Detalle aparte: lo del videoarte es bien curioso. Haced la prueba. La inmensa mayoría de visitantes se que se acercan a una proyección de video en un museo o galería no se queda a ver NI UN MINUTO y se marcha inmediatamente. Asoman la cabeza y se largan al instante. Evidentemente, dan por supuesto que aquello será "infumable" y "sin interés", un "timo", y el prejuicio les impide pararse a ver realmente de qué va aquello y si tiene interés para ellos. Fui testigo del fenómeno mientras veía el video Ciudadano paranormal (2013), del peruano Gabriel Acevedo. ¿Qué había ahí, cuál era la "rareza sin interés" que se mostraba, el "timo artístico" ante el que los posibles espectadores huían con prisas en cero coma uno? Pues eran entrevistas de gente corriente (de clase modesta a menudo, una limpiadora, un guarda, etc.) relatando sus experiencias paranormales en edificios oficiales de Lima. Como un Milenio 3 pero a la peruana, para entendernos; de hecho el entrevistador era un locutor de radio muy conocido en Perú, un experto en el "universo de lo paranormal", Anthony Choy. En medio de esas entrevistas, Acevedo intercalaba otro tipo de planos para crear textura poética y sugerir su discurso (la relación entre el individuo y la institución estatal en su país). La cuestión es que, pilles o no pilles el discurso del artista, las entrevistas eran fascinantes por sí mismas, tanto por el "relato paranormal" y la forma en que estaban filmadas, como por el material humano que desfilaba ante la cámara y todos los detalles sociológicos implícitos en lo que contaban. Total, que pones el mismo video en una tele y estoy seguro de que mucha de esa gente que en el Reina Sofía se largaba sin verlo (mirando sin ver) se lo traga enterito, con un "share" de audiencia brutal y tal y tal. Es lo que tiene la institución Arte en nuestros tiempos, precisamente, y la relación que a veces el individuo establece con ella.
domingo, 1 de diciembre de 2013
EL INDIVIDUO FRENTE A LA INSTITUCIÓN
Detalle aparte: lo del videoarte es bien curioso. Haced la prueba. La inmensa mayoría de visitantes se que se acercan a una proyección de video en un museo o galería no se queda a ver NI UN MINUTO y se marcha inmediatamente. Asoman la cabeza y se largan al instante. Evidentemente, dan por supuesto que aquello será "infumable" y "sin interés", un "timo", y el prejuicio les impide pararse a ver realmente de qué va aquello y si tiene interés para ellos. Fui testigo del fenómeno mientras veía el video Ciudadano paranormal (2013), del peruano Gabriel Acevedo. ¿Qué había ahí, cuál era la "rareza sin interés" que se mostraba, el "timo artístico" ante el que los posibles espectadores huían con prisas en cero coma uno? Pues eran entrevistas de gente corriente (de clase modesta a menudo, una limpiadora, un guarda, etc.) relatando sus experiencias paranormales en edificios oficiales de Lima. Como un Milenio 3 pero a la peruana, para entendernos; de hecho el entrevistador era un locutor de radio muy conocido en Perú, un experto en el "universo de lo paranormal", Anthony Choy. En medio de esas entrevistas, Acevedo intercalaba otro tipo de planos para crear textura poética y sugerir su discurso (la relación entre el individuo y la institución estatal en su país). La cuestión es que, pilles o no pilles el discurso del artista, las entrevistas eran fascinantes por sí mismas, tanto por el "relato paranormal" y la forma en que estaban filmadas, como por el material humano que desfilaba ante la cámara y todos los detalles sociológicos implícitos en lo que contaban. Total, que pones el mismo video en una tele y estoy seguro de que mucha de esa gente que en el Reina Sofía se largaba sin verlo (mirando sin ver) se lo traga enterito, con un "share" de audiencia brutal y tal y tal. Es lo que tiene la institución Arte en nuestros tiempos, precisamente, y la relación que a veces el individuo establece con ella.
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