jueves, 27 de septiembre de 2012

POLÍTICA GRÁFICA

Cuando Christophe Blain (1970) aborda el primer tomo de ‘Quai d’Orsay. Crónicas diplomáticas’ en 2010, ya es una estrella consagrada dentro de la gran industria del cómic francés. Dibujante sobresaliente, a comienzos de la década pasada se había revelado con ‘Isaac el pirata’ (2001-2005), una actualización adulta de un género tan clásico de la bande dessinée como el cómic de aventuras. Para ello aplicaba el ritmo narrativo del ‘Tintín’ de Hergé, el acabado gráfico aprendido de los caricaturistas de primeros del XX, que Blain adora, y una introspección psicológica lograda a base de numerosas viñetas mudas y elipsis abismales. Cansado del pirata, aparcó la serie sin rematarla para rendir homenaje al western y a los tebeos de ‘Lucky Luke’ en la muy cómica Gus’ (2007-2008), un producto de brillante superficie pop que, a la altura de su tercer álbum, no parecía dar más de sí. Es entonces cuando Blain se da el relevo a sí mismo en ‘Quai d’Orsay’ cambiando radicalmente de temática, desde la ficción de género hacia la realidad de la política contemporánea. La serie, con dos tomos de momento, ha cosechado un éxito monumental en Francia y será adaptada al cine nada menos que por Bertrand Tavernier.
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Mi reseña del tomo 2 de Quai d’Orsay. Crónicas diplomáticas continúa en NúmeroCero

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'Quai d’Orsay. Crónicas diplomáticas' está publicado en España por Norma Editorial

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