domingo, 29 de abril de 2012
UN SILENCIO MÁS LARGO
UN LARGO SILENCIO
Francisco Gallardo Sarmiento y Miguel Ángel Gallardo
Menos mal que, a veces, es cierto que el tiempo lo pone todo en su sitio. Lo digo porque, tras 40 años de guardar silencio, Francisco Gallardo, uno de tantos combatientes de nuestra ya casi olvidada Guerra Civil, pudo contar su historia. Una historia de supervivencia, de penurias, de miedo, pero sobre todo de dignidad. Dignidad para pasar por todo aquello, pero también para contarlo luego. Y contarlo todo, sin escamotear los episodios más delicados o vergonzosos para él mismo. Así, con una dolorosa franqueza y sin ningún revanchismo, Francisco Gallardo nos cuenta con pelos y señales su incorporación al bando republicano, porque fue ése “el que le tocó” y porque debido a su condición social no tenía sentido luchar en el otro; sus espeluznantes recuerdos del frente y los desmanes de ambos bandos; su penoso paso por los campos de concentración una vez perdida la guerra; su milagrosa salvación final gracias a la ayuda de un viejo amigo, ahora “enemigo” del bando nacionalista. En suma, un testimonio directo de aquella locura fratricida totalmente alejado de la visión épica e incluso ¡nostálgica! que nos han ofrecido algunas lamentables películas españolas.
Pero lo de que el tiempo pone las cosas en su sitio lo decía no sólo por Francisco Gallardo, sino también por su hijo. Menospreciado en cierto sentido durante muchos años porque sólo hacía historietas “gamberras” o “de risa”, como si eso fuera fácil, no es hasta la pasada década cuando a Gallardo se le está reivindicando y poniendo en el sitio que merece: el de uno de los grandes de la historieta española. Cosa que demuestra con creces en este trabajo. Porque hace falta no sólo un talento como el suyo, sino también toda la carrera que él tiene a sus espaldas para llegar a los resultados plásticos y expresivos que hay en las historietas de este libro. Unos resultados que, lo diré ya, me parecen antológicos. Por la economía de trazos con la que consigue transmitir tantas emociones, por esa gramática visual aparentemente cruda y que resulta ideal para la época que retrata, por ese expresionismo un punto naïf que refleja perfectamente la inocencia e impotencia de la gente corriente frente a la guerra. ¿Que son pocas páginas de historieta? Sí, muy bien, pero cuando son de la calidad artística y humana de éstas, ¿qué más se puede pedir? Dios santo, esa historieta en la que su padre cuenta cómo unos “amigos” de clase acomodada a los que él había prestado ayuda le denegaron la suya al terminar la guerra. Por favor, esa terrorífica historieta final que narra su salvación in extremis cuando ya se daba por muerto. Si es que tan sólo las dos páginas de la titulada Aire ya hubieran justificado su inclusión en esta lista, dos páginas que ponen los pelos de punta al evocar la cotidianeidad anormal en que se vive durante una guerra; que conmocionan al capturar tal el tránsito de la vida a la muerte tal cual, la incredulidad y el dolor de los supervivientes ante sus familiares muertos.
Por todo lo dicho, Un largo silencio es, así lo creo, un libro inmenso que debería comentarse en las escuelas, un libro que justifica la existencia de la historieta como el medio de comunicación de masas que nunca debió dejar de ser. Por todo: por su contenido humano, por su valor histórico, por su sinceridad, por su sencillez, por su universalidad. Y dejo ya de hablar, porque prefiero terminar con una cita de la primera página de las memorias de Francisco Gallardo. Porque es una declaración tan digna, tan profunda en su desnudez, que cualquier otra glosa que yo pueda añadir sobra. “Como prólogo a estas memorias, diré que me tocó vivir la Guerra Civil en el lado de los que nunca habían tenido ni tenían nada, y siendo yo uno de ellos, defendí la República hasta que se acabó la guerra civil entre los dos bandos que luchaban (unos para mantener sus privilegios y otros para tener derecho a vivir y que los bienes materiales se repartiesen de una manera más equitativa). Nunca he pertenecido a ningún partido político.”
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Un largo silencio fue publicada por Ediciones de Ponent en su colección Mercat, en 1997. Ahora acaba de publicarse una nueva edición ampliada por Astiberri, que incluye algunas páginas de historieta extra y material documental añadido. La reseña de arriba la publiqué en la revista U (nº 20, Especial mejores cómics de los 90, junio 2000). Abajo, rescato otra breve reseña de Un largo silencio que publiqué en la revista Rockdelux (nº 165, julio-agosto 1999), clic para ampliar.
Algunas reflexiones escritas a vuela pluma desde el hoy, más allá del sonrojo que me produce releer lo que escribí hace más de diez años (no tanto por la esencia de lo que decía, que lo sigo pensando, sino por cómo lo decía y argumentaba, con ese candor admirativo y naíf). Uno de los reproches más repetidos en el momento de la publicación de Un largo silencio fue que "no era un cómic", y también una de las razones alegadas para no concederle el premio de Ficomic que menciono en el texto de arriba, para el que la obra estuvo nominada.
Para mí, esto dice mucho del concepto que se tenía de lo que era –o podía ser– un cómic en 1997, cuando se publicó originalmente Un largo silencio. El reproche venía por el carácter heterogéneo de la obra: páginas con tipografía de mecanografía que recogían las memorias de Francisco Gallardo, acompañadas de dibujos de Miguel Gallardo, ya pequeños o a toda página, e intercaladas con historietas "clásicas" donde Gallardo hijo ponía en viñetas alguno de los episodios narrados por su padre. Añadamos a todo eso material documental que incluía viejas fotos y reproducciones de cartillas y documentos oficiales de la posguerra. En 1997 un cómic solo podía constar, o al menos eso parecía, de páginas con viñetas dibujadas, una tras otra, en "secuencia", y por tanto incluir un material heterogéneo –textos literarios corridos, etc.– le alejaba de lo que se supone que era un cómic en el horizonte interpretativo mayoritario de hace quince años. En 2012, en plena era de la novela gráfica, Un largo silencio encaja como un guante en esa categoría, revelando su condición de obra adelantada a su tiempo, en general y en particular en España. Espero sinceramente que ahora obtenga el éxito popular que se merece y que entonces no tuvo. A finales de los noventa muy poca gente del público general, no aficionada al cómic, miraba hacia acá. Tampoco existía un circuito general de distribución que pudiera hacer llegar la obra al gran público; las tiendas donde podía comprarse entonces Un largo silencio eran principalmente las librerías especializadas, en las que comprábamos mayoritariamente los conversos, los aficionados al cómic, y ahí no tuvo demasiada suerte. Veremos qué sucede ahora, con medios generales reseñándola (ayer mismo aparecía en el Babelia de El País) y un circuito de librerías generalistas que le proporcionará una nueva visibilidad.
Termino estas breves líneas enlazando un video que recoge la presentación de la obra en 1997, en el que entre otras cosas podemos ver a Francisco Gallardo emocionándose por "la atención que le prestan", en palabras de Gallardo hijo. Les presentaba Sergi Pàmies.
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4 comentarios:
precisamente me compré esta nueva edición el día del libro. No recuerdo por qué no pude hacerme con la anteiror. Es curioso cómo puede cambiar los límites de qué es o no un tebeo.EN cualquier caso, siguiendo esa concepción tan restrictiva ¿sería historieta Watchmen o algunos pasajes de "Give me Liberty"? y a este lado del charco, algunas páginas de Astérix, Tintín
En todo caso, es curioso como muchas veces nos empeñamos en hacer que la realidad se amolde a nuestras clasificaciones y no al revés.
Yo mismo pretendía defender la obra en 1999 apelando a la calidad de las historietas, aunque fuesen "pocas páginas de historieta", como si el resto del material fuera desgajable de la obra o "las gentes del cómic" solo tuviésemos que juzgar las páginas "de historieta", no el resto. En fin, sí, lo recuerdo perfectamente, en aquellos días el concepto de lo que podía ser un cómic seguía muy atado a lo que había sido en la era del tebeo industrial. Un largo silencio era una obra insólita en España sobre todo por la heterogeneidad formal: mezclaba el texto corrido con los lenguajes de la ilustración, el cómic, metía dibujos sueltos, reproducciones de documentación (fotos, documentos oficiales de la época etc.). En la nueva edición no solo se ha incluido más páginas de historieta (recuerdo ahora la que hizo Gallardo posteriormente para Nosotros somos los muertos), también se incluyen más fotografías de los protagonistas en un apéndice final. Esto me parece un acierto porque "autentifica" los hechos en que se basan esas memorias, en contraste con el dibujo con el que Gallardo hijo evoca lo narrado (lo recordado) por el padre.
Sobre lo que apuntas de los textos en Watchmen y Give Me Liberty, Juanan, es cierto, pero ahí aparecían claramente como "complemento" ya que el cuerpo principal de la narración, con mucha diferencia, era historieta tradicional. En Un largo silencio en cambio el protagonismo está bastante más compartido, porque el texto corrido ocupa mucho más espacio respecto a las historietas.
Un trabajo adelantado a su tiempo, no uno, sino al menos 3 pasos.
También es justo reconocer la audacia del editor, hace 15 años era un producto suicida.
Ojalá esta edición suponga una segunda vida para una obra que la merece.
y termino con una pregunta: ¿cómo tendría que ser una obra hoy para estar "adelantada a su tiempo"?
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