermen sacaron a Leary del país rumbo a Argelia.

The Weathermen eran jóvenes revolucionarios blancos, estudiantes universitarios que básicamente se hartaron de comprobar que las protestas pacíficas no estaban cambiando la política de su país, en particular respecto a la invasión de Vietnam. En el ambiente del periodo creyeron realmente que la revolución era inminente. A nivel global, mundial. Tomaron su decisión de recurrir a la violencia, afirmaron, después de asistir a la muerte de sucesivos activistas por las balas de la autoridad, particularmente tras el asesinato a manos de la policía del afroamericano Fred Hampton –por entonces uno de los líderes más prominentes del Black Panther Party– y su compañero de partido Mark Clark en diciembre de 1969, mientras dormían en su casa. Hampton, sedado por los barbitúricos que había echado en su bebida un infiltrado del FBI, murió acribillado en el colchón en el que dormía.


Foto de Paul Sequeira
Como Judas, el confidente de la policía que traicionó a Hampton terminaría suicidándose. Dos décadas después, William O'Neal, que así se llamaba el infiltrado en los Panteras Negras, admitió en una entrevista que había delatado la ubicación del apartamento de Hampton y facilitado el ataque de la policía. Pocos meses después de eso O'Neal salió a la calle de madrugada y corrió en dirección a un coche que venía por la carretera.

The Weathermen surgieron en 1969 como una facción radical del movimiento no violento Students for a Democratic Society. Tomaron su nombre de la letra de Subterranean Homesick Blues, de Bob Dylan, «You don’t need a weatherman to know which way the wind blows». Rebautizados The Weather Underground cuando pasaron a vivir en la clandestinidad, el grupo siguió activo durante los setenta, como otros grupos violentos de la extrema izquierda en Europa. A diferencia de estos últimos, las únicas víctimas mortales de los atentados de Weather Underground fueron tres de sus propios miembros, muertos accidentalmente mientras preparaban una bomba. Después de eso decidieron planear los atentados para no causar víctimas. Acosados por el programa de contraespionaje del FBI y agotados de vivir ocultos, el grupo comenzó a dispersarse, retirarse o entregarse a la policía. Como sucedió con otros movimientos de la contracultura previa, el fin de la Guerra de Vietnam marcó el inicio de su declive, definitivo para mediados de los setenta. Ya no había un enemigo común contra el que luchar.

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Lo que sigue es un documental sobre The Weather Underground que me he «topado por casualidad», poco después de cerrar mi documentación para los artículos que comentaba arriba sobre el malestar social y los movimientos de liberación de los sesenta en Estados Unidos. La «conexión inesperada» a la que aludía al comienzo de este post ha sido en esta ocasión Andrew, mi profesor de inglés, un treintañero estadounidense que por cierto es buen amante de los comic books, además de la literatura, de la historia de su país y del nuestro. Él es quien nos ha pasado el enlace a este documental dirigido en 2002 por Sam Green y Bill Siegel para que lo veamos y comentemos en clase, junto a algunos apuntes históricos sobre Weather Underground que he manejado igualmente para este post. De repente, sin comerlo ni beberlo, he descubierto fascinado ante la pantalla una gran cantidad de material visual del periodo que no había visto antes; de repente, los sucesos históricos que había leído previamente para mis textos cobraban otra forma en mi cabeza, mucho más concreta, porque el documental refleja como pocas veces recuerdo haber visto el ambiente turbulento de los sesenta y primeros setenta en Estados Unidos. Una época donde no necesitabas al hombre del tiempo para saber en qué dirección soplaba el viento.

The Weather Underground pone sobre la mesa otras cuestiones, éticas y legales, sobre la violencia del poder establecido y la violencia revolucionaria para instaurar un nuevo orden –esta última es la que Benjamin asimiló a su categoría de «violencia mítica»–, e incluso sobre los ciclos vitales de las personas involucradas en semejantes proyectos. No parece casualidad que desde los ochenta para acá se haya erradicado paulatinamente el concepto de violencia en el seno de nuestra cultura –me refiero obviamente a la sociedad civil– hasta el punto de que hoy nos resulta difícil, si no imposible, recordar que los modernos Estados occidentales, las flamantes democracias parlamentarias, no se instauraron precisamente de manera pacífica. Por el contrario, fueron fundados mediante la violencia. Estados Unidos es una república que nació de una revolución armada, igual que la Francia moderna en el contexto de sus propias circunstancias, y hablamos de dos de los principales modelos históricos de los Estados occidentales contemporáneos. Nuestros cimientos políticos reposan literalmente sobre miles de muertos. Las víctimas de una violencia en su día revolucionaria que, una vez que se hizo con el poder, se convirtió en una violencia estatal preservadora de la ley, una ley que había conseguido instaurar por la fuerza; en otras palabras, pasó a ser una violencia conservadora del orden establecido. Por las mismas razones, el documental The Weather Underground plantea implícitamente otro tipo de preguntas, siquiera por comparación con nuestra propia época, nuestro propio malestar y nuestros propios movimientos de protesta contra un sistema que, como aquellos chavales de los sesenta, creemos a punto de derrumbarse.

Sí, hubo un día en el que jóvenes de clase media que estudiaban en la universidad creyeron que podían cambiar el mundo por la fuerza. Debajo de los adoquines, la playa. Parece mentira, ¿verdad? Casi una película de ficción.




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40 comentarios:

Álvaro Pons dijo...

Excelente artículo! Es realmente fascinante cómo el cómic se erige en testimonio de su época, sobre todo en su formas más reconocibles como cultura de masa, como es el caso del género de superhéroes. Sería muy interesante comprobar cómo el tratamiento político se diferencia entre el cómic–book y la más elitista tira de prensa (en muchos casos en los sesenta paralela a lá opinión del peiódico en importancia e impacto)... Áunque personalmente siempre me quedaré con el testimonio que da el cómic-book, mucho más interesante sociológicamente. :)

gerardo dijo...

Me ha encantado el texto, Pepo. Me interesa mucho cualquier estudio que vincule el comic book de superhéroes con la política y los movimientos sociales de su momento.

Y respecto a la reflexión sobre la violencia que haces al final, estoy muy de acuerdo. De hecho, es algo que podemos comprobar hoy en día en la opinión generalizada de la gente antes los disturbios que desencadenan algunas protestas. Se nos ha convencido desde la segunda guerra mundial y a través del pacifismo de que la violencia es mala siempre, y que, de hecho, deslegitima cualquier argumento por válido que sea. Si usas la violencia "pierdes la razón". Se invoca el consenso, el diálogo y la resistencia pacífica (a poder ser cada uno en su casa) pero lo cierto es que, en realidad, el proceso ha consistido en una apropiación exclusiva de la violencia por parte del poder. La sociedad civil ha sido convencida de que no debe usarla, pero el estado no tiene tantos escrúpulos. Como dices, hay una violencia institucional que mantiene un sistema que, desde luego, no se instauró gracias al consenso ni al diálogo. Prácticamente todos los avances sociales se han conseguido mediante la violencia, pero ahora, estamos convencidos de que tenemos que ser "mejores". Y es cierto, claro, yo soy el primero que es incapaz de matar a una mosca, no he dado un golpe en mi vida. Nos han educado así, y estaría genial si se aplicara a todos los estamentos sociales.

Y se me ocurre con todo este mamotreto que he soltado que posiblemente una de las causas del tremendo éxito de los superhéroes sea precisamente que emplean sin tapujos esa violencia que nosotros hemos reprimido para hacer del mundo un lugar mejor.

Pepo Pérez dijo...

Gracias por los comentarios, Álvaro, Gerardo.

Alguien definió al Estado como la institución que tiene el monopolio de la violencia (Weber). Eso es una base de nuestros Estados, está implícito en todas las leyes. Precisamente allá donde el Estado no existe o es muy débil la violencia privada campa a sus anchas (no hace falta que ponga ejemplos de países actuales donde esto sucede). Donde el Estado está instaurado de verdad, solo la autoridad puede ejercer la violencia. Claro que también es una base de los Estados democráticos, y de sus leyes, que esa violencia estatal solo debe usarse justamente, de manera limitada y en casos legalmente justificados (básicamente para hacer cumplir las leyes que han aprobado nuestros representantes).

El problema sobre ese asunto es cuando, como en los 60-70 y como ahora, por diferentes causas y circunstancias, percibimos al Estado como un sistema corrupto/injusto/que trae la ruina a su pueblo a través de leyes injustas que no representan los intereses de la mayoría (tampoco hace falta que ponga ejemplos recientes, creo), sino de una minoría privilegiada que se aprovecha de su posición de poder para mantenerse en ella y expoliar a la mayoría (y el poder que hoy tienen los Estados modernos es inmenso). Es entonces cuando pueden surgir intentos de utilizar la violencia al margen del Estado (violencia revolucionaria) para cambiar ese estado de cosas; en plata, para tomar el poder por la fuerza.

En efecto, el discurso de la no violencia es intencionado y viene de largo, como apunto en el post. Tanto ha calado que nos hemos olvidado de nuestro pasado, y ese pasado es precisamente una historia de violencia. El primer presidente de USA fue un comandante en jefe de un ejército revolucionario, y llegó a presidente precisamente porque triunfó la revolución que capitaneaba, una revolución contra una monarquía lejana que mantenía un sistema de privilegios que ellos percibían injustos, etc.

Luego, una vez tomado el poder, se edifica el monumento que mitifica y "tapa" esa fundación sangrienta. Pero bueno, ya dijo Girard que la fundación de toda sociedad está basada en la violencia, y que, más importante aún, para que esa fundación violenta funcione como cimiento de la sociedad debe ser olvidada. En otras palabras, mitificada para ocultar el rastro de sangre debajo del pedestal de mármol.

Pepo Pérez dijo...

Sobre los superhéroes americanos como héroes violentos, obedecen a una larga tradición de vigilantes que puedes rastrear desde los detectives del pulp hard-boiled (que no eran policías, ojo, es importante porque el detective arquetípico del hard-boiled es una figura que se mueve entre la ley y el hampa) hasta los pistoleros y cazadores de las novelas populares sobre el salvaje Oeste. Mitos con raíces reales, por supuesto. La historia de USA es, por un lado, la de una república surgida de una revolución. Pero, por otro, también es la de un país de emigrantes, construido mediante colonización de un continente inmenso. Como toda colonización, a menudo conllevó el empleo de la violencia. Violencia para imponerse a los nativos americanos que estaban allí primero, y violencia contra los esclavos afroamericanos que permitieron construir economías capitalistas muy florecientes en muy poco tiempo.

Pepo Pérez dijo...

Pero estoy de acuerdo con lo que apuntas, Gerardo. Los superhéroes son una fantasía catártica que permiten depurar esa violencia reprimida, especialmente cuando se enfoca en las viñetas contra símbolos o metáforas de "malos reales".

Pepo Pérez dijo...

Si dejamos a un lado a USA y nos fijamos en nuestra propia fundación reciente como Estado, empezaremos a recordar de dónde viene nuestro parlamento. En 1976, las cortes franquistas (que obviamente no eran democráticas) dieron permiso para que se elaborara una constitución, y dio comienzo la transición. Cortes franquistas instauradas 4 décadas atrás por los vencedores de una guerra civil, previo intento de golpe de Estado.

Y esa constitución permitida por las cortes franquistas, que es la que seguimos teniendo hoy, recogió como jefe de Estado el mismo que había sido nombrado previamente durante el régimen franquista, aprobó un sistema electoral que facilitara el reparto del poder pero manteniendo a la vez cuotas sobredimensionadas para los grupos tradicionales de poder, en Madrid y en la periferia nacionalista; el desarrollo de la constitución tampoco garantizó un verdadero poder judicial independiente, etc.

De ahí (no sigo para resumir) las 'peculiaridades' de la democracia española. Pero, como decía antes (Girard), la fundación de la sociedad funciona como fundación precisamente porque nos hemos olvidado de cómo fue realmente esa fundación. El problema es cuando empezamos a fijarnos y a recordar, y esto suele suceder cuando las cosas van mal para la mayoría. Entonces se resquebraja la fachada y la sociedad recuerda su origen. Pero ese mismo proceso pone en peligro la estabilidad del edificio.

Robur dijo...

Estados Unidos es precisamente una de las únicas democracias donde la violencia como monopolio del estado no existe. La segunda enmienda de la constitución, tal y como la interpreto no hace mucho la Corte suprema, protege el derecho de los ciudadanos a poseer armas. La mayoría de los que defienden que ese derecho debe ser absoluto y no regulado apuntan precisamente a su necesidad como defensa contra la tiranía.

La idea de que los avances sociales se han conseguido mayormente gracias a la violencia es algo que no se sostiene ante cualquier análisis histórico.

El primer presidente de los USA fue el lider de un ejercito revolucionario, un aristócrata terrateniente que tenia cero de revolucionario, el segundo presidente fue el abogado defensor de los soldados ingleses que causaron la matanza de civiles que fue una de las chispas que hizo saltar la revolución.Por cierto logro exonerarlos. La violencia esta siempre presente, pero pensar que la violencia es la madre necesaria de los derechos es un gran error.Por cierto los Weatherman, a mi me gusto también mucho el documental cuando lo vi y so no has leido de ellos creo que te gustarían mas los yippies, no consiguieron nada de nada. No hicieron avanzar ninguna causa ni lograron nada.

Aquí os dejo con una cita irónica de uno de los mejores críticos de la sociedad americana Bill Maher

Maybe every other American movie shouldn't be based on a comic book. Other countries will think Americans live in an infantile fantasy land where reality is whatever we say it is and every problem can be solved with violence.
Bill Maher

Pepo Pérez dijo...

"Estados Unidos es precisamente una de las únicas democracias donde la violencia como monopolio del estado no existe. La segunda enmienda de la constitución, tal y como la interpreto no hace mucho la Corte suprema, protege el derecho de los ciudadanos a poseer armas. La mayoría de los que defienden que ese derecho debe ser absoluto y no regulado apuntan precisamente a su necesidad como defensa contra la tiranía"

muy buen apunte, Robur. Gerardo, esto entronca con la idea que tú apuntabas a través de los superhéroes. La omnipresencia de la violencia privada en los héroes americanos de ficción viene de esa historia del país.

Robur, por supuesto que Washington y compañía eran revolucionarios. Otra cosa es el signo de las revoluciones en cada caso, y los intereses que hay detrás, para qué se hacen, pero el método de instaurar el poder sí lo tienen en común, y era el tema del que me interesaba hablar. Por algo también llamamos a esas revoluciones liberales del XVIII y XIX revoluciones burguesas, que no proletarias (una clase que aún tardaría en formarse).

Por supuesto, después los sistemas implantados por esas revoluciones no son todos iguales, lógicamente. Stalin procedía de otra revolución, y ya sabemos lo que hizo con sus propios camaradas. No trataba de comparar revoluciones en ese sentido, pero sí aludir al hecho histórico (para mí indudable) de que esos Estados y esas nuevas organizaciones del poder se fundaron con violencia, y no con buenas palabras. Entonces, dile a ellos que la violencia no sirvió de nada.

Que los weathermen no triunfaran solo nos dice que eran demasiado pocos y con pocos medios, y toda revolución necesita superar a las fuerzas en el poder para hacerse con él. A veces, por cierto, no es necesario ejercer la violencia porque basta con la amenaza de hacerlo. Si a un tirano de repente se le pone en contra la gran mayoría de su población, más vale que salga por patas. También hemos visto casos de eso, incluso recientemente (Egipto).

Eso es lo que quería expresar al final del artículo. No pretendía abogar por nada ni decir que la violencia es la solución para nuestros problemas, es un texto que pretende ser más analítico que otra cosa. Y quería sobre todo llamar la atención sobre un hecho histórico (insisto, para mí indudable) sobre el que no solemos hablar en nuestras sociedades, y muchísimo menos -precisamente- desde el poder establecido. Por supuesto que la violencia se ha usado de toda la vida para tomar el poder e instaurar nuevos órdenes. Incluyendo a nuestros Estados actuales democráticos.

Pepo Pérez dijo...

"La idea de que los avances sociales se han conseguido mayormente gracias a la violencia es algo que no se sostiene ante cualquier análisis histórico"

Por aclarar más lo que quería decir, date cuenta, Robur, que yo no hablaba de avances sociales sino de uso de la violencia para tomar el poder. Qué se haga después de tomar el poder depende, una vez más, de muchos factores. En puridad, ese tema del post es el de la violencia política, y las dos categorías básicas de violencia que nombró Benjamin en torno al poder. Violencia revolucionaria, la que se usa para tomarlo; violencia preservadora de la ley o conservadora, la que se usa para mantenerlo.

Si bajamos desde las categorías al terreno concreto, entonces -como se sugiere en el documental de los Weathermen- ya entramos en el debate ético sobre el uso de la violencia como medio para determinados fines, si es justificable, sus consecuencias, etc. Algunos de los ex miembros de Weathermen hablan de eso en el documental: estaban convencidos plenamente de la bondad y justicia de sus fines, y por eso mismo justificaban sus acciones, los medios adoptados.

Claro que eso también se dice desde una posición en la que tu proyecto revolucionario ha fracasado; te has tenido que reinsertar en la sociedad, etc. Son revolucionarios que no lograron tomar el poder, luego su relato va a ser forzosamente otro. Pero prueba a imaginarte que la revolución que ellos creían que estaba a punto del repique (sin duda idealista, ilusamente, pero eso solo lo sabemos a posteriori) se hubiera consumado. Entonces el discurso de los Weathermen hubiera sido otro muy distinto. Para empezar, muchos de ellos serían probablemente políticos o incluso presidente del país, en lugar de ex terroristas reinsertados, cada uno como buenamente pudo. Y desde esas posiciones de poder, su relato sería otro. Sus acciones habrían sido mitificadas –como lo están las de los Padres Fundadores de USA, por ejemplo–, relatadas como buenas y necesarias para la consecución del bien común, del nuevo modelo de organización del poder, etc.

Robur dijo...

Yo no digo que la violencia no valga de nada. Y no me refería directamente a tu texto. Claro que la violencia puede proporcionar resultados, pero a lo que iba es a que muy pocos da o ha dado en el campo de derechos civiles ni avances sociales.

También hay que distinguir entre revoluciones liberales y nacionalistas. Las nacionalistas tienden a ser mucho mas violentas. Egipto a mi parecer es claramente una revolución no violenta o con una violencia muy limitada. En el siglo XIX con todas las revoluciones sacudiendo Europa el único país importante que se libro de ellas era precisamente el que tenia mas derechos civiles, el Reino Unido, y el que tuvo una movimiento social no violento(con sus revueltas y demas pero basicamente no violento) mas importante el cartismo que fue en buena parte el cimentador de la conciencia de la clase obrera.

Volviendo a los comics es curioso lo poco que hay incluso en el material Underground de comics con clara conciencia política y comentario social. Hay comics como Anarchy Comics y mucho material anti stablishment y subversivoy contra la guerra, pero pocos, al menos que yo conozca y me encantaría saber mas del tema, claramente políticos o tratando la realidad política y social de la época como lo que hacen ahora Garry Trudeau, Ted Rall o Matt Bors por ejemplo

Pepo Pérez dijo...

Lo que quiero decir es que la dinámica básica es ésa, con todas las variantes que se quieran según la época y la sociedad de que se trate. Así pues, se entiende perfectamente que los que están en el poder ahora no quieran ni oír hablar de violencia (violencia ajena, privada, claro; la estatal no cuenta). De ahí que por ejemplo en España los políticos en el poder estén demonizando los 'escraches' como "puro nazismo", aun cuando -hasta donde yo sé al menos- no han sido violentos. Es un signo de que empiezan a tener miedo, y por eso activan la máquina de propaganda para atajar el asunto de raíz, antes de que degenere justamente en lo que temen.

La gente, mucho menos en nuestras sociedades, no suele acudir a la violencia por las buenas. Al contrario, tienes que estar muy mal, muy desesperado, para acudir a ella (estoy generalizando), darse un contexto sociocultural que permita admitirla en la conciencia colectiva como medio legítimo para cambiar el orden de las cosas.

Una vez más, a la vista está de que la mayoría de la gente de nuestras sociedades prefiere evitar la violencia. También es que ese rechazo forma parte muy importante de nuestra cultura, se ha inculcado muy eficazmente por los aparatos de socialización en las últimas tres décadas, particularmente tras el miedo generado por los grupos violentos de extrema izquierda de los setenta. Ese rechazo de la violencia también fue permitido por los avances sociales y el reparto económico. La gente vive -vivía- bien y por tanto, con trabajo, comida y casa, viajes baratos, etc., nadie quiere ni oír de violencia. Todos queremos disfrutar de la vida lo mejor posible, no "meterse en líos", etc.

Entonces, a día de hoy, Año V de la Gran Depresión del siglo XXI, somos conscientes de que nos están robando a diario las libertades, los derechos y la cartera (aquí ya están preparando el terreno para nuevo retraso de la edad de jubilación, y está ahora mismo en los 67 años; sería de risa si no fuera trágico). Pero aun así la masa aguanta, aguantamos, esperando que el temporal amaine. Y se sigue hablando de presionar y protestar con métodos pacíficos, no violentos. Antes de acudir a la violencia popular parece que queda todavía margen. Pero si la necesidad (hambre, falta de recursos mínimos, paro real, etc.) golpea a un porcentaje suficiente de la población, van a pintar bastos. Una vez mas, es la dinámica básica sobre este tema, históricamente hablando. Al menos tal como lo veo yo.

"El único país importante que se libro de ellas era precisamente el que tenia mas derechos civiles, el Reino Unido"

Eso es. ¿Y cómo habían conseguido esos derechos civiles los ingleses? ¿Qué habían hecho con su rey y el sistema que él representaba, antes que los franceses? Ahí lo tienes.

Sobre los comix underground, tienes toda la razón, y recuerdo ahora que hubo una cierta "rebelión" artística a partir de un determinado momento de determinados autores, que decían que ya estaba bien de chorradas sobre drogas y fantasías porno o de terror, que por qué no se hablaban de otros temas. Hubo material político en el comix underground, igual que feminista, pero hasta donde yo sé fue minoritario, como bien dices.

Jordi Bravo dijo...

Muy bueno el documental.
Uno de los miembros de Weather Underground lo dice bien claro: la población está educada en el hecho de que toda violencia no institucional que se escapa al control del gobierno es terrorismo o locura. Mientras, los estados cada día afinan más sus métodos de violencia sutil que permiten mantener el control : doctrinas del shock, connivencia con los lobbies, favoritismos y servilismos a los poderes financieros, religiosos y armamentísticos. La violencia se entiende como un conjunto de medidas de presión que perfilan la relación entre los ciudadanos y sus Estados, normalmente una relación de post-vasallaje, que es lo que tenemos. No se puede decir que la violencia no está presente en el modo en que la humanidad avanza.

Ya lo decía Moore, autor al que poco o nada se puede tachar de hacer apología de la violencia: “La humanidad avanza cometiendo atrocidades”.

Pepo Pérez dijo...

me alegro de que te haya gustado el documental. Una cosa que me ha quedado clara viéndolo son las grandes diferencias entre los 60 y nuestra época. Aquello era, literalmente, otro planeta. Había mucha gente joven dispuesta -lo dice uno de los líderes de Weathermen en la época– a renunciar a la buena vida por solidaridad con las minorías, por apoyar los derechos civiles o por evitar que su gobierno siguiera matando a civiles en Vietnam. Es difícil de imaginar qué tipo de conciencia colectiva hubo entonces para permitir ese fenómeno, y de una forma lo suficientemente extendida. Allí y en Europa (mayo del 68). El malestar de ahora es más "clásico" y mucho más egoísta. Me parece a mí, eh?

gerardo dijo...

Cuando he dicho que "prácticamente todos los avances sociales que se han conseguido han sido mediante la violencia" probablemente estaba haciendo una generalización excesiva, Robur, pero creo que hay más ejemplos de ello que de lo contrario a lo largo de la historia, por lo menos hasta la segunda guerra mundial. Por ejemplo, el movimiento obrero siempre se había vinculado con la protesta violenta. La revolución francesa, las revoluciones del 30 y del 48, diferentes independencias (por ejemplo de países latinoamericanos), o la primavera árabe son ejemplos de esto. No digo que sea el único motor del cambio, pero sí que ha solido estar presente, que ha sido una herramienta que lo dinamiza. Tampoco tiene por qué ser siempre una violencia que busque hacerse con el poder, en mi opinión, puede simplemente ser una medida de presión más. Y, en todo caso, habría que definir la violencia, también. Porque para mí los recortes en sanidad y educación son violencia, como también lo es una huelga no autorizada, en tanto que desobedece la ley.

Muchas gracias a todos por el debate, está siendo muy interesante.

Santiago García dijo...

Gracias por esta generosa y brillante entrada, Pepo. Y gracias por los comentarios que estáis aportando. Robur, eres un jodido en el buen sentido de la palabra. Te lo digo como cumplido.

Ya que citas un par de veces MARVEL COMICS LA HISTORIA JAMÁS CONTADA de Sean Howe, sólo quería decir que Sean Howe también menciona de pasada a The Weathermen, para dar un poco de contexto al final de los Sesenta. Howe establece una sincronía entre la explosión de su cuartel general en Manhattan por la detonación de una bomba casera con una explosión de otro tipo que se produce al mismo tiempo en otro barrio de la ciudad: Jack Kirby abandona Marvel. Era 1970.

Robur dijo...

Es que el que lo movimientos obreros se hayan identificado con la violencia es algo intencional. Desde el poder siempre se quiere representar cualquier protesta como caos violento. Esa es la base Hobbesiana de idea de gobierno. No se, creo que es mas fácil hablar de La Violencia como una fuerza natural en vez de ponerle caras, nombre y apellidos.

En esta época en los USA el estado espiaba, metía en la carcel e incluso mataba a los disidentes (de la masacre de Kent State hay también un documental muy guapo Fire In the Heartland), sobre todo si eran minorias. Pero otras organizaciones fueron mucho mas exitosas que el Weather Underground, o la locura del Symbionese Liberation Army, sin recurrir a la violencia (teniendo en cuenta ademas que la violencia de los Weatherman era poco mas que propaganda explosiva), el SDS o los grupos de liberación femenina en la época, en avanzar los derechos sociales. En mi opinión la violencia ha generado pocos resultados en avances sociales, en lo que llamamos el contrato social. Otra cosa son los derechos naturales o derechos humanos o la violencia con fines nacionalistas que domina por ejemplo las revoluciones exitosas del XIX.

kano dijo...

"Es que el que lo movimientos obreros se hayan identificado con la violencia es algo intencional. Desde el poder siempre se quiere representar cualquier protesta como caos violento. Esa es la base Hobbesiana de idea de gobierno."

Ahí las dao, Robur.

Gerardo, que algo no nos guste no significa que sea "violencia", y desobedecer la ley tampoco implica "violencia", sólo es desobedecer la ley, no confundamos los términos.
El grupo se reserva el derecho a usar la violencia legítimamente... en cuanto el grupo, sociedad o gobierno se pasa las leyes propias o el derecho internacional por los cojones pierde esa legitimidad, lógicamente. Sea reprimiendo movimientos sociales, a disidentes, inmigrantes, "cazando" presuntos terroristas, torturando, invadiendo países y en fin, en cualquiera de los supuestos en los que puede usar la violencia. En la medida en que sea excepción o la conducta generalizada ya no estaríamos hablando de legitimidad, si no de uso arbitrario de la fuerza, ejerce la violencia el que puede, según sus intereses, sin mediar respeto por contratos sociales ni leyes. Otra cosa es que lo hagan para preservar un determinado "orden" (que no justicia).


Pepo Pérez dijo...

Precisamente en los 60 y primeros 70, como Robur ha apuntado arriba, el gobierno americano se saltó las leyes para perseguir a los disidentes e incluso llegó a matarlos (caso Fred Hampton, que comento en el post, y otros, bastantes). En el documental de los Weathermen se explica que cuando en la segunda mitad de los 70 empezaron a entregarse los que seguían viviendo en la clandestinidad, muy pocos fueron a la cárcel justamente por todos los procedimientos y leyes que se había saltado el FBI para perseguirlos y recopilar pruebas contra ellos. Esas tácticas sucias del gobierno de los 60-70 contribuyeron a que los jóvenes se lanzaran a la violencia, o al menos es lo que explican algunos de los protagonistas.

(en efecto, el discurso clásico de la derecha dura ha sido ese. Los movimientos de izquierda, y obreros, traen la violencia y el caos, "nosotros traemos el orden")

Otra cuestión que me llamó la atención en el documental es que los Weathermen no eran cuatro colgados (como sí parece que fueron los del Symbionese Liberation Army). Eran jóvenes cultos, serios y eficaces, y da la sensación que no estaban muy metidos en el tema drogas. Al fin y al cabo, si eres un grupo de colgados, no consigues estar más de cinco años activos en la clandestinidad (al Symbionese Liberation Army se lo cargaron en un par de años) y organizando atentados, planificados además para no causar víctimas. Timothy Leary, que sí estaba colgado, dice en el documental que cuando los Weathermen le ayudaron a escapar de prisión y a salir del país actuaron "with great efficiency". El comentario es llamativo viendo el estado en que Leary lo dice. Si destaca eso, es porque realmente eran súper eficaces, probablemente no como los chavales que rodeaban a Leary habitualmente.

el tio berni dijo...

Interesantísimo, tanto la entrada como los comentarios.

Solo quiero aportar un pequeño apunte, aunque se desvíe un poco de los temas que estáis tratando ahora mismo. Me parece muy esclarecedor sobre el momento en que nos encontramos la diferencia entre el mensaje implícito en esa Pantera Negra de la Marvel de mediados de los 60 y el Batman que hemos visto en la última película de Nolan y cuyo mensaje político último tiene que ver con todo lo que estáis hablando de la necesidad del estado de identificar la violencia social con el caos y la sinrazón.

http://santiagogarciablog.blogspot.com.es/2012/07/the-dark-knight-rises-que-se-jodan.html

Por su calado y difusión, está bastante claro que en el ámbito del reflejo de la sociedad en los superhéroes, hemos pasado de los cómics al cine. Y si en los 60/70, el éxito absoluto era un Spider-Man amenaza y fuera de ley, hoy en día tenemos a un Tony Stark millonario y playboy, socio de una entidad gubernamental encubierta muy próxima a la guerra sucia. Vamos, SHIELD como la CIA de los tebeos de superhéroes. Tony Stark y Bruce Wayne, dos millonetis que nos salvan el culo a diario. Su pasta y –y esto es muy interesante también– su avanzada tecnología como nuevo paradigma del bienestar y del statu quo a sostener. La supertecnología ha sido un tema recurrente en los tebeos de superhéroes, pero casi siempre como una proyección futurista y positivista. Hoy en día es bastante más scary, sobre todo cuando empezamos a darnos cuenta del mecanismo de control social que suponen un google y un facebook. El nuevo superhéroe antisistema, si en algún momento tiene la oportunidad de ser, se pondrá del lado de Wikileaks.

kano dijo...

En muy subjetiva opinión se va hacia intentar legitimar cualquier violencia que ejerza el grupo desligándola de la ley, el derecho o la justicia (cuyos principios se llegan a tachar peyorativamente como idealismo), justificándola como necesaria para preservar el status quo, para defender intereses del grupo. USA reconoce abiertamente ésto cuando considera seguridad nacional sus intereses. Lo contemporáneo es The Walking Dead, renunciar a todo eso (ley, derecho, justicia) en un mundo que se derrumba* donde lo que rige son los comportamientos tribales, la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda. La idea de que todo eso eran lujos que nos permitíamos en el período de abundancia, que sin él vuelve la barbarie del todo vale.
*por derrumbe puedes entender lo que quieras, sea percepción o realidad; el derrumbe del estado del bienestar, el descabalgamiento de la clase media, el del sistema financiero, o rascando más el colapso medioambiental, pick oil, etc de un modelo socioeconómico basado en el crecimiento exponiencial enfrentado a sus límites. Esa percepcción en buena parte es la que hubo en los setenta, como apuntaba Pepo, no en vano la crisis actual viene de la crisis del petróleo de los setenta y del colapso del crédito que se usó para huir patada adelante... pero el tiempo no pasa en balde, 40 años después esas posibilidades distópicas son cada vez más reales y presentes. Pocas utopías se han materializado en estos 40 años, sin embargo muchos de los temores de la contracultura de entonces sí lo han hecho o están en ello. Mi lectura es que en la revisión lejos de decir "estaban equivocados" y ya estamos dando la brasa de nuevo con mensajes jipis y catastrofistas trasnochados podríamos decir que más bien tenían razón, precisamente porque su "revolución" fracasó y no hemos avanzado prácticamente nada en cambiar de rumbo.

Bruce dijo...

Pepo, no sé si Bill Mantlo tenía esto en mente, pero mira el título de la historia (no de la portada) de Avengers #210 (agosto 1981) y el nombre del supervillano: http://www.supermegamonkey.net/chronocomic/entries/avengers_210.shtml

Pepo Pérez dijo...

Gracias, Bruce. El título es el verso literal de Bob Dylan, luego está claro que lo sacó de ahí. No sé ya si pensó en los Weathermen en relación al villanos del episodio...

tio Berni, Kano, no se me ocurre nada que añadir, salvo daros las gracias por vuestros interesantes aportaciones. A ver si sigue el debate, que yo creo que la cosa da todavía de sí...

Robur dijo...

Muy bueno lo que apunta el tio berni. De hecho Spiderman es uno de los pocos superheroes marvel de la clase obrera. La proporción de millonarios o miembros de la nobleza, nobleza de tierras paralelas o galáctica pero nobleza, es increíble.

Un comic que ha analizo muchos de estos temas recientemente es el DMZ de Brian Wood. La cosa es que mezcla el comentario critico de las intervenciones extranjeras, en referencia a Iraq y Afg., con todo el tema de los ciudadanos contra el gobierno, la división entre las costas y el interior USA, terrorismo, las armas y la violencia omnipresente en la sociedad USA... Es mucho lo que cubre así que tiene altibajos, pero es curioso como reflexión de violencia política.


gerardo dijo...

Contesto a Kano: no quería referirme a que algo no me gustara para calificarlo de violencia, al contrario, lo que quería decir es que hay muchos tipos de violencia, y creo que limitarnos a la violencia física en todo esto es limitar el debate, de ahí que diga que los recortes en sanidad sean violencia, aunque el acto en sí es algo tan "inofensivo" como una votación en un congreso.

Por lo demás totalmente de acuerdo con tu comentario: el poder se apropia de la violencia "legítima" y demoniza la "ilegítima", es decir, la que no controla con sus herramientas. Lo estamos viendo estos días con un gobierno que anda loco repitiendo una y otra vez "ETA" y "nazi" cada vez que le ponen un micrófono delante.

Ahora bien, creo que el hecho, innegable, de que el poder institucional intenta asociar protestas y reivindicaciones con violencia, no invalida el argumento de que dichos movimientos utilizan o han utilizado la violencia (entendida, como decía antes, de manera amplia y no sólo física). Si se emplea ese argumento es porque la violencia se ha estigmatizado socialmente, y yo lo que propongo es revisar eso: ok, tal movimiento es "violento", los escraches son un tipo de violencia... ¿son malos por ellos? ¿Es ilícito contestar a la violencia estatal con violencia ciudadana? No tengo clara la respuesta, pero creo que la pregunta tenemos que, por lo menos plantearla.

Pepo Pérez dijo...

Debo decir que tal como se entiende la violencia en términos del estado (no hablo ahora de violencia simbólica), los escraches que se han hecho constituyen un ejercicio de la libertad de expresión y manifestación, algo que está garantizado por la Constitución como derechos fundamentales. No me parece que eso sea violencia, salvo que entendamos que también lo es manifestarse en una manifestación convencional. Que no es violencia, es lo que estoy diciendo, porque en cuanto una manifestación se convierte en violenta está justificando (legalmente, insisto) a disolverla por la policía mediante la fuerza.

Es más, hay pronunciamientos judiciales que ya han dicho que los escraches no son delictivos, siempre que no haya actos de coacción o intimidación. Y no es delictivo porque se trata al fin y al cabo de una manifestación; no importa a esos efectos que se haga frente a la puerta de un político.

¿Qué violencia hemos visto en estos años? Hemos visto desahucios forzosos, hemos visto mucho palos de la policía en manifestaciones, hemos tenido noticias de suicidios de personas poco antes de ser desahuciadas, y hemos visto algún caso aislado, pero algo, de violencia de manifestantes. En otras palabras, la inmensa mayoría de violencia que hemos visto en estos años -y me parece que no estoy siendo parcial- ha sido estatal. No violencia privada precisamente.

Pepo Pérez dijo...

escraches según juristas:

http://www.infolibre.es/noticias/politica/2013/03/26/juristas_ven_delito_quot_coacciones_quot_los_escraches_1607_1012.html

http://www.infolibre.es/noticias/politica/2013/03/30/las_asociaciones_jueces_aprecian_delito_los_escraches_1799_1012.html

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/24/espana/1366819946.html

http://politica.elpais.com/politica/2013/04/24/actualidad/1366797142_390195.html

gerardo dijo...

Sí, Pepo, no quería decir que considerara los escraches violencia en el sentido que le da el gobierno, sino en uno más amplio. No los considero ilegales y me parecen totalmente legítimos.

Y por supuesto, el estado es autor de la mayor parte de actos violentos; detenta su uso exclusivo y legitimado, al fin y al cabo.

Pepo Pérez dijo...


Disculpa, ahora he pillado lo que querías decir. Te referías figuradamente: "vale, aceptamos pulpo como animal de compañía. ¿Y qué? ¿no son válidos entonces frente a la violencia estatal"?

(con los temas legales soy especialmente cabecicubo, lo sé)

Como dije arriba, los jóvenes pacifistas de los 60 se enfrentaron a ese dilema, aunque también hubo entonces violencia del estado más letal, con disidentes asesinados. Enfrentados a ese dilema de medios y fines, algunos decidieron dar el paso adelante.

Pepo Pérez dijo...

violencia no simbólica precisamente, aquí y ahora:

http://www.eldiario.es/politica/Consejo-Europa-CIE-comisarias-espanolas_0_127387261.html

Pepo Pérez dijo...

hablando de la maquinaria de propaganda estatal:

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/30/actualidad/1367342384_632595.html

gerardo dijo...

Eso es, a eso me refería, no me estaba haciendo entender. La cuestión es si cambiará el discurso pacifista del movimiento social si la violencia estatal se radicaliza, como dices.

Pepo Pérez dijo...

Espera que te copio una cosa que he leído hoy mismo, unas declaraciones de Evaristo Páramos en el Rockdelux, entrevistado por Víctor Lenore:

«El punk fue una reacción al hippismo: no me gusta ver a gente haciéndose la pacífica. Pacifista, pacifista, no creo que sea nadie. (Iñaki, colega de Evaristo, interviene en la conversación): Mira, mi padre trabajaba en la comarca de Llodio en 1983. Allí los obreros cerraron una fábrica y bloquearon el acceso. Tuvo que venir la Guardia Civil con tanquetas para reabrirla. En Madrid salís 50.000 a la calle y no pasa nada. ¿Eso es revolución? Si todo lo hacéis por Twitter. Quemar bancos es algo que tiene que salir del corazón. Yo he visto sacar los ordenadores del Banco Bilbao Vizcaya, romper todo, como en la toma de la Bastilla. El 15-M está de puta madre, pero hay que quemar Génova o lo que sea. El 15-M margina a la gente capaz de organizar la respuesta, como los RSA (asociación antifascista) o los Bukaneros (grupo de militantes seguidores del Rayo Vallecano). Esos sí que dan miedo a los que mandan. (Evaristo): El poder se ríe y se mea en el 15-m. Al negar la posibilidad de lucha violenta, estás negando que exista violencia por parte del sistema. [...] Hay gente que ha hecho cosas válidas, pero son los mismos que trabajaban en los barrios antes del 15-M. No puedo olvidarme de ese "indignado" que salió en la tele diciendo a un policía "únete a nosotros". Conmigo que no cuenten para eso. Un sistema que se basa en la violencia no puede acabar con flores. Los hippies fueron derivando en yuppies y hoy controlan Wall Street. Mira, pegarse me parece una mierda: yo he tenido cinco peleas en mi vida y todas las he perdido. Eso no quita que el sistema sea una máquina de matar. Los que mandan solo respetan la democracia cuando ganan. Somos enemigos de Gadafi hasta que reparte petróleo y dejamos de serlo. Todo el poder del mundo lo tienen cuarenta familias de mafiosos. Como los Soprano, pero a lo grande. ¿Van a entregar su poder a besos? Me parece que no».

gerardo dijo...

Muchas gracias, Pepo, muy interesante. Ése es el debate. Y el conflicto, claro, porque es muy difícil ponerse de acuerdo, por no hablar de que luego está la cuestión de quién le pone el cascabel al gato.

kano dijo...


En los setenta trincharon a hostias a los hippies, que quedaron en shock, como pasó en el movimiento altermundista, el 15M y Occupy. La represión y el juego sucio funcionó. Las corrientes de misticismo oriental y psicología humanista que se introdujeron vía Esalen desde los sesenta se fundieron con el individualismo popularizando la idea de que "si quieres cambiar el mundo cámbiate a ti mismo" , confiando en la teoría del "centésimo mono" o de "masa crítica" de la "inteligencia colectiva", lo cual desactivó la acción social de los movimientos contraculturales desde los setenta. Son las mismas ideas que mueven los neojipis, movimientos contraculturales y buena parte del 15M de hoy. Por supuesto, pecan de pensamiento mágico e inocencia. Ahora es aún peor, como atestigüa el superbestseller "el secreto", que recoge lo peor del pensamiento mágico, el capitalismo, el "new age", y el márketing fusionado en un mismo engendro. Y funciona, se adhieren los dos extremos, los brokers de Wall Street y los neojipis tribalistas de los movimientos supuestamente contraculturales anti Wall Street. Así estamos, "pensando muy fuerte" para que el Universo se reconfigure.

Pepo Pérez dijo...

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/23/actualidad/1329998671_189691.html

kano dijo...

Sip.


No sé si me he explicado antes... quiero decir que la cuestión no es si pacifismo sí o no como medio para la revolución, la cuestión de fondo es que buena parte de los que querrían una revolución desisten de la acción social (pacífica o violenta) confiando en que la transformación social emergerá automática e indirectamente como resultado de sus intentos de transformación individual.
La gente está dividida entre los que intentan provocar una revolución "pensando muy fuerte" y el resto de población instalada en el fatalismo ("me deprimo porque no hay nada que pueda hacer para cambiar las cosas") cuando no cayendo también en el pensamiento mágico del pensamiento positivo ("la crisis se irá sola y todo volverá a ser como antes").

Anónimo dijo...

Hablando de Serendipias, en la biografía de Steve Jobs, se puede leer:

There’s a temptation in our networked age to think that ideas can be developed by email and iChat,” Jobs said. “That’s crazy.
Creativity comes from spontaneous meetings, from random discussions. You run into someone, you ask what they’re doing, you say ‘Wow,’ and
soon you’re cooking up all sorts of ideas.”
So he had the Pixar building designed to promote encounters and unplanned collaborations. “If a building doesn’t encourage that, you’ll lose a lot
of innovation and the magic that’s sparked by serendipity,” Jobs said.

Pepo Pérez dijo...

Otro aviso de lo que se puede avecinar que me envía un amigo:

http://econonuestra.org/acciones-y-movimientos-sociales/movimiento-15m/item/400-escraches-y-democracia.html

kano dijo...

"Avanzamos a marchas forzadas hacia un nuevo despotismo y hacia una fractura social difícilmente reversible"

O no... a lo peor no hay ni estallido social y consiguen que la gente se adhiera al "nuevo orden".

"-Y están ganando porque en los últimos 40-50 años se han dedicado a promover su ideología para convertirla en algo de sentido común en todo el mundo, y lo han conseguido. (...) los integrantes de la clase de Davos son una especie de gramscianos de derechas en el sentido de que persiguen la hegemonía cultural: tomar la Universidad, los medios de comunicación, las iglesias, la economía… dominar de arriba a abajo, hasta conseguir que esas ideas −del tipo de “el mercado es el que mejor sabe”, o “lo privado siempre es mejor que lo público”− sean lo normal."
Susan George.

(o del tipo habéis vivido por encima de vuestra sposibilidades, etc)

http://www.fuhem.es/ecosocial/articulos.aspx?v=9239&n=0

kano dijo...


El antropólogo Manuel Delgado sobre la violencia, disculpad pero está en catalán...
http://manueldelgadoruiz.blogspot.com/2013/05/la-violencia-com-moneda-per-tots-el.html