“Yeezus”
2013
Roc-A-Fella /
Def Jam
hip hop de
vanguardia
El año pasado, el hombre apodado Yeezy se reinventaba con
un álbum publicado sin campaña promocional y sin portada propiamente dicha,
aunque sí con una nueva fanfarronada narcisista desde su título.
Como el director
de una superproducción cinematográfica, Kanye West (Atlanta, 1977) había
liderado un dream team de
colaboradores como Daft Punk, Frank Ocean o Justin Vernon. Frente a la ópera barroca
(o “egipcia”) que fue “My Beautiful Dark Twisted Fantasy” (2010), “Yeezus” suponía una estrategia opuesta: un
radical despojamiento con el que West aprendía que menos es (mucho) más de la
mano del productor Rick Rubin, contratado a
última hora para desnudar el sonido del disco. El resultado es una obra maestra
experimental que sitúa a West en la tradición de grandes músicos como
David Bowie y Prince (“soy la
estrella del rock viva número 1”, afirma West, y ahora mismo tiene razón), que consiguieron ser mainstream y vanguardia al mismo tiempo. “Nadie
está haciendo lo que él hace, ni siquiera está en el mismo planeta”, afirmaba entusiasmado Lou Reed poco
antes de fallecer, y comparaba las intenciones de “Yeezus” con su “Metal Machine Music”.
Las influencias citadas por West parecen irrelevantes: una exposición de muebles en el Louvre, una lámpara “minimalista” de Le Corbusier. Más interesantes son las influencias que no cita, como los aullidos vocales y las agresivas interpolaciones de electrónica industrial del avant-rap de Death Grips. Pero el todo es, en efecto, la suma de las partes, y “Yeezus” es sobre todo y ante todo Kanye West, quien, como el “vampiro” Bowie, hace suyo aquello de lo que se apropia. Así sucede también con el house clásico de Chicago, la ciudad donde se crió, otra fuente de inspiración confesada. En una operación recurrente en la historia del arte, el artista acude a estilos pasados, ya en desuso, que reinterpreta desde su mirada presente como la vanguardia más rabiosa: por mucho que diga West, “I Am a God” o “Black Skinhead” no suenan a “house” sino a algo que solo pudo concebirse en 2013. Por la misma lógica, el sample de Gary Glitter de esta última no la convierte en “glam” sino en algo completamente diferente y futurista. En otro volantazo inesperado en su carrera, West ha renunciado en gran parte a las melodías, pero no a los samples eclécticos, escuela De La Soul. Así, “New Slaves” es pura estructura con elementos mínimos, voz y bases sintéticas, pero también es política de contrastes extremos. De repente, Frank Ocean canta encima de un sample de rock progresivo húngaro de 1969 (Omega), y la canción deja paso sin solución de continuidad a la siguiente, como en el torrente informativo de los medios digitales. El omnipresente Auto-Tune deforma la voz hasta confundirla con el sintetizador; la forma es contenido y el medio, mensaje: bienvenidos a la nueva humanidad digital. La letra de “New Slaves” da además con otra clave de nuestro tiempo, el consumismo como “dominación suave”: los “nuevos esclavos” son —somos— voluntarios. Y el atrevimiento de contraponer en “Blood on the Leaves” la violencia implícita en el sample de “Strange Fruit”, versión Nina Simone, con el relato narcisista en primera persona de una relación fracasada por la banalidad materialista es propio de un gran artista que pretende desplazar el significado del original con su comentario (metamúsica, sí) en una obra abierta a las múltiples interpretaciones del oyente.
Las influencias citadas por West parecen irrelevantes: una exposición de muebles en el Louvre, una lámpara “minimalista” de Le Corbusier. Más interesantes son las influencias que no cita, como los aullidos vocales y las agresivas interpolaciones de electrónica industrial del avant-rap de Death Grips. Pero el todo es, en efecto, la suma de las partes, y “Yeezus” es sobre todo y ante todo Kanye West, quien, como el “vampiro” Bowie, hace suyo aquello de lo que se apropia. Así sucede también con el house clásico de Chicago, la ciudad donde se crió, otra fuente de inspiración confesada. En una operación recurrente en la historia del arte, el artista acude a estilos pasados, ya en desuso, que reinterpreta desde su mirada presente como la vanguardia más rabiosa: por mucho que diga West, “I Am a God” o “Black Skinhead” no suenan a “house” sino a algo que solo pudo concebirse en 2013. Por la misma lógica, el sample de Gary Glitter de esta última no la convierte en “glam” sino en algo completamente diferente y futurista. En otro volantazo inesperado en su carrera, West ha renunciado en gran parte a las melodías, pero no a los samples eclécticos, escuela De La Soul. Así, “New Slaves” es pura estructura con elementos mínimos, voz y bases sintéticas, pero también es política de contrastes extremos. De repente, Frank Ocean canta encima de un sample de rock progresivo húngaro de 1969 (Omega), y la canción deja paso sin solución de continuidad a la siguiente, como en el torrente informativo de los medios digitales. El omnipresente Auto-Tune deforma la voz hasta confundirla con el sintetizador; la forma es contenido y el medio, mensaje: bienvenidos a la nueva humanidad digital. La letra de “New Slaves” da además con otra clave de nuestro tiempo, el consumismo como “dominación suave”: los “nuevos esclavos” son —somos— voluntarios. Y el atrevimiento de contraponer en “Blood on the Leaves” la violencia implícita en el sample de “Strange Fruit”, versión Nina Simone, con el relato narcisista en primera persona de una relación fracasada por la banalidad materialista es propio de un gran artista que pretende desplazar el significado del original con su comentario (metamúsica, sí) en una obra abierta a las múltiples interpretaciones del oyente.
Por supuesto, la gente
estaba atenta, escuchando. Porque “Yeezus” nos habla del mundo en que vivimos,
y lo hace además con la lengua de ese mundo. La música tiende a parecerse
a la lengua de su tiempo. La nuestra es una que se expresa desde nuevos medios
digitales —Twitter, Instagram, Whatsapp— que condicionan, en caracteres y
actitud, lo que decimos en ellos. Sí, el narcisismo “exagerado” de Kanye West
solo nos devuelve nuestro reflejo. Por eso nos fascina contemplarnos en él.
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La revista Rockdelux cumple 30 años y lo celebra con un número especial que llega ahora a los kioscos. El texto de arriba es mi contribución (sin los recortes necesarios para encajarla en la maqueta) a este número, que propone una lista comentada de los 500 discos imprescindibles del periodo 1984-2014. Lo de abajo es un dibujo de Kanye West que hice con motivo de la elección en la revista de Yeezus, precisamente, como mejor disco de 2013.
La revista Rockdelux cumple 30 años y lo celebra con un número especial que llega ahora a los kioscos. El texto de arriba es mi contribución (sin los recortes necesarios para encajarla en la maqueta) a este número, que propone una lista comentada de los 500 discos imprescindibles del periodo 1984-2014. Lo de abajo es un dibujo de Kanye West que hice con motivo de la elección en la revista de Yeezus, precisamente, como mejor disco de 2013.
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